Cómo fomentar la autoestima en los niños

Un niño o niña con autoestima es un niño o niña con autoconfianza, capaz de tomar decisiones, capaz de buscar su propia felicidad. Fomentar la autoestima en los más pequeños hará que sean adultos más completos, más capaces de dirigir su vida hacia donde ellos realmente quieran.

Por supuesto no es algo matemático, aunque los padres y madres nos esforcemos por hacerlo, la sociedad, los compañeros, los amigos, las experiencias que el niño o niña vaya teniendo a lo largo de su vida irán conformando también su personalidad. Pero si parte de la base de una buena autoestima desde casa, tendrá las cosas más fáciles para que su vida sea más parecida a lo que él o ella desea.

Aprender a quererse

No es fácil. Nadie ha dicho que lo sea. Partiendo de la base de que, en la mayoría de las ocasiones, la autoestima de padres y madres no es la más alta del mundo, es difícil no contagiar esa “auto-negatividad” a nuestros hijos.

Quererse no es fácil, no hay peor crítico que uno mismo consigo mismo. Solemos hacernos críticas a nosotros mismos que ni se nos ocurrría hacer a nuestro peor enemigo. Nos insultamos, nos menospreciamos, decidimos que nuestros esfuerzos nunca son suficientes, que siempre podríamos hacer más. Todo esto hace que nuestra autoestima cada vez esté menos desarrollada: imagináos tener a alguien al lado, todo el día, que os fuera diciendo: “eres tonto/a”, “todo el día pierdes el tiempo”, “no haces nada bien”, “todo te sale mal”, “todos son más listos que tu”, “tu cuerpo es feo”, “mira tu barriga cervecera”, y toda una larga lista de lindezas que nos dedicamos a nosotros mismos.

Hay algunos trucos que padres y madres podemos ir incorporando a nuestro día a día que no solo van a servir para fomentar la sana autoestima en nuestros hijos, sino también para aprender juntos a crecer como personas.

Anímale a arriesgarse

El hombre es un animal de costumbres y rutinas. Cuando algo nos está bien es difícil que nos movamos a cambiarlo si no es que existe una motivación fuerte detrás. Y eso está bien, nuestra vida puede ser perfectamente tranquila así.

Pero es importante que los niños se arriesguen a probar cosas para poder decidir, en base a sus propias experiencias si aquello les gusta o no. Un niño es un científico experimental, necesita probar y comprobar las cosas para que pueda aprenderlas por si mismo. Así que anímale a arriesgarse.

Haz que pruebe todo tipo de comidas, independientemente de si a ti te gustan o no, anímale a que se relacione con otros niños (por ejemplo apuntándolo a alguna actividad extraescolar o a un grupo scout) o a que se arriesgue con el monopatín (siempre dentro de los límites razonables, claro).

Probar cosas nuevas enriquece la mente y le da al niño o niña una sensación de que es realmente él o ella el que decide qué es lo que le gusta o no. Y sobretodo no le “salves”. Es normal que al principio de una nueva actividad el pequeño se frustre, no le salga bien y tenga la tentación de dejarlo. No caigas en el error del “ya te lo hago yo”, no intervengas. Deja que se arriesgue, se caiga y se levante. Que aprenda que él es el encargado.

Deja que cometa errores

Escena típica:

el niño o la niña está intentando montar una torre con piezas de construcción de juguete. Los padres ven claro que lo está haciendo mal y que en breve la torre caerá porque no tiene estabilidad. Entonces se acercan y le dicen: “eso así no es, mira, te enseño cómo hacerlo”.

Y esto, que nos sale de forma automática a los padres y madres del mundo, en realidad, no le hace ningún favor al niño o niña. Deja que se equivoque, que se le caiga la torre. Deja que experimente la sensación de rabia que produce haber hecho un trabajo y que se caiga. Anímale a que vuelva a intentarlo, que no se rinda. Cada vez lo hará mejor y aprenderá cuál es la manera más óptima de crear lo que él o ella quiere.

Demuéstrale que tu también cometes errores. Reconoce tus errores delante de tu hijo o hija, que entienda que no es sólo él o ella el que se equivoca, que todos cometemos errores y que eso es, precisamente, lo que nos hace intentar con más ahínco seguir adelante.

Practica el refuerzo positivo

No le señales sólo lo que está mal. Seguro que tu hijo hace mil cosas bien hechas a lo largo del día. Es importante que les des importancia y que se las remarques. Un beso después de que recoja sus juguetes, unas palabras de agradecimiento cuando haya puesto los cubiertos en la mesa o un “lo has hecho muy bien” después de que haga sus deberes.

También es importante que vea que nos sentimos orgullosos de ellos delante de los demás, cuando llegue nuestra pareja a casa podemos decir algo así como “¡hoy Marta ha recogido todos sus juguetes sin rechistar!”, de manera que ella vea que hacer las cosas tiene su premio. Y este premio, como hemos visto, no tiene que ser una cosa física. Una sonrisa, un beso o una caricia de papá o mamá pueden ser tan o más valiosos que un juguete nuevo.

Presta atención a lo que te explica

En su pequeño mundo, que Pablito le haya quitado la pelota mientras jugaban, puede ser un drama al nivel de las mejores telenovelas. Por supuesto, para los padres eso nos parece completamente insustancial, pero debemos ponernos en el lugar del pequeño o pequeña y entender su frustración.

Nuestro deber es animarlo y darle a las cosas que nos explica toda su atención, de esta manera le estaremos enseñando que su vida es importante y que sus sentimientos deben ser tenidos en cuenta.

No lo compares con los demás

Tu hijo no es el hijo de otros. No es otros niños de la clase. No es su hermana. Tu hijo es único, y le debe quedar claro a él y a ti. No lo compares, no caigas en el error de frases como “fíjate, tu hermana a tu edad sacaba todo 10 en el colegio” o “mira a Pablito, él no llora y también se ha hecho daño”.

Tu hijo es especial, único. Trátalo como tal, de lo contrario estarás contribuyendo a que empiece a ser él mismo el que se compare con los demás en cada pequeña cosa que haga. Y eso es terreno abonado para una falta de autoestima.

Dale a la autoestima toda la importancia que merece

Tener autoestima es importante, como ya hemos dicho antes. Y los padres y madres tenemos un sexto sentido que nos hace entender mejor a nuestros hijos de lo que seremos capaces de entendernos a nosotros mismos.

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Fuente: Siqua

Técnicas de estudio: Pasos y técnicas para redactar

PASOS NECESARIOS PARA REDACTAR:

  1. Selección del tema
  2. Búsqueda de información
  3. Elaboración de un bosquejo
  4. Redacción de un borrador
  5. Revisiones
  6. Redacción definitiva

1.- Selección del tema.

Puede tratarse de un tema que te hayan pedido desarrollar… Si no es así, elige redactar sobre algún asunto de tu interés.

2.- Búsqueda de información.

Para informar sobre un hecho, la técnica de las ocho preguntas es muy efectiva: Hazte las siguientes preguntas y contéstalas:

  1. ¿qué?
  2. ¿quién?
  3. ¿dónde?
  4. ¿cuándo?
  5. ¿por qué?
  6. ¿cómo?
  7. ¿cuál?
  8. ¿cuántos?

La técnica de los siete imperativos es muy útil para todo tipo de escritos:

  1. Descríbelo: ¿cómo lo ves, sientes, hueles, tocas o saboreas?
  2. Compáralo: ¿a quién se parece o de qué se diferencia?
  3. Relaciónalo: ¿con qué se relaciona?
  4. Analízalo: ¿cuántas partes tiene?, ¿cuáles?, ¿cómo funcionan?
  5. Aplícalo: ¿cómo se utiliza?, ¿para qué sirve?
  6. Arguméntalo: ¿qué se puede decir a favor o en contra?
  7. Conclúyelo: ¿qué conclusiones sacas?

Para temas en general, la técnica hazte todas las preguntas que se te ocurran es muy efectiva. Por medio de un buen número de preguntas, generas un cuestionario para buscar luego las respuestas. Por ejemplo: (Del Río, 1993:5):

Parque

  1. ¿qué es?
  2. ¿cómo es?
  3. ¿para qué sirve?
  4. ¿cómo se administra?
  5. ¿cuánto mide?
  6. ¿qué le hace falta?
  7. ¿es seguro?
  8. ¿otros usos?
  9. ¿dónde está?
  10. ¿instalaciones?
  11. ¿quién lo mandó construir?
  12. ¿cuándo se construyó?
  13. ¿cómo es en relación con otros?
  14. ¿cuánto se gasta en su mantenimiento?
  15. ¿por qué es importante tenerlo?

La técnica elige dos o tres términos clave es útil para cualquier clase y tamaño de escritos. por ejemplo:

Luis trabaja como guía turista: su trabajo es estimulante, pero agotador.

Palabras clave: estimulante y agotador.

Estimulante:

  • Viaja mucho
  • Cuenta con 10 años de experiencia
  • Conoce muchos lugares
  • Trata con mucha gente importante
  • Adquiere mucho acervo
  • Domina varios idiomas
  • Gana mucho dinero
  • No tiene horario fijo

Agotador:

  • No tiene tiempo libre
  • Trabaja toda la semana
  • Tiene que estar alegre y sociable todo el tiempo
  • No cuenta con tiempo para formar una familia
  • Debe estar disponible las 24 horas del día cuando está guiando a un grupo
Redacción:

Luis es un excelente guía turista con diez años de experiencia. Conoce los cinco continentes por lo que su acervo es muy amplio y culto. No hay lugar del planeta que no haya visitado cuando menos una vez. Ha tenido que aprender varias lenguas y, por consecuencia, es un conversador muy ameno por lo que todo tipo de personas de alto nivel intelectual y cultural buscan su compañía.

Por otro lado, no le queda tiempo para cultivar una vida privada… También se siente agotado, ya que casi no descansa y siempre tiene que estar disponible y presentable y, además, debe mantener una perenne actitud positiva y lucir una eterna sonrisa.

La técnica lluvia de ideas dura pocos segundos o minutos, durante los cuales, el autor se dedica solo a reunir información para el texto. Se sumerge en la piscina de su memoria y de su conocimiento para buscar todo lo que le sea útil para la ocasión.

Consejos para la lluvia de ideas:

  • Apúntalo todo, incluso lo que parezca obvio, absurdo o ridículo. ¡No prescindas de nada! Cuantas más ideas tengas, más rico será el texto. Es posible que más adelante puedas aprovechar una idea aparentemente pobre o loca.
  • No valores las ideas ahora. Después podrás recortar lo que no te guste. Concentra toda tu energía en el proceso creativo de buscar ideas.
  • Apunta palabras sueltas y frases para recordar la idea. No pierdas tiempo escribiendo oraciones completas y detalladas. Tienes que apuntar con rapidez para poder seguir el pensamiento. Ahora el papel es solo la prolongación de tu mente.
  • No te preocupes por la gramática, la caligrafía o la presentación en este momento.
  • Nadie más que tú leerá este papel.
  • Juega con el espacio del papel. Traza flechas, círculos, líneas, dibujos. (Cassany, 1999: 63).
  • Cuando no se te ocurran más ideas, relee lo que has escrito o utiliza una de las siguientes técnicas para buscar más.

 

La técnica de escritura libre o automática consiste en ponerse a escribir de manera rápida y constante apuntando todo lo que venga a la mente en ese momento sobre el tema que escribimos, o sobre otros aspectos relacionados con él. Hay que concentrarse en el contenido y no en la forma, valorar la cantidad de texto más que la calidad; y, sobre todo, no detenerse en ningún momento. Se recomienda empezar por sesiones de diez minutos, que pueden llegar hasta veinte o treinta, con la experiencia.

Es muy útil para generar ideas y superar bloqueos. El texto resultante tiene muchas deficiencias que se corregirán al desarrollar la redacción y reescribir la versión final.

La técnica frases empezadas: es bastante más concreta que la de lluvia de ideas. Sirve para orientar la redacción.

Lo más importante es…
Tengo que evitar que…
Es necesario que no olvide que…
No estoy de acuerdo con…
Me gustaría…
Opino…
La razón más importante es…
Quiero…

La técnica de mapas y redes:

Los mapas (de ideas, mentales, o denominados también árboles o ideogramas) son una forma visual de representar nuestro pensamiento. Consiste en dibujar en un papel las asociaciones mentales de las palabras e ideas que se nos ocurren en la mente. (Cassany: 1999, 58).

GRáFICO

Escoge una palabra nuclear sobre el tema que escribes y apúntala en el centro de la hoja, en un círculo. En seguida, anota todas las palabras que asocies con ella y circúlalas. (Cassany, 1999: 59). El procedimiento dura unos cuantos minutos. Luego, anota cada palabra como encabezado y escribe todas las que se te ocurran que tengan relación con la palabra principal. El papel se convierte en la prolongación de tu mente y en un buen material para iniciar la redacción. Elige el punto de vista desde el que vas a abordar tu texto.

Finalmente, si tomas en cuenta cada uno de los aspectos anteriores, podrás redactar con facilidad un escrito sobre “Educación Superior” o sobre “El mar”, etcétera.

3.- Elaboración de un bosquejo. Una vez que tengas la información, organízala:

  • Determina cuál es la idea principal o tema.
  • Ordena las demás ideas de acuerdo con su importancia, de mayor a menor.
  • Expresa cada idea con enunciados claros.
  • Organiza el texto.

4.- Redacción de un borrador. Elabora un primer intento de redacción.

5.- Revisiones. En un proceso eficiente de revisión se debe tomar en cuenta lo siguiente:

  • Sirve para mejorar globalmente el texto.
  • Afecta a fragmentos extensos de texto, las ideas principales y la estructura.
  • Pueden surgir nuevas ideas.
  • El cambio de un término o palabra puede motivar a rehacer la estructura de toda una frase o párrafo.

6.- Redacción definitiva. Después de efectuar una última revisión, puedes elaborar el texto definitivo. Todavía recomiendo una última revisión después de poner distancia temporal; es decir, que conviene dejar a un lado el texto definitivo por un tiempo determinado -según la urgencia que se tenga de presentarlo-, y volver a efectuar otra revisión antes de darlo por terminado

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Fuente: AMABELI R. CADENA AYARZAGOITIA – usoadecuadodelalenguaescrita.blogspot.com.es

La Teoría del Aprendizaje de Piaget

Jean Piaget (1896 – 1980) fue un psicólogo, biólogo y epistemólogo suizo. Desarrolló sus tesis en torno al estudio del desarrollo psicológico en la infancia y la teoría constructivista del desarrollo de la inteligencia. De ahí surgió lo que conocemos como la Teoría del Aprendizaje de Piaget.

La Teoría del Aprendizaje de Piaget
Jean Piaget es uno de los más conocidos psicólogos del enfoque constructivista, una corriente que bebe directamente de las teorías del aprendizaje de autores como Lev Vygotsky o David Ausubel.

¿Qué es el enfoque constructivista?
El enfoque constructivista, en su vertiente de corriente pedagógica, es una manera determinada de entender y explicar las formas en las que aprendemos. Los psicólogos que parten de este enfoque ponen énfasis en la figura del aprendiz como el agente que en última instancia es el motor de su propio aprendizaje.

Los padres, maestros y miembros de la comunidad son, según estos autores, facilitadores del cambio que se está operando en la mente del aprendiz, pero no la pieza principal. Esto es así porque, para los constructivistas, las personas no interpretan literalmente lo que les llega del entorno, ya sea a través de la propia naturaleza o a través de las explicaciones de maestros y tutores. La teoría constructivista del conocimiento nos habla de una percepción de las propias vivencias que siempre está sujeta a los marcos de interpretación del “aprendiz”.

Es decir: somos incapaces de analizar objetivamente las experiencias que vivimos en cada momento, porque siempre las interpretaremos a la luz de nuestros conocimientos previos. El aprendizaje no es la simple asimilación de paquetes de información que nos llegan desde fuera, sino que se explica por una dinámica en la que existe un encaje entre las informaciones nuevas y nuestras viejas estructuras de ideas. De esta manera, lo que sabemos está siendo construido permanentemente.

El aprendizaje como reorganización
¿Por qué se dice que Piaget es constructivista? En términos generales, porque este autor entiende el aprendizaje como una reorganización de las estructuras cognitivas existentes en cada momento. Es decir: para él, los cambios en nuestro conocimiento, esos saltos cualitativos que nos llevan a interiorizar nuevos conocimientos a partir de nuestra experiencia, se explican por una recombinación que actúa sobre los esquemas mentales que tenemos a mano tal como nos muestra la Teoría del Aprendizaje de Piaget.

Al igual que un edificio no se construye transformando un ladrillo en un cuerpo más grande, sino que se erige sobre una estructura (o, lo que es lo mismo, una colocación determinada de unas piezas con otras), el aprendizaje, entendido como proceso de cambio que se va construyendo, nos hace pasar por diferentes etapas no porque nuestra mente cambie de naturaleza de manera espontánea con el paso del tiempo, sino porque ciertos esquemas mentales van variando en su relaciones, se van organizando de manera distinta a medida que crecemos y vamos interactuando con el entorno. Son las relaciones establecidas entre nuestras ideas, y no el contenido de estas, las que transforman nuestra mente; a su vez, las relaciones establecidas entre nuestras ideas hacen cambiar el contenido de estas.

Pongamos un ejemplo. Puede que, para un niño de 11 años, la idea de familia equivalga a su representación mental de su padre y su madre. Sin embargo, llega un punto en el que sus padres se divorcian y al cabo de un tiempo se ve viviendo con su madre y otra persona que no conoce. El hecho de que los componentes (padre y madre del niño) hayan alterado sus relaciones pone en duda la idea más abstracta en la que se adscriben (familia).

Con el tiempo, es posible que esta reorganización afecte al contenido de la idea “familia” y lo vuelva un concepto aún más abstracto que antes en el que pueda tener cabida la nueva pareja de la madre. Así pues, gracias a una experiencia (la separación de los padres y la incorporación a la vida cotidiana de una nueva persona) vista a la luz de las ideas y estructuras cognitivas disponibles (la idea de que la familia son los padres biológicos en interacción con muchos otros esquemas de pensamiento) el “aprendiz” ha visto cómo su nivel de conocimiento en lo relativo a las relaciones personales y la idea de familia ha dado un salto cualitativo.

El concepto de ‘esquema’
El concepto de esquema es el término utilizado por Piaget a la hora de referirse al tipo de organización cognitiva existente entre categorías en un momento determinado. Es algo así como la manera en la que unas ideas son ordenadas y puestas en relación con otras.

Jean Piaget sostiene que un esquema es una estructura mental concreta que puede ser transportada y sistematizada. Un esquema puede generarse en muchos grados diferentes de abstracción. En las primeras etapas de la niñez, uno de los primeros esquemas es el del ‘objeto permanente’, que permite al niño hacer referencia a objetos que no se encuentran dentro de su alcance perceptivo en ese momento. Tiempo más tarde, el niño alcanza el esquema de ‘tipos de objetos’, mediante el cual es capaz de agrupar los distintos objetos en base a diferentes “clases”, así como comprender la relación que tienen estas clases con otras.

La idea de “esquema” en Piaget es bastante similar a la idea tradicional de ‘concepto’, con la salvedad de que el suizo hace referencia a estructuras cognitivas y operaciones mentales, y no a clasificaciones de orden perceptual.

Además de entender el aprendizaje como un proceso de constante organización de los esquemas, Piaget cree que es fruto de la adaptación. Según la Teoría del Aprendizaje de Piaget, el aprendizaje es un proceso que sólo tiene sentido ante situaciones de cambio. Por eso, aprender es en parte saber adaptarse a esas novedades. Este psicólogo explica la dinámica de adaptación mediante dos procesos que veremos a continuación: la asimilación y la acomodación.

El aprendizaje como adaptación
Una de las ideas fundamentales para la Teoría del Aprendizaje de Piaget es el concepto de inteligencia humana como un proceso de naturaleza biológica. El suizo sostiene que el hombre es un organismo vivo que se presenta a un entorno físico ya dotado de una herencia biológica y genética que influye en el procesamiento de la información proveniente del exterior. Las estructuras biológicas determinan aquello que somos capaces de percibir o comprender, pero a la vez son las que hacen posible nuestro aprendizaje.

Con un marcado influjo de las ideas asociadas al darwinismo, Jean Piaget construye, con su Teoría del Aprendizaje, un modelo que resultaría fuertemente controvertido. Así, describe la mente de los organismos humanos como el resultado de dos “funciones estables”: la organización, cuyos principios ya hemos visto, y la adaptación, que es el proceso de ajuste por el cual el conocimiento del individuo y la información que le llega del entorno se adaptan el uno al otro. A su vez, dentro de la dinámica de adaptación operan dos procesos: la asimilación y la acomodación.

Asimilación
La asimilación hace referencia a la manera en que un organismo afronta un estímulo externo en base a sus leyes de organización presentes. Según este principio de la adaptación en el aprendizaje, los estímulos, ideas u objetos externos son siempre asimilados por algún esquema mental preexistente en el individuo. En otras palabras, la asimilación hace que una experiencia sea percibida bajo la luz de una “estructura mental” organizada con anterioridad. Por ejemplo, una persona con baja autoestima puede atribuir una felicitación por su trabajo a una forma de manifestar lástima por él.

Acomodación
La acomodación, por el contrario, involucra una modificación en la organización presente en respuesta a las exigencias del medio. Allí donde hay nuevos estímulos que comprometen demasiado la coherencia interna del esquema, hay acomodación. Es un proceso contrapuesto al de asimilación.

Equilibración
Es de este modo que, mediante la asimilación y la acomodación, somos capaces de reestructurar cognitivamente nuestros aprendizajes durante cada etapa del desarrollo. Estos dos mecanismos invariantes interactúan uno con otro en lo que se conoce como el proceso de equilibración. El equilibrio puede ser entendido como un proceso de regulación que rige la relación entre la asimilación y la acomodación.

El proceso de equilibración
A pesar de que la asimilación y la acomodación son funciones estables en tanto que se dan a lo largo del proceso evolutivo del ser humano, la relación que mantienen entre ellas sí varía. De este modo, la evolución cognoscitiva e intelectual mantiene una estrecha vinculación con la evolución de la relación asimilación-acomodación.

Piaget describe el proceso de equilibración entre asimilación y acomodación como el resultante de tres niveles de complejidad creciente:

  • El equilibrio se establece en base a los esquemas del sujeto y los estímulos del entorno.
  • El equilibrio se establece entre los propios esquemas de la persona.
  • El equilibrio se convierte en una integración jerárquica de esquemas distintos.

Sin embargo, con el concepto de equilibración se incorpora a la Teoría del Aprendizaje piagetiana un nueva cuestión: ¿qué sucede cuando el equilibrio temporal de alguno de estos tres niveles se ve alterado? Esto es, cuando existe una contradicción entre esquemas propios y externos, o entre esquemas propios entre sí.

Como señala Piaget dentro de su Teoría del Aprendizaje, en este caso se produce un conflicto cognitivo, y en este momento es cuando se quiebra el equilibro cognitivo previo. El ser humano, que constantemente persigue la consecución de un equilibrio, trata de hallar respuestas, planteándose cada vez más interrogantes e investigando por su cuenta, hasta que alcanza el punto de conocimiento que lo restablece.

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Fuente: Bertrand Regader – psicologiaymente.net

El pasado nos dejó marcados….

En mi opinión, vemos el pasado como algo lejano y antiguo –y en muchos casos casi como si estuviera olvidado- y no somos conscientes de su influencia presente y de cómo nos marca y dirige sin que nos demos cuenta.

Hemos de recordar que llegamos al mundo con la mente en blanco y sin libro de instrucciones, así que fueron otros quienes nos dieron la educación –SU educación o SU concepto de la educación-, nos dieron las normas –SUS normas-, los modos y maneras –SUS modos y SUS maneras-, la religión –SU interpretación de la religión- , las reglas sociales –SUS reglas sociales-, etc.

O sea que vivimos gobernados por normas ajenas y, en general, no se nos ha ocurrido ponernos a valorar su influencia ni a sopesar si estamos de acuerdo con ellas.

Vivimos con unas normas prestadas, ajenas, o inculcadas como órdenes, sin hacer un ejercicio de reflexión para comprobar si estamos de acuerdo con ellas, y definitivamente las convertimos en propias, y nos dedicamos simplemente a respetarlas y obedecerlas, sin rebeldía y sin opinión, y sin dar nuestra conformidad consciente.

Y esto es incongruente del todo.

Es absurdo.

Y es –o debiera ser- inaceptable.

Es muy conveniente –en realidad es imprescindible- revisar las actitudes habituales, las cosas que hacemos de un modo inconsciente, esas que hacemos y nunca nos hemos preguntado por qué las hacemos, y examinar cada norma o ley que han conseguido que cada cosa se convierta en normal.

En la mayoría de los casos, nos pasamos por alto las preguntas fundamentales, esas que no nos hacemos porque parecen tan obvias que se supone que conocemos las respuestas. Pero…

¿Realmente las conocemos?

Nos llevaremos una gran sorpresa el día que nos empecemos a bombardear con preguntas que empiecen con un “¿Por qué?”

Y más grande la sorpresa el día que pasemos a la segunda y más importante gran pregunta: “¿Para qué?”

La fórmula propuesta para “Darse Cuenta” –que es el paso previo e imprescindible cuando se pretende modificar algo- es desaletargar y poner en funcionamiento a ese Yo Observador que todos incorporamos.

Hay “alguien” o “algo” dentro de cada uno de nosotros que se da cuenta de las cosas. No es la mente ni la inteligencia, aunque pueda parecer que lo son. Es distinto porque lo único que hace es mirar las cosas como si fuera la primera vez que las ve y ponerlas a nuestra propia vista para que las veamos de un modo innegablemente distinto…

No es la mente ni es el pensamiento, porque éstos, además de darse cuenta, y sin poder ni querer evitarlo, añaden un reproche, una queja, e incluso una posible solución. Solución que viene dada desde una mente condicionada por el pasado, o sea que ni es una opinión propia ni es independiente.

El Yo Obsevador se distingue precisamente por eso: se da cuenta y nada más. Es un notario aséptico e insobornable que levanta acta de lo que acaba de observar. Sólo dice: “esto es lo que hay”.

En mi opinión –opinión que puede estar del todo equivocada- poco más hay que hacer. Darse Cuenta. Ya hay algo dentro de uno mismo cuya misión es desarrollar las cualidades y tratar de convertir a uno mismo en una mejor persona con voluntad de hacer las cosas de mejor modo posible. Es una especie de instinto de superación o de acercamiento a la pureza que cada persona tiene en su naturaleza original. (Antes de que el pasado nos marcara) Uno se da cuenta, y dentro se organiza la tarea para resolver ese asunto. Y a quien se le encargue la tarea de vigilancia nos advertirá la próxima vez y nos recordará qué es lo adecuado.

Lo menos acertado es enzarzarse en una guerra dialéctica con uno mismo en la que los reproches y el enfado sean la tónica general.

Está muy bien recordar lo que el Yo Observador nos ha hecho notar, para que la actitud instintiva y normal se ponga en marcha y el “cambio” –que no es un cambio sino que es dejar de hacer lo que no se está haciendo del modo adecuado para cambiarlo por la manifestación natural- se vaya produciendo.

Hemos de asumir que incluso en la educación casi perfecta –escasísima- ha habido cosas que no nos han inculcado del modo adecuado.

Hemos de asumir que somos víctimas de un sistema de educación –de deseducación más bien- y no culpables de todo lo que somos (de alguna parte, posiblemente sí), por tanto, hemos de tratarnos con respeto y cariño ante el descubrimiento de algo que ahora comprendemos que no es lo que nosotros queremos o hubiésemos querido.

Hemos de ser comprensivos con nuestros progenitores y educadores y suponer que actuaron con la mejor voluntad o, cuanto menos, con los conocimientos y circunstancias de las que disponían. Incluso en los casos de infancias realmente duras y desgraciadas –en las que hubo abusos, miseria, violencia…- y sin que yo pretenda justificarlas, hemos de aceptar y comprender que existieron, pero es preferible dejarlas en el pasado y no seguir aferrados a ellas. Son innegables, pero pasarse el resto de la vida quejándose por ello no resuelve gran cosa.

“Nos resultaría mucho más fácil olvidar las cosas desagradables si no insistiéramos tanto en recordarlas”. Ojalá esta frase te lo aclare.

“La aceptación lo resuelve casi todo”, es otra verdad. Y, en mi opinión, es cierto. Es conveniente aceptar el pasado íntegramente –incluso esa parte que nos dejó trágicamente marcados-, sin obsesionarse con él, sin pretender alargar el sufrimiento durante más tiempo, sin magnificarlo, sin convertirlo en el guión trágico y funesto que marque nuestra vida.

Los procesos de Desarrollo Personal tienen como objeto conocerse, salir del estancamiento, aceptar y perdonar, comprender y purificar, eliminar lo que afecta negativamente… en definitiva, amar y amarse.

El pasado nos dejó marcados, sin duda, pero el presente nos ofrece la opción de deshacernos de su influencia en lo que ésta sea negativa.

Pero no nos deshacemos del pasado olvidándolo, sino sanándolo.

Hay que encontrar las partes en las que nos afecta hoy y curarlas.

Lo que nos hace daño, fuera.

Lo que nos impide la plenitud, fuera.

Lo que impide la tranquilidad de nuestro espíritu y aleja de nosotros hoy el sentimiento de paz, fuera.

Conocer las influencias del pasado, de la educación que tuvimos, y las cosas que hacemos de un modo inconsciente y sin saber por qué o para qué, es imprescindible para tener un presente descondicionado, y es prepararse para que una felicidad libre y natural esté presente y el futuro venidero.

Te dejo con tus reflexiones…

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Artículos de Colaboradores: Francisco de Sales – www.buscandome.es

Enseñar al niñ@ a ser independiente

10 Claves para educarles en la independencia

Enseñar a un niñ@ a ser independiente es uno de los puntos más importantes de su educación. Fomentar la independencia es imprescindible para que aprendan a desenvolverse y relacionarse con éxito, evitando problemas de timidez e inseguridad.

Desarrollar la independencia les va a permitir ser capaces de resolver sus propios asuntos y enfrentarse a la vida.

La independencia

Desde que nacen los niños y niñas transitan un camino que les lleva al desarrollo de su identidad personal, a su maduración y crecimiento y que tiene como fin el prepararles para la vida adulta. Desde un primer momento los niños y niñas entrenaran su independencia y autonomía, este entrenamiento es necesario para su desarrollo sano y les permitirá ser adultos independientes y capaces de desenvolverse con éxito.

En los primeros años aún no se encuentran preparados para el mundo, para desenvolverse adecuadamente, pero es fundamental permitir que entrenen su independencia y motivarles a que lo hagan. Solo de este modo conseguiremos que estén preparados y que sean independientes.

Nuestra labor como educadores y familias es apoyarles y hacer que el apoyo sea innecesario.

Las complicaciones de la independencia

La búsqueda de la independencia estará presente desde los primeros momentos, aunque no estén preparados se sentirán capaces y trataran de hacerlo todo solos. Es habitual que para las familias este tema se torne complicado.

Tendemos a protegerlos y en muchas ocasiones no les dejamos hacer, lo que ya son capaces de hacer. Es importante tener cuidado con la sobreprotección ya que va en contra del desarrollo de su independencia y el consecuente desarrollo de la autonomía y responsabilidad.

Al sobreprotegerlos, sin querer y sin ser conscientes, cortamos sus alas, no les dejamos aprender a volar. Lo peor es que contribuimos a que crezcan pensando que no pueden hacerlo solos, y desarrollaran una personalidad dependiente e insegura con poca confianza en sus posibilidades.

Beneficios de educarles para ser independientes

Educarles para que sean independientes es darles las llaves para que se desenvuelvan con éxito en la vida. Implica darles las herramientas necesarias para tomar decisiones de manera responsable, valorar y asumir las consecuencias de sus actos, confiar en sus posibilidades, capacidades y criterio. En definitiva educarles para ser independientes es hacerles capaces de enfrentarse a los retos por si solos y desenvolverse con éxito.


10 Claves para educarles en la independencia

  1. Modula tu actitud y encuentra el equilibrio para cuidarles sin sobreprotegerles. Trata de tener una actitud menos protectora y no estar encima de ellos constantemente. Es importante vigilarles desde la distancia.
  2. Enséñales a ser responsables. Para ello es importante que les enseñes las consecuencias tanto positivas como negativas de sus actos. No se trata de castigarles sino de asumir las consecuencias de sus actos (por ejemplo: si manchan algo, haz que con tu ayuda lo limpien, etc.)
  3. No les evites las equivocaciones. Equivocarse es algo natural y necesario para su desarrollo y aprendizaje. Deja que resuelvan sus conflictos aunque se equivoquen en ello, es la única manera de que aprendan y no se equivoquen en otros momentos.
  4. Dejar que hagan las cosas por si solos y que resuelvan sus conflictos y se enfrenten a sus retos es fundamental y necesario. De este modo aprenderán a hacerlo y ganaran seguridad y confianza. Creerán que son capaces de hacerlo, si comprueban que son capaces de ello.
  5. Desarrolla su capacidad de esfuerzo. Aunque queramos hacerles las cosas fáciles, es importante que aprendan a esforzarse. A veces no todo es tan fácil y no siempre podremos estar para hacérselo fácil, ser independiente implica ser capaz de esforzarse para lograr los objetivos personales.
  6. Entrena su capacidad de decisión y su autonomía ofreciéndoles alternativas en lugar de órdenes. Por ejemplo en lugar de “ponte los zapatos” diles “¿qué zapatos te quieres poner hoy?”.
  7. Poco a poco deja que asuman más responsabilidades, adecuadas a la edad y nivel de desarrollo del niño/a.
  8. No intentes vivir por ellos. Es fundamental respetar su identidad y comprender que tendrán que enfrentarse a su propia vida.
  9. Cuando se frustre por no conseguir algo, anímale a volver a intentarlo, no le des todo hecho. Es muy importante que aprendan a tolerar la frustración y sean capaces de afrontarla y enfrentarse a ella.
  10. Elogia sus logros y avances. Si ellos perciben que te das cuenta les darás seguridad y confianza para continuar.

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Fuente: Celia Rodríguez Ruiz – educayaprende.com

El tiempo lo cura todo, pero….

EL TIEMPO LO CURA TODO, PERO… HAY QUE PERMITIRLE QUE LO HAGA.

“Nos resultaría más fácil olvidar las cosas dolorosas si no insistiéramos tanto en recordarlas.”

En mi opinión, nos cuesta olvidar algunas cosas –sobre todo las cosas que creemos que hemos hecho mal- porque, de un modo inconsciente, al hacerlo así nos seguimos castigando con la rememoración dolorosa del motivo de nuestro reconcomio, y como un modo de persistir en una condena infinita y no terminar de perdonarnos nunca. (Tan injustos llegamos a ser…)

Y si no es ésta, no sé qué otra explicación puede haber para seguir redundando, una y otra vez, y machacándonos con perversa alevosía, en una flagelación mental que puede acabar pasándonos factura en forma de somatización.

No es consistente la razón que algunos creen haber encontrado cuando dicen que insisten en el recuerdo para que no se les olvide, y que se lo repiten como una lección que tienen que aprender grabándosela con hierros al rojo vivo.

Muy injusto.

Se puede aprender la lección, y con mejores resultados, si se hace con amor en vez de con dolor. Antes se decía: “la letra con sangre entra”, pero también entra con amor, y entra mejor.

Todos –y afirmo bien- hemos podido comprobar en alguna ocasión cómo el paso del tiempo va limando las aristas, va menguando la carga onerosa de algunas cosas que en su momento nos parecieron muy dificultosas o trascendentales, cómo se va restando la importancia de aquello que parecía tan importante, y cómo se va apaciguando la furia.

Incluso todos –y otra vez afirmo bien- nos hemos podido ver con una leve sonrisa –de compasión o de arrepentimiento- al recordar hoy, una vez que ha pasado el tiempo, que aquello que nos parecía tan grave no lo era tanto, que en una ocasión nos acaloramos en exceso, o que teníamos que haber corrido a abrazar al otro en vez de seguir empeñados en un enfurruñamiento que acrecentó la distancia y enfrió los corazones… cada uno tiene su historia y su motivo para haber podido comprobar qué bueno es eso de “contar hasta cien antes de…”, qué adecuado es no sacar conclusiones precipitadas, qué bien está  ponerse en la piel del otro y en sus circunstancias para comprender su actitud, cuánto de bueno es no permitirle al ego que se inmiscuya en asuntos personales…

Se dice que el paso del tiempo embellece el pasado, pero, en realidad, no es el tiempo, ni su paso, sino que es uno mismo quien va siendo cada vez un poco más comprensivo con la vida y consigo mismo, y si uno tiene una conciencia sensata y justa, y si uno reflexiona de vez en cuando y observa con honestidad ciertos hechos del pasado, comprende que el arrebato descontrolado en unas ocasiones, o la falta de conocimiento para tomar ciertas decisiones, hacen que más adelante nos demos cuenta de que no estamos del todo satisfechos con algún hecho del pasado y que, ahora, sí seamos capaces de tasarlo en su justa medida y situarlo en el sitio correcto que le corresponde.

Hay que permitir que el paso del tiempo –o sea, el Crecimiento de uno mismo-, cicatrice las heridas.

Es conveniente porque eso nos permite estar en paz, y la paz, para instalarse, necesita que no se tengan guerras a medias, ni odios enquistados, ni la rabia en continua efervescencia.

Ya está.

Pasó.

Si es posible, evitar que vuelva a suceder eso mismo en el futuro.

Si es posible, repararlo, ahora, hoy, antes de que no haya oportunidad, y para no seguir con una conciencia inquieta que nos reclama remediar lo que le molesta.

Hay que vivir en el presente.

Volver al pasado para seguir con la guerra, o traer el pasado a este presente para seguir en lucha contra nosotros mismos, en insensato.

Hay que poner el bálsamo del amor sobre las heridas para que cicatricen.

Hay que perdonarse.

O sea, aceptarse.

Hay que vivir en el presente en vez de quedarse incrustados en la parte del pasado que no nos gusta.

Hay  que dejar que el pasado sea pasado.

Es más sensato no oponerse a que se diluyan los “errores” y los motivos de arrepentimiento, a que se deshaga la tristeza que nos secuestra las sonrisas, a que se disuelvan los nubarrones negros o que llueva hasta empaparnos y purificarnos.

Es más razonable no obstinarse en anclarse a un estado triste y permitir que el presente sea tan natural y fresco como tiene que ser, y que el futuro esperanzado se anime a presentarse. Otro futuro.

Y, claro, por supuesto, todo esto depende de ti.

Tú decides.

Te dejo con tus reflexiones…

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desQbre Aportación de Colaboradores: Francisco de Sales – www.buscandome.es

Mamá también llora. Carta abierta a padres y educadores.

– Mamá, ¿Qué te pasa? ¿Estás llorando?

– No, cariño, es que se me ha metido una motita de polvo en el ojo…

Vivimos en un mundo en el que, ser los primeros, es lo más importante. Examinan a nuestros hijos continuamente y ellos sólo buscan el sobresaliente. Se les prepara para afrontar el éxito, para celebrar los triunfos. Se les repite hasta la saciedad: “No llores. Tienes que ser fuerte. ¡Eres el mejor!”

Si quieres leer todo el contenido del artículo pulsa en el link

http://luciamipediatra.com/mama-tambien-llora-carta-abierta-padres-y-educadores/

Fuente:  Lucia Galan – Piensaesgratis.com

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Los Hijos y los Límites

Los hijos, desde temprana edad, necesitan límites, porque en la adolescencia, si no han conocido límites ni valores éticos, la omnipotencia propia de esa edad puede arruinar sus vidas y exponerlos a situaciones peligrosas.

No se trata de que los padres impongan disciplina mediante castigos, sino de enseñarles con el ejemplo, haciendo lo mismo que predican.

Los hijos tienen que saber el verdadero significado de la libertad, que no es hacer lo que quieran sino que es la posibilidad de elegir con responsabilidad.

Tienen que conocer los valores morales, tener modelos de vínculos sociales y saber que la vida tiene un sentido más profundo, más allá del parecer y el tener.

Los hijos adolescentes tienen que ser respetados como son, estimulados en sus logros y reconocidos en sus méritos y sus padres deben asumir su rol con firmeza, poner las reglas y hacerlas cumplir.

Asumir el rol no significa ser amigo del hijo, sino nada más que su padre, su guía, su protector y su apoyo; siendo su principal función fijar los límites

Educación significa transmisión de conocimientos, actitudes y valores; pero más que palabras lo que aprenden los hijos es cómo se comportan sus padres, cómo se relacionan, cómo se conectan con la realidad, con sus amigos y clientes; y si respetan su código ético; porque es de la vida que hacen los padres de donde aprenden los hijos, no de sus sermones o consejos.

Educar es enseñar a los hijos que en una sociedad no se puede hacer cualquier cosa, porque el derecho de uno termina donde comienza el de los demás; que es necesario tener sentido de las prioridades; que antes de actuar hay que reflexionar; que todos tenemos derechos y obligaciones, que la realización en la vida depende en gran parte de nuestra conducta y que la libertad es para elegir con responsabilidad lo que está de acuerdo con las propias necesidades, que todos tenemos que aprender a conocer y valorar.

Una ley inquebrantable de la vida es que cada acción tiene su consecuencia y ser responsable es hacerse cargo de ella.

Tener hijos adolescentes exige a los padres atención, ser firme pero flexible al mismo tiempo, tener sensatez y sentido común, paciencia, tolerancia y comprensión; una catarata de virtudes que sólo se pueden implementar cuando los une el amor.

Los adolescentes cuestionan todo, se vuelven indolentes, desganados, cambian sus hábitos de niños y se obstinan en oponerse a cualquier restricción; todo les molesta, no están cómodos en su cuerpo y pueden sentirse inadecuados.

Es una etapa del desarrollo en que los padres tienen que estar más atentos, recordarles los límites, el cumplimiento de las reglas del hogar y de los horarios.

Lo mejor es que salgan en grupo, que los padres sepan dónde están y que vuelvan todos juntos aunque sea tarde.

El adolescente se mimetiza con sus pares y necesita ser como ellos para luego poder diferenciarse; pero en primer lugar se identifica con sus padres y aunque en ese momento de su vida parezca que piensa diferente, finalmente será como ellos.

No obstante, las amistades de esa etapa son fundamentales, porque los adolescentes quieren probarlo todo y no tienen miedo de arriesgarse.

Buena compañía, padres firmes pero flexibles que alienten a sus hijos a desarrollar su verdadera vocación y un hogar donde haya armonía, diálogo y contención es lo que necesita un adolescente para crecer y llegar a ser un adulto sano, capaz de hacer lo mismo por sus hijos.

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Fuente:  Malena – Psicologia la guia 2000.com

El homeschooling – La escuela en casa

Un fenómeno que aumenta año a año es la educación de los niños y de los jóvenes, en casa.

En Estados Unidos ya hay dos millones de chicos que no asisten a la escuela y en cambio estudian en sus casas.

La presencia en las aulas de maestros sin ninguna formación moral ni religiosa, impulsa a los padres a alejar a sus hijos de las escuelas.

Aunque no se trate precisamente de familias devotas, son personas que desean más que nada que sus hijos tengan la oportunidad de que se les inculquen valores religiosos.

En Norteamérica, esa modalidad educativa está reconocida y aceptada por el sistema escolar pero no está reglamentada.

La Asociación para la defensa Legal de la Educación en el Hogar, es la agrupación que está realizando gestiones para conseguir el marco legal que necesita esta forma educativa; no obstante este método de enseñanza funciona sin obstáculos.

El inconveniente puede surgir cuando estos chicos tengan que convalidar su formación para acceder a la universidad.

Los defensores de este sistema enfatizan sus beneficios, sin embargo para otros, esta forma de educación priva a los menores de la experiencia de la socialización que le brinda la asistencia a clase; del aprendizaje de la convivencia con los pares, el conocimiento de otras ideas, modos de vida, preferencias e inclusive idiomas y culturas distintas.

En Argentina, aún no hay registros oficiales de esa modalidad educativa, pero ya hay familias que la implementan.

Padres de familias numerosas constataron a través de los años, las deficiencias y la decadencia del sistema educativo, tanto en el ámbito público como privado y decidieron darles a sus hijos educación a distancia, una opción que descubrieron que existe en el país, en mayor proporción de la que esperaban

Los especialistas en educación cuestionan esta forma de enseñanza, más allá de las falencias del sistema educativo formal.

Consideran importante la obligatoriedad de la presencia en clase, el contacto con los grupos de pares y el cumplimiento de las normas.

En Argentina no existe una legislación al respecto y es difícil diferenciar entre instrucción obligatoria y escolaridad obligatoria, términos que no definen con precisión este tema.

Si bien no está prohibida esta modalidad educativa, tampoco existe un registro ni una regulación.

La escuela en casa no permite compartir actividades ni competir, ni tampoco brinda la oportunidad de aprender a aceptar las diferencias.

Al no existir una normativa es difícil evaluar la acreditación de la aprobación del nivel escolar obligatorio, afirma una funcionaria del Ministerio de Educación.

La escuela está organizada para garantizar a todos la posibilidad de obtener educación en función de las necesidades particulares y de la sociedad.

Sin embargo, muchas veces el ámbito educativo es usado para estar al servicio de ciertos sectores políticos que imponen o prohíben contenidos, según sus propios intereses.

A ese inconveniente se suman las continuas huelgas de maestros por reclamos salariales y la pérdida de la calidad educativa en los colegios.

La enseñanza en casa garantiza a los padres la calidad educativa que pretenden para sus hijos y una educación acorde a sus propias convicciones,

El problema es no estar formando individuos que en el futuro tengan dificultades para integrarse a la sociedad; aunque estos chicos forman parte de un sector de la población que está en condiciones de practicar deporte de equipo, realizar actividades artísticas y otras actividades extracurriculares que les exigen relacionarse con sus pares.

Es evidente que lo que está pasando a nivel educativo se debe a las carencias del sistema, la falta de libertad en la educación, la escasa formación docente y la obligatoriedad de recibir contenidos relacionados con los gobiernos de turno con el propósito de transmitir ideología que puede ser ajena a los principios de los padres.

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Fuente:  Malena – Psicologia la guia 2000.com

Miedo a los exámenes: ¿cómo enfrentarse a un suspenso?

Se acerca el final de curso y son muchos los alumnos que, ante la llegada de los últimos exámenes del año, tienen miedo de tropezar, fracasar y sobre todo suspender.

Aunque pensar en la derrota antes de tiempo ya es sinónimo de una mala praxis emocional, lo cierto es que no superar una evaluación tampoco debería convertirse en un drama familiar que se alargara durante todo el verano. Ser realistas y entender por qué se ha producido ese suspenso es fundamental para actuar con rapidez y comprender que el objetivo principal del aprendizaje es siempre el instinto de superación.

Afrontar la calificación con realismo: ¿qué es lo que ha pasado?

Puesto que no es lo mismo obtener un insuficiente en las materias de lengua o matemáticas que en las de plástica o educación física, el primer paso que debe llevarse a cabo antes de exagerar las consecuencias del suspenso es averiguar si existe alguna dificultad de estudio escondida detrás de esa baja calificación. Puede que el alumno presente problemas en alguna área determinada de aprendizaje, por lo que la mala nota no sólo servirá para advertir al niño y a la familia, sino que deberá tomarse como referente positivo para mejorar e incidir sobre las dificultades del alumno.

¿Puede el valor de una persona reducirse a una nota?

La respuesta es no. De hecho, la mayor parte de pedagogos recomiendan que los padres animen a sus hijos a seguir intentándolo para superar el bache académico, convirtiendo el suspenso en un pequeño obstáculo que deberá sobrepasarse con esfuerzo, voluntad y dedicación. La sensación continuada de fracaso, que en ocasiones es compartida por los niños y por sus familiares, no lleva a ninguna parte, por lo que resulta fundamental que se apoye al alumno para que éste aprenda a superar la decepción y utilice todos sus recursos personales para centrarse en la consecución del éxito académico.

Hablar con el tutor y establecer un nuevo plan de trabajo

Una vez analizadas las causas que han provocado el suspenso del alumno, es recomendable acudir al colegio para contrastar opiniones con el profesor de referencia o tutor. Él podrá guiar al alumno sobre los errores cometidos y los cambios de actitud o de disciplina necesarios para superar la asignatura, incidiendo sobre todo en la creación de una buena estrategia de organización que le permita asumir sus responsabilidades dentro de un clima positivo y reforzado.

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Fuente: MundoPsicologos.com

Eleanor Longden y su historia con la esquizofrenia

Según las apariencias, Eleanor Longden era como cualquier otra estudiante, acudia a la universidad llena de promesas y sin prestar atención al mundo que la rodeaba. Esto fue así hasta que empezó a escuchar voces en su cabeza. Inicialmente inocuo, estos narradores internos hicieron su vida cada vez más antagónica y dictatorial, convirtiéndola en una pesadilla viviente. Diagnosticada de esquizofrenia, hospitalizada y drogada, Longden fue descartada por un sistema que no sabía que hacer para ayudarla. En el siguiente vídeo Longden narra la conmovedora historia de los años  que le llevo el viaje de regreso a la salud mental, gracias a aprender a vivir escuchando las voces de su cabeza.

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Fuente: Eleanor Longden – Ted.com

Cómo conseguir que mi hijo me escuche

“¿Cómo te ha ido hoy en el colegio?» Si hiciéramos un estudio estadístico sobre la pregunta que más hacemos los progenitores a nuestros hijos, seguramente ésta estaría en el primer puesto. Como también en el primer lugar encontramos la respuesta que generalmente dan: “normal». Así que nos enfrentamos a una pregunta que encierra una irrevocable respuesta. Pero, ¿cuáles son los motivos? Vamos a ver algunos.

Ante todo, cada niño (en realidad, cada ser humano, incluso si realizan actividades distintas), cuando regresa de la escuela necesita que le den la bienvenida, que se le felicite, regodearse. Sólo después de esta “celebración», el adolescente puede comenzar a hablar de lo que ha hecho durante la mañana. Por norma general, si mostramos que estamos muy interesados en su persona, en sus necesidades, en su estado de ánimo, y no sólo en su actividad, seguramente obtendremos mejores resultados, y también mayores satisfacciones.

Abraham Maslow, psicólogo estadounidense, habla de ello en su teoría de las necesidades primarias, que se hizo famosa porque ha sido la primera en la cual se ha estudiado a personas sanas para entender su bienestar. La conclusión fundamental de esta teoría es que una persona que tiene éxito en su vida, tiene éxito a la hora de satisfacer sus necesidades en cada nivel. Voy a exponer una breve síntesis de este aspecto: podemos imaginar tres niveles de necesidades. Tras el primer nivel, entendido como necesidad fundamental (comida y descanso), encontramos, en el segundo nivel, la seguridad, el afecto y la socialización, mientras que en el tercero hallamos la autoestima y la realización. Maslow habla, en este caso, de un principio fundamental: ¡no existen niños malos, ariscos, maleducados!

Hay niños que no han satisfecho sus propias necesidades y muestran un comportamiento disfuncional para manifestar su desagrado. Por este motivo, antes de avasallar a tu hijo con esta famosa pregunta, pregúntele mejor, cómo se siente, cual es la causa. Abandone el modo de «piloto automático» y colóquese, por un instante, en su lugar, saludándolo sin interrogarlo. Sé que al principio será difícil pero bastará con practicar un poco…

Otro aspecto fundamental para ser escuchado es… ¡escuchar!

Si ha leído nuestros artículos anteriores, sabrá que el ejemplo es un aspecto fundamental en el crecimiento de un niño. ¿Quiere ser escuchado? Bien, ahora prepárese para escuchar realmente y de manera activa. Atención: escuchar no es una técnica, sino un verdadero estado de ánimo. Fundamentalmente, es una actitud decidida de sincero interés hacia el otro, es un modo de ser. Obviamente, y a pesar de no ser una técnica, la escucha activa cuenta con una serie de características que, una vez respetadas, mejoran sensiblemente la comunicación. Las características básicas son:

– Qué podamos realmente de escuchar. Si no es un buen momento, o surge una urgencia que nos impide escuchar, es mejor dejarlo para después.

– Evitar emitir juicios y dar soluciones. Se llama escuchar porque usamos los oídos, no el razonamiento. Es importante escuchar y captar la situación.

– Confiar en la capacidad de nuestro hijo.

– Aceptar el estado de ánimo del niño. Su quieres colocarte en la posición del oyente activo, debes oír y aceptar la reacción que pueda tener. Se debe dejar libertad para que se exprese, ello hará más satisfactorias las relaciones diarias.

En el instante en el que entremos en la condición de oyentes, será más fácil que nos escuchen.

Ahora, vamos a ver cuáles son los peores enemigos de la comunicación y, por tanto, del oyente:

Los sermones. Un sermón es el mejor modo para que no nos escuchen. El niño percibe sólo su “petulancia» pero no su significado. El sermón les aburre y les hace sentirse inadaptados.

El ofrecimiento de ayuda. La típica frase es “voy a enseñarte cómo se hace», hace sentir al niño incapaz. ¡Acepta que aprenda de los errores! Será una de las razones de su crecimiento.

La comparación. “Mira bien a tu hermana», “tu amigo sí que es bueno», “eres tan bueno como mi madre». Frases como esas, ya sean positivas o negativas, crean un efecto desastroso en el niño. Si son positivas, pueden conducir al niño a sufrir una gran ansiedad por tener que actuar correctamente, por no hablar de la gran expectativa que genera. Por el contrario, si son negativas, pueden generar odio hacia la persona con la que se compara y, si no se consiguen los resultados esperados, puede llevar a la frustración y una baja autoestima.

Estos tres enemigos se pueden vencer fácilmente, basta con sustituirlos por una escucha activa e interés sincero, haciéndole entender que será imposible no hacer nada malo. Lo importante es cometer el menor número de errores posibles y aprender de los ya cometidos. En el fondo, somos distintos de las moscas, tenemos un cerebro más desarrollado y podríamos evitar la propia muerte que se produce cuándo éstas insisten en chocar contra el cristal de la ventana sin saber que ésta está cerrada.

Y recuerda que “todos los adultos fueron niños alguna vez (sin embargo pocos de ellos se acuerdan)» Antoine de Saint-Exupéry.

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Fuente: MundoPsicologos.com

Tratamiento de la dislexia

La dislexia es un trastorno en la adquisición de la lecto-escritura, que se presenta en niños con un coeficiente intelectual normal, y que no poseen problemas físicos o psicológicos que dificulten su aprendizaje. El tratamiento de la dislexia se efectúa mediante el trabajo con profesores especializados que vuelven a enseñar las técnicas de lectura, de un modo adecuado a las posibilidades del niño.

Etimológicamente, dislexia significa dificultades en el lenguaje. Actualmente se emplea para designar los problemas en la adquisición de la lectura, que presentan niños con coeficiente intelectual normal, y sin otro problema físico o psicológico que impida su aprendizaje.

Las estadísticas hablan de entre un 10 y un 15% de la población afectado por este trastorno. Aunque no todas están de acuerdo, afecta en mayor número a niños que a niñas.

Dado que la lectura y escritura son los mediadores de la enseñanza, hay gran cantidad de niños que presentan problemas de rendimiento por esta causa.

El tratamiento de la dislexia en los niños pueden aprender a leer, y desempeñarse normalmente. Pero esto depende de la celeridad con que sea diagnosticado, y del apoyo recibido.

El niño aprende a leer, reconociendo las letras y sus sonidos correspondientes por separado. Luego comienzan a agruparlas formando palabras. Posteriormente forman las oraciones.

En general, el niño disléxico tiene problemas al conectar la letra con su sonido, y también al combinar los sonidos para formar palabras. En otros casos, tienen dificultades para aprender el orden correcto de las letras.

 Estudios actuales indican que la dislexia ocurre por el modo en que se formó el cerebro, y cómo procesa la información recibida. Estas personas procesan la información en una parte diferente del cerebro que el resto de la gente.

Aún se desconocen las causas de este fenómeno, pero se sospecha que la genética está involucrada.

La dislexia en el aula:

La dislexia se traduce en un mal rendimiento escolar, ya que el instrumento por excelencia en la enseñanza es la lecto-escritura, y estos niños no alcanzan a manejarse correctamente en esta área. Al no ser diagnosticados, son presionados a actuar de una forma que no les es posible, debido justamente a sus limitaciones. Esto lleva a que presenten conductas distraídas, perturbadoras, posean un mal auto concepto.
La dislexia se presenta en muchos grados, desde pequeñas dificultades, rápidamente superables, hasta las graves que se arrastrarán toda la vida, y pueden lindar con la disfacia.

Diagnóstico de la dislexia:

Por lo general se diagnostica en la etapa del aprendizaje de la lecto-escritura, o sea entre los 4 y 6 años. En una primera instancia será el maestro quien detecte esta dificultad, pero debe ser el psicólogo quien realice el diagnóstico apropiado. En algunos casos, la dislexia no se hace notoria hasta etapas posteriores, cuando aprenden sintaxis o gramática. Algunas de las áreas en las que presentan dificultades son:

• Formando rimas o nombrando números y letras, u otras secuencias.
• Con las direcciones, izquierda, derecha, arriba abajo, etc.
• Para leer mapas
• Para recordar los nombres correctos de las cosas
• Al memorizar listas de números telefónicos
• Para completar asignaciones y pruebas que tengan limitaciones de tiempo

Un diagnóstico correcto incluye mediciones de la capacidad de audición, visión y escritura.

Tratamiento de la dislexia:

Para el tratamiento de este trastorno, se requiere de un profesor o tutor especializado, que enseñe estrategias especiales para el aprendizaje de la lectura.
Países como Estados Unidos, cuentan con programas de asistencia a niños que concurren a escuelas públicas donde se les presta ayuda como tiempo adicional en pruebas o deberes, auxilio para tomar notas, etc.

El apoyo familiar es fundamental en el tratamiento de la dislexia  esta afección, la motivación en casa es imprescindible, así como el alentarlos a desarrollar otras actividades que les proporcionen confianza en sí mismos, como deportes, artes plásticas, hobbies, arte dramático, etc.

Thomson recomienda el sobreaprendizaje, volver a aprender la lecto-ecritura, de una forma adecuada a las posibilidades del niño, trabajando con el principio rector del aprendizaje sin errores, o sea re aprender las técnicas de lecto-escritura de un modo agradable y útil para el niño, cosechando el éxito y no el usual fracaso.

El empleo de fichas de apoyo es útil como complemento, para variar un poco el trabajo escolar, y para trabajar aquellas áreas que un chico pueda necesitar en especial.

En el aula, estos niños deben recibir atención personalizada, evaluación de su rendimiento en comparación con sí mismos y no con los demás, la información nueva debe serle repetida varias veces, permitirle aprender de la manera que le sea posible, fomentar su autoestima.

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Fuente: Apuntes de Psicología.com

10 lecciones que podemos aprender de los niños

Los niños nacen teniendo que aprenderlo todo, pero son muchas las cosas que pueden enseñar a los adultos. Con su comportamiento, en numerosas ocasiones nos dan lecciones sobre los prejuicios y la actitud ante la vida. Hemos recopilado estos diez vídeos que lo demuestran.

1. La espontaneidad

A medida que crecemos, las convenciones sociales y el qué pensarán de nosotros nos hacen ir perdiendo algo de naturalidad. Los niños no se dejan amedrentar por la vergüenza y viven el momento, en ocasiones provocando situaciones tan divertidas como ésta. Ojo, no te pierdas el segundo siete.

2. No tener vergüenza

Un niño de quince meses en una explanada frente a 500 personas. Imáginate estar en su lugar. A cualquiera de nosotros nos hubiera entrado la timidez, pero este niño, lejos de achantarse, empieza a aplaudir y consigue que todos se unan a él, convirtiendo el momento en toda una fiesta.

3. Ilusionarse con las pequeñas cosas

¿Quién dijo que hacen falta regalos grandes y caros para hacer feliz a un niño? En lo que parece ser una fiesta de cumpleaños, a este pequeño le dan una bolsa decorada y con un lazo. Cuando la abre, ¡sorpresa! Sólo es un plátano, pero para este niño parece el mejor regalo que podría haber recibido.

4. Mostrar nuestras emociones

Acabamos de ver que los más pequeños son capaces de disfrutar e ilusionarse con las cosas más pequeñas, pero ¿qué ocurre cuando reciben el sorpresón de su vida? Mira a esta niña cuando descubre que va a ir a Disneylandia. ¿Cuándo te sentiste así por última vez?

5. Enfrentarse a los miedos

Terror es lo que sintió el niño de este vídeo cuando una mariposa se le posó en la cara. En vez de salir corriendo o espantarla, se quedó quieto observando lo que hace. En pocos segundos pasa del pánico a sentir que lo que le está ocurriendo es lo más maravilloso del mundo.

6. Ver lo mejor de las personas

Las madres suelen sentir que no hacen lo bastante por sus hijos y que constantemente cometen errores. La película cambia cuando se pregunta a los niños cómo perciben a sus madres. Seguro que no puedes ver este vídeo sin emocionarte.

7. La importancia de compartir

Aunque podamos tener la idea de que los niños son egoístas, compartir es un gesto natural para ellos. Acción contra el Hambre llevó a cabo este experimento para una de sus campañas. Grabaron a varias parejas de niños que tenían que esperar en una sala y les decían que podían ir merendando lo que tenían delante. Al quedarse solos y quitar la tapa que cubría los platos, descubrían que uno de los dos tenía un sándwich y el otro nada. En el vídeo puedes ver lo que pasó.

8. Todos somos iguales sin importar la raza

Las diferencias en el color de piel no suponen un problema para el trato para los niños. Mira la reacción de estos niños cuando su compañero Tyler se reincorpora a clase tras haber faltado una semana por estar enfermo. En cuanto lo ven, se acercan a abrazarlo y corean su nombre. Su padre es Shawn Harris, un cómico estadounidense. Grabó el momento y lo compartió en sus redes sociales con el siguiente mensaje: «Este vídeo prueba que el racismo se enseña… esta pequeña escena puede que cambie el modo en el que los adultos pensamos unos de otros».

9. Ni tampoco el sexo

¿Cuántas veces has oído la expresión «hacer algo como una niña?» con connotaciones negativas? En este experimento, que luego se utilizó para un anuncio de televisión, se pedía a unos adolescentes, tanto chicos como chicas, que corrieran o lanzaran objetos «como una niña». Después le plantean la misma cuestión a un grupo de niños de menor edad. En este vídeo puedes ver las reacciones de unos y otros.

10. Ni la orientación sexual

¿Cómo ven los niños el amor entre personas del mismo sexo? En este vídeo del colectivo TheJackaL varios chavales de entre cinco y diez años cuentan a cámara sus ideas sobre el amor, si se han enamorado alguna vez… y si es posible o no el amor entre dos hombres o dos mujeres. La lógica infantil derriba todos los prejuicios.

 

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Fuente: Elena Santos –  El huffington post

Sabias Lecciones en 7 minutos

Vídeo recopilatorio de sabias lecciones existenciales de varias películas famosas. Son frases cargadas de psicología que a veces pasan desapercibidas y no meditamos lo suficiente sobre el trasfondo que contienen. Espero que os guste.

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Fuente: Youtube

 

10 Señales que indican que tu hijo está malcriado

Criar y educar a un niño es probablemente uno de los mayores desafíos a los que nos podemos enfrentar. Nos equivocaremos muchas veces, pero el primer paso para aprender y rectificar es darnos cuenta de que no lo estamos haciendo bien. El segundo paso será detectar qué es lo que hacemos mal (en este artículo encontrarás algunas pautas).

Aquí tienes 10 señales que indican que tu hijo está malcriado.

Los berrinches son frecuentes. Las rabietas, tanto en público como en casa, son la señal más segura de que un niño está mimado.

Nunca está satisfecho con nada. Los niños consentidos a menudo no pueden expresar su satisfacción con lo que tienen. Si ven a alguien más con algo, ellos van a querer eso en lugar de lo que ya tienen.

No ayuda en casa. A ningún niño le gusta limpiar, pero una vez que han pasado los primeros años de vida, debería estar dispuesto a ayudar con tareas pequeñas, como recogiendo sus juguetes y guardando sus zapatos.

Intenta controlar a los adultos. Los niños mimados no diferencian entre sus iguales y los adultos, y esperan de ambos que les escuchen en todo momento.

Te avergüenza de forma frecuente en público. Que tu hijo se equivoque de vez en cuando es normal, pero la situación va más allá de un hecho aislado cuando te avergüenza a propósito en público para llamar la atención.

No comparte. Compartir es un concepto muy difícil de aprender y dominar para los niños, pero una vez que cumple 4 años, deberían estar más dispuestos a compartir sus cosas con sus amigos y hermanos.

Tienes que rogarle. Los padres o tutores son figuras de autoridad y los niños deberían obedecer cuando realizan una solicitud. Como padres no tendríamos que rogar a nuestros hijos para que terminen de realizar una tarea.

Te ignora. A ningún niño le gusta escuchar la palabra “no”, pero no debería ignorarte cuando hablas con él.

No juega solo. Sobre los 4 años, un niño debe poder y estar dispuesto a jugar por su cuenta durante un tiempo. Que necesite a un padre o un compañero de juegos para jugar demuestra su necesidad de atención.

Tienes que sobornarlo. No deberíamos tener que sobornar a nuestros hijos con dinero, golosinas o juguetes para que hagan las tareas diarias.

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Fuente: Tais Perez – Taispd

¿Pueden los videojuegos hacerte inteligente?

 

Si alguna vez te lo preguntaste, los chicos de AsapSCIENCE hicieron un video para aclarartelo, espero que les guste.

 

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Fuente: peyeyomen200 – Youtube

Cómo recordar mejor lo que estudias

 

Por fin una tarde decides ponerte a estudiar. Se trata de una asignatura nueva y es la primera vez que abres el libro. Te marcas como objetivo leerte el primer capítulo en esa primera jornada de estudio. Comienzas a leer y todo te suena a chino. Tu cabeza se llena de multitud de conceptos que núnca habías escuchado antes. Tienes que hacer un esfuerzo tremendo por continuar leyendo. Cada párrafo está repleto de información desconocida que tienes que ir asimilando. Sigues leyendo y parece que poco a poco te vas enterando de algo. Llegas al final del tema y cierras el libro. Estás algo mareado por el atracón de información nueva. Aún así te sientes satisfecho porque crees que has aprovechado la tarde. Podrías incluso explicarle a alguien lo que te acabas de estudiar.

Sin embargo van pasando los días y toda esa nueva información que has adquirido comienza a desaparecer. Una nube cada vez más espesa se interpone entre tú y la información. Una semana después apenas eres capaz de recordar alguno de esos nombres tan difíciles. No hablemos ya de tratar de definirlos o de recordar su relación con el resto de conceptos. Todo ha desaparecido como por arte de magia.

¿Te suena esta situación?

Bueno, pues aquí la magia poco tiene que ver. Todo este proceso de olvido no es nuevo, de hecho se conoce desde el siglo XIX gracias al estudio de La Curva del Olvido. Comprender cómo funciona esta curva es la mejor manera de evitar que la situación anterior vuelva a repetirse.

La Curva del olvido

La curva del olvido explica cómo retenemos la información que estudiamos. Todos sus cálculos se basan en 1 hora de estudio.

A continuación describiré lo que ocurre con esta curva desde el primer día que nos ponemos a estudiar hasta los días sucesivos.

Día 1: Este es tu primer día de estudio. Comienzas con un conocimiento de 0% (es decir, no sabes absolutamente nada del tema) y al final del estudio obtienes un conocimiento de 100%. Esto no quiere decir que te hayas convertido en un experto de repente. El 100 es la medida máxima que has conseguido nada más cerrar el libro. Para unas personas este 100 puede estar más cargado de información que para otras. Todo depende del grado de concentración que le has dedicado a esa hora de estudio.

Día 2: Si durante este día no haces nada para recordar lo aprendido el día anterior (aunque sólo sea pensar un poco en ello), por la noche habrás olvidado entre 50%-80% de toda la información. Es decir, tan sólo recordaras el 50%-20% de esa hora de estudio. Nuestro cerebro recibe un bombardeo continuo de información cada día y por esta razón tiene que eliminar la información que no considera importante. Nuestro deber es comunicarle al cerebro cuáles son las partes que debe retener. La mejor manera de hacerlo es mediante el repaso.

Día 7: Una semana después sólo recordaremos un 10% de toda la información aprendida durante el primer día.

Día 30: Si ha pasado 1 mes y no hemos hecho nada en todo este tiempo por recordar lo estudiado, tan sólo mantendremos un 2% de la información aprendida en aquel día tan lejano. Volver a estudiar de nuevo ese tema es casi como cogerlo de cero.

Cambia la forma de la curva

Comprender todo el proceso anterior nos permite alterar la forma de la curva para que juegue a nuestro favor.

Tan sólo necesitamos invertir una cantidad de tiempo muy pequeña durante los días sucesivos para que la curva no descienda. A continuación podéis ver la línea amarilla que describe la nueva curva.

Día 2: Tan sólo son necesarios 10 minutos de repaso durante este día para volver a colocar la curva en el 100. Quiero puntualizar que estos 10 minutos se corresponden con 1 hora de estudio inicial. Es decir, si inicialmente estudiaste 3 horas, en este segundo día tendrás que hacer un repaso equivalente de 30 minutos.

Día 7:  Sólo necesitas 5 minutos para reactivar toda la información (siempre teniendo en cuenta que ya hiciste una reactivación durante el día 2). Si estudiaste 3 horas, necesitarás 15 minutos para reactivar la información.

Día 30: Si has ido repasando puntualmente durante los días anteriores, llegado el día 30 tan sólo necesitarás 3 minutos para recordar el contenido de aquella hora de estudio.

No malgastes tu tiempo

¿Te parece que  hay que invertir demasiado tiempo durante todo este proceso? Vamos a hacer un pequeño cálculo.

Vamos a calcular los minutos necesarios de estudio con la curva “clásica” y la curva “modificada”.

Curva clásica: 60 minutos (hora inicial) + 60 minutos (el día 30 casi empezando de 0) = 120 minutos

Curva modificada: 60 minutos (hora inicial) + 10 minutos (día 2) + 5 minutos (día 7) + 3 minutos (día 30) = 78 minutos

La curva clásica nos obliga a invertir 42 minutos más para conseguir los mismos resultados que con la curva modificada. Vuelvo a remarcar el hecho de que estos cálculos se basan en 1 hora de estudio. Para cantidades mayores los resultados aumentarían exponencialmente.

Vamos a ver lo que ocurriría con 3 horas de estudio:

Curva clásica: 180 minutos (3 horas de estudio iniciales) + 180 minutos (día 30) = 360 minutos

Curva modificada: 180 minutos (3 horas de estudio iniciales) + 30 minutos (día 2) + 15 minutos (día 7) + 9 minutos (día 30) = 234 minutos

Esta vez las diferencias de tiempo entre elegir una curva u otra sobrepasan las 2 horas.

¿Es que del día 7 al 30 no se estudia nada?

Lanzo esta pregunta porque sé que más de uno me lo va a preguntar. El estudio y la forma de estudiar de cada uno no es una ciencia exacta. Estos números son una aproximación. Cuando se quiere representar el cambio en el tiempo mediante un gráfico se escogen valores extremos para visualizar mejor la magnitud de esta variación. El día 30 marca el punto máximo en el cual hemos olvidado casi toda la información. Personalmente considero que no conviene esperar tanto, es decir, si hemos repasado el día 7 no vendría mal volver a repasar el día 15. La mejor forma de obtener beneficios de esta forma de estudio es ponerla en práctica. Haz la prueba y estudia 2 temas, uno con la curva clásica y otro con la curva modificada. Luego me cuentas tu experiencia.

Muchas veces nos quejamos de la falta de tiempo para sacar las asignaturas adelante. Realmente se trata de una falta de planificación y organización. Con menos tiempo se pueden conseguir los mismos resultados. O lo que es lo mismo: con el mismo tiempo y una buena planificación obtendremos mejores resultados.

 

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Fuente: 

¿Cómo desarrollar la inteligencia emocional en los niños/as?

Todas las emociones son impulsos para actuar y para enfrentarnos a la vida. La inteligencia emocional es considerada como la habilidad para atender y percibir los sentimientos de forma apropiada y precisa, la capacidad para asimilarlos y comprenderlos de forma adecuada. Es una destreza para regular o modificar nuestro estado de ánimo o el de los demás. Cada ser humano posee dos formas diferentes de conocimiento, o dos mentes que interactúan para construir nuestra vida mental.

Una de ellas es la mente racional, que es la forma de comprensión de la que somos conscientes, como la meditación, el entendimiento. La otra, es la mente emocional, siendo éste un sistema de conocimiento impulsivo, poderoso y a veces ilógico. Se podría decir que la racional es la cabeza y la emocional el corazón. Estas dos mentes  operan en armonía la mayor parte del tiempo, mezclando sus diferentes formas de conocimiento para guiarnos por el mundo. Sin embargo son semi -independientes una de la otra, por lo que cuando aparecen las pasiones, la balanza se inclina y la mente emocional domina a la racional. Cabe aclarar que el conocimiento o las buenas notas, no están relacionadas con la inteligencia emocional.Entonces ¿por qué la inteligencia emocional es tan importante en un ser humano?  Porque es ella la que le permitirá relacionarse asertivamente con las demás personas a su alrededor y le ayudará a encontrar un balance en su vida.Esta habilidad para manejar emociones de forma apropiada se puede y debe desarrollar desde los primeros años de vida de una persona, ya que las emociones se expresan desde el nacimiento. Un niño/a debe de ser educado no solo con aspectos  intelectuales, si no también por medio de los sentimientos y la valoración de los mismos.

Para desarrollar la inteligencia emocional a un niño/a, hay que ir etapa por etapa y de acuerdo a la edad del mismo. Por ejemplo los recién nacidos lloran o ríen, siendo su mundo  de necesidades y afectos. A los 18 meses la seguridad del afecto de su madre y la educación que le hayan brindado, es lo que le permite al niño/a apartarse, explorar y dominar sus miedos. A los 2 años, disfrutan de todo lo que los rodea y se satisfacen con los elogios o las miradas ajenas. de los 7 a los 8 años aparece el orgullo y la vergüenza, hay reflexión y libertad. A los 10 años, se dan cuenta de que los sentimientos deben controlarse. Y en la adolescencia, el descubrimiento de la libertad interior es importante para la maduración.

Algunas estrategias para estimular la inteligencia emocional en los niños/as son:

  • Dar nombre a los sentimientos.
  • Ser capaces de reconocer las emociones cuando las sienten.
  • Enseñarle al niño/a a cómo afrontar las emociones inadecuadas con ejemplos.
  • Enseñarle la empatía y que debe de aprender a ponerse en el lugar del otro.
  • Enseñar al niño/a a relajarse cuando esté nervioso o disgustado. Anímelo a respirar hondo mientras cuenta hasta 3 y expulsar despacio el aire.
  • Contarle cuentos en los que se pueden ver las diferentes emociones y cómo enfrentarlas.
  • Enseñarle a relacionar gestos con los sentimientos
  • Enseñarles a expresar sus sentimientos de la mejor manera.
  • Enseñarles qué puede y qué no pueden hacer.

Pero  sobretodo es importante, enseñarles con el ejemplo.

 

 

 

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Fuente: Julieta Carazo – Aula Propuesta Educativa

Cómo elaborar una economía de fichas eficaz en la educación de tu hijo

Padres desesperados con sus hijos que acuden a consulta y dicen eso de:“hemos intentado eso que sale en la tele de la cartulina con puntos y con este niño ese truco no sirve”.

Gracias a los medios de comunicación se han hecho muy conocidas en los últimos años estrategias para modificar comportamientos en niños. La citada “cartulina con puntos” es una técnica muy conocida en modificación de conducta llamada economía de fichas que consiste básicamente en dar puntos al niño al realizar ciertos comportamientos que podrán canjearse por un premio.

Un problema recurrente en la popularización de la psicología es que se acaba perdiendo la fundamentación teórica que sostiene una determinada técnica. La economía de fichas no es un truco o un remedio comercial sino que está basada en los principios del condicionamiento operante que establece científicamente cómo se modifican las conductas. Por tanto, si “no funciona” es que no estamos entendiendo el problema de nuestro hijo o no estamos aplicando de manera adecuada la técnica.

Una economía de fichas exitosa necesita de un diseño adecuado

La economía de fichas es muy útil ya que al establecer las conductas objetivo podemos evaluar y registrar el avance, al utilizar un sistema de puntos podemos tener reforzadores inmediatos e infinitos y además implicamos al niño en la consecución de sus logros. Pero no es tan simple como copiar lo que hemos visto en la tele o hacer un catálogo de conductas y premios. Una economía de fichas exitosa necesita de un diseño adecuado que siempre ha de seguir los siguientes puntos clave:

A la hora de elegir las conductas a realizar

  • Conductas operativizables: Las conductas tienen que ser concretas y perfectamente identificables para determinar si se han cumplido o no: “Portarse bien” o “ser cariños” son confusas y ambiguas: Usaremos mejor “permanecer sentado a la hora de comer” o “dejar mi muñeca a mi hermana”
  • Conductas alcanzables: Las conductas, obviamente, han de ser posibles de realizar para su edad y circunstancias. Pero también tienen que estar dentro de su repertorio de aprendizaje. No podemos pretender que un niño que jamás se ha vestido solo lo haga de golpe o que una niña que ha suspendido siete ahora apruebe todas. Por eso reforzaremos conductas que se aproximen a esa meta, como “ponerse la camisa y el pantalón” y cuando ya lo hayan conseguido pasaremos a un nuevo nivel de consecución.
  • Pocas conductas: Es mejor establecer tres o cuatro conductas como máximo. No solo por la dificultad para él sino porque olvidamos que para los padres también es un proceso que requiere paciencia y sistematicidad y no podemos abarcar tanto.

Debemos reforzar inmediatamente la conducta apropiada de nuestros hijos

A la hora de asignar y dar los puntos

  • El punto es inmediato: La gran ventaja de este sistema es que podemos reforzar de manera inmediata con algo simbólico (puntos en una cartulina, fichas que se guardan en una cajita, pegatinas en un corcho…) la conducta que acaba de ser realizada de manera correcta y que si usáramos reforzadores reales (golosinas, cuentos…) no siempre podríamos o deberíamos. Por eso no se puede perder esta inmediatez. Padres que traen a consulta los registros a medias o le dicen al niño que le deben 15 puntos de la semana pasada, no han entendido qué es una economía de fichas.
  • Sistema simple: Puede existir diferentes valores asociados a diferentes conductas (1 punto por lavarse los dientes, 2 por recoger el desayuno…) pero tiene que seguir un sistema simple y no un código numérico que nos acabe perdiendo y al niño tentando a hacer sólo las conductas que le salgan más a cuenta. También hay que tener cuidado con dar “medios puntos” por conductas hechas a medias. Es mucho más eficaz premiar primero por hacerlo regular y luego subir el nivel, como se mencionó antes.
  • Siempre en positivo: Uno de los errores más comunes es establecer un sistema paralelo de penalización y restar puntos si no se consiguen conductas o para castigar otros comportamientos. Está probado que reforzar la conducta adecuada es más eficaz que castigar la inadecuada pero, además, en un sistema de puntos, irlos restando acaba desvalorizando los logros y haciendo que el niño pierda interés.
  • Acompañar el punto de otros refuerzos: Simultáneamente al darle el punto, es imprescindible que le felicitemos verbalmente y con algún gesto afectivo. Estos cumplidos, al asociarse al punto, irán adquiriendo el valor de refuerzo que en muchos casos habían perdido. El punto es provisional, el “muy bien” es para toda la vida.
  • Repaso de los puntos: En una hora fijada, normalmente al acostase, se hará un repaso de los puntos que haya obtenido de manera inmediata a lo largo del día, motivando al niño y haciendo un recuento con los más pequeños sobre cuánto les falta para conseguir su premio.
  • Acotar los puntos: No todo vale puntos a partir de ahora: Solo las conductas que hayamos acordado. Hemos de resistir la tentación de darle puntos al niño cada vez que queramos que haga algo, o conseguiremos que el niño aprenda a negociar todo a cambio de puntos y dejando de perseguir los objetivos propuestos. De igual manera es útil no hablar del recuento y de los premios más que a la hora fijada.

A la hora de elegir los premios

  1. Un abanico de premios deseados: Es bueno que el niño elija, guiado por los padres, los premios a los que pueda tener acceso y que tenga varios, de diferente valor, para elegir según los puntos que vaya alcanzando.
  2. Fáciles de conseguir: Deben existir premios “baratos” que el niño pueda conseguir pronto con pocos puntos para que entienda perfectamente el valor de los mismos y disfrute de su ganancia. En niños más mayores se puede designar un premio final de gran cantidad de puntos pero siempre es importante que existan premios intermedios y que no pase demasiado tiempo sin conseguir alguno o se desmotivarán.
  3. Premios específicos para el juego: Los premios que se elijan no pueden ser conseguidos por otros medios o los puntos no significarán nada. Por eso hay que tener cuidado de no pillarnos los dedos y especificar un premio que luego queramos darle por otra razón o que necesite tener pronto. También hay que tener cuidado con los cumpleaños y las Navidades ya que el niño estará saciado de regalos y no muestre tanto interés en conseguirlos.
  4. Premios no materiales: Los premios no tienen que ser sólo regalos, pueden ser actividades, caprichos, situaciones especiales, como ir toda la familia al zoo, quedarse a dormir con los primos o hacerle su comida favorita, siempre que tengamos en cuenta todo lo anterior.

¿Y si aún así no funciona? Probablemente no estamos teniendo en cuenta otras contingencias que están operando más potentes que el punto o los premio. El caso más típico es la atención parental: el estar detrás de un niño que no hace los deberes toda la tarde puede ser más reforzante que el tener un punto para conseguir un muñeco al cabo de una semana.

También podemos encontrarnos un problema que no está mantenido por el condicionamiento operante. Por eso es mejor acudir a un profesional.  

Cuando el niño ya hace de continuo la conducta no es necesario seguir reforzándole salvo con nuestras palabras y gestos afectivos

¿Hasta cuándo hay que reforzar? Cuando el niño ya hace de continuo la conducta no es necesario seguir reforzándole salvo con nuestras palabras y gestos afectivos, que no dejaremos de dárselos. Además, la realización de esa conducta deseable conllevará sus propias ganancias: “sentirse mayor”, “que me felicite la profe”, “descansar mejor”… El niño ya ha aprendido que esa conducta es reforzante en sí, sin necesidad del refuerzo extra del punto. Es útil ir desvaneciendo la técnica poco a poco, usando cada vez refuerzos más globales y espaciados en vez de cesarla de golpe.

¿Por qué es tan importante el papel de los padres? Por sorprendente que resulte, lo más relevante no es que el niño entienda y aplique la técnica. Sólo el hecho de que los padres entiendan la economía de fichas ya cambia las cosas en casa. Unifican bajo un mismo criterio qué le piden al niño y concretan de manera objetiva sus avances y sus dificultades, se obligan a reforzar de manera sistemática, independientemente de sus despistes o estados de ánimo y además de compartir con su hijo sus triunfos, acaban convirtiéndose ellos mismos en los más potentes reforzadores de las conductas de los pequeños.

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Autor: David Pulido – El Confidencial