Dime qué padre eres y te diré como es tu hijo

Los estudios demuestran que existen tres tipos de padres, cuyas características tendrán una repercusión directa en el desarrollo del hijo. Estos roles, a saber, de distinguen en los padres autoritarios, los permisivos o los autorizados.

El padre autoritario es aquel arquetipo que destilaba en la época de generaciones anteriores, aproximadamente hasta la disolución de la dictadura franquista. El rol autoritario intenta controlar constantemente a los hijos estableciendo normas muy estrictas y fundamentadas sobre la base de la estructura y la tradición conservadora. Esto supone una carga de gran peso para el hijo, quien, como consecuencia de este control rígido en la educación, se desarrollará como un individuo infeliz, reservado y con dificultades a la confianza.

El extremo opuesto es la posición del padre permisivo. La comprenden aquellos padres que se autodenominan “democráticos” en tanto que tratan al hijo como a un igual. En este estilo educativo, los padres buscan la plena aceptación de su hijo, pensando más en el amor que desean recibir del niño que no en su educación. El problema, apuntan los psicólogos especialistas, es que el hijo no puede ver a sus progenitores como “amigos” ya que necesita la figura de un padre o de una madre que demuestre cierto grado de imposición.  Los padres permisivos intentan apoyar y ayudar a sus hijos en todo y, en consecuencia, son poco firmes ante las desobediencias y no saben poner límites. ¿Qué ocurre? El hijo se crece conforme sus inclinaciones, sin exigencias ni metas claras, de modo que desarrolla una personalidad exigente, caprichosa y autoritaria. “No es lo mismo preocuparse por el hijo que consentirlo todo”, apuntan los expertos de PsicoArea, y es que este amor excesivo hacia los hijos termina perjudicándoles, ya que resultará difícil negarles cualquier cosa.

¿Cuál es la solución? Un intermedio. Ni blanco, ni negro, sino gris. En esta situación se ubica el padre autorizado. Se alza como el ideal de estilos de educación paterno-filial, apuntan los expertos. El padre autorizado se comporta de forma contenedora con los hijos y sabe marcar los límites claros, siempre en un ambiente “afectuoso y estimulante”. Actuar con el estilo autorizado significa saber argumentar con coherencia y saber atender a los argumentos de los hijos. El control paterno desmesurado queda desbancado pero, a cambio, el padre se compromete a que los hijos sepan acatar la responsabilidad de sus acciones. Se trata de no temer a que el hijo se equivoque, a fin de que pueda aprender de los errores. Este ideal promueve que los niños desarrollen confianza en sí mismos, más independencia, creatividad, adaptabilidad y simpatía.

La comunicación como base de la relación

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La autoestima personal es un elemento clave para nuestro desarrollo personal y es uno de los factores que más se demanda en las consultas terapéuticas. La falta de autoestima es una de las principales carencias personales de nuestra sociedad y que más refuerzo necesita en los tratamientos psicológicos. No obstante, ¿de dónde procede esa baja autoestima? Según los estudios del respetado psicólogo Stanley Coopersmith (1926-1979), especializado en la autoestima infantil, el desarrollo de la autoestima se produce durante la niñez y depende directamente de su relación con los padres. En este sentido, también hay una estrecha influencia de la autoestima de los propios padres hacia la que desarrollarán los hijos. Como apuntó Coopersmith, el nivel de autoestima se relaciona directamente con tres condicionantes que actúan durante el crecimiento: la total aceptación del niño por sus padres, la necesidad de recibir instrucciones claras y definidas, nada ambiguas, y la existencia de un respeto paterno por la individualidad del niño.

Una de las principales estrategias para potenciar de forma beneficiosa estos condicionantes es la comunicación. La psicóloga y psicoterapeuta especialista en Salud Mental, Marta Ceballos, matiza en un artículo que la comunicación afectiva es la mejor forma de acercarse a los hijos y lograr sus objetivos. Según la experta, “para considerar una comunicación efectiva y asertiva se requiere contemplar la decodificación del mensaje por lo que es necesario tener presente que el receptor vive y actúa de una determinada manera, lo que requiere una retroalimentación del mensaje, para llegar a la comprensión real y satisfacción de la comunicación que logre el efecto vinculante de la misma”. Los padres deben comprender la comunicación con el hijo como una vía expresiva donde nadie actúa por encima del otro, sino donde la asertividad y la empatía dominan el ambiente. De este modo, se podrá conseguir una relación sana y respetuosa, donde ni la autoridad ni la permisividad imperen en las relaciones.

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Fuente: Glenda Otero – siquia.com