El tiempo lo cura todo, pero….

EL TIEMPO LO CURA TODO, PERO… HAY QUE PERMITIRLE QUE LO HAGA.

“Nos resultaría más fácil olvidar las cosas dolorosas si no insistiéramos tanto en recordarlas.”

En mi opinión, nos cuesta olvidar algunas cosas –sobre todo las cosas que creemos que hemos hecho mal- porque, de un modo inconsciente, al hacerlo así nos seguimos castigando con la rememoración dolorosa del motivo de nuestro reconcomio, y como un modo de persistir en una condena infinita y no terminar de perdonarnos nunca. (Tan injustos llegamos a ser…)

Y si no es ésta, no sé qué otra explicación puede haber para seguir redundando, una y otra vez, y machacándonos con perversa alevosía, en una flagelación mental que puede acabar pasándonos factura en forma de somatización.

No es consistente la razón que algunos creen haber encontrado cuando dicen que insisten en el recuerdo para que no se les olvide, y que se lo repiten como una lección que tienen que aprender grabándosela con hierros al rojo vivo.

Muy injusto.

Se puede aprender la lección, y con mejores resultados, si se hace con amor en vez de con dolor. Antes se decía: “la letra con sangre entra”, pero también entra con amor, y entra mejor.

Todos –y afirmo bien- hemos podido comprobar en alguna ocasión cómo el paso del tiempo va limando las aristas, va menguando la carga onerosa de algunas cosas que en su momento nos parecieron muy dificultosas o trascendentales, cómo se va restando la importancia de aquello que parecía tan importante, y cómo se va apaciguando la furia.

Incluso todos –y otra vez afirmo bien- nos hemos podido ver con una leve sonrisa –de compasión o de arrepentimiento- al recordar hoy, una vez que ha pasado el tiempo, que aquello que nos parecía tan grave no lo era tanto, que en una ocasión nos acaloramos en exceso, o que teníamos que haber corrido a abrazar al otro en vez de seguir empeñados en un enfurruñamiento que acrecentó la distancia y enfrió los corazones… cada uno tiene su historia y su motivo para haber podido comprobar qué bueno es eso de “contar hasta cien antes de…”, qué adecuado es no sacar conclusiones precipitadas, qué bien está  ponerse en la piel del otro y en sus circunstancias para comprender su actitud, cuánto de bueno es no permitirle al ego que se inmiscuya en asuntos personales…

Se dice que el paso del tiempo embellece el pasado, pero, en realidad, no es el tiempo, ni su paso, sino que es uno mismo quien va siendo cada vez un poco más comprensivo con la vida y consigo mismo, y si uno tiene una conciencia sensata y justa, y si uno reflexiona de vez en cuando y observa con honestidad ciertos hechos del pasado, comprende que el arrebato descontrolado en unas ocasiones, o la falta de conocimiento para tomar ciertas decisiones, hacen que más adelante nos demos cuenta de que no estamos del todo satisfechos con algún hecho del pasado y que, ahora, sí seamos capaces de tasarlo en su justa medida y situarlo en el sitio correcto que le corresponde.

Hay que permitir que el paso del tiempo –o sea, el Crecimiento de uno mismo-, cicatrice las heridas.

Es conveniente porque eso nos permite estar en paz, y la paz, para instalarse, necesita que no se tengan guerras a medias, ni odios enquistados, ni la rabia en continua efervescencia.

Ya está.

Pasó.

Si es posible, evitar que vuelva a suceder eso mismo en el futuro.

Si es posible, repararlo, ahora, hoy, antes de que no haya oportunidad, y para no seguir con una conciencia inquieta que nos reclama remediar lo que le molesta.

Hay que vivir en el presente.

Volver al pasado para seguir con la guerra, o traer el pasado a este presente para seguir en lucha contra nosotros mismos, en insensato.

Hay que poner el bálsamo del amor sobre las heridas para que cicatricen.

Hay que perdonarse.

O sea, aceptarse.

Hay que vivir en el presente en vez de quedarse incrustados en la parte del pasado que no nos gusta.

Hay  que dejar que el pasado sea pasado.

Es más sensato no oponerse a que se diluyan los “errores” y los motivos de arrepentimiento, a que se deshaga la tristeza que nos secuestra las sonrisas, a que se disuelvan los nubarrones negros o que llueva hasta empaparnos y purificarnos.

Es más razonable no obstinarse en anclarse a un estado triste y permitir que el presente sea tan natural y fresco como tiene que ser, y que el futuro esperanzado se anime a presentarse. Otro futuro.

Y, claro, por supuesto, todo esto depende de ti.

Tú decides.

Te dejo con tus reflexiones…

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desQbre Aportación de Colaboradores: Francisco de Sales – www.buscandome.es

La Actitud Cura: Afrontar la Enfermedad desde el lado Positivo

Mantener una actitud positiva es beneficioso en cualquier aspecto de la vida. En el caso de tener que afrontar una enfermedad grave, lo es todavía más.Cualquier persona tras ser diagnostica de una enfermedad ve por un instante cómo su vida se trunca.

Su mente empieza a ser bombardeada por millones de preguntas, y sus emociones empiezan a emerger de forma incontrolada.

La actitud cura: afrontar la enfermedad desde el lado positivo

La reacción más lógica ante estas circunstancias es la negación, la explosión de rabia, la ira y el dolor. La tristeza y el abatimiento se apoderan de la persona y de sus seres queridos.

Pasada esta fase inicial es cuando las personas empiezan a adoptar una determinada actitud o un posicionamiento ante la nueva situación que les ha tocado vivir, y ésta es la diferencia que marcará la diferencia.

¿Para qué complicar más las cosas con pensamientos negativos?

Aceptar la situación lo antes posible

Lo más recomendable es aceptar la situación lo antes posible; para poder cambiar algo, primero debemos ser conscientes de ello.

Hay que evitar adelantarse a los acontecimientos. Lo que está por venir nadie lo sabe, y ponerse en lo peor no nos ayuda a prevenirlo. Lo mejor es centrarse en el siguiente paso y después en el siguiente, y poco a poco ir avanzando, atajando las dificultades conforme se vayan presentando.

Si no, podemos caer en el error de preocuparnos por algo que quizás nunca ocurra.

El principal enemigo es el miedo

El principal enemigo contra el que se lucha en una enfermedad es el miedo. La incertidumbre de no saber a lo que hay que enfrentarse es lo que nos hace generar sufrimiento.

La mejor manera de combatir esa incertidumbre es pedir información. Hay personas que eligen no saber; yo pienso que es preferible hablar con los médicos y pedir las explicaciones necesarias para conocer con la mayor exactitud posible qué nos pasa y cómo podemos solucionarlo.

El tratamiento lo decidirán los médicos; cómo se va a afrontar ese tratamiento lo decide el paciente. Hay personas que optan por compadecerse de ellas mismas, recrearse en el dolor y adoptar el rol de víctimas, lo cual no les beneficia en absoluto.

Las personas que desde el principio se predisponen a situarse en el lado positivo presentarán de entrada un mejor pronóstico.

Rodéate de tus personas más queridas

En los momentos difíciles es cuando necesitamos estar cerca de las personas más queridas, y es cuando nos damos cuenta de con quién contamos y con quién no. Además, es fundamental rodearnos de aquellos que nos transmitan energía positiva y grandes dosis de optimismo.

El sentido del humor, sentirse querido y compartir los sentimientos son los ingredientes perfectos para indicarle al cuerpo y al cerebro que tú tienes mucho que decir en cómo va a ser el proceso de curación.

Se ha comprobado que existe una relación directa entre el cuerpo, la mente y las emociones.

Algunos investigadores lo han bautizado con el nombre de psiconeuroinmunología, término que se refiere a esa interacción biológica entre el sistema nervioso, el sistema inmune, el sistema endocrino, las actitudes y los comportamientos, y en cómo esta relación afecta en el desarrollo de enfermedades o en sus procesos curativos.

Son muchos los médicos que aseguran que la actitud del paciente y su estado emocional son determinantes en la evolución de la enfermedad.

Trabaja para aumentar tu optimismo

Por ello es conveniente hacer cosas que nos ayuden a mantener el optimismo, como ponernos en contacto con personas que hayan pasado por una situación similar, escribir un diario o crear un blog, escuchar música alegre que nos llene de vitalidad, engancharse a un libro o ver películas divertidas.

Y, sobre todo, compartir y expresar lo que se siente, darse permiso para llorar, para estar triste y para desahogarse de la manera que cada uno necesite. Esto también forma parte de la mejoría emocional.

Ser optimista cuando las cosas van bien es fácil, pero serlo cuando estás pasando una enfermedad requiere un esfuerzo mucho mayor.

Si uno siente que no puede hacerlo solo, siempre puede buscar ayuda de un profesional; lo importante es tener la certeza de que una buena actitud puede ser determinante para curarse, y de que querer afrontar la enfermedad desde el lado positivo depende de ti.

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Autor: Mamen Garrido Ramón – elportaldelhombre.com