Diez consejos para educar

Carloooos! Que te he dicho que te duches, te sientes a la mesa y recojas tu cuarto… ¡YA! No entiendo por qué no me haces caso a la primera, siempre tengo que gritarte y ni por esas, me tienes hartísima. Cuando venga tu padre, se lo digo. Me desesperas. Si es que no puedo contigo, un día de estos te voy a dar un bofetón”.

img_como_educar_a_mi_hijo_hiperactivo_20367_origDespués de esta escena, algunas madres dan un portazo, incluso lloran de desesperación. No entienden que su hijo no haga lo que se le pide a la primera. La explicación que dan es que el niño es desobediente, malo, y que no hay nada que hacer por conseguir paz en casa. Terminan por juzgarse como malas madres e ineficaces en la educación de sus hijos. En la escena podemos encadenar varios errores para que Carlos no obedezca: dar voces, órdenes contradictorias, comunicarle que ha perdido la batalla (“puedes conmigo, me desesperas”) y amenazarle con hablar con su padre demostrando que su autoridad es nula.

El propósito de la educación es lograr que los niños quieran hacer lo que deben hacer” (Howard Gardner)

La mayoría de padres ve la tarea de educar como algo difícil. Pero si anticipa todo lo que puede fallar, que su hijo no estudiará, se relacionará con amigos que resten, no comerá… esto le desesperará y caerá en la profecía autocumplida. Lo más importante en la educación es establecer unas reglas que no se salte ni usted. Trabaje para que se cumplan desde edad temprana. A partir de los seis meses los niños entienden muchas cosas; no se expresan, pero empiezan a diferenciar entre “esto sí se puede y esto no”. No trate de educar a un chaval de 15 años al que lleva consintiendo todo este tiempo, será tarde. Cuanto antes sepan sus hijos que hay normas, que los premios van asociados al cumplimiento de responsabilidades, que todos tienen que colaborar, antes conseguirá tener hijos educados, responsables y con autonomía.

La mejor prevención en educación es la intervención temprana. Muchos padres se quejan de que los niños no vienen con un manual bajo el brazo, pero si siguen estas reglas básicas, seguramente le allanarán el camino que supone educar.

Primero. Volumen y tono conversacionales. Conseguir que le hagan caso no es cuestión de hablar alto. El poder está más en lo que se dice, en las consecuencias que conllevará no hacerlo a la primera, en la coherencia y en ser muy disciplinado con las rutinas. Si quiere que sus hijos le respeten, empiece por respetarles a ellos. Nadie quiere obedecer a alguien que no se muestra seguro y relajado.

Segundo. No dé órdenes contradictorias. Si le dice a su hijo que se duche, que recoja su cuarto y que se siente a la mesa, sin indicarle el orden, igual lo bloquea. Dígale lo primero que tiene que hacer, y cuando haya finalizado, lo segundo. Si su hijo tiene edad para memorizar varias órdenes, enuméreselas, dígale cuál es su prioridad. No espere que él la sepa, porque tiene las sus propias.

Tercero. Imaginación. Haga un concurso por semana para que jueguen “a hacer lo que deben”; puede ser sobre cualquier comportamiento a corregir. Los domingos lo puede anunciar: “A partir de mañana, se celebra el fantástico concurso de ‘Quién tiene la dentadura de caballo más limpia’. Las bases son estas: limpiarse los dientes tres veces al día y pasar revista. Las puntuaciones de papá y mías se sumarán, y el viernes anunciaremos ganador”. Si quiere que los niños se lo tomen en serio, haga lo mismo. Y tenga paciencia, hasta que se convierta en rutina necesita tiempo. El juego genera un ambiente relajado en el que apetece más aprender y obedecer.

Cuarto. No quiera modificar en su hijo todo lo que le molesta de una vez. Si se pasa el día diciéndole lo que hace mal, terminará por cargarse su autoestima. Elija una conducta a modificar y céntrese en ella siguiendo las pautas de este artículo. Cuando lo consiga, siga con otra.

Quinto. Cuando corrija o muestre su enfado con ellos, no los ningunee, ni ridiculice, ni haga juicios de valor. Si lo hace, terminarán por comportarse conforme a las expectativas que se han puesto en ellos y les afectará a la autoestima. Es mejor decir: “No me gusta ver tu cuarto desordenado; por favor, guarda los juguetes en las cajas”, a decirles: “Eres un guarro, qué asco de dormitorio”. No consiga que se cumpla la profecía autocumplida. Si les transmite que no confía en ellos y que no espera nada, puede que se cumpla.

Sexto. Sea constante. Aquello muy importante, basta con que lo argumente una vez, no busque más razonamientos porque su hijo no los necesita. Simplemente busca ganar tiempo para no hacer lo que debe. Dígale: “Esto no es negociable; cuanto antes empieces, antes podrás disfrutar de lo que más te gusta”. Negocie lo que sea negociable y no siente precedente con lo que no lo es.

“Educad a los niños, y no tendréis que castigar a los hombres” (Pitágoras)

Séptimo. Paciencia y calma. Las personas que transmiten con paciencia son más creíbles y generan un ambiente cálido y relajado. Cuando introduce cambios en la manera de educar, al principio los niños reaccionan con incertidumbre: “¿Qué significa que mi madre/padre ahora están calmados y no me gritan?”. Deles tiempo, necesitan acostumbrarse a esta nueva forma de comunicarse.

Octavo. No se contradiga con su pareja. Los niños tienen que saber que la filosofía y la escala de valores parten de los dos. Si no, estarán chantajeando a uno y a otro, fomentando el engaño para conseguir lo que quieren. Terminará por tener muchas discusiones con su pareja por eso. No se descalifiquen, ni ridiculicen, ni contradigan delante de ellos. Todo aquello en lo que no estén de acuerdo, háblenlo en la intimidad y negocien.

Noveno. Nunca levante los castigos. Es preferible aplazarlo, pero que sea efectivo y lo cumpla, que imponer uno muy duro fruto de la ira y que luego deshará convirtiéndose en alguien a quien se puede chantajear. Dígale: “Esto merece un castigo, ya te diré qué va a pasar”.

Décimo. Mejor que el castigo, el refuerzo. Significa prestar atención a lo que hace bien, cualquier cambio, y decírselo. Si continuamente centra la atención en lo que hace mal y le corrige y se enfada, su hijo aprenderá que esta es la manera de llamar su atención. Todo lo que se refuerza, se repite. Al niño le gusta que sus padres estén orgullosos de él, pero tiene que decirle de qué se siente usted orgulloso, porque él no lo va a adivinar.

Recuerde lo más fundamental: hasta la adolescencia, no hay figuras más importantes que los padres. Si trata de educar en una dirección, pero se comporta en otra, será inútil. Los hijos copian, son esponjas. Educar con acciones tiene mucho más impacto que con palabras.

Autora y fuente: Patricia Ramírez – elpais.com

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10 trucos para regañar a los hijos de forma eficaz

¿CÓMO REGAÑAR A LOS NIÑOS Y NIÑAS?

miedos-infantilesLa regañina debe servir para educar a los pequeños. Es adecuada para modificar determinadas conductas. En todo caso ha de ser constructiva, no violenta, calmada y racional.

Los niños y niñas experimentan conductas frecuentemente, están en un proceso constante y continuo de aprendizaje. Prueban determinadas acciones y comprueban las consecuencias de las mismas. Nuestra labor como educadores es enseñarles las conductas apropiadas para su bienestar personal, emocional y social. Es por ello que debemos reñirles cuando sea necesario, pero de forma calmada y comprensiva, nunca la riña debe ser violenta o dañina.

No debemos sentirnos mal por hacerlo, ya que es fundamental para su educación, necesitan saber lo que pueden y no pueden hacer. Es importante que aprendan a comportarse de manera adecuada en diversas situaciones y al mismo tiempo que reflexionen y comprendan el porqué deben actuar así.

¿Qué esperamos lograr con la regañina?

  • Modificar la conducta, basándonos en la comprensión y reflexión del pequeño, no usando el miedo y la imposición.

  • Hacer que los niños y niñas hagan caso a los adultos

  • Educar a los pequeños en la expresión de emociones negativas, y en la expresión de sus opiniones.

  • Fomentar el dialogo con nuestros niños y niñas

  • Mejorar la conducta de los pequeños.

  • Favorecer su maduración y desarrollo.

Como debe ser la regañina para que sea efectiva para educar a los pequeños

  • Debe ser constructiva, desde el cariño y la comprensión. Debemos entender al pequeño y actuar nosotros como adultos. Debemos servirles de guía para sus conductas, eso implica mostrarles sus conductas incorrectas, pero siempre comprendiéndoles.

  • El objetivo es educar al pequeño, y nunca debe ser hacer que se sienta mal o que sufra algún daño del tipo que sea emocional, psicológico, físico, etc. Por ello debemos mantener la calma y explicar al niño o niña porque esa conducta no es adecuada.

  • Coherente, no violenta y no excesiva. No podemos reñir una conducta en determinados momentos y en otros no. Siempre tenemos que ser coherentes con lo que les decimos. Nunca excedernos o reñir conductas que no merecen regañinas.

  • Regañamos sí, pero con racionalidad y con un objetivo claro.

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10 TRUCOS PARA REGAÑAR DE FORMA EFECTIVA Y CUIDAR EL BIENESTAR DEL PEQUEÑO.

  1. Regaña en el momento adecuado. Justo cuando el pequeño realice la acción que queremos corregir, no podemos regañarle tiempo después pues puede que no se asocie a la conducta.

  2. Mantén la calma y no grites. Los gritos son una forma de violencia, debemos cuidar el bienestar del niño o niña y al mismo tiempo servir de ejemplo. Es fundamental estar calmado, usar un tono suave pero firme y no mostrarnos alterados.

  3. Cuida el bienestar emocional del pequeño: reconoce sus sentimientos, “se que lo has hecho porque estas enfadado”, “Se que esto no te gusta” etc. De esta manera el pequeño se siente comprendido y en confianza.

  4. Expresa tus sentimientos, pero no emplees el chantaje emocional. Le puedes decir que te enfadas cuando hace determinada conducta. Le estas expresando como te sientes. Pero no hagas que se sienta mal, que sienta miedo o que se sienta culpable. Para esto evita expresiones como: “me voy a poner muy triste si…..” “no te voy a querer si…..” “no te voy a volver a llevar a ningún sitio si….”

  5. No fomentes miedo en el niño o niña.  Haz que reflexione y que comprenda lo que hace y porque no debe hacerlo. Debe entender que es mejor para él o ella. De esta forma modificara su conducta por propia iniciativa. Si por el contrario la evita por miedo a la regañina no conseguimos nuestro objetivo.

  6. Descalifica la acción, no al niño/a. Nunca critiques al pequeño, no le digas eres malo, no aprendes, etc. Por el contrario critica la acción, por ejemplo: “gritar no está bien, porque es molesto para la gente, no debemos gritar”

  7. No compares con otros niños o niñas. Cada niño o niña es único, al compararle le etiquetamos en un modo concreto de actuar, diferente al de otros. Esto hace que el pequeño se auto perciba de esta manera y no evolucione en su conducta.

  8. Razona con el niño para que lo entienda, nunca digas porque si, porque lo digo yo y punto. Haz que reflexione y que comprenda.

  9. No abuses de las regañinas y no las emplees como desahogo emocional. Para ser efectivas han de producirse por una causa específica. No podemos reñir a los pequeños por todo o usarlas cuando estemos de mal humor. Si lo hacemos así perderán fuerza cuando realmente necesitemos emplearlas.

  10. Se constante y coherente. Si regañas al niño por algo, hazlo siempre que ocurra eso. No puedes pasarlo cuando te parezca y otras veces regañarle, porque no entenderá que es lo que esperamos que haga.

 

Fuente y autor: Celia Rodríguez Ruiz – educapeques.com

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