Adolescentes y desobediencia

La mayoría de las veces los adolescentes no quieren desobedecer, no son desafiantes, ni siquiera irresponsables… en realidad, es algo mucho más sencillo: Simplemente quieren posponer una tarea que no es apetecible. Cuando se está en esa edad, el tiempo se valora de un modo distinto y cuesta mucho reunir la energía necesaria para acometer los trabajos que resultan desagradables.

No quieren desobedecer, sólo quieren saltarse el control… de vez en cuando.
Dicen “Luego lo hago” y es exactamente eso lo que piensan, sólo que ese “Luego” nunca llega. Nunca encuentran el momento de cumplir con una tarea desagradable. La mayoría de las veces, cuando quieren llevarla a cabo… el tiempo se ha esfumado y con él… la oportunidad de cumplir con su obligación.

Durante la niñez, los adultos ejercemos como “fuerza de voluntad externa”: nos ocupamos de que coman lo que tienen que comer, de que se acuesten a la hora adecuada, controlamos que hagan sus tareas… Pero al llegar a la adolescencia, los chicos demandan más autonomía y descubren que pueden tomar sus decisiones. En ese momento descubren lo costoso que es el auto-control. Por este motivo es muy importante trasmitirles de una forma adecuada cuál es el significado más positivo de la palabra “disciplina” y cómo está asociada con la fuerza de voluntad y la constancia.


El  control  que  ejercemos sobre los adolescentes es siempre imperfecto. La realidad es que si de verdad quieren hacer algo, lo harán. Pero también es verdad que sus motivaciones son distintas de las nuestras y que les cuesta mucho esforzarse para lograr un objetivo lejano. Por eso hemos de darles sólo la libertad que pueden asumir y administrar.  

Los adultos tenemos que ir dejando poco a poco nuestro papel de “Pepito grillo” con los hijos, de forma gradual y progresiva. Tenemos que supervisar que tienen la fuerza de voluntad suficiente para cumplir con sus obligaciones, e ir suprimiendo nuestro “control externo” según vayamos constatando que no nos necesitan en ese papel.

La realidad es que los adolescentes aprenden el valor de lo que les exigimos en función de la importancia que le demos a que cumplan con su deber. Si no establecemos bien los límites y les exigimos determinados comportamientos les será muy difícil esta tarea.

¿Qué podemos hacer mientras desarrollan adecuadamente su sentido de la responsabilidad? Ponernos pesados, repetir nuestras peticiones, exigir, recordar…
Con el tiempo… nos lo agradecerán.

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 Fuente: Psicóloga Elia Bernabeu

¿Por qué no guardamos recuerdos de nuestros primeros años de vida?

              Nadie (o prácticamente nadie) puede recordar sus primeros años de vida; es algo que las personas no pueden evitar. Pero esto tiene una respuesta científica y biológica: en Canadá, un grupo de investigadores concluyó que el hecho de no poder recordar el tiempo y experiencias vividas en nuestros primeros años, se debe al crecimiento neuronal correspondiente a dicha etapa de desarrollo.

Esto quiere decir que la notable producción de nuevas neuronas (que tiene como fin elevar los niveles de aprendizaje durante el crecimiento) tiene un efecto negativo en el campo de la memoria.

¿Qué es la neurogénesis?

En palabras simples, la neurogénesis es el proceso de creación de nuevas células neuronales en nuestro cerebro, especialmente en la región conocida como hipocampo (asociada directamente con la memoria y el aprendizaje). Este proceso tiene dos picos: antes y después del nacimiento, siendo la infancia y la edad adulta períodos de disminución.

Según el autor Huttenlocher, durante el primer año de vida el cerebro de las personas tiene el doble de conexiones neuronales, en comparación con el período de adultez. Se ha descubierto que el factor principal del decrecimiento de estas conexiones es, sin dudas, la experiencia adquirida con la edad.

Las bases del estudio

Si bien en el pasado se demostró que las memorias infantiles pueden persistir a corto plazo (perdiéndose en el largo plazo), un grupo de investigadores canadienses decidió averiguar la razón de este fenómeno.

A través de la experimentación con ratones (tanto jóvenes como adultos), modificando sus procesos neuronales, se descubrió la relación directa entre el crecimiento neuronal y la recuperación de la memoria, lo que explica la amnesia a largo plazo que se produce en memorias de la edad infantil y los problemas de recuerdo en los individuos de edad adulta.

Desde que nacemos, hasta que cumplimos 4 ó 5 años, nuestro hipocampo se encuentra envuelto en un dinamismo constante, lo que repercute inversamente en el arraigo de los recuerdos a largo plazo.

Estos hallazgos en el área sustituyen las teorías anteriores que afirmaban que la amnesia infantil se debía al desarrollo del habla y otras habilidades relacionadas con el crecimiento biológico y social.

Si bien las conclusiones obtenidas en Canadá no son suficientes para dar una respuesta irrefutable sobre esta materia, sin duda es un comienzo renovador para diferentes estudios sobre este tema tan poco comprendido, pero que con tantas ansias se busca conocer. Esto quiere decir que, entre los muchos misterios que siguen activos en el campo de la neurología, la causa de la amnesia infantil está a punto de ser develada.

¿Qué hacer con esa falta de recuerdos?

Llegado este punto, podemos afirmar que no hay nada de malo en el hecho de no recordar nuestros primeros años de vida.

Quizá la mejor recomendación sea escuchar esos recuerdos por parte del relato de otras personas (familiares, amigos, etc.) para generar anécdotas que, si bien no vamos a poder recordar por sí mismos, indudablemente contribuirán a definir nuestra propia historia, como así también a mejorar nuestros vínculos sociales.

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Fuente: Claudio  Navarro – lamenteesmaravillosa