Cada vez que lloras aprendes algo

En mi opinión, las lágrimas nunca debieran ser gratuitas.

Es evidente que las lágrimas son una de las formas de expresión de los sentimientos, y cada vez que se llora –incluso cuando es por un motivo triste o por dolor-, tenemos una oportunidad excelente para aprender a relacionarnos mejor con nuestros sentimientos, para progresar en la costumbre y necesidad de expresarlos, y para acercarnos más y mejor a ese componente esencial de nuestra personalidad y manifestación del Ser Humano.

Cada vez que veo una persona llorando, la animo para que siga haciéndolo y que luego sea consciente de lo que ha pasado. Y cada vez que veo a otra persona que se entromete en el llanto y le dice, con toda su buena voluntad, que no llore -y aunque no la conozca ni tenga confianza para hacerlo-, la reprendo, porque no se deben negar las manifestaciones de los estados. Necesitan hacerlo. Y, además, eso nos facilita el acercamiento a nosotros mismos y nos ofrecen una información nuestra muy íntima y personal.

Se dice que los sentimientos son la forma de hablar del alma, la forma en que manifiesta sus alegrías, sus tristezas, sus desencantos. Por eso, al escucharlos, al dejarles que se manifiesten, accedemos a nuestra sensibilidad humana, y a aquello a lo que nuestra mente no puede acceder por la falta de sintonía y capacidad de entendimiento entre ambos.

Cada vez que lloras, como cada vez que ríes o cada vez que te manifiestas puramente, aprendes algo.

Y el llanto, las lágrimas, la congoja, incluso la sensación pesarosa que todo ello provoca, que sólo parecen ser gratificantes cuando son por un motivo de alegría, son grandes maestros, y es preciso y conveniente escucharlos.

Cada uno de las llantos, que aparentan ser iguales, tienen un origen distinto, y es acudiendo a ese origen donde podemos encontrar su motivo, lo que no hicimos bien o lo que nos hicieron y no nos gustó, aquello que no cumplió nuestras expectativas y nos provocó una desilusión, el principio de la decepción, o, también, nuestros miedos secretos, nuestros temores inútilmente escondidos, nuestras inservibles fantasías, la falta de sentido común y de criterio razonable, los sueños que jamás dejarán de ser sueños, o el origen de nuestras felicidades… cada persona es un mundo y solo a ella le pertenece su mundo y le corresponde resolverlo.

Cada persona, en solitario si es valiente, equilibrada y consecuente, o de la mano de un profesional si lo necesita para sentirse arropada y orientada, debería hacer el camino inverso de sus lágrimas, adentrarse en el origen, con una sinceridad que no admita resquebrajamientos, con una honradez a prueba de cualquier contratiempo, y con una ilusión, aunque sea moderada, porque más o menos escondida, con mayor o menor claridad, está el hecho que lo provocó, y nos está diciendo algo, y es un mensaje personalizado que cada uno debe interpretar y aplicarlo.

 

¿Cuál ha sido el origen REAL del llanto?

Y es imprescindible que en la pregunta, y en la respuesta, aparezca lo que es REAL, porque todos sabemos que a veces lo que aparenta ser una razón no es más que una excusa que enmascara la realidad. Y en la mayoría de los casos lo primero que se ve, y lo que aparenta ser, solamente es el detonante que aparenta haber provocado el hecho, pero el motivo REAL ha ido gestándose y la manifestación –por esa falta de costumbre de contactar con el interior y con la realidad- es otra.

Por ejemplo: hay personas que dicen que no quieren morir, cuando en realidad lo que no quieren es dejar de vivir, que no es lo mismo. Hay personas que lloran cuando conocen una desgracia de otra persona y puede que, en realidad, estén llorando por sí mismas. O que creen llorar la muerte de sus padres cuando, en realidad, por lo que lloran es por su orfandad.

El llanto es una señal de aviso, una manifestación del interior, y conviene saber interpretarlo correctamente, y hacerlo, porque es una lección de la honesta humanidad, y es bueno que nos sintamos orgullosos de ella.

Por todo lo expuesto, es muy conveniente dejar que se manifieste cuando se presente, y no reprimirlo, pero también es muy provechoso averiguar después cuál es el motivo, y ver si es correcto –y entonces quedarse bien- o es por un asunto pendiente de resolver –y entonces ponerse a resolverlo-.

Te dejo con tus reflexiones…

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Fuente: Francisco de Sales, www.buscandome.es

Cómo superar una ruptura de pareja

Las rupturas de pareja son duras. Muchas veces nos deprimen, nos quitan la fe en los demás, nos hacen dudar de nosotros mismos y nos pueden dejar heridos por un largo tiempo. Sin embargo, la ruptura de pareja es una gran oportunidad para aprender.


Pasos para superar la ruptura de pareja

– ¿Qué aprendí? Empieza por hacerle honor a la relación. Incluso si fue dañina y tóxica, o te hirió de alguna manera, es una experiencia más en tu vida que te ha aportado algún aprendizaje. ¿Qué aprendiste sobre ti mismo? ¿Sobre la forma en que te relacionas con los demás? ¿Sobre el amor? ¿Sobre lo que debe hacerse y lo que no debe hacerse?

– ¿Qué retos me quedan? Si ya sabes qué aprendiste, ahora evalúa qué te falta por aprender.¿ Paciencia? ¿Tolerancia? ¿Honestidad? ¿Perdón? ¿Firmeza? ¿Amor propio? ¿Confianza? Al aprender y asumir nuestras misiones, superamos el “examen” y podemos seguir adelante a nuevos retos.

– Asumiendo la soledad. Muchas veces, lo más difícil luego de una ruptura de pareja es asumir nuestra soledad. Al estar acostumbrados a compartir tiempos y espacios con otros, nos olvidamos a veces de nuestra vida interna. Concentrarse en uno mismo después de una ruptura de pareja es una gran experiencia. Reencuéntate con tu libertad, tu tiempo y tu espacio. Redecora tu hogar como mejor te parezca, ve a ver la película que quieres, baila libremente en tu habitación, lee un libro, medita y visualiza tu futuro, haz planes concretos, vete de vacaciones o al menos toma un día libre, cocina tu cena favorita… en fin. Disfruta.


“No soy mis relaciones.” Un error en el que frecuentemente caemos después de una ruptura de pareja es asumir los problemas que tuvimos como faltas de nuestra personalidad. La culpa a veces nos llena, la duda nos enloquece, y nuestra auto-estima y confianza puede debilitarse. Es importante entender que no somos nuestras relaciones. Que las cosas que pasan en una pareja, son cosas de dos – son una dinámica creada por ambas personas y no necesariamente el reflejo de lo que somos o no somos. A ti no te falta nada. Tú eres perfecto. Incluso si cometiste una falta, como la infidelidad por ejemplo, esto no es necesariamente reflejo tuyo como persona. Siempre existe la posibilidad de aprender y mejorar, y lo que hacemos es diferente a lo que somos. No te rotules. No te disminuyas. Asume la acción, evaluala, aprende y sigue adelante.


Volver a creer en el amor. A menudo, después de una ruptura de pareja, juramos que nunca más lo intentaremos. Está bien. Es un proceso. Incluso, está bien si tu decisión es quedarte soltero. Toda decisión es válida. Sin embargo, no dejes de creer en el amor. Y eso empieza por ti. Aprende nuevamente a amarte a tí mismo, y encuentra maneras de expresar amor a diario – aunque no sea en una pareja.

Dele tiempo al tiempo. No es lo que queremos escuchar, pero no tiene otra salida. Cada experiencia, por dolorosa que sea, tiene una razón de ser, y no hay fórmulas mágicas para hacer desaparecer la situación. Lo importante es saber establecer barreras para no seguir lastimándote, seguir los pasos internos de entendimiento, no caer en la depresión ni el pesimismo, y tener la determinación de superar la pérdida sabiendo que la vida ofrece millones de oportunidades a cada segundo, pero ninguna llegará mientras estés estancado pensando en el pasado y lo que pudo ser.

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Fuente: Elia Bernabeu – Centro de Psicología Elia Bernabeu

Emociones en las empresas

20070808144504-xraysShoshona Zuboff famosa psicóloga de Harvard Business School dice:

“En este siglo las empresas han experimentado una verdadera revolución, una revolución que ha transformado correlativamente nuestro paisaje emocional. Hubo un largo tiempo durante el cual la empresa premiaba al jefe manipulador, al luchador que se movía en el mundo laboral como si se hallara en la selva. Pero en los años ochenta, esta rígida jerarquía comenzó a descomponerse bajo las presiones de la globalización y de las tecnologías de la información. La lucha en la selva representa el pasado de la vida corporativa, mientras que el futuro está simbolizado por la persona experta en las habilidades interpersonales.”

La idea de que la falta de Inteligencia Emocional en una empresa, tiene un coste y que incluso con el tiempo puede llevar a la quiebra, es una idea que todavía muchos empresarios son reticentes a aceptar. En el libro de Daniel Goleman, nos describe numerosos estudios realizados que afirman que así es. Cualquiera de las muchas deficiencias emocionales de un equipo de trabajo se traduce en un descenso de la productividad, un aumento de los accidentes laborales y una huida sistemática de los trabajadores más capacitados en busca de entornos laborales más agradables.

Imaginemos por ejemplo que tenemos un jefe violento, con continuos ataques de ira que no puede reprimir. O un compañero incapaz de ser amable porque siempre está pensando en si mismo y en su comodidad. O una compañera sin la sensibilidad necesaria para poder llevar una relación normal con el resto de los compañeros. Esto, que parece para algunas personas pequeños problemas sin mucha importancia, son en realidad de una importancia enorme porque son el núcleo de conflictos que impiden al resto de los compañeros-empleados trabajar eficazmente. Todos los efectos nefastos de la alteración sobre el pensamiento  operan también en el mundo laboral. Cuando las personas que trabajan en una empresa están emocionalmente tensos se les hace mucho más difícil recordar, atender, tomar decisiones correctas, etc.

Ahora imaginemos que en nuestro entorno laboral se dan las condiciones ideales  emocionalmente hablando. Pensemos que nuestro jefe es una persona con capacidades empáticas, nos habla mirándonos a los ojos y respetando nuestras opiniones, maneja los desacuerdos con claridad antes de convertirlos en abismos insalvables. Nos entiende y nos valora y aunque alguna vez tenga que decirnos algo que no nos gusta no lo dice de tal forma que en vez de sentirnos insultados nos abre una puerta para superarnos a nosotros mismos.

En palabras de Goleman: “El liderazgo no tiene que ver con el control de los demás sino con el arte de persuadirles para colaborar en la construcción de un objetivo común. Y, en lo que respecta a nuestro propio mundo interior, nada hay más esencial que poder reconocer nuestros sentimientos más profundos y saber lo que tenemos que hacer para estar más satisfechos con nuestro trabajo.”

Hay tres grandes facetas de la inteligencia emocional que son fundamentales en el éxito laboral:

  • La capacidad de expresar las quejas en forma de críticas positivas:

La crítica es una de las funciones más importante de un jefe y no suele ser un arte que controlen. Es fundamental que un jefe sepa ser crítico sin ser hiriente y es aún más importante que sepa transmitir lo que necesita de cada miembro de su equipo. Como trabajador, muchas veces no sabemos qué se espera de nosotros y nos sentimos poco valorados. Al igual que la salud emocional de una pareja depende del modo en el que expresen sus quejas, la eficacia, la satisfacción y la productividad de una empresa dependen también de cómo se hablen los problemas que se presenten.

Un experimento llevado a cabo en le Rensselaer Polytechnic Institute demostró lo ineficaces que son las críticas mordaces en las relaciones laborales. El experimento consistía en crear un anuncio de champú con un grupo de voluntarios. Entre ellos se había infiltrado “un voluntario” compinchado que hacía críticas sobre las ideas. Se le enseñó a hacer dos tipos de críticas, un tipo de críticas eran consideradas y concretas y el otro tipo de críticas que hacía eran insultantes y despectivas. Igual que en los matrimonios, quienes se sentían atacados se cerraban en banda, se ponían a la defensiva y rehusaban colaborar en futuros proyectos con la persona que les había insultado. Se demostró que este tipo de ataques personales minaban la creatividad y la iniciativa.

Si por otro lado, una persona que no es dada a las críticas por miedo al enfrentamiento y acumula frustración hasta que un día estalla, su ira será tal que las críticas se verterán de la peor forma posible. Arrojándolas con amargura y sarcasmo a un trabajador que nunca había tenido un aviso previo sobre ese problema. Este tipo de situaciones son muy tóxicas y crean un mal ambiente laboral generando un mal rendimiento.

Harry Levinson, un psicoanalista que trabaja en la actualidad en el campo empresarial da los siguientes consejos:

  •  Sea concreto. Concéntrese en algún incidente significativo, en algún acontecimiento que ilustre un problema clave o en alguna pauta deficiente como por ejemplo la incapacidad de realizar adecuadamente algún determinado aspecto de un trabajo. Saber que uno está haciendo” algo mal” sin saber de qué se trata concretamente resulta sumamente descorazonador. Limítese a lo concreto, señalando también lo que la persona hace bien y cómo podría cambiarlo. No vaya con rodeos y evite las ambigüedades y las evasivas porque eso podría enmascarar el mensaje real (diga cuál es el problema, lo que está equivocado, cómo le hace sentir y qué es lo que podría cambiarse).
  • Ofrezca soluciones. La crítica como todo feedback útil, debería apuntar a una forma de resolver el problema. De otro modo el receptor puede quedar frustrado, desmoralizado o desmotivado. La crítica puede abrir la puerta a posibilidades o alternativas que la persona ignoraba o simplemente sensibilizarla a ciertas deferencias que requieren atención pero, en cualquier caso, debe incluir sugerencias sobre la forma más adecuada de afrontar estos problemas.
  • Permanezca presente. Las críticas, al igual que las alabanzas, son más eficaces cara a cara y en privado. Es muy probable que las personas a las que no les agradas criticar -ni alabar- tiendan a hacerlo a distancia pero, de ese modo, la  comunicación resulta demasiado impersonal y escamotea al receptor la oportunidad de responder o de solicitar alguna aclaración.
  •  Permanezca sensible. Esta es una llamada a la empatía, a tratar se sintonizar con el impacto que tienen sus palabras y su forma de expresión sobre el receptor. Los ejecutivos poco empáticos tienden a dar feedbacks demasiado hirientes y humillantes. Pero el efecto de este tipo de críticas resulta destructivo porque, en lugar de abrir un camino para mejorar las cosas, despierta la respuesta emocional del resentimiento, las actitudes defensivas y el distanciamiento.

Estos son los consejos que la doctora Levinson nos da para los que se encuentran en la difícil situación de recibir las críticas.

  • Considerar la crítica no como un ataque personal sino como una información sumamente valiosa para mejora las cosas .
  • Darse cuenta que uno reacciona a la crítica de manera defensiva en lugar de asumir la responsabilidad
  • Considerar las críticas como una oportunidad de trabajar junto a la persona que critica y resolver el problema en lugar de tomarlo como un enfrentamiento personal .

 

Autora y fuente: Begoña Viña – vallededempleo.wordpress.com

 

 

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Actitudes ante la incertidumbre

incertidumbreCuando creemos que lo tenemos “todo controlado”, nos sentimos seguros y andamos con paso firme. Vivimos procurando controlar que nuestros planes lleguen a buen puerto. Cuando ocurre algo imprevisto, nos estresamos, irritamos o enojamos. Lo imprevisto no estaba en nuestros planes y la duda se apodera de nosotros. Vivir con incertidumbre significa no saber lo que provoca inquietud y ansiedad, incluso angustia.

Mantener objetivos y planificar cómo lograrlos es necesario para obtener lo que uno quiere. Sin embargo, aunque pensemos lo que vamos a hacer, no podemos responder ante las circunstancias ni ante lo que harán los demás. La realidad es que es imposible tenerlo todo siempre controlado. Cuando la situación aparece como un obstáculo en nuestro camino, aferrarnos a nuestro plan original produce tensión porque queremos llegar sí o sí a cumplirlo. Sin embargo, la nueva circunstancia quizá lo que pide es un cambio de rumbo, otra respuesta o saber esperar.

Es como cuando el río sale de la cumbre de la montaña con el objetivo de desembocar en el mar. En su camino se encuentra con piedras, montes y desniveles del terreno, y tiene que bordearlos o hacerse subterráneo para luego volver a salir a la superficie, hasta que al fin llega a su destino. Nosotros planificamos ir en línea recta hacia nuestro objetivo y cuando aparecen los desniveles nos emperramos en querer seguir recto. Necesitamos flexibilidad y reconocer que quizá no merece la pena luchar para derribar el obstáculo; eso nos desgastará y acabaremos agotados. En cambio, si lo bordeamos y cogemos otro sendero, manteniendo la visión de nuestro objetivo, podremos disfrutar del recorrido y no nos dejaremos la piel en el camino.

Para lograrlo debemos recuperar la confianza en nuestros recursos internos, en nuestro conocimiento, nuestro talento, y en nuestra capacidad de superar lo que se presente.

Ante la incertidumbre, podemos batallar en contra de lo que ocurre, podemos resignarnos o bien aceptarlo. Al luchar en contra, nos agotamos. A lo que nos resistimos persiste. Cuando se presenta ante nosotros lo que no habíamos previsto, podemos reaccionar rechazándolo, negándolo, empujando en contra, quejándonos y enojándonos. Cuando vemos que ninguna de estas actitudes soluciona la situación, nos desesperamos e incluso podemos llegar a deprimirnos por la sensación de impotencia que se apodera de nosotros. Todos nuestros intentos han fracasado y la situación de incertidumbre continúa.

Otra opción es vivir sometidos a la realidad de lo que ocurre. La resignación nos convierte en víctimas de las circunstancias y de las personas. Nuestra voluntad queda en la sombra y nos permitimos ser marionetas de lo que va ocurriendo.

El modo más saludable de vivir la incertidumbre es aceptarla. Eso significa que lo reconocemos, que nos damos cuenta de que quizá es duro y difícil. Reconocemos lo que sentimos, que ahora no existen las respuestas o que quizá necesitamos ayuda. La aceptación nos permite vivir sin angustiarnos con la duda de no saber. Nos ayuda a esperar.

Cuando las situaciones no son como esperábamos, buscamos culpables fuera, y si adoptamos esta actitud les damos el mando de la situación y no recurrimos a nuestra capacidad interior para responder con más sabiduría. Para acceder a ella debemos saber esperar.

incertidumbre1La espera activa significa que se sostiene el vacío de no saber qué hacer, del cual puede surgir una tranquilidad que me permita ver las cosas con más calma y no precipitarme a la acción. Esperar otorga el espacio para ser introspectivo, acoger la situación y observar para encontrar la mejor respuesta. Es calmar la mente y permitir que la intuición hable. La espera abre a la escucha y posibilita percibir qué pide de nosotros una determinada situación; encontrar la pregunta adecuada sin abandonarnos al impulso de forzar las situaciones.

Con las preguntas creamos la realidad, influimos en las decisiones. Planteándonos interrogantes sabios, podremos decidir con lucidez. Ante la incertidumbre podemos preguntar: ¿por qué es así?, ¿por qué a mí?, ¿cómo se atreve? Estas preguntas llevarán a sentir rabia, desesperación e incomprensión. En su lugar podríamos plantearnos preguntas más apreciativas: ¿para qué estoy viviendo esto?, ¿qué me está enseñando esta situación?, ¿qué puedo aprender de ella?, ¿qué sería lo más inteligente que puedo hacer aquí?, ¿para qué voy a intervenir?, ¿cuál es mi intención?

Si actuamos con el piloto automático, con la rigidez de que las cosas han de ser como habíamos previsto, empezamos a dar palos de ciego que no llevan a ninguna parte, o pueden incluso empeorar la situación. Para conseguir salir del atolladero, necesitamos calmar la mente y dejar de pensar de forma atropellada. Así surgirán ideas creativas y se aclararán las dudas. Fortalecer la confianza y la actitud de “yo puedo”, en lugar de nublar la mente con sentimientos de “soy incapaz”. En este paréntesis de espera podemos dejar que la vida fluya manteniendo el cuidado de uno mismo: alimentarse bien, compartir con buenos amigos, hacer ejercicio y meditar.

Quizá es que debemos aprender a vivir sin resistencias, siendo creadores de cambios constructivos que provoquen mejoras y amplíen nuestros horizontes. Dar apertura a la capacidad de respuesta creativa y positiva, para lo cual es necesario equilibrar la acción con la introversión, el silencio, la reflexión y la meditación. Alcanzamos la capacidad de vivir en armonía cuando nuestra acción se equilibra con la reflexión y se fortalece con el silencio. Nuestra espera entonces no está invadida por la resignación, sino que es una espera en la que se mantiene viva la llama de la esperanza y la confianza de que llegaremos a buen puerto.

Si vivimos la incertidumbre desde un espacio de confianza, nos permitimos asumir riesgos, con iniciativa y sin miedo a equivocarnos. Así iniciamos el camino hacia la soberanía personal. No podemos ejercer un verdadero liderazgo sobre los demás ni sobre las circunstancias si no somos capaces de liderar nuestra propia mente, emociones y mundo interior. Si queremos dormir y nuestras preocupaciones no nos dejan, si queremos hacer deporte pero no lo hacemos, si tenemos un cuerpo poco cuidado, si pensamos atropelladamente. Esa falta de soberanía personal y de cuidado del ser nos impide responder con sabiduría ante los imprevistos.

Practicar la espera activa con atención plena. Desde esa actitud evitamos que la situación nos hunda, más bien la observamos atentos y alerta. Y acabaremos venciendo la inseguridad y actuando con todo el potencial interior: con confianza en uno mismo y en los demás, con la intención de hacer lo mejor para todos.

Autor: Miriam Subirana– «El Pais»

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La armadura que nos protege también nos limita

SitiosEnElCorazon-exoesqueleto-BionLa infancia es crucial para lo que será nuestra vida posterior como adultos. Es en esta fase del desarrollo evolutivo en la cual aprendemos los mecanismos que nos permitirán adaptarnos a los retos armatura medievaleque se nos van presentando. Un mecanismo de adaptación se puede definir como un ajuste que realizamos en nuestra personalidad aunque la mayor parte de ellos hemos aprendido a realizarlos en la infancia. Podríamos decir que estas adaptaciones son los esquemas que, aprendidos en nuestra infancia, pondremos en funcionamiento cuando a lo largo del resto de nuestra vida nos encontremos ante situaciones frustrantes, estresantes y ante las cuales decidimos actuar para afrontar las diversas situaciones con que nos encontramos en nuestra vida diaria.

Por ejemplo haber tenido un padre que era un maltratador adaptará al individuo hacia una situación en la cual el dolor físico no le hará mella. Esta adaptación puede provocar cuando el sujeto sea adulto una indiferencia total ante las relaciones afectivas, sean estas del tipo que fueren. Si por el contrario el panorama con el que se encuentra el niño es una familia desestructurada puede provocar en el niño que se enmascare en cualquier situación con un antifaz de indiferencia para intentar lograr que las turbulencias familiares no recaigan sobre él. Situaciones constantemente impredecibles en la infancia pueden provocar que el niño convertido ya en adulto intente rodearse de un entorno en el cual prácticamente no se produzcan cambios.

Aunque estos mecanismos defensivos que hemos aprendido en la infancia para solventar los momentos difíciles pueden ser útiles en nuestra vida adulta la mas de las veces se convierten en elementos fijos de nuestra personalidad que lo único que provocan es que no podamos crecer como seres humanos en plenitud. La mayor parte de las personas, llegadas un determinado momento evolutivo prácticamente renuncian a seguir adaptándose a las nuevas realidades y su vida se convierte en algo monótono. Esas primeras adaptaciones en la niñez se van fijando en la adolescencia y en la primera juventud y finalmente se convierten en una auténtica coraza a través de cuyo yelmo el adulto interactúa con la realidad que le rodea. Si bien es cierto que este comportamiento también es adaptativo renunciar a las nuevas experiencias es una asunción de negarse a seguir creciendo como ser humano.

Fuente: Psychology / psicologiayelser.blogspot.com.ar

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desQbre – El arte de Vivir

ser-feliz2Charles Chaplin escribió que la vida es tan corta que solo nos alcanza para ser amateurs. Esta afirmación también se puede aplicar al llamado arte de vivir. Cuando ya vamos aprendiendo, la función se termina. No hay recetas mágicas, y cada persona sabe en qué consiste su particular modo de alcanzar ese arte. Los grandes filósofos se han ocupado de ello. Y, por supuesto, los psicólogos. En este artículo nos centraremos en la gestión de las emociones y los pensamientos.

Porque, como escribí en el libro El oficio de vivir bien (Aguilar), con miedo, enfado o envidia (o con dolor de muelas) difícilmente podemos tener la percepción subjetiva de estar viviendo bien. Lo mismo sucede si estamos en una playa paradisiaca tomando el sol y enfurruñados con la pareja, o pensando en el trabajo que nos espera en septiembre. El arte de vivir pasa necesariamente por observar, y cuidar, lo que pensamos y sentimos.

«A una persona se le puede arrebatar todo menos la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias»

Felicidad Interior Bruta. Los países, y sobre todo en tiempos de crisis, miden lo bien o lo mal que vivimos por la situación económica. Pero como afirma el filósofo Jordi Pigem, el producto interior bruto solo mide transacciones económicas, y sabe muy poco del auténtico bienestar de las personas. «Desde hace décadas existen indicadores menos reduccionistas, que miden el bienestar no solo a través del flujo de dinero. Pero hay muy pocos. Por ejemplo, en Bhutan identifican tres venenos en nuestras vidas: la codicia, la hostilidad y la ignorancia (en el sentido de confusión mental). Estos tres venenos han crecido en el mundo materialista, hasta encontrarlos hoy institucionalizados en nuestros sistemas económico, político, y mediático», afirma en su libro La buena crisis (editorial Kairós). Según Pigem, un progreso en la generosidad, la solidaridad y la sabiduría contribuirían a pasar de una sociedad basada en el crecimiento económico a otra basada en el crecimiento vital.

¿Por dónde empezar? Por la persona. Por la educación y por la gestión emocional. Según el psiquiatra Claudio Naranjo, «la educación actual solo se ocupa de la mente racional, práctica, instrumental, como si fuéramos solo eso. Se crean seres egoístas y prácticos que no tienen una dimensión del goce de la vida. No parece legítimo educar para la felicidad. Si se calculara el precio de la infelicidad que se crea, se vería lo antieconómica que es nuestra educación».

Algunas cifras de esta infelicidad: en 2020, según la Organización Mundial de la Salud, la depresión será la segunda enfermedad más extendida, superada solo por enfermedades cardiovasculares. El suicidio es la primera causa de muerte entre los jóvenes. El estrés, la ansiedad y la depresión son la segunda causa de baja laboral en España.

ser-felizBienestar emocional. El arte de vivir empieza por una correcta gestión de las emociones. En Occidente nos hemos fijado en el desarrollo intelectual de las personas, pero no en el desarrollo emocional. Nunca es tarde para cambiar nuestros patrones emocionales. ¿Cómo? Según la filósofa Elsa Punset, con el viejo conócete a ti mismo de los griegos. «Aunque ellos no nos decían cómo. Se trata de conocer y gestionar nuestros mecanismos emocionales. Es decir, lo contrario a la represión emocional que hemos ejercido hasta ahora».

Afirma el doctor Mario Alonso Puig que una emoción es un fenómeno físico en el que se producen una serie de cambios fisiológicos que afectan a nuestras hormonas, a nuestros músculos y a nuestras vísceras. Estos cambios tienen una duración limitada a minutos, o, como mucho, a algunas horas. «Digamos que una vez que el elemento interno (un pensamiento angustioso) o externo (un insulto) han pasado, la reacción emocional que se ha desencadenado poco a poco va remitiendo hasta que volvemos al estado en el que nos encontrábamos antes de que el pensamiento o el insulto se produjeran». El problema es que si esa emoción se reprime, se puede convertir en un estado de ánimo, que puede durar meses o años.

«De alguna manera», afirma el doctor Mario Alonso Puig en su libro Reinventarse (Plataforma), «nos quedamos como congelados en un tipo de emoción, hasta el punto de que llegamos a identificarnos con ella, casi como si formara parte de la realidad que somos». Y hay estados de ánimo que aportan ventajas, y otros que son muy disfuncionales y nos generan un enorme sufrimiento.

Un ejemplo: la ira. La ira es como un cubo lleno de agua sucia. Cuando nos enfadamos, o bien lanzamos el oscuro contenido de ese cubo a la cara de quien nos ha provocado la ira, o bien callamos, de modo que nos lo lanzamos encima. Lo ideal sería lanzar el agua sucia a un terreno neutro; practicando deporte, por ejemplo. Y después, cuando estemos ya tranquilos, expresar al otro cómo nos hemos sentido, con asertividad. Por eso no es recomendable escribir e-mails cuando estamos enfadados. Así se estropean muchas relaciones interpersonales.

Gestión de los pensamientos. Nadie nos ha enseñado a gestionar nuestros pensamientos. Tenemos cada día entre 40.000 y 60.000 pensamientos y a la mayoría les hacemos caso. El arte de vivir también es incompatible con los pensamientos obsesivos sobre el pasado o futuro. Afirma Miriam Subirana, profesora de meditación, que el pasado, en gran medida, nos impide ser libres. «Vivir del recuerdo es no gozar plenamente del presente. Vivir del recuerdo nos debilita. Es como ser un enchufe que se conecta a una toma de corriente por la que no pasa la corriente. Vamos perdiendo nuestra energía. Queremos revivir una experiencia que ya pasó, y finalmente nos sentimos decepcionados y con un gran desgaste emocional y mental».

Todos los sabios orientales coinciden en que el arte de vivir se basa, en buena medida, en nuestra conexión con el momento presente. La mente tiende a ir hacia el pasado y el futuro. Y muchos de los pensamientos sobre el futuro son proyecciones negativas, como el miedo, que normalmente no sirve para nada (aunque a veces es amigo de la prudencia).

El miedo tiene una base biológica; es una emoción que nos ha ayudado a evolucionar, porque nos alerta de los peligros. Pero en nuestra sociedad es excesivo: se trata de reconducirlo. Cuanto más pensamos en el miedo, más fuerza le damos.

Empieza en la mente. «El sufrimiento creado por uno mismo es fundamentalmente una fabricación de la mente», afirma uno de los más celebrados maestros de meditación tibetanos de la nueva generación, Yongey Mingyur Rimpoché. En su libro La dicha de la sabiduría (Rigden Institut Gestalt) cuenta cómo un alumno empezó a analizar su propia ansiedad, y comenzó a ver que el problema no estaba en el trabajo, sino en lo que él pensaba de su trabajo. «Poco a poco», dice el alumno, «empecé a darme cuenta de que la esperanza y el miedo no eran más que ideas que flotaban en mi mente. En realidad, no tenían nada que ver con mi trabajo». Ese cambio de perspectiva transforma nuestra realidad. «Cuando estoy angustiado, puedo observar esos impulsos y ver que tengo una elección. Y si elijo observarlos, aprendo más sobre mí mismo y sobre el poder que tengo para decidir cómo reaccionar a los acontecimientos de mi vida».

Podemos elegir siempre cómo reaccionar ante pensamientos y emociones. Pero hace falta entrenamiento. (Ojalá meditación y gestión emocional se enseñen en las escuelas). El psiquiatra Víctor E. Frankl, que fue una de las víctimas de Auschwitz, afirmaba que a la persona se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas: «La elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias». A menudo no podemos elegir los hechos, pero sí el cómo enfrentarnos a estos hechos.

Según el budismo, la mayor parte del sufrimiento es creado por uno mismo. Afirma Yongey Mingyur Rimpoché que este sufrimiento es fundamentalmente una fabricación de la mente, pero que no es menos intenso que el sufrimiento natural: «En realidad puede ser bastante más doloroso». Este sufrimiento se puede expresar en forma de historias que nos contamos a nosotros mismos, a menudo incrustadas en lo más profundo de nuestro inconsciente, según las cuales no somos suficientemente buenos, ricos o atractivos, o nos falta algún tipo de estabilidad.

La meditación nos permite observar los pensamientos y las sensaciones asociadas a este sufrimiento. Al hacerlo, se desvanecen. El mundo que nos rodea, nuestro cuerpo, nuestros pensamientos y sentimientos están en constante cambio. En términos budistas este cambio se conoce como impermanencia. Aceptar que todo es impermanente y no aferrarnos a las cosas ni a las personas es uno de los pilares del arte de vivir, según el budismo. Ni un solo maestro oriental defendería que el arte de vivir consiste en adquirir posesiones -en tener-, sino en ser. Casi nada de lo que nos ha proporcionado felicidad lo hemos logrado con dinero.

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Fuente: Garpar Hernández – «El País»

desQbre – La verdadera interpretación de los sueños

13559413-perdida-de-la-funcion-cerebral-y-el-tratamiento-de-la-demencia-y-el-alzheimer.jpgLos sueños han estimulado la imaginación humana como pocas cosas, tal vez porque cualquier teoría sobre ellos es virtualmente irrefutable. Mensajes adivinatorios del futuro para unos, reverberación interna del mundo según otros y narrativas enigmáticas para el común, los sueños parecen exactamente la clase de experiencia subjetiva que permanecerá siempre oculta, inaccesible al escrutinio público e impermeable a la ciencia empírica. Craso error. La neurología ya está solo a un paso de leer los sueños.

Si es que no lo ha dado ya, porque Yukiyasu Kamitani y sus colegas del Laboratorio de Neurociencia Computacional ATR, en Tokio, han puesto a punto una especie de diccionario que traduce la actividad cerebral de sus voluntarios humanos durante el sueño —el familiar mapa de colinas rojas activas y valles verdes silentes que genera la resonancia magnética— a otro lenguaje muy distinto pero que nos resulta mucho más próximo y fácil de interpretar: la secuencia de imágenes que el sujeto estaba soñando en ese instante.

Los mitos sobre los sueños se deben, en el fondo, a la misma miopía que nos confunde al reflexionar sobre el yo, la consciencia o el pensamiento. Estamos fisiológicamente incapacitados para pensar que pensar es una cosa, una secuencia de coreografías de activación neuronal que pueden detectarse y medirse con las tecnologías actuales de imagen como la resonancia magnética funcional (fRMI). Y por mentira que pueda parecer, los sueños también son una cosa, algo distinta del estado de vigilia pero con muchos paralelos con él.

Cuando el sujeto logra dormirse y el ordenador registra su actividad cerebral, los científicos lo despiertan  y le preguntan con qué estaba soñando, y así hasta 200 veces

Tal y como describen en la revista Science, Kamitani y sus colegas han decidido centrarse en solo tres voluntarios —o quizá es que solo consiguieron tres—, pero les han exprimido con nipona minuciosidad. Al sujeto se le introduce en el estruendoso tubo de resonancia magnética a razón de tres horas por sesión y por el plazo de diez días; en cuanto el voluntario, pese a todo lo anterior, logra dormirse y el ordenador registra su actividad cerebral, los científicos lo despiertan bruscamente y le preguntan con qué estaba soñando, y así hasta 200 veces.

Un ejemplo de uno de los sueños descritos por los voluntarios es: “Desde el cielo vi algo como una estatua de bronce, una gran estatua de bronce que existía en una pequeña colina, y bajo la colina había casas, calles y árboles de la forma normal”. La idea del experimento es hallar correlaciones consistentes entre esa jerigonza —o más bien entre los elementos de la jerigonza, como la estatua o la colina— y los patrones de actividad en el córtex visual, la zona posterior del cerebro que normalmente procesa las imágenes provenientes del mundo exterior.

Y su éxito ha sido más que notable. Después de entrenar a sus algoritmos de esa forma, con 200 o más correlaciones para cada voluntario, el sistema ha sido capaz de predecir la imaginería onírica con un 60% de acierto. Es decir, que las pautas de activación que se ven por resonancia magnética durante el sueño significan —tres de cada cinco veces— lo que el sujeto estaba soñando subjetivamente en ese momento, o al menos lo que un segundo después dijo haber soñado. Sueños plasmados.

Hasta ayer, la posibilidad de leer los sueños no era más que ciencia ficción de serie B —“Star Trek en el mejor de los casos”, como comenta en Science el neurocientífico de Harvard Robert Stickgold—, pero el tema acaba de saltar a la estantería de no ficción. Los investigadores de Tokio llaman la atención sobre los posibles avances en el tratamiento del insomnio y otros males de la mente que se derivan de sus descubrimientos. Pero ahora que nos van a saber leer los sueños, tendremos que preguntarnos si queremos que nos los lean o si no, y si no por qué no.

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Fuente: Javier Sampedro – «El País»

¿Qué es el DOLOR?

Sección “Piel Adentro” Radio 5, en colaboración con desQbre

desQbre “Qué es el DOLOR”

Su utilidad y función emocional

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desQbre – ¿Qué es la ira?

¿Tienes la cabeza quemada? El efecto “burn out”La psicología de la ira consiste en que tú querías algo y alguien te impidió conseguirlo. Alguien surgió como un bloqueo, un obstáculo. Toda tu energía se dirigía a obtener algo y alguien bloqueó la energía. No pudiste conseguir lo que querías.

Esta energía frustrada se convierte ahora en ira… ira contra la persona que ha destruido la posibilidad de satisfacer tu deseo.

Tú no puedes evitar la ira porque la ira es un subproducto, pero puedes hacer algo más para que el subproducto no se dé en absoluto.

En la vida recuerda una cosa: No desees nunca algo tan intensamente como si fuera un asunto de vida o muerte. Juega un poquito.

No estoy diciendo que no desees, porque aquello se convertirá en una represión. Estoy diciendo desea, pero permite que tu deseo sea divertido. Si puedes realizarlo, bien. Si no puedes lograrlo, tal vez sea porque el momento no es el adecuado; ya lo veremos la próxima vez. Aprende algo del arte del jugador.

Llegamos a identificarnos tanto con el deseo, que cuando éste se bloquea o se evita, nuestra propia energía se convierte en fuego; te quema. Y en ese estado cercano a la locura puedes hacer cualquier cosa de la cual te vas a arrepentir. Puedes dar lugar a una serie de eventos en los cuales se puede enredar tu vida. Debido a esto, se ha estado diciendo durante miles de años: «Abandona el deseo». Se pide ahora algo inhumano. Incluso las personas que han dicho: «Abandona el deseo», te han estado dando también un motivo, un deseo: si abandonas el deseo, obtendrás la libertad suprema de moksha, nirvana. Eso también es un deseo.

Tú puedes reprimir un deseo con un deseo mayor, e incluso puedes olvidar que aún eres la misma persona. Solamente has cambiado la meta. Ciertamente, no muchas personas están tratando de alcanzar moksha, así que no estarás en una gran competición. En realidad, mucha gente estará feliz de que hayas empezado a buscar moksha; un competidor menos en la vida. Pero, en lo que a ti concierne, nada ha cambiado. Y si se puede crear alguna cosa que perturbe tu deseo de moksha, la ira se encenderá nuevamente. Y esta vez será mucho más grande, porque ahora el deseo es mucho mayor. La ira siempre es proporcional al deseo.

Lo he escuchado

Había tres monasterios, monasterios cristianos, muy cerca unos de otros, en el bosque. Un día tres monjes se encontraron en un cruce del camino. Regresaban de los poblados a sus
monasterios; cada uno de ellos pertenecía a un monasterio diferente. Estaban cansados. Se sentaron bajo los árboles y empezaron a charlar para pasar el tiempo.

Uno de ellos dijo: «Tendréis que aceptar una cosa: en lo que respecta a la formación, al aprendizaje, nuestro monasterio es el mejor».

El otro monje dijo: «Estoy de acuerdo, es verdad. Vuestra gente es mucho más instruida, pero en lo que respecta a la austeridad, a la disciplina, a la formación espiritual, no os aproximáis en nada a nuestro monasterio. Y recordad que la instrucción no será de ayuda para realizar la verdad. Ésta es sólo un asunto de disciplina espiritual, y nosotros somos los mejores en lo que se refiere a la disciplina espiritual».

El tercer monje dijo: «Los dos estáis en lo cierto. El primer monasterio es el mejor en cuanto a formación, aprendizaje. El segundo monasterio es el mejor en cuanto a la disciplina espiritual, las austeridades, el ayuno. Pero en cuanto a humildad, a carencia de
egoísmo, nosotros somos los mejores». Humildad, carencia de egoísmo… el hombre parecía estar absolutamente inconsciente de lo que estaba diciendo: «En cuanto a humildad, a carencia de egoísmo, nosotros somos los mejores».

Incluso la humildad puede convertirse en una fantasía del ego. La carencia de egoísmo puede convertirse en una fantasía del ego. Uno tiene que estar muy consciente. No tendrías que tratar de detener la ira. No tendrías que mantener la ira controlada de ninguna manera, o de lo contrario te quemará, te destruirá. Lo que estoy diciendo es: tienes que ir a las raíces. La raíz está siempre en algún deseo que ha sido bloqueado, y la frustración ha creado la ira. No te tomes los deseos muy en serio. No te tomes nada en serio.

Es desafortunado que ninguna religión en el mundo haya aceptado el sentido del humor como una de las cualidades básicas del hombre religioso. Quiero que entiendas que el sentido del humor, la diversión, tendría que ser una cualidad fundamental. No tendrías que tomarte las cosas tan en serio; entonces la ira no surge. Simplemente puedes reírte de todo el asunto. Puedes empezar por reírte de ti mismo. Puedes empezar riéndote de situaciones en las que te habrías puesto furioso y enloquecido.

Utiliza el juego, el sentido del humor, la risa. Este es un mundo grande y hay millones de personas. Cada cual está tratando de alcanzar algo. Es muy natural que algunas veces las personas interfieran unas con otras, no porque lo quieran, sino porque la situación es así simplemente, es algo accidental.

Me han contado de un místico sufí, Junnaid, quien en sus oraciones de la tarde solía agradecer a la existencia por su compasión, por su amor, por su cuidado.

Una vez sucedió que, viajando durante tres días, llegaron [él y sus discípulos] a sitios en los que la gente era muy antagónica con Junnaid porque pensaban que sus enseñanzas no eran exactamente como las enseñanzas de Mahoma. Sus enseñanzas parecían ser propias por lo que «estaba corrompiendo a la gente».

Así que en tres poblados no se les dio alimento alguno, ni siquiera agua. Al tercer día su situación era realmente mala. Sus discípulos pensaban: «Veamos lo que va a suceder con las oraciones. ¿Cómo le va a decir ahora a la existencia: ‘Eres compasiva con nosotros; tu amor está ahí. Nos cuidas y nosotros te lo agradecemos’?».

Pero, cuando llegó el momento de orar, Junnaid lo hizo como siempre. Después de la oración los seguidores dijeron: «Esto es demasiado. Hemos sufrido de hambre durante tres días, de sed. Estamos cansados, no hemos dormido y, aún así, le estás diciendo a la existencia: ‘Eres compasiva, tu amor hacia nosotros es grande, y nos cuidas tanto que estamos agradecidos contigo'» .

Junnaid dijo: «Mi oración no depende de condición alguna; esas cosas son ordinarias. No quiero molestar a la existencia porque obtenga alimentos o no: Una cosa tan insignificante dentro de un universo tan vasto. Si no obtengo agua… incluso si muero no importa, mi oración seguirá siendo la misma, porque en este vasto universo… da lo mismo que Junnaid esté vivo o muerto».

A esto me refiero cuando digo: No te tomes nada en serio… ni siquiera a ti mismo. Entonces verás que la ira simplemente no se ha producido. No le queda posibilidad a la ira. Y la ira es ciertamente una de las grandes fugas de tu energía espiritual. Si puedes lograrlo, sé divertido en lo que respecta a tus deseos, y sé sin embargo el mismo, bien sea que tengas éxito o fracases.

Empieza simplemente a pensar en ti mismo sin agobio… nada especial; no como si tuvieras que ser victorioso, no como si tuvieras que ganar siempre, en cualquier situación. Éste es un mundo enorme, y nosotros somos gente pequeña.

Una vez que esto se asienta en tu ser, entonces todo es aceptable. La ira desaparece, y la desaparición te traerá una nueva sorpresa, porque cuando el hambre desaparece deja tras de sí una energía tremenda de compasión, de amor, de amistad.

OSHO

 

desQbre – ¿Qué es la indiferencia?

577920_380127722030713_272095272833959_1053940_1097301810_nLa indiferencia es un error básico de la mente y conduce a la insensibilidad, la anestesia afectiva, la frialdad emocional y el insano despego psíquico. Nada tiene que ver esta indiferencia con ese no-hacer diferencia de los grandes místicos debido a su enriquecedor sentido de unidad que les conduce a conciliar los opuestos y a ver el aliento supremo en todas las criaturas y circunstancias.

La indiferencia, en el sentido en el que utilizamos coloquialmente este término, es una actitud de insensibilidad y puede, intensificada, conducir a la alienación de uno mismo y la paralización de las más hermosas potencias de crecimiento interior y autorrealización. La indiferencia endurece psicológicamente, impide la identificación con las cuitas ajenas, frustra las potencialidades de afecto y compasión, acoraza el yo e invita al aislacionismo interior, por mucho que la persona en lo exterior resulte muy sociable o incluso simpática. Hay buen número de personas que impregnan sus relaciones de empatía y encanto y, empero, son totalmente indiferentes en sus sentimientos hacia los demás.

La indiferencia es a menudo una actitud neurótica, auto-defensiva, que atrinchera el yo de la persona por miedo a ser menospreciado, desconsiderado, herido, puesto en tela de juicio o ignorado. Unas veces la indiferencia va asociada a una actitud de prepotencia o arrogancia, pero muchas otras es de modestia y humildad. Esta indiferencia puede orientarse hacia las situaciones de cualquier tipo, las personas o incluso uno mismo y puede conducir al cinismo. Hay quienes sólo son indiferentes en la apariencia y se sirven de esa máscara para ocultar, precisamente, su labilidad psíquica; otros han incorporado esa actitud a su personalidad y la han asumido de tal modo que frustra sus sentimientos de identificación con los demás y los torna insensibles y fríos, ajenos a las necesidades de sus semejantes. También el que se obsesiona demasiado por su ego, sobre todo el ególatra, se torna indiferente a lo demás y los demás, al fijar toda su atención (libido, dirían los psicoanalistas más ortodoxos) en su propio yo.

Unas veces la indiferencia sirve como «escudo» psíquico y otras para compensar las resquebrajaduras emocionales; cuando esta actitud o modo de ser prevalece, la persona tiene muchas dificultades en la relación humana, aunque también, a la inversa, podría decirse que al tener muchas dificultades en la relación humana opta neuróticamente por la indiferencia, lo que irá en grave detrimento de su desarrollo interior, ya que para crecer y que nuestras potencialidades fluyan armónica y naturalmente se requiere sensibilidad, que es la quintaesencia del aprendizaje vital y del buen desenvolvimiento de nuestras potencialidades más elevadas, si bien nunca hay que confundir la sensibilidad con la sensiblería, la pusilanimidad o la susceptibilidad.

Muchas veces la indiferencia sólo es una máscara tras la cual se oculta una persona muy sensible pero que se autodefiende por miedo al dolor o porque no ha visto satisfecha su necesidad de cariño o por muchas causas que la inducen, sea consciente o inconscientemente, a recurrir a esa autodefensa, como otras personas recurren a la de la autoidealización o el perfeccionismo o el afán de demostrar su valía o cualquier otra, en suma, «solución» patológica. En la senda del desarrollo personal, es necesario desenmascarar estas autodefensas y «soluciones» patológicas para que puedan desplegarse las mejores potencialidades anímicas, que de otro modo quedan inhibidas o reprimidas e impiden el proceso de maduración.

Esta autodefensa que es la indiferencia se acrisola ya en la adolescencia, en muchos niños que recurrieron a la misma para su supervivencia psíquica, fuera por unas insanas relaciones con las figuras parentales o por su exceso de vulnerabilidad en la escuela y en el trato con sus compañeros o por otras muchas causas a veces no fáciles de hallar. Para ir superando este error básico que es la indiferencia, la persona tiene que abrirse e irse desplegando, aun a riesgo de sufrir, pero asumiendo todo ello como un saludable ejercicio para lograr su plenitud y no seguir mutilando sus mejores energías anímicas y afectivas.

Fuente: http://www.taringa.net/posts/salud-bienestar/10354627/La-Indiferencia-Como-Actitud.html

 

desQbre – ¿Qué es la Envidia? ¿Por qué Envidiamos?

Aura_color_wallpapers_hdLa envidia ha inspirado a muchos escritores para escribir grandes dramas,  porque es un sentimiento humano que produce verdaderas tragedias.  Consiste en  la tristeza o pesar que produce en una persona el bien ajeno. Básicamente es un  pensamiento negativo deliberado hacia otra persona,  que puede tener múltiples  razones.

Sabemos que los pensamientos negativos de otros hacia nosotros pueden  influenciarnos, aunque solamente si somos influenciables.

Por ejemplo, para que la hipnosis (que es el sueño provocado artificialmente)  pueda llevarse a cabo,  es necesario no oponer resistencia al dominio del  hipnotizador,  que tiene el poder de hacernos dormir sin perder la conciencia.   Pero no a todas las personas se las puede hipnotizar.

Por lo tanto una buena táctica contra la envidia o cualquier otro sentimiento  negativo, es elevar el umbral de influencias externas.

Las personas ostentosas están rodeados de envidiosos pero más que defendernos  de ellos tenemos que evitar la ostentación y la vanidad.  No olvidemos que la  posibilidad de ser víctima de un robo es directamente proporcional al valor de  las pertenencias.

Sólo los vulnerables son invencibles en tanto que los que se defienden con  uñas y dientes pueden terminar mal parados.  La vulnerabilidad es la  invencibilidad.

Los débiles no generan sentimientos de envidia o violencia, sólo los fuertes  y desafiantes son atacados.

Observemos a los animales.  Si Uds. no quieren ser atacados por un perro no  tienen que mirarlo a los ojos, porque ellos lo interpretan como un desafío.   Como tienen tanto miedo como nosotros, su mejor defensa es el ataque.

No hay que defenderse, hay que entregarse, es lo que nos dicen las  recomendaciones de la policía.  En un asalto jamás hay que resistirse si uno  quiere salvar la vida.

La vida se puede salvar fácilmente entregando la billetera o el auto, porque  ningún ladrón en su sano juicio quiere complicarse aún más la vida.  Sin  embargo,  aunque parezca mentira, muchos se exponen para salvar su auto.

La persona envidiosa tiene básicamente un problema de identidad;  quiere ser  el otro y tener lo que él tiene; y como no puede, ni está dispuesto a hacer lo  que tiene que hacer, sufre y se entristece por el bien ajeno.

Todos los días tenemos experiencias de esta naturaleza cuando notamos que a  algunas personas que nos conocen les molesta que nos vaya bien haciéndonos notar  su desagrado.

Es lamentable que muchos prefieran escuchar nuestras frustraciones antes que  nuestros éxitos, que es una forma de consolarse de la propia decadencia, porque  siempre va a ser más fácil superar a un fracasado que a un exitoso.

La envidia es una emoción experimentada por aquel que desea intensamente algo poseído por otr@. La base de la envidia es el afán de poseer y no el deseo de privar de algo al otro, aunque si el objeto en cuestión es el único disponible la privación del otro es una consecuencia necesaria.

La envidia es una sensación desagradable que ocasiona conductas desagradables para los demás. Tradicionalmente ha sido considerada uno de los siete pecados capitales.

La envidia ha sido frecuentemente tema literario y ha inspirado mitos como el de Caín y Abel que aparece en el Génesis de la Biblia. Este mito, en realidad, ejemplifica la rivalidad y conflictos históricos entre los sistemas de vida nómadas y sedentarios de pastores y agricultores que se han desarrollado siempre a lo largo de la historia, también entre los pueblos semíticos. El escritor de la generación del 98, Miguel de Unamuno afirmaba que era el rasgo de carácter más propio de los españoles y escribió para ejemplificarlo su novela Abel Sánchez, en que el verdadero protagonista, que significativamente no da título a la obra, ansioso de hacer el bien por la humanidad, sólo recibe desprecio y falta de afecto por ello, mientras que el falso protagonista, que sí da título a la obra, recibe todo tipo de recompensas y afecto por lo que no ha hecho, ya que es el tipo de persona que cae bien a todo el mundo porque no vale para nada y puede ser despreciado en secreto y no nos hace sentir mal a causa de nuestra inferioridad.

Decía el escritor argentino Jorge Luis Borges que…»El tema de la envidia es muy español. Los españoles siempre están pensando en la envidia. Para decir que algo es bueno dicen: «Es envidiable»». Y la verdad es que no es sólo un mal español. Es un tema tan antiguo como el hombre. Decía, por ejemplo Epicteto de Frigia , un filósofo latino, hace ya muchos cientos deaños que «la envidia es el adversario de los afortunados»

Pero…¿Que es la envidia? Es, sin duda, uno de los problemas emocionales más frecuentes, la envidia suele definirse como la tristeza por el bien ajeno; un sentimiento desagradable que se produce al percibir en otro algo que se desea y que dificulta el desarrollo del que lo sufre y sus relaciones con los demás.

Se mezclan emociones de naturaleza contradictoria, como por ejemplo, el deseo de tener lo que otro tiene, la admiración por lo que otro ha conseguido, el dolor por no tenerlo, la indignación por considerar injusta la diferencia que se observa o la incertidumbre por no entender a qué se deben las diferencias que producen la envidia.

La envidia se produce como consecuencia de dos tendencias que llevan al individuo a desear lo que no tiene y a compararse con los demás.

La naturaleza destructiva de la envidia, que permite diferenciarla de la envidia sana, se refleja en que la primera origina malestar emocional; sentimiento que en lugar de ayudarle a conseguir lo que envidia, se lo dificulta.

El envidioso es incapaz de ponerse en el lugar del envidiado, para poder comprender su situación, o de sentir empatía hacia él. ¿Qué significa sentir empatía hacia alguien? Significa sentir lo que siente el otro. Y es la base de la comprensión y de la solidaridad.

La envidia origina una serie de reacciones negativas que pueden hacer que el envidioso se aísle de los demás o tenga serias dificultades para relacionarse adecuadamente con ellos.

La envidia se produce casi siempre hacia personas muy cercanas (familiares, amigos, vecinos y frecuentemente entre compañeros de trabajo y/o profesión).

Entre los valores más envidiados suelen encontrarse el prestigio, el reconocimiento, el estatus ocupacional, el dinero, el poder o los símbolos y las posesiones materiales.

Para que en lugar de producirse envidia surja admiración, es necesario que las cualidades que se observan en el otro no representen una amenaza para la propia valoración.

En los ambientes en los que existe una fuerte tendencia a evaluar el rendimiento de forma individualista y competitiva hay más riesgo de suscitar envidia.

Cuando estamos enfermos envidiamos a los que rebosan salud, cuando nuestra pareja hace aguas nos fijamos en las que funcionan como el primer día y cuando padecemos problemas económicos envidiamos los que nadan en la abundancia. Y cuando envejecemos a los jóvenes y cuando estamos tristes a los que llevan la sonrisa…todas estas reacciones son fruto de la envidia.

 Tenenos tendencia a valorar en los demás aquello que a nosotros nos falta, pero casi nunca nos ponemos a pensar en todo lo que tenemos.

 Ser realistas y confeccionar mentalmente un cuadro-diagnóstico certero de nuestra situación puede ayudarnos a no convertirnos en víctimas del catatrofismo o de la euforia. El bienestar emocional consiste en el equilibrio al que conduce conocer y asumir con serenidad y buen humor lo que somos (y tenemos) y lo que aspiramos a ser (y tener). La envidia más perniciosa es la que sentimos del hermano, del amigo, del compañero de estudios o de trabajo, y del vecino de al lado. Y ello porque sabemos que quien tenemos cerca no es forzosamente más listo ni mejor profesional que nosotros, simplemente ha aprovechado mejor sus oportunidades. No se trata de ser conformistas y abandonar cualquier planteamiento ambicioso -un grado de ambición siempre es aconsejable para superarse a si mismo-, sino de ser consecuentes y elaborar una valoración global sobre lo que somos y lo que aspiramos a ser. Y todo ello no se debe hacer sobre la base de comparaciones con los/as demás, sino partiendo de nuestras propias percepciones, sentimientos y perspectivas de futuro.

Lo peor de la envidia es que se acompaña de una frustrante impresión de que la vida pasa sin vivirla, inmersa en la monotonía o en un devenir insatisfactorio carente de retos atractivos. Vemos a otras personas felices y ello acentúa la negativa percepción de nuestra vida y de nosotros mismos. Esa es la base de la envidia en las personas que no se sienten así. Es frecuente que esta disposición de ánimo nos conduzca a evitar los contactos sociales, nos acerque al fracaso y produzca esa inseguridad tan característica de la persona envisiosa que disfrazamos de apatía, conformismo y negatividad.La inteligencia emocional es en este caso imprescindible para acertar en el diagnóstico de nuestra situación en la vida y para dar con el paquete de medidas que nos ayude a superar el estadio de la envidia y a articular las estrategias que nos acerquen a las metas previstas. Mirar al exterior y compararnos con quienes admiramos o envidiamos puede ser un buen estímulo («¿por qué yo no puedo hacerlo?») siempre que lo hagamos positivamente (no con un espíritu de simple emulación y constructivo) extrayendo del éxito ajeno conclusiones adaptables a nuestra manera de ser, nuestras capacidades y nuestras circunstancias personales.

El discurso del envidioso es repetitivo, monocorde y compulsivo respecto de lo que envidia y de con quién compite.Pendiente de lo que tienen los demás, evita reconocer lo que tiene y nada o poco hace para sacarle partido. Su vida no gira sobre su realidad, sino sobre lo que desea conseguir y , en definitiva, sobre lo que echa en falta. La insatisfacción, la frustración y la rabia, le dominan y hacen que su vida le resulte poco grata.

Fuente: http://psicologia.laguia2000.com/general/la-envidia – http://www.ayuda-psicologia.org/2007/04/la-envidia-un-sentimiento-muy-comn.html