La armadura que nos protege también nos limita

SitiosEnElCorazon-exoesqueleto-BionLa infancia es crucial para lo que será nuestra vida posterior como adultos. Es en esta fase del desarrollo evolutivo en la cual aprendemos los mecanismos que nos permitirán adaptarnos a los retos armatura medievaleque se nos van presentando. Un mecanismo de adaptación se puede definir como un ajuste que realizamos en nuestra personalidad aunque la mayor parte de ellos hemos aprendido a realizarlos en la infancia. Podríamos decir que estas adaptaciones son los esquemas que, aprendidos en nuestra infancia, pondremos en funcionamiento cuando a lo largo del resto de nuestra vida nos encontremos ante situaciones frustrantes, estresantes y ante las cuales decidimos actuar para afrontar las diversas situaciones con que nos encontramos en nuestra vida diaria.

Por ejemplo haber tenido un padre que era un maltratador adaptará al individuo hacia una situación en la cual el dolor físico no le hará mella. Esta adaptación puede provocar cuando el sujeto sea adulto una indiferencia total ante las relaciones afectivas, sean estas del tipo que fueren. Si por el contrario el panorama con el que se encuentra el niño es una familia desestructurada puede provocar en el niño que se enmascare en cualquier situación con un antifaz de indiferencia para intentar lograr que las turbulencias familiares no recaigan sobre él. Situaciones constantemente impredecibles en la infancia pueden provocar que el niño convertido ya en adulto intente rodearse de un entorno en el cual prácticamente no se produzcan cambios.

Aunque estos mecanismos defensivos que hemos aprendido en la infancia para solventar los momentos difíciles pueden ser útiles en nuestra vida adulta la mas de las veces se convierten en elementos fijos de nuestra personalidad que lo único que provocan es que no podamos crecer como seres humanos en plenitud. La mayor parte de las personas, llegadas un determinado momento evolutivo prácticamente renuncian a seguir adaptándose a las nuevas realidades y su vida se convierte en algo monótono. Esas primeras adaptaciones en la niñez se van fijando en la adolescencia y en la primera juventud y finalmente se convierten en una auténtica coraza a través de cuyo yelmo el adulto interactúa con la realidad que le rodea. Si bien es cierto que este comportamiento también es adaptativo renunciar a las nuevas experiencias es una asunción de negarse a seguir creciendo como ser humano.

Fuente: Psychology / psicologiayelser.blogspot.com.ar

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desQbre – El arte de Vivir

ser-feliz2Charles Chaplin escribió que la vida es tan corta que solo nos alcanza para ser amateurs. Esta afirmación también se puede aplicar al llamado arte de vivir. Cuando ya vamos aprendiendo, la función se termina. No hay recetas mágicas, y cada persona sabe en qué consiste su particular modo de alcanzar ese arte. Los grandes filósofos se han ocupado de ello. Y, por supuesto, los psicólogos. En este artículo nos centraremos en la gestión de las emociones y los pensamientos.

Porque, como escribí en el libro El oficio de vivir bien (Aguilar), con miedo, enfado o envidia (o con dolor de muelas) difícilmente podemos tener la percepción subjetiva de estar viviendo bien. Lo mismo sucede si estamos en una playa paradisiaca tomando el sol y enfurruñados con la pareja, o pensando en el trabajo que nos espera en septiembre. El arte de vivir pasa necesariamente por observar, y cuidar, lo que pensamos y sentimos.

«A una persona se le puede arrebatar todo menos la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias»

Felicidad Interior Bruta. Los países, y sobre todo en tiempos de crisis, miden lo bien o lo mal que vivimos por la situación económica. Pero como afirma el filósofo Jordi Pigem, el producto interior bruto solo mide transacciones económicas, y sabe muy poco del auténtico bienestar de las personas. «Desde hace décadas existen indicadores menos reduccionistas, que miden el bienestar no solo a través del flujo de dinero. Pero hay muy pocos. Por ejemplo, en Bhutan identifican tres venenos en nuestras vidas: la codicia, la hostilidad y la ignorancia (en el sentido de confusión mental). Estos tres venenos han crecido en el mundo materialista, hasta encontrarlos hoy institucionalizados en nuestros sistemas económico, político, y mediático», afirma en su libro La buena crisis (editorial Kairós). Según Pigem, un progreso en la generosidad, la solidaridad y la sabiduría contribuirían a pasar de una sociedad basada en el crecimiento económico a otra basada en el crecimiento vital.

¿Por dónde empezar? Por la persona. Por la educación y por la gestión emocional. Según el psiquiatra Claudio Naranjo, «la educación actual solo se ocupa de la mente racional, práctica, instrumental, como si fuéramos solo eso. Se crean seres egoístas y prácticos que no tienen una dimensión del goce de la vida. No parece legítimo educar para la felicidad. Si se calculara el precio de la infelicidad que se crea, se vería lo antieconómica que es nuestra educación».

Algunas cifras de esta infelicidad: en 2020, según la Organización Mundial de la Salud, la depresión será la segunda enfermedad más extendida, superada solo por enfermedades cardiovasculares. El suicidio es la primera causa de muerte entre los jóvenes. El estrés, la ansiedad y la depresión son la segunda causa de baja laboral en España.

ser-felizBienestar emocional. El arte de vivir empieza por una correcta gestión de las emociones. En Occidente nos hemos fijado en el desarrollo intelectual de las personas, pero no en el desarrollo emocional. Nunca es tarde para cambiar nuestros patrones emocionales. ¿Cómo? Según la filósofa Elsa Punset, con el viejo conócete a ti mismo de los griegos. «Aunque ellos no nos decían cómo. Se trata de conocer y gestionar nuestros mecanismos emocionales. Es decir, lo contrario a la represión emocional que hemos ejercido hasta ahora».

Afirma el doctor Mario Alonso Puig que una emoción es un fenómeno físico en el que se producen una serie de cambios fisiológicos que afectan a nuestras hormonas, a nuestros músculos y a nuestras vísceras. Estos cambios tienen una duración limitada a minutos, o, como mucho, a algunas horas. «Digamos que una vez que el elemento interno (un pensamiento angustioso) o externo (un insulto) han pasado, la reacción emocional que se ha desencadenado poco a poco va remitiendo hasta que volvemos al estado en el que nos encontrábamos antes de que el pensamiento o el insulto se produjeran». El problema es que si esa emoción se reprime, se puede convertir en un estado de ánimo, que puede durar meses o años.

«De alguna manera», afirma el doctor Mario Alonso Puig en su libro Reinventarse (Plataforma), «nos quedamos como congelados en un tipo de emoción, hasta el punto de que llegamos a identificarnos con ella, casi como si formara parte de la realidad que somos». Y hay estados de ánimo que aportan ventajas, y otros que son muy disfuncionales y nos generan un enorme sufrimiento.

Un ejemplo: la ira. La ira es como un cubo lleno de agua sucia. Cuando nos enfadamos, o bien lanzamos el oscuro contenido de ese cubo a la cara de quien nos ha provocado la ira, o bien callamos, de modo que nos lo lanzamos encima. Lo ideal sería lanzar el agua sucia a un terreno neutro; practicando deporte, por ejemplo. Y después, cuando estemos ya tranquilos, expresar al otro cómo nos hemos sentido, con asertividad. Por eso no es recomendable escribir e-mails cuando estamos enfadados. Así se estropean muchas relaciones interpersonales.

Gestión de los pensamientos. Nadie nos ha enseñado a gestionar nuestros pensamientos. Tenemos cada día entre 40.000 y 60.000 pensamientos y a la mayoría les hacemos caso. El arte de vivir también es incompatible con los pensamientos obsesivos sobre el pasado o futuro. Afirma Miriam Subirana, profesora de meditación, que el pasado, en gran medida, nos impide ser libres. «Vivir del recuerdo es no gozar plenamente del presente. Vivir del recuerdo nos debilita. Es como ser un enchufe que se conecta a una toma de corriente por la que no pasa la corriente. Vamos perdiendo nuestra energía. Queremos revivir una experiencia que ya pasó, y finalmente nos sentimos decepcionados y con un gran desgaste emocional y mental».

Todos los sabios orientales coinciden en que el arte de vivir se basa, en buena medida, en nuestra conexión con el momento presente. La mente tiende a ir hacia el pasado y el futuro. Y muchos de los pensamientos sobre el futuro son proyecciones negativas, como el miedo, que normalmente no sirve para nada (aunque a veces es amigo de la prudencia).

El miedo tiene una base biológica; es una emoción que nos ha ayudado a evolucionar, porque nos alerta de los peligros. Pero en nuestra sociedad es excesivo: se trata de reconducirlo. Cuanto más pensamos en el miedo, más fuerza le damos.

Empieza en la mente. «El sufrimiento creado por uno mismo es fundamentalmente una fabricación de la mente», afirma uno de los más celebrados maestros de meditación tibetanos de la nueva generación, Yongey Mingyur Rimpoché. En su libro La dicha de la sabiduría (Rigden Institut Gestalt) cuenta cómo un alumno empezó a analizar su propia ansiedad, y comenzó a ver que el problema no estaba en el trabajo, sino en lo que él pensaba de su trabajo. «Poco a poco», dice el alumno, «empecé a darme cuenta de que la esperanza y el miedo no eran más que ideas que flotaban en mi mente. En realidad, no tenían nada que ver con mi trabajo». Ese cambio de perspectiva transforma nuestra realidad. «Cuando estoy angustiado, puedo observar esos impulsos y ver que tengo una elección. Y si elijo observarlos, aprendo más sobre mí mismo y sobre el poder que tengo para decidir cómo reaccionar a los acontecimientos de mi vida».

Podemos elegir siempre cómo reaccionar ante pensamientos y emociones. Pero hace falta entrenamiento. (Ojalá meditación y gestión emocional se enseñen en las escuelas). El psiquiatra Víctor E. Frankl, que fue una de las víctimas de Auschwitz, afirmaba que a la persona se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas: «La elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias». A menudo no podemos elegir los hechos, pero sí el cómo enfrentarnos a estos hechos.

Según el budismo, la mayor parte del sufrimiento es creado por uno mismo. Afirma Yongey Mingyur Rimpoché que este sufrimiento es fundamentalmente una fabricación de la mente, pero que no es menos intenso que el sufrimiento natural: «En realidad puede ser bastante más doloroso». Este sufrimiento se puede expresar en forma de historias que nos contamos a nosotros mismos, a menudo incrustadas en lo más profundo de nuestro inconsciente, según las cuales no somos suficientemente buenos, ricos o atractivos, o nos falta algún tipo de estabilidad.

La meditación nos permite observar los pensamientos y las sensaciones asociadas a este sufrimiento. Al hacerlo, se desvanecen. El mundo que nos rodea, nuestro cuerpo, nuestros pensamientos y sentimientos están en constante cambio. En términos budistas este cambio se conoce como impermanencia. Aceptar que todo es impermanente y no aferrarnos a las cosas ni a las personas es uno de los pilares del arte de vivir, según el budismo. Ni un solo maestro oriental defendería que el arte de vivir consiste en adquirir posesiones -en tener-, sino en ser. Casi nada de lo que nos ha proporcionado felicidad lo hemos logrado con dinero.

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Fuente: Garpar Hernández – «El País»

desQbre – Educar nuestras emociones

La tristeza, el miedo, la furia y el odio son alteraciones pasajeras del ánimo, pero son intensas, van acompañadas de cambios en tu cuerpo y te provocan efectos involuntarios como expresiones faciales, temblor, sonrojo, sudoración, respiración agitada, dilatación de las pupilas y aumento del ritmo cardíaco. Pero si sabes educar estas emociones, pueden convertirse en una de las mejores armas para alejarte del malestar y llevarte a la felicidad, porque todos tenemos la capacidad de trabajar con nuestra inteligencia emocional, sólo necesitamos percibir nuestras emociones, comprenderlas, expresarlas y canalizarlas en nuestro beneficio…

 

Enriquece tu salud y tu trabajo

Cuando logras dominar tus emociones, mejora tu salud física y mental, dice el profesor de Psicología de la Universidad de Málaga y experto en inteligencia emocional, Pablo Berrocal. Pero, ¿cómo lograrlo? Sigue estos tres pasos:

1. Evalúa tu nivel de inteligencia emocional. Pregúntate si expresas bien tus emociones o las reprimes, si sabes aprovecharlas para potenciar aspectos positivos como tu creatividad y capacidad de decisiones, si comprendes tus emociones confusas como los celos o la vergüenza.

2. Aprende a vivir tus emociones. Siente profundamente la alegría y la felicidad, pero también el estrés, el enojo y el miedo, y demuéstrate que puedes canalizarlas hacia algo positivo como la habilidad para darle fortaleza a los demás en una situación muy difícil, al comunicar malas noticias o al escuchar a los demás cinco minutos más. Esto mejorará tu relación con los demás y aumentará los aspectos positivos de tu trabajo, sobre todo en situaciones de estrés.

3. Intuye cómo se sienten los demás. Para mejorar tus relaciones interpersonales, trabaja en intuir cómo se sienten los demás. Recuerda que con lo que hacemos y dejamos de hacer, todos regulamos las emociones de los demás, todos los días y de forma involuntaria.

 

Las emociones más profundas

Lo que hace que elijas lo que quieres, tomes decisiones, busques soluciones y te movilices siempre son conflictos relacionados con tus emociones más profundas como el miedo, el amor y la adicción, según la psicóloga Patricia Martínez, experta en Psicoterapia Psicoanalítica.

El miedo. Una de las emociones más nocivas es el miedo al futuro, a la soledad y a la inseguridad económica.El amor. Es nuestra mayor aventura emocional, y la dependencia hacia nuestra pareja y el miedo a su rechazo o abandono atentan contra nuestra estabilidad.La adicción. Otra fuerte emoción es la esclavitud ante ciertas ideas o conductas no deseadas que repetimos y de las cuales no podemos liberarnos.

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Fuente: http://www.revistabuenasalud.cl/

El autodominio y autocontrol – Equilibrio emocional

Para lograr el control interno comienza abandonando el control externo, suelta las cosas, confía en los demás y déjate llevar.

La Psicología es una ciencia que ayuda a las personas a lograr el equilibrio. Lograr el equilibrio emocional es aprender a vivir en la incertidumbre, mantenerse sin miedo en la cuerda floja, en el filo de la navaja, lejos del apasionamiento y la indiferencia, recuperando el centro.

Cuando estamos desequilibrados perdemos el control y no podemos dominar nuestros impulsos. La agresividad se proyecta pero el verdadero destinatario somos nosotros mismos.

Por más complicada que resulte la realidad para un ser humano, la lucha más dura y penosa no es externa sino interna.

Si conocemos nuestras debilidades ya hemos dado nuestro primer paso para sentirnos más seguros.

Nos damos cuenta de cómo somos cuando el otro nos dice las cosas que no nos gustan y también viendo todo lo que cuestionamos en los demás. El otro es el que más me ayuda a Ser y sin él ni siquiera podría tener conciencia de mi mismo.

Precisamente lo que nos molesta de los otros son siempre los defectos nuestros negados que vemos en ellos proyectados.

Cada crítica, por más destructiva que sea es una oportunidad para conocerse y en lugar de perder el control se debería estar agradecido.

Para aprender necesitamos ser estimulados pero para el autoconocimiento lo más apropiado es poder vernos reflejados en el otro tal cual somos; y sólo cuando reconocemos nuestras limitaciones podemos trascenderlas.

Una vez que nos aceptamos como somos, con todos nuestros defectos y nuestras virtudes, con la intención de hacernos cargos de nosotros mismos sin muletas ocasionales, podremos ser capaces de proponernos objetivos y cumplirlos. Pero estos objetivos no deberían ser solamente materiales sino principalmente personales.

¿Somos capaces de mantenernos enteros frente a la adversidad? ¿Los contratiempos nos desequilibran? ¿El mundo que nos rodea determina nuestras acciones? ¿Podemos ser fieles a nosotros mismos? ¿Las cosas y las personas me dominan o yo tengo el control? ¿Dependo de los demás? ¿Tengo relaciones simbióticas donde no existe la diferenciación yo-no yo? ¿El dinero me da seguridad? ¿Tengo miedo? ¿Soy posesivo o celoso?

La adversidad es parte de la vida y estamos dotados para enfrentarla y superarla. Cuando no nos podemos controlar es porque tenemos miedo de perder la realidad que construimos y que nos hipnotiza.

Aunque parezca una paradoja, para lograr el autocontrol es necesario aprender a abandonar el control, porque el miedo a perderlo es el resultado de no querer soltar las cosas que desde el principio nunca fueron nuestras, sino prestadas.

Para poder soltar hay que aprender a confiar en la vida y en los demás. Dejarse llevar sin resistencias, abiertos a otras posibilidades además de las nuestras.

El autodominio empieza con el respeto a mis propios límites para no exponerme a las cosas que todavía no puedo manejar, por ser ellas las que me manejan.

Ni bien nos aferramos a algo, de inmediato se convierte en nuestro dueño, sólo la moderación nos devuelve el mando.

¿Estoy siendo fiel a mi mismo o hago las cosas para ser reconocido por los demás?
¿Estoy dispuesto a tomar las riendas de mi vida o tengo miedo a perder lo que tengo?

Hay un lugar en nuestro interior donde existe nuestro verdadero ser, ese que realmente somos que no se atreve a manifestarse por estar aferrados a una realidad ilusoria.

Ese ser no conoce el sufrimiento, sabe todo, está en equilibrio, es feliz y es la expresión del amor. Tiene la capacidad de Ver lo que es esencial, lo que es verdadero y descartar lo falso, de aceptar la realidad tal cual es sin la deformación de los significados materiales.

Cuando nuestro punto de referencia es ese Ser, y no nuestro Ego lleno de prejuicios y limitaciones, que reacciona frente a las agresiones con violencia, la realidad cambia dramáticamente. Porque hay unidad entre esa realidad y uno mismo.

De esta manera la conciencia se expande, adopta otra perspectiva diferente, cambia de punto de vista, ve con más claridad y logra el discernimiento necesario para hacer lo correcto.

Los grandes genios de la humanidad lograban sus mejores creaciones cuando dejaban de pensar y penetraban en ese otro nivel de la realidad donde no hay objetivos, ni metas, sino solamente perfección. Se entregaban a la providencia.

La base del autodominio es el control de impulsos. Somos como calderas a punto de estallar porque todas las salidas parecen estar cerradas.

Los seres humanos son las únicas criaturas que pueden trascender sus instintos y crear cultura.

Pero las peores barreras para ser libres no son las de la cultura sino las propias.

Fuente: http://psicologiayelser.blogspot.com.ar/2011/02/autodominio-autocontrol-y-psicologia.HTML