Saca a pasear a tu niño interior

¿Cuántos años tienes? ¿Cuánto hace que dejaste de ser niño? ¿Cuánto darías por volver a serlo?

Si hace mucho tiempo que no sabes lo que es disfrutar de verdad, si ya no te acuerdas de lo que es llorar de la risa, si reconoces que con los años has ido perdiendo ese brillo en la mirada, esa capacidad para disfrutar de las pequeñas cosas, es porque te has olvidado de que dentro de ti sigue estando aquel niño que un día fuiste.

Quizás haya llegado el momento de que lo saques de nuevo a pasear.

El niño interior

“Todos los mayores han sido primero niños, pero pocos lo recuerdan”. (Antonie de Saint-Exupéry)

El concepto “niño interior” se utiliza a menudo en el ámbito de la psicología para hacer referencia a esa parte de nosotros que está viva, llena de energía.

Simboliza nuestro ser emocional, nuestra parte creativa, nuestro yo más auténtico.

Es ese impulso que hace que te subas a un columpio cuando pasas por un parque, que te pongas a hacerle cosquillas a tu padre para que se ría cuando está muy serio; son esas ganas de meter el dedo en la comida, es esa sensación que tienes cuando te comes un algodón dulce de la feria, es la excitación que sientes cuando te cuelas en el metro o en el autobús… ¿te suena?

Aunque crezcamos, ese niño no nos abandona; sigue estando dentro de nosotros. Él es quien nos ayuda a reconocer nuestra propia voz, quien nos desnuda de todo aquello que no somos.

Ese niño es el amor que nace de la aceptación de tu persona. Ese niño es tu parte más genuina, tu esencia, tu Ser sin límites ni barreras.

Todos tenemos la necesidad de volver a ser niños de vez en cuando, y no es nada malo. Hay quien lo confunde con inmadurez, pero nada tiene que ver.

Cuidar del niño que llevamos dentro es una muy buena manera de mantener una autoestima sana, y además nos ayuda a sanar nuestras heridas emocionales cuando ya somos grandes.

Problemas emocionales

Muchos de los problemas como el estrés, la ansiedad e incluso la depresión vienen derivados de la falta de atención de ese niño interior del que estamos hablando.

Ese ser emocional es real, y habita en el fondo de nuestra conciencia. A menudo quiere ser escuchado, atendido, y amado, y lo que se encuentra es a un adulto desconectado de sus emociones.

Cuando nos hacemos mayores empezamos a reprimirnos cuando nos apetece hacer cosas que no son “propias de adultos”. Utilizamos expresiones del tipo “ya tenemos una edad” o “eso ya no toca”, e incorporamos a nuestra lista de miedos uno más: el miedo a hacer el ridículo.

Las personas que con el paso del tiempo centran sus prioridades en cuestiones de trabajo, de dinero o de responsabilidades no se dan cuenta de que están dejando de lado cosas tan simples pero tan necesarias como sentir, reír, soñar, descubrir, aprender… todo eso que es el centro de tu vida cuando eres un niño.

Las personas que viven envueltas en la vorágine de un estilo vida en el que todo es material, superficial, estresante y muy rápido son víctimas de una falta de ilusión, de ganas de vivir, que a menudo son la antesala de crisis, depresiones y problemas emocionales.

Cualidades y virtudes que conviene retomar

De niños, todos compartimos una serie de cualidades como el entusiasmo, la inocencia, la espontaneidad, la alegría o la imaginación. Lástima que muchos de nosotros vamos dejándolas por el camino.

Lo bueno de esto es que esas cualidades o virtudes siguen dentro de nosotros, aunque estén enterradas bajo un montón de creencias limitantes y contaminación social.

Si tomamos conciencia del bien que nos haría recuperarlas, nos resultará más sencillo reencontrarnos con ellas.

Quizás nos ayude hablar de ellas como capacidades. Capacidades que todos los seres humanos tenemos, puesto que nacimos con ellas y que, con un poco de ayuda y mucha práctica, podemos recuperar:

Capacidad de asombro

Cuando eres niño, todo, absolutamente todo, es nuevo, por lo que sorprenderte con cada descubrimiento es algo lógico.

Pero aunque pasado un tiempo ya las cosas más comunes sean conocidas, nadie nos impide seguir aprendiendo cosas nuevas. Para eso sólo hay que conservar una cosa: la curiosidad.

Capacidad de olvidar y perdonar

Los niños se pelean con un amigo y tardan dos minutos en perdonarse y volver a jugar. Los adultos inventaron aquello de “perdono pero no olvido”, lo cual indica que no perdonaron de verdad.

El perdón es la manera más fácil de sanar una herida y acabar con el dolor.

Capacidad de no juzgar

Si quieres vivir en paz contigo mismo, una de las primeras cosas que te conviene retomar es la capacidad de relacionarte con los demás sin juzgarlos.

Olvídate de lo que está bien o está mal, de lo que es bueno y de lo que es malo, y dedícate a pensar en lo que te apetece y lo que no, lo que te hace feliz y lo que no. Vive y deja vivir.

Capacidad de entretenimiento

¿Cuál era tu juguete preferido? ¿Qué necesitabas para pasar un buen rato? Es posible que coincidas conmigo en la respuesta: cualquier cosa.

Cuando eras pequeño podías entretenerte con la cosa más absurda: una cuchara, un zapato o una servilleta. ¿Por qué? Porque el resto ya lo ponías tú: tu entusiasmo y tu imaginación hacían el resto.

Hoy en día, la queja principal de los padres cuando los niños llegan a cierta edad es siempre la misma: “Es que no se entretiene con nada”, “se cansan de todo enseguida”…

Y resulta que a ellos les pasa lo mismo. Hemos aprendido a que la fuente de estimulación ha de ser externa, y somos incapaces de divertirnos simplemente pensando, soñando, imaginando.

Nuestra imaginación no tiene límites: empieza a utilizarla a diario, en las cosas más cotidianas, y te sorprenderás.

Quizás sea el momento de que te sientes delante del niño que eras y le mires a los ojos. Pregúntale si eres el adulto que quería ser; pregúntale si está orgulloso de en quien se ha convertido.

Si la respuesta es sí, ahora en tu cara se dibujará una gran sonrisa. Si, por el contrario, te mira asustado y no sabe bien qué decirte, es que hace mucho tiempo que no te acuerdas de él, hace mucho que le ignoras, y estará entre triste y enfadado.

Piensa en qué puedes hacer para sacar a tu niño interior: jugar, cantar, patinar, dibujar, pintar, reírte, disfrazarte… Son sólo algunas ideas; seguro que se te ocurren muchas más.

Si quieres llenar tu vida de alegría, no esperes a ser padre: ¡saca al niño que hay en ti!

Y para terminar, te dejo un vídeo con un precioso mensaje. Escúchale con atención; lo menos importante es que sea un anuncio de pastillas.

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Autor:  Mamen Garrido Ramón – el portal del hombre.com

La falta de contacto con la naturaleza podría provocar problemas de comportamiento en la infancia

Un estudio de la Universidad Autónoma de Madrid averiguan que el alejamiento de la naturaleza podría llevar implicado problemas de comportamiento en la infancia a largo plazo.

Tienen de todo: móvil, videojuegos, juguetes y ropa. Pero les falta relacionarse con la naturaleza. Los niños que no están en contacto con el entorno son más individualistas y obesos, y viven más estresados. A esta conclusión ha llegado un grupo de investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid, quienes han averiguado que estar alejados del medio ambiente podría llevar implicado un amplio espectro de problemas de comportamiento en la infancia a largo plazo. Los expertos determinaron estos resultados mientras intentaban conocer y definir el «trastorno de déficit de naturaleza».

Entre los principales problemas que puede llevar a desarrollar el «trastorno de déficit de naturaleza» se encuentran: el aumento de la tasa de obesidad, el incremento de déficit por hiperactividad, mayor propensión a padecer enfermedades respiratorias, así como un crecimiento en la escasez de vitamina D, causado por la falta de exposición al sol.

Para el catedrático de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid, José Antonio Corraliza, estos datos son totalmente razonables. «Nuestro sistema nervioso está más adaptado para funcionar en la naturaleza que en el espacio urbano», explica el profesor. Y añade, «Somos animales que han llegado a las ciudades antes de ayer».

No obstante, este tipo de trastorno puede detectarse también en adultos, en familias y comunidades. En un estudio realizado por el profesor Corraliza se llegó a la conclusión de que los adultos se sienten más cómodos cuando se les enseñan imágenes con paisajes que contienen elementos de agua y vegetación.

En 2012, un estudio realizado por psicólogos de las universidades de Utah y Kansas (Estados Unidos), ya mostró que las personas que habían pasado cuatro días acampando desconectadas de dispositivos electrónicos mejoraban en un 50% su rendimiento en un test de creatividad.

¿Cómo combatirlo?

El profesor Corraliza advierte de que la clave para acabar con este trastorno se encuentra en cambiar la agenda infantil. «Los niños deben descubrir y dejarse estimular por el contacto con la naturaleza», explica el profesor. «Se trata de cambiar la agenda infantil», asegura.

Además, los organizadores de The Wild Network creen que cambiar 30 minutos de televisión y videojuegos cada día por actividades al aire libre puede mejorar la salud, la lucidez y el bienestar de los niños.

Este tipo de trastorno puede detectarse también en adultos, en familias y en comunidades.

¿Dónde surge?

El término «trastorno de déficit de naturaleza» fue acuñado por el periodista y asesor del Comité de Desarrollo Infantil en el Consejo Científico Nacional de los EE.UU. Richard Louv en 2005 en su libro ‘The last child in the woods’ (‘El último chico en el bosque’). Con este término Louv definía un conjunto de dolencias como la depresión, el estrés, el déficit de atención-hiperactividad o la ansiedad con origen en la falta de contacto con la naturaleza.

El periodista pasó 10 años viajando por toda Norteamérica y entrevistando a expertos en naturaleza, padres, niños, universitarios, profesores y sociólogos. Y tras analizar más de 3.000 entrevistas llegó a la determinación de que la generación nacida antes de 1960 era la última que había vivido en contacto estrecho con la naturaleza.

Biofilia

El entomólogo norteamericano de la Universidad de Harvard, Edward O. Wilson ya determinó en los años 80 que las personas evolucionan como seres insertados en la naturaleza, y por ello, tienen inscritas ese vínculo con el medio natural en su sistema nervioso. Es lo que se conoce como la hipótesis de la ‘biofilia’.

Esta teoría sostiene que los millones de años durante los cuales el Homo sapiens se relacionó con su entorno de manera estrecha, creó una necesidad emocional innata de estar en contacto cercano con el resto de los seres vivos, ya sean platas o animales que habitaban en él. La hipótesis de la ‘biofilia’ fue posteriormente retomada por investigadores médicos y psicólogos para aplicar a terapias los beneficios que reporta el campo.

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Fuente: Marta Requejo – lainformacion.com