La empresa con inteligencia emocional

“La inteligencia emocional puede proteger la salud y fomentar el crecimiento de las organizaciones. Si una empresa tiene las aptitudes que broten del conocimiento de uno mismo, la autoregulación, motivación y empatía, habilidad de liderazgo y comunicación abierta, es probable que sea más adaptable a lo que el futuro traiga” – Goleman.

Goleman concluye su libro: La inteligencia emocional en la empresa. (1999), con una sección que titula “La organización dotada de inteligencia emocional”. La inicia con los resultados de diferentes encuestas de evaluación de empresas que reflejan“algunas brechas asombrosas en lo evaluado”. Estas “brechas” señalan que “se desaprovechan posibilidades de reflexionar sobre lo que torna efectiva a una organización y sobre las maneras de diagnosticar las fallas en el desempeño”. Entre las deficiencias más notables que señala están, los déficits en las siguientes esferas:

  • Autoconocimiento emocional. Obtener una lectura del clima emocional, según afecte al desempeño.
  • Logro. Revisar el ambiente en busca de datos cruciales y oportunidades para emprendimientos.
  • Adaptabilidad. Flexibilidad frente a desafíos u obstáculos.
  • Autodominiov. Desempeñarse con efectividad bajo presión, en vez de reaccionar con pánico, cólera, o alarma.
  • Optimismo. Flexibilidad frente a los contratiempos.
  • Empatía. Comprender los sentimientos y perspectivas ajenas, ya sean clientes o miembros internos.
  • Conciencia política. Entender las tendencias económicas, políticas y sociales cambiantes.
  • Influencia. Capacidad para las estrategias de persuasión.
  • Creación de vínculos. Fortaleza de los lazos personales entre personas y partes de la organización muy alejadas entre sí.

Destaca que, una manera casi siempre ignorada, de medir la viabilidad de una organización es observar los estados emocionales típicos de quienes trabajan allí. La teoría de sistemas dice que, ignorar cualquier categoría de datos significativos es limitar el conocimiento y la reacción. “Sondear la profundidad de las corrientes emocionales de una organización puede rendir beneficios concretos” , concluye.

Desde la perspectiva del trabajo, los sentimientos tienen importancia en la medida que faciliten o dificulten la búsqueda del objetivo común. En demasiadas organizaciones, las reglas básicas que marginan las realidades emocionales apartan nuestra atención de esa dinámica emocional, como si no tuvieran importancia. Entre los problemas que ocasiona esto, señala: decisiones que desmoralizan; dificultad para manejar la creatividad y tomar decisiones; ignorar el importante valor de la actividad social; incapacidad de motivar, mucho menos inspirar; vacías declaraciones de objetivos; liderazgo según el contexto, pero falto de energías y de impulso; actitudes pesadas y aburridas en vez de espontaneidad; falta de espíritu de equipo; grupos que no funcionan.

Empresas que fracasaron

Goleman relata algunos ejemplos de empresas que fracasaron pensando que podían resolver sus problemas mediante nuevas tecnologías y estructuras, cuando en realidad sus problemas “eran humanos”. Otras, que asumieron retos importantes, aplicaron otros enfoques: “El equipo gerencial utilizó muchos métodos de organización en aprendizaje, incluido uno para “desaprender” hábitos coloquiales defensivos” . El método es sencillo: en vez de discutir, las partes acuerdan explorar mutuamente los supuestos en los que basan sus puntos de vista.

La conclusión que extrae es que, la práctica de aprender a expresar lo que pensamos y sentimos (sin decirlo en voz alta) nos permite comprender los sentimientos y supuestos ocultos, que pueden crear resentimientos inexplicables y desconcertantes bloqueos.

Además de requerir autoconocimiento para rescatar esos pensamientos ocultos, la tarea depende de otras aptitudes emocionales como: empatía, la capacidad de escuchar con sensibilidad el punto de vista ajeno, y habilidades sociales, para colaborar productivamente en explotar las diferencias disimuladas que afloran.

La falta de estímulo al diálogo abierto entre sus integrantes reveló, en una organización investigada, que el desempeño no mejoraba, por factores como:

  • El temor a equivocarse, y sus posibles consecuencias, hacía que la gente retuviera información.
  • La necesidad de control de los jefes impedía que la gente del equipo aprovechara bien sus habilidades.
  • El recelo estaba muy extendido; cada uno pensaba que los otros no ayudaban y no eran dignos de confianza.

En condiciones como estas, se torna esencial la inteligencia emocional. Para lograr que un grupo supere el miedo, las luchas de poder y el recelo se requiere un reservorio de confianza y afinidad. Otra razón para desarrollar la inteligencia emocional en las organizaciones es el hecho de que, el conocimiento y la experiencia están distribuidos por toda la organización; no hay una sola persona que pueda dominar toda la información necesaria para conducirla con eficiencia; el encargado de finanzas tiene un tipo de preparación indispensable; la gente de ventas, otro, al igual que los de investigación y desarrollo. “La organización en sí será tan inteligente como lo permita la oportuna y adecuada distribución y procesamiento de estos diversos elementos de información” .


¿Qué puede hacerse?

Tanto el trabajo como el aprendizaje son sociales. Las organizaciones son “redes de participación”. Para lograr un desempeño efectivo en los trabajadores del conocimiento (de cualquier trabajador, en realidad), la clave está en inyectar entusiasmo y compromiso, dos cualidades que las organizaciones pueden ganar, pero no imponer. “Solamente los trabajadores que deciden participar, los que se comprometen voluntariamente con sus colegas, pueden crear una compañía ganadora”, le planteó un empresario.

Es aquí donde entra en juego la inteligencia emocional, plantea Goleman. El nivel colectivo de inteligencia emocional de una organización determina el grado en que se realice su grado de capital intelectual y su desempeño general. “El arte de maximizar el capital intelectual consiste en orquestar las interacciones de las personas cuyas mentes contienen ese conocimiento y experiencia”.

Así como un alto cociente intelectual colectivo en un pequeño grupo de trabajo depende de que sus integrantes se entrelacen efectivamente, lo mismo ocurre con las organizaciones en su totalidad; las realidades emocionales, sociales y políticas pueden realzar o degradar su potencialidad. Si los integrantes de la empresa no pueden funcionar juntos, si les falta iniciativa, vinculación, o cualquier otra aptitud emocional, la inteligencia colectiva se perjudica.

El argumento más potente a favor de la ventaja económica de la inteligencia emocional en las organizaciones la destaca Goleman en los resultados de una investigación patrocinada por la Sociedad para la Administración de Recursos Humanos, que recolectó datos de 600 compañías de más de 20 tipos de industrias (negocios), detallando políticas y prácticas. Analizaron empresas de primera línea, seleccionadas por su rentabilidad, sus ciclos, volumen y otros índices de desempeño. En busca de lo que estas compañías sobresalientes tuvieran en común, se identificaron las siguientes prácticas básicas en el manejo de los “activos humanos”, es decir, de “su gente”.

  • Equilibrio entre los aspectos humanos y financieros en los planes de la compañía.
  • Compromiso orgánico con una estrategia básica.
  • Disposición a estimular mejoras en el desempeño.
  • Comunicaciones abiertas y fortalecimiento de la confianza en todos los participantes.
  • Fortalecimiento de las relaciones internas y externas que ofrezcan ventajas competitivas.
  • Colaboración, apoyo y compartir recursos.
  • Innovación, aceptación de riesgos y aprendizaje en común.
  • Pasión por la competencia y el perfeccionamiento constante.

Analizando esta lista plantea que “resulta intrigante por las claras similitudes entre estas prácticas orgánicas y las aptitudes emocionales que tipifican a los individuos de alto desempeño” . Tal como sucede con los individuos, se puede considerar que las “aptitudes orgánicas” responden a tres categorías: capacidades cognitivas, en el sentido de manejar bien el conocimiento, pericia técnica; y manejo de activos humanos, lo cual requiere aptitudes sociales y emocionales.

Para responder a la pregunta ¿Cómo es una organización dotada de inteligencia emocional? , Goleman comenta las políticas y prácticas de una firma internacional dedicada a la búsqueda de ejecutivos.

Para reclutar posibles nuevos consultores para la firma, los socios de la empresa evalúan cuatro dimensiones importantes. La primera es puramente cognitiva: la capacidad de resolver problemas, el razonamiento lógico y la habilidad analítica. Pero, las otras tres reflejan inteligencia emocional, como son:

  • Entablar relaciones laborales. Ser un jugador de equipo, tener confianza en sí mismo, presencia y estilo; ser empático y saber escuchar; saber convencer con una idea; madurez e integridad.
  • Llevar las cosas adelante. Tener iniciativa, empuje, energía y una sensación de urgencia de obtener resultados; mostrar buen criterio y sentido común; ser independiente; emprendedor e imaginativo; tener potencial de liderazgo.
  • Concordancia personal. Tener cualidades de amigo, colega y socio; ser sincero y respetar los propios valores; estar motivado; ser sociable, con “chispa” y sentido del humor; modestia; tener una vida personal plena y actividades fuera de la firma; entender a la firma y sus valores.

Reconoce que hay numerosos agentes patógenos que pueden resultar fatales para una compañía como: convulsiones en los mercados, una visión estratégica miope, absorciones hostiles, tecnologías competitivas no previstas y cosas similares. “Pero, una falla de inteligencia emocional, puede ser crucial para hacer que una compañía sea mas vulnerable a estas cosas; es el equivalente corporativo de un sistema inmunológico debilitado”. Esto, a su vez, hace más importantes a las personas dotadas de inteligencia emocional.

Las nuevas exigencias

Ya no funcionan las maneras antiguas de manejar los negocios, los desafíos de la economía mundial, cada vez más competitiva, apremian a todos, en todas partes, a adaptarse a fin de prosperar según reglas distintas. En la vieja economía, las jerarquías enfrentaban a los miembros de la organización. Pero, las jerarquías se están transformando en redes de trabajo, la gente debe unirse en equipos; la capacidad laboral fija cede paso al aprendizaje continuo, según los trabajos fijos se funden en carreras fluidas.

Todas estas transiciones aumentan el valor de la inteligencia emocional. El incremento de las presiones competitivas otorga nuevo valor a las personas automotivadas, que tienen iniciativa, deseos de esmerarse u optimismo suficiente para tomar con calma los contratiempos y los obstáculos. Ante la permanente necesidad de servir bien a compradores y clientes, y de trabajar con creatividad estable en grupos de personas cada vez más diversas, las capacidades empáticas resultan más esenciales.

Además, está el desafío de proporcionar liderazgo: las capacidades que los líderes necesitarán para un futuro cercano, diferirán radicalmente de las que se aprecian en la actualidad. Hace una década, destaca Goleman, no figuraban en el “radar” aptitudes tales como la activación de cambios, la adaptabilidad, el aprovechamiento de la diversidad y la capacidad de trabajar en equipo. Ahora, cada día, interesan más.

La demanda de inteligencia emocional no puede menos que elevarse, según las organizaciones dependan cada vez más de los talentos y la creatividad de trabajadores. La “buena noticia”, resalta Goleman, es que“la inteligencia emocional se puede aprender. Individualmente, podemos añadir estas habilidades a nuestro equipo de herramientas, a fin de sobrevivir en una época en la “estabilidad laboral” es incierta” .

En todo tipo de empresas, el hecho de que se pueden evaluar y mejorar las aptitudes emocionales sugiere otra zona en la que se puede incentivar el desempeño y, por tanto, la competitividad. Lo que se necesita, equivale a una afinación de aptitudes emocionales para la empresa.

En el plano individual, es posible identificar, evaluar y aumentar los elementos de la inteligencia emocional. En el plano grupal, significa afinar la dinámica interpersonal, que torna más inteligentes a los grupos. En el plano empresarial, revisar la jerarquía de valores, para dar prioridad a la inteligencia emocional, en los términos concretos de contratación, capacitación y desarrollo, evaluación del desempeño y ascensos.

No obstante, alerta de que la inteligencia emocional no es una varita mágica; no garantiza una mayor participación en el mercado, ni un rendimiento más saludable. Ninguna intervención, ningún cambio por sí solo, puede arreglar todos los problemas. “Pero, si se ignora el ingrediente humano, nada de lo demás funcionará tan bien como debería. En los años venideros, las empresas cuya gente colabore mejor tendrán una ventaja competitiva, por lo que la inteligencia emocional será más vital”, concluye.

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Fuente: Alexis Codina – degerencia.com

Niños Superdotados

El superdotado es el que posee una capacidad intelectual extraordinaria para comprender, adquirir conocimientos, solucionar problemas nuevos en cualquier área, para aprender de las experiencias y para relacionar conceptos.

Desde el punto de vista de la psicometría, se considera superdotado al que tiene un coeficiente intelectual que supere los 130 puntos.

La palabra superdotado es utilizada generalmente para el nivel de inteligencia, en tanto que para las capacidades como el deporte, la danza, el arte o la música se utiliza más la palabra talento.

Las investigaciones sobre las diferencias cualitativas de las estructuras mentales de los superdotados no son contundentes, en cambio si parece haber una distinción cuantitativa referida a la rapidez y la efectividad de su forma de pensar, como si sus cerebros aprovecharan sus recursos en forma más eficaz.

Recién a los 14 o 15 años el nivel de capacidad intelectual permanece estable, aunque es común que los factores emocionales puedan interferir en las evaluaciones de este tipo.

En una sociedad competitiva como la nuestra, se valora más el pensamiento abstracto y lógico, porque supuestamente es la aptitud considerada necesaria para progresar.

En la jerarquía de capacidades cognitivas a la capacidad intelectual le siguen los factores mentales como el tipo verbal frente al tipo práctico-mecánico. Luego, tienen importancia los elementos de evaluación relacionados como la comprensión del lenguaje y las capacidades imaginativas visuales, entre otras.

Los tests de inteligencia deben ser administrados por personas competentes, como por ejemplo psicólogos expertos; estando vedados a otros profesionales como médicos o docentes, que son ajenos a la psicología y que por lo tanto no disponen de los conocimientos indispensables para el diagnóstico diferencial, estadístico o psicométrico.

Existen distintos tests de inteligencia reconocidos en el ámbito de la Psicología, con los cuales se obtienen con bastante aproximación casi los mismos resultados.

La elección del instrumento de medición dependerá de la edad del consultante y de los motivos de la investigación.

La inteligencia extraordinaria, por lo general, se da en todas las áreas cognitivas y el campo en que puede desarrollarse dependerá del contexto, la motivación, la personalidad y los valores de cada persona.

Los niños precoces deben ser estimulados sin caer en excesos, ya que también necesitan tener tiempo para jugar y estar con su familia para aprender a relacionarse, para crecer felices y para darse cuenta del significado de lo que aprenden.

Las escuelas para superdotados no son convenientes, porque favorecen la discriminación e igualmente no se consiguen grupos de alumnos homogéneos, ya que existen otros factores como la motivación, la personalidad, el interés, la familia, etc., elementos que también existen en las personas comunes.

Cada niño es diferente y tiene que tener la oportunidad de ser quien es, para desarrollarse en el ámbito que le es propio y relacionarse con otros que son distintos, para que puedan enriquecerse mutuamente.

Puede resultar conveniente que los niños superdotados con problemas puedan ser apartados de una escuela normal y escolarizados en instituciones especiales, pero siempre tiene que ser con la intención última de reintegrarlos al sistema normal.

Porque la capacidad cognitiva no equivale siempre a un buen rendimiento, ya que pueden influir también, la situación familiar y la adaptación del niño a los educadores, a los compañeros y la escuela.

Un niño superdotado puede fracasar igual que un niño común y convertirse en un mal alumno. Estos casos hay que examinarlos individualmente tratando de encontrar las causas subyacentes para poder tomar las medidas psicológicas, pedagógicas y terapéuticas que sean necesarias.

Desde el punto de vista laboral, una persona con un coeficiente intelectual sobre 120 puede aprender cualquier trabajo y cumplir con eficiencia con las tareas que se le asignan; aunque a veces, factores como la motivación, el entusiasmo, la imaginación, la capacidad de relacionarse y el dinamismo pueden priorizarse en la elección de un candidato para realizar determinadas tareas.

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Fuente: Malena – psicologia.laguia2000.com

Mamá también llora. Carta abierta a padres y educadores.

– Mamá, ¿Qué te pasa? ¿Estás llorando?

– No, cariño, es que se me ha metido una motita de polvo en el ojo…

Vivimos en un mundo en el que, ser los primeros, es lo más importante. Examinan a nuestros hijos continuamente y ellos sólo buscan el sobresaliente. Se les prepara para afrontar el éxito, para celebrar los triunfos. Se les repite hasta la saciedad: “No llores. Tienes que ser fuerte. ¡Eres el mejor!”

Si quieres leer todo el contenido del artículo pulsa en el link

http://luciamipediatra.com/mama-tambien-llora-carta-abierta-padres-y-educadores/

Fuente:  Lucia Galan – Piensaesgratis.com

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Los dibujos de los niños muestran cuál será su inteligencia en la adolescencia

Según un estudio británico del Instituto de Psiquiatría del King´s College de Londres, la habilidad en el dibujo de los niños de 4 años es un indicador de la inteligencia que tendrá a los 14.

Un equipo de investigación del King´s College de Londres ha llevado a cabo una estudio que ha permitido examinar una muestra de 7.752 parejas de gemelos monocigóticos y heterocigóticos. Han participado niños con la edad de 4 años y, a continuación, de 14 años, en los que, por medio de test del lenguaje, se ha analizado la capacidad del dibujo (draw-a-child test). A cada dibujo se le ha asignado una puntuación de 0 a 12, tomando en consideración la particular inclusión de las figuras. Según la investigación, algunos niños han mostrado una mayor atención a los detalles, como por ejemplo dibujar una figura humana con nariz, orejas y ojos. Esta precisión podría ser sinónimo de mayor inteligencia respecto a aquellos niños que han dibujado con menos detalles.

La psiquiatra Rosalind Arden, autora del estudio publicado en Psychological Science, ha afirmado: “Este tipo de test fue creado en los años 20 para establecer la inteligencia de los niños pequeños, por eso la correlación entre los resultados y la inteligencia era previsible en el grupo de 4 años. Lo que sorprendió fue el la correlación con la inteligencia medida después de un decenio”.

En efecto, a los cuatro años, una puntuación elevada en el test de dibujo corresponde con una puntuación alta en el test de inteligencia. Sin embargo, la novedad de la investigación inglesa reside en que ha revelado que esta misma prueba, repetida a los 14 años, demuestra que los niños con puntuación alta a los 4 años mantienen este estándar inalterable.

Blopens Megarueda de Colores

¿Qué sucede, por tanto, con los niños que no tienen esta habilidad para el dibujo? ¿Tendrán problemas durante la adolescencia? Rossalind Arden asegura que: “La correlación es moderada, por tanto nuestros resultados son interesantes pero eso no significa que los progenitores deban preocuparse si su hijo dibuja mal. La capacidad de dibujar no determina la inteligencia, sino que son muchos factores, tanto genéticos como ambientales, los que influyen en la inteligencia en la vida adulta”.

En función de este estudio, sabemos que los genes influyen en la habilidad gráfica. En efecto, los dibujos de gemelos idénticos eran muy similares entre sí respecto a aquellos gemelos no idénticos. Aunque los resultados del test a los 14 años han demostrado como este vínculo genético se mantiene sin cambios con el paso de los años.

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Fuente: MundoPsicologos.com

¿Qué piensan los bebes?

 

 

 

“Los bebés y los niños pequeños son como el departamento de Investigacion y Desarrollo de la especie humana”, es lo que plantea la psicóloga Alison Gopnik en una investigación en la que indaga sobre la sofisticada construcción de la inteligencia y la toma de decisiones de los bebés cuando juegan.

 

 

 

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Fuente: Alison Gopnik – Ted.com

¿Pueden los videojuegos hacerte inteligente?

 

Si alguna vez te lo preguntaste, los chicos de AsapSCIENCE hicieron un video para aclarartelo, espero que les guste.

 

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Fuente: peyeyomen200 – Youtube

¿Cómo desarrollar la inteligencia emocional en los niños/as?

Todas las emociones son impulsos para actuar y para enfrentarnos a la vida. La inteligencia emocional es considerada como la habilidad para atender y percibir los sentimientos de forma apropiada y precisa, la capacidad para asimilarlos y comprenderlos de forma adecuada. Es una destreza para regular o modificar nuestro estado de ánimo o el de los demás. Cada ser humano posee dos formas diferentes de conocimiento, o dos mentes que interactúan para construir nuestra vida mental.

Una de ellas es la mente racional, que es la forma de comprensión de la que somos conscientes, como la meditación, el entendimiento. La otra, es la mente emocional, siendo éste un sistema de conocimiento impulsivo, poderoso y a veces ilógico. Se podría decir que la racional es la cabeza y la emocional el corazón. Estas dos mentes  operan en armonía la mayor parte del tiempo, mezclando sus diferentes formas de conocimiento para guiarnos por el mundo. Sin embargo son semi -independientes una de la otra, por lo que cuando aparecen las pasiones, la balanza se inclina y la mente emocional domina a la racional. Cabe aclarar que el conocimiento o las buenas notas, no están relacionadas con la inteligencia emocional.Entonces ¿por qué la inteligencia emocional es tan importante en un ser humano?  Porque es ella la que le permitirá relacionarse asertivamente con las demás personas a su alrededor y le ayudará a encontrar un balance en su vida.Esta habilidad para manejar emociones de forma apropiada se puede y debe desarrollar desde los primeros años de vida de una persona, ya que las emociones se expresan desde el nacimiento. Un niño/a debe de ser educado no solo con aspectos  intelectuales, si no también por medio de los sentimientos y la valoración de los mismos.

Para desarrollar la inteligencia emocional a un niño/a, hay que ir etapa por etapa y de acuerdo a la edad del mismo. Por ejemplo los recién nacidos lloran o ríen, siendo su mundo  de necesidades y afectos. A los 18 meses la seguridad del afecto de su madre y la educación que le hayan brindado, es lo que le permite al niño/a apartarse, explorar y dominar sus miedos. A los 2 años, disfrutan de todo lo que los rodea y se satisfacen con los elogios o las miradas ajenas. de los 7 a los 8 años aparece el orgullo y la vergüenza, hay reflexión y libertad. A los 10 años, se dan cuenta de que los sentimientos deben controlarse. Y en la adolescencia, el descubrimiento de la libertad interior es importante para la maduración.

Algunas estrategias para estimular la inteligencia emocional en los niños/as son:

  • Dar nombre a los sentimientos.
  • Ser capaces de reconocer las emociones cuando las sienten.
  • Enseñarle al niño/a a cómo afrontar las emociones inadecuadas con ejemplos.
  • Enseñarle la empatía y que debe de aprender a ponerse en el lugar del otro.
  • Enseñar al niño/a a relajarse cuando esté nervioso o disgustado. Anímelo a respirar hondo mientras cuenta hasta 3 y expulsar despacio el aire.
  • Contarle cuentos en los que se pueden ver las diferentes emociones y cómo enfrentarlas.
  • Enseñarle a relacionar gestos con los sentimientos
  • Enseñarles a expresar sus sentimientos de la mejor manera.
  • Enseñarles qué puede y qué no pueden hacer.

Pero  sobretodo es importante, enseñarles con el ejemplo.

 

 

 

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Fuente: Julieta Carazo – Aula Propuesta Educativa

Seis claves a utilizar para pensar como una persona sabia

Muchas personas confunden la inteligencia con la sabiduría. Pero aunque muchas personas sabias son también inteligentes, no todas las personas inteligentes son sabias.

La sabiduría es la habilidad de una persona para emitir juicios certeros, basados en el conocimiento y la experiencia. Una destreza que ha sido enormemente valorada desde la antigüedad, en todas y cada una de las grandes tradiciones filosóficas y religiosas.

Una persona sabia es un líder natural, al menos en aquello en lo que es especialista, y todos acudimos a pedirle consejo si tenemos un problema. Pero ¿qué distingue exactamente a los sabios?

En 1995, un grupo de investigadores liderado por los psicólogos Paul Baltes yUrsula Staudinger trató de discernir esta cuestión pidiendo a un grupo de reconocidos periodistas que nombraran a las figuras públicas que consideraban sabias. Los investigadores sintetizaron la lista original quedándose con un grupo de líderes sociales, religiosos, científicos y culturales, que la mayoría coincidía en señalar como personas sabias. Tras esto, compararon la “lista de sabios” con otra lista de profesionales de éxito (abogados, médicos, profesores, científicos…), que nadie consideraba sabios.

Entre los 25 años de edad y los 75 la correlación entre edad y sabiduría es inexistenteTras obtener su lista, los investigadores pidieron a los nominados que les contestaran una serie de preguntas, que tenían como objetivo valorar su sabiduría. Llegaron a la conclusión de que las personas que todos consideramos sabias se distinguen del resto en seis cualidades principales.

Casi 20 años después, el profesor de la Wharton School Adam Grant, uno de los más destacados investigadores en dinámica organizacional y managementdel mundo, ha recuperado estas seis cualidades, que, asegura, siguen teniendo validez. Al fin y al cabo, el concepto de persona “sabia” sigue siendo el mismo que tenía Aristóteles. Y todos podemos seguir estos consejos.

1. No esperes a ser mayor e inteligente

La sabiduría siempre se ha asociado a la vejez, pero la realidad, asegura Grant, es que el número de experiencias que uno haya tenido en la vida tiene poco que ver con la calidad de éstas. Un joven de 25 años puede haber experimentado muchas más cosas que una persona de 50, y ser más sabio. Según los datos del estudio, entre los 25 años de edad y los 75 la correlación entre edad y sabiduría es inexistente. La sabiduría no surge de la experiencia en sí, sino más bien de la reflexión que hagamos de estas experiencias, y las lecciones que hayamos aprendido de  éstas.

La inteligencia en bruto tampoco parce jugar un papel importante. Según un estudio del Instituto Max Planck para el Desarrollo Humano y la Educación, la inteligencia sólo es responsable del 2% de la sabiduría. Hay mucha gente lista, que trabaja forma rápida y eficaz, pero no es capaz de desarrollar nuevas soluciones a los problemas, ni ofrecer consejos valiosos.

2. Observa el mundo en tonos de grises, no en blanco y negro

Los sabios son especialistas en lo que el experto en estrategia Roger Martinllamaba el pensamiento integrador: la capacidad para mantener dos ideas diametralmente opuestas en sus cabezas, y saber conciliar éstas en cada situación. Immanuel Kant fue claro al respecto: “El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca”.

Una persona sabia, ante una pregunta difícil, jamás contesta con afirmaciones del tipo “es así, porque es así”: sólo ofrece afirmaciones rotundas si sabe argumentar éstas con la suficiente seguridad.

3. Equilibra el interés propio y el bien común

Una habilidad que define a los sabios es la capacidad para mirar más allá de sus deseos personales. Como apuntó el psicólogo Rober Sternberg –uno de los mayores expertos del tema– en su teoría sobre la sabiduría, “la sabiduría y el egocentrismo son incompatibles. Las personas que han llegado donde están sin tener en cuenta los intereses de otras personas o incluso frustrándolos activamente, no serán vistas como sabias”.

Grant advierte, no obstante, que es igual de peligroso para nuestra salud y productividad ser extremadamente egoístas que ser extremadamente altruistas. Los sabios no creen que el mundo sea un lugar en el que se gane o se pierda: encuentran maneras de beneficiar a los demás que también les beneficien a ellos mismos.

4. Cuestiona el statu quo

Las personas sabias suelen cuestionar las normas. Son rebeldes por naturaleza. No en vano, la sabiduría implica estar siempre abierto a la crítica y no aceptar las cosas como son sólo porque “siempre han sido así”. Los sabios buscan siempre una manera mejor de hacer las cosas.

5. Trata de comprender en lugar de juzgar

Por defecto, todos tenemos prejuicios. Valoramos con rapidez las acciones de los que nos rodean para poder meterlos en sencillas categorías de “bueno” y “malo”. Esto es así porque tenemos que formarnos una opinión sobre las personas con rapidez, y también es algo que hacen las personas sabias, pero, a diferencia del resto, los sabios son capaces de elaborar este juicio primerizo teniendo en cuenta más variables, y lo cambian en cuanto es necesario.

Se comportan más como detectives que como miembros de un jurado: tratan de comprender qué lleva a las personas a hacer lo que hacen, en vez de juzgarles con severidad teniendo en cuenta sólo lo que han hecho.

6. Mantén tus objetivos por encima del placer

En otro estudio, el equipo de Baltes descubrió que las personas sabias no son más felices que sus compañeros, quizás porque la sabiduría requiere un pensamiento crítico y a largo plazo que no proporciona una satisfacción inmediata. Pero, aunque las personas sabias no son necesariamente más felices que el resto, tienen una enorme ventaja: un claro sentido de la vida que, a la larga, es uno de los mejores predictores de la felicidad.

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Autor: Miguel Ayuso – El Confidencial

¿Para qué sirve la educación? Las respuestas de los más grandes pensadores de la Historia

El debate en torno a cómo debe ser un buen sistema educativo es uno de los que más controversia causa en las sociedades contemporáneas. La mayoría de países tienen problemas al respecto, y todos sabemos que es necesario un cambio, pero las reformas suelen estancarse en polémicos debates sobre cómo se deben dividir a los alumnos en el aula, si se debe evaluar la labor del profesorado o si son útiles los exámenes estandarizados.

Quizás, como explicaba el pedagogo catalán Gregorio Luri en una reciente entrevista en El Confidencial, la escuela será siempre “una causa imperfecta”, pero los grandes pensadores de todos los tiempos tenían claro que el progreso de toda civilización pasa por su mejora.

Así lo cree también la doctora de la Universidad de Santa Barbara Marilyn Price-Mitchell, especialista en desarrollo infantil y juvenil, que asegura que haríamos bien en echar la vista atrás para observar lo que los más importantes filósofos, pedagogos, científicos y políticos pensaban sobre la educación. Esto, en su opinión, nos permitirá superar ciertos debates para llevar la discusión a un terreno más general: ¿qué significa educar? ¿Cuál debe ser el objetivo real de todo sistema educativo?

“En mi trabajo como psicóloga del desarrollo, he luchado constantemente por equilibrar los objetivos de la educación formal con la meta de criar niños felices y saludables que se conviertan en miembros activos de la familia y la sociedad”,explica Price-Mitchell en Psychology Today. Y esto es, en gran medida, algo en lo que coincidían la mayoría de pensadores. “A medida que leas las siguientes citas, descubrirás elementos comunes que unen los aspectos intelectuales, sociales, emocionales y físicos de la educación”, asegura la psicóloga. Y no te acostarás sin saber una cosa más.

1. “El sello de una mente bien educada es que es capaz de contemplar un pensamiento sin tener que aceptarlo”. Aristóteles. (384-322 a.C).

2. “El objetivo de la educación es enseñarnos a amar la belleza”. Platón. (424 – 348 a.C).

3. “La raíz y florecimiento de la honestidad y la virtud se encuentran en la buena educación”. Plutarco. (46-120).

4. “La educación es para el alma lo que la escultura es para un bloque de mármol”. Joseph Addison. (1672-1719).

5. “El secreto de la educación reside en respetar al estudiante”. Ralph Waldo Emerson. (1803-1882).

Tyron Edwards.Tyron Edwards.

6. “El gran objetivo de la educación es disciplinar la mente, no amueblarla; entrenarla para que use sus propios poderes más que llenarla con la acumulación del poder de otros”. Tyron Edwards. Teólogo. (1809-1894).

7. “La educación es algo admirable, pero es bueno recordar de vez en cuando que nada de lo que vale la pena saber se puede enseñar”. Oscar Wilde. (1854-1900).

8. “La educación no reside en la capacidad de memorizar, ni siquiera en lo mucho que sepas. Es saber diferencias entre lo que sabes y lo que no”.Anatole France. Novelista francesa. (1844-1924).

9. “La educación es, sencillamente, el alma de una sociedad pasando de generación en generación”. Gilbert K. Chesterton. (1874-1936).

10. “Todavía nadie se ha dado cuenta de lo que valen la simpatía, la amabilidad y la generosidad ocultas en el alma de un niño. El esfuerzo de toda verdadera educación debe ser sacar a relucir ese tesoro”. Emma Goldman. (1869-1940).

Albert Einstein. (Corbis)Albert Einstein.

11. “El más influyente de todos los factores que configuran la educación es la conversación que haya en la casa del niño”. William Temple. Obispo británico (1881-1944).

12. “La educación no es una preparación para la vida: es la vida en sí misma”.John Dewey. (1859-1952).

13. “La educación es lo que queda cuando has olvidado lo que aprendiste en la escuela”. Albert Einstein. (1879-1955).

14. “Pensemos en la educación como el medio para desarrollar nuestras mayores habilidades, ya que en cada uno de nosotros hay un esperanza y un sueño que, de cumplirse, se traducirá en un beneficio para todos y hará a nuestra nación más fuerte”. John F. Kennedy. (1917-1963).

15. “La educación es el pasaporte para el futuro, el mañana pertenece a aquellos que se preparan para él hoy”. Malcolm X. (1925-1965).

Martin Luther King. Martin Luther King.

16. “La función de la educación es enseñar a uno a pensar intensa y críticamente. Inteligencia más carácter, ese es el objetivo de la verdadera educación”. Martin Luther King Jr. (1929-1968).

17. “El objetivo de la educación es preparar a los jóvenes para que se eduquen a sí mismos el resto de sus vidas”. Robert M. Hutchins. Filósofo de la educación. (1899-1977).

18. “El principal logro de la educación en las escuelas debe ser crear hombres y mujeres que sean capaces de hacer cosas nuevas, no siemplemente repetir lo que las generaciones anteriores lograron”. Jean Piaget. Psícologo suizo. (1896-1980).

19. “El propósito de la educación es reemplazar una mente vacía por una mente abierta”. Malcolm Forbes. (1919-1990).

William S. Burroughs. William S. Burroughs.

20. “La educación es libertad”. Paulo Freire. (1921-1997)

21. “El objetivo de la educación es el conocimiento, no de hechos, sino de valores”. William S. Burroughs. (1914-1997).

22. “Gran parte de la educación hoy en dia es monumentalmente inefectiva. Con demasiada frecuencia estamos enseñando a los niños a cortar flores, cuando deberíamos estar enseñándoles a plantar sus propias plantas”. John W. Gardner (1912-2002). Secretario de Educación con el presidente Lyndon Johnson. 

23. “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”. Nelson Madela. (1918-2013).

24. “Cuando educamos las mentes de nuestros jóvenes no debemos olvidarnos de educar sus corazones”. Dalai Lama. (1935-).

25. “Mi madre decía que debemos ser siempre intolerantes con la ignorancia, pero entender el analfabetismo. Porque algunas personas que no pudieron ir a la escuela, están mejor educadas y son más inteligentes que algunos profesores de universidad”. Maya Angelou. Novelista. (1928-).

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Autor: Miguel Ayuso – el confidencial.com

Así son los cinco sentidos de un superdotado

Estas personas tienen hiperestesia, lo que supone una capacidad sensorial exacerbada

Un superdotado tiene aptitudes visuales, auditivas, gustativas, olfativas y también kinestésicas muy superiores a la población. Tienen lo que los expertos llaman hiperestesia, es decir, una capacidad sensorial exacerbada. «Tener todos los sentidos alerta constantemente amplía su receptividad del mundo. Y su tremenda agudeza explica también la reacción extrema y la importancia de la vertiente afectiva del superdotado. La intensidad de los sentidos genera una alta sensibilidad emocional: se percibe todo todo el tiempo», explica Jeanne Siaud Facchin, psicoterapeuta y una de las principales expertas europeas en los problemas que provoca el exceso de inteligencia.

Así son los cinco sentidos de los superdotados según la también autora de «¿Demasiado inteligente para ser feliz?»:

1. La vista penetrante y aguzada. Los relieves son más nítidos y los contrastes más marcados. Aunque la luz deslumbre o la sombra los oculte, nada escapa a la agudeza visual de un superdotado. Mínimos, imperceptibles, secundarios, todos los detalles de una escena son observados, percibidos y analizados, incluso aquellos cuya presencia otros ni siquiera advierten. La mirada es escrutadora desde muy pronto, y en ocasiones llega a molestar por su intensidad. Los experimentos llevados a cabo con superdotados muestran que son capaces de extraer de una foto o de una imagen repleta de detalles una cantidad significativamente mayor de elementos en un lapso de tiempo mucho más corto.

2. El oído, agudo. El oído distingue simultáneamente informaciones sonoras procedentes de diversas fuentes, como si el superdotado dispusiera de varios canales auditivos. Todos los mensajes acústicos que percibe son tratados al mismo tiempo, por lo que el superdotado puede reaccionar indistintamente a cualquiera de ellos, para sorpresa de las personas que están con él, convencidas de que este no podría escuchar —con la oreja pegada a su walkman y el televisor encendido— una conversación telefónica y un alboroto impresionante en la calle. Y, sin embargo, un superdotado sí puede. No solo lo oye, sino que lo oye todo y lo asimila perfectamente. Además, la capacidad de discriminación auditiva permite al superdotado oír sonidos de muy baja frecuencia. Un susurro, un rumor o un hilo sonoro llegan a su cerebro con la misma nitidez que un sonido perceptible para cualquiera.

3. El olfato. El olfato se ha convertido en un sentido secundario en nuestras sociedades modernas. No se utiliza nunca para analizar o comprender el entorno. A lo largo de la evolución, el oído y la vista se han convertido en nuestros sentidos favoritos. EL superdotado, explica Jeanne Siaud-Facchin, ha conservado esa capacidad asombrosa de servirse de los olores para obtener información acerca de las personas y las cosas que lo rodean. «Rara vez habla de ello, porque ignora que los demás carecen de este sentido y, cuando lo comprende, piensa que su fino olfato es una tara vergonzosa. Entonces calla. Sin embargo, con su olfato, el superdotado ensancha aún más su receptividad sensorial y aumenta significativamente el número de datos sensibles que serán tratados por el cerebro e integrados en él». Gracias al olfato, prosigue, «comprende ciertas cosas que son invisibles e imperceptibles para los demás, saca conclusiones y luego memoriza elementos que enriquecen aún más la complejidad de su pensamiento».

4 y 5. El gusto y el tacto. Aunque este aspecto haya sido menos estudiado, la observación clínica muestra la presencia de una cantidad asombrosa de «gastrónomos» entre los superdotados, así como la relación tan peculiar que establecen con el tacto. Sensibles a la textura de la piel de los demás, y atraídos por los materiales, a menudo sienten la necesidad de tocar para comprender mejor. «Es como si, mediante este gesto, se asegurasen de haber integrado mejor todos los componentes de un objeto».

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Fuente: ABC.es

Cinco fallos de memoria que nos afectan a todos

Ideas plagiadas sin saberlo, incapacidad para reconocer a la persona con quien hablamos o tener una palabra en la punta de la lengua, pequeñas «psicopatologías» de la vida cotidiana que nos afectan todos

1 – Te conozco… Pero no sé de qué

Uno de los fallos cotidianos de la memoria es la incapacidad para identificar a una persona «conocida» fuera su contexto

¿A quién no le ha ocurrido en alguna ocasión?: Te encuentras con alguien que te habla con gran familiaridad, sabes que le conoces, pero no consigues ubicarle. ¿Un compañero de trabajo tal vez? ¿Alguien del gimnasio? La sensación es muy incómoda… Tratas de extraer pistas de la conversación, pero nada… En ocasiones no queda más remedio que comentar, “perdona, pero no consigo ubicarte”. Otras veces, por cortesía, poner cara de póquer y tratar de salir del paso.

Este es uno de los ejemplos más típicos de “paramnesia” cotidiana, es decir, distorsiones de la memoria. El término paramnesia fue introducido por el médico alemán Emil Kraepelin, considerado el fundador de la psiquatría moderna. Esta incapacidad para ubicar a una persona que conocemos pero que vemos fuera del lugar habitual con el que normalmente la asociamos es una paranmesia de reconocimiento sin recuerdo.

A estos errores aparentemente sin importancia, Sigmund Freud los denominaba parapraxias y forman parte de la “Psicopatología de la vida cotidiana”, una obra que publicó en 1901. El padre del psicoanálisis denominaba actos fallidos a estas experiencias, que considera frutos de deseos ocultos, o de traiciones del “inconsciente”.

2 – Lo tengo en la punta de la lengua…

Este fenómeno es más frecuente cuando estamos muy cansados

“Lo tengo en la punta de la lengua”, decimos gráficamente. Sin embargo, lo que aflora a nuestra mente son otras palabras parecidas, pero no la específica que estamos buscando: las que empiezan igual, las que suenan parecido, los sinónimos… Es también frecuente que ocurra con los nombres propios.

Las personas bilingües son más propensas a estas malas pasadas de la memoria, que como en el caso anterior se encuadran en las paramnesias del recuerdo. Un truco que suele funcionar para encontrar la palabra adecuada es no empeñarse en buscarla, porque cuando lo hacemos afloran también las similares y compiten con la “buena”. Si distraemos la atención un momento es más fácil que aflore la correcta. Estos fallos de memoria se acentúan con la edad.

3 – ¿Cómo he llegado hasta aquí?

A veces somos incapaces de recordar el camino recorrido. Se debe a que funcionamos con el «piloto automático»

Otra inquietante sensación que a casi todos nos ha asaltado alguna vez y que puede ocurrir, por ejemplo, cuando conducimos o cuando recorremos a pie un camino muy habitual: ¿Cómo he llegado hasta aquí? No logramos recordar los detalles del camino, que evidentemente hemos recorrido. Parece como si hubiera habido un salto en el tiempo.

En realidad es un efecto del “sobreaprendizaje” y se produce cuando llevamos a cabo actividades que tenemos tan interiorizadas que podemos hacer casi de forma automática, sin prestar atención. De hecho este fenómeno, conocido también como laguna temporal,suele ocurrir precisamente por esa falta de atención, innecesaria cuando tenemos hábitos muy automatizados que no requieren nuestra supervisión. Es lo que ocurre en el camino a casa que hacemos todos los días. Sólo algo que rompa la secuencia habitual es capaz de hacernos pasar del “modo automático” al “manual”.

Algo parecido nos pasa cuando, repentinamente nos asalta la duda de si hemos cerrado con llave la puerta de casa o del coche. Ocurre porque es algo que hacemos “de oficio”, sin prestar atención y cuando intentamos recordarlo nos resulta muy difícil. Suele funcionar tratar de recordar lo que estábamos pensando cuando llevábamos a cabo esa mecánica acción. Gracias a ello, puede aparecer la imagen de lo que queremos comprobar.

4 – ¡Qué idea tan genial! ¿…O no?

Los «recuerdos ocultos» están en la base de algunos plagios

En ocasiones los recuerdos no se reconocen como tales, sino que se experimentan como ideas originales. Y es más habitual de lo que podríamos pensar. En especial se pone de manifiesto en el mundo artístico (hay casos famosos de denuncia de plagio que pueden ser inconsciente) y también en el científico. Pero es probable que a todos nos haya pasado alguna vez, aunque no nos hayamos dado cuenta de ello, ya que es muy habitual.

Creemos que hemos tenido una idea genial, aunque en realidad ha salido de nuestras lecturas o de algo que hemos escuchado. Sin embargo, cuando la idea aflora, la sensación de familiaridad que debería acompañarla no se produce y se experimenta como original y propia. Se cree que se debe a que ese recuerdo no se ha integrado en la memoria episódica. A este fenómeno se le denomina “criptomnesia” o recuerdo oculto. En este caso se trata de una paranmesia de recuerdo sin reconocimiento, el caso inverso a los anteriores de la punta de la lengua o la incapacidad para recordar de qué conocemos a alguien.

Este fallo de memoria fue alegado por el abogado de George Harrison para defenderle de la acusación de plagio por su canción «My Sweet Lord». Incluida en el álbum “All Things Must Pass”, publicado tras la disolución de Los Beatles, la canción recordaba sospechosamente a otra de la banda femenina de los 60 “The Chiffons”. El hecho no “pasó desapercibido” y fue denunciado. Finalmente, después de varios años de litigio, Harrison fue multado por «plagio inconsciente» o criptomnesia.

5 – ¡Esto ya lo he vivido!

En situaciones de estrés creemos reconocer escenas que nunca antes habíamos visto

La sensación de vivir de nuevo un fragmento de nuestra propia vida no es infrecuente. Seis de cada diez personas la experimentan al menos una vez en la vida, sobre todo en la juventud o en determinadas condiciones como agotamiento, estrés, traumas o enfermedad. El cine y la literatura se han ocupado de esta sensación denominada Dèjá vu o “ya visto” para darle explicaciones fantásticas. La neurociencia ofrece una versión más ajustada a la realidad.

La expresión “dèjá vu” o “ya visto” lo acuñó el filósofo Emile Boirac en 1876, aunque probablemente se inspiró en el poema “Caleidoscopio” del escritor francés Paul Verlaine, que empleó realmente la expresión “dèjá vecu” o “ya vivido”. Finalmente, en 1896, el doctor Arnaud introdujo el término “dèjá vu” en la literatura científica, para referirse a esas experiencias que nos producen la sensación de “ya vistas” o “ya vividas”.

Esa sensación vaga de repetición asociada al «déjà vu» (ya visto) es conocida desde antiguo y llevó a los seguidores de Pitágoras a considerarla una prueba de la reencarnación. Una idea que aún sigue pareciendo atractiva a muchos, a pesar de que para los expertos carece de fundamento científico. Sigmund Freud creía que estas experiencias eran consecuencia de deseos reprimidos o recuerdos relacionados con un acontecimiento estresante que ya no eran accesibles a la memoria. Se trataría, desde su teoría, de un mecanismo de defensa que nos protege frente a las vivencias traumáticas.

Para Douwe Draaisma, profesor de Historia de la Psicología de la Universidad de Groningen (Holanda), «los “déjà vu” son el producto de tres ilusiones: Se perciben como un recuerdo, aunque no lo son; te hacen creer que sabes lo que va a ocurrir cuando en realidad no puedes predecir nada; y producen un temor vago que carece de fundamento», explica esu libro «Por qué el tiempo vuela cuando nos hacemos mayores» (Alianza Editorial, 2006).

Para Draaisma, la explicación más plausible es la que propuso en 1906 el psicólogo holandés Gerard Heymans y que estudios posteriores parecen corroborar: la sensación de «déjà vu» se produce por un fallo momentáneo en la concentración que hace que percibamos débilmente lo que nos rodea. Recuperada la concentración, percibimos de nuevo plenamente la situación, y además nos llega un vago eco de la anterior percepción que es precisamente lo que nos provoca la inquietante sensación de familiaridad. Esta teoría explicaría por qué la sensación de «ya visto» suele aparecer preferentemente en situaciones de estrés.

Habitualmente la sensación de «ya visto» tiene un inicio repentino y se interrumpe con rapidez precisamente por el asombro que causa la propia experiencia de creer recordar algo que, en realidad, está sucediendo en ese preciso instante, lo que hace que su estudio sea bastante escurridizo.

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Fuente: Pilar Quijada – ABC.es

El retorno del hijo pródigo

En una de las meditaciones que organiza Joaquín García Weil en su centro de yoga “Yogasala Málaga”, e invitado por él, acudí con una compañera de la Facultad de Psicología que cursaba su último año de carrera. Al finalizar la meditación y tras la posterior tertulia, al presentarle a Joaquín y como si de preguntar la hora se tratase, le dijo más o menos así: ¿qué es y qué utilidad tiene la meditación? Mi amigo, muy correcto en todo momento, se limitó a responder, como sin ánimo de convencer, que “meditar es esto que hemos hecho, y vale para sentirte como te sientes ahora”, respuesta que a mi amiga no le resolvió la cuestión, aunque es posible que germine en algún momento posterior. Ya en la calle y de vuelta a casa me preguntaba el porqué de esa respuesta e insistía en no entender que habíamos hecho en la sala; para no desentonar, creo, seguí el rumbo fijado por Joaquín.

Como saben los meditadores expertos, la respuesta es una tarea un tanto compleja; podemos decir que es el acto de dejar pasar, de no engancharse en los pensamientos, sentimientos y emociones que aparecen, la dudosa opción de dejar la mente en blanco o pararla, de retirar el poder que le hemos concedido, de retomar nuestro trono, ser el rey en nuestro reino, para ser y sentir lo que somos a través de nuestros sentidos un tanto atrofiados y bloqueados, (como los tenía El caballero de la armadura oxidada de Robert Fisher) para volver a conectarnos con nosotros mismos como antaño, proceso que nos describe el Psicólogo, alquimista y amigo Carlos Velasco Montes en Las enseñanzas del Caballero de la Armadura Oxidada. Quizás lo que consigue la meditación es retomar nuestro centro intuitivo, conectándonos con nosotros mismos, para que la inteligencia pase a ser un instrumento a nuestro servicio y no al contrario, diluyéndose ese “ego” juicioso que nos separa los unos de los otros y con todo lo que es.

¿Por qué ocurre esto? Según nos expone Taylor Steve en su libro La Caída de Ediciones La Llave, la aparición de la inteligencia dio paso a las primeras civilizaciones, al desarrollo del lenguaje, y este, al hecho de poder hablar con nosotros mismos, a la dualidad, a la separación; “Comimos así del árbol de la fruta prohibida, la mente”. Una semilla o un animal no se pregunta quién es, ni cuál es su función o lugar en la vida, sencillamente lo ocupan.

Antes de las primeras civilizaciones, cuando se habitaba en pequeños grupos con un lenguaje pobre o casi inexistente y unas estructuras sociales simples, estábamos más conectados. Posteriormente, la complejidad de dicha sociedad y el desarrollo de medios técnicos más avanzados, derivaron en una mayor utilización del intelecto, potenciando y desarrollando más aun dicha inteligencia. Los avances trajeron consigo acumulación de riqueza, excedente de alimento, y con ello la aparición del egoísmo y la avaricia, sentimientos que fueron ganando sitio en beneficio del “ego”, personaje impetuoso y astuto que nos hace creer que somos él.

Paralelo al desarrollo de la inteligencia aparece el lenguaje con su retórica y la posibilidad de hablar de tiempos pretéritos y futuros. Según el profesor Dan Everett, tras investigar durante más de 30 años el lenguaje de “Los Tirajás”, tribu situada en la cuenca del Amazonas a su paso por las fronteras entre Perú, Colombia y Brasil, concluyó que su lenguaje carece de retórica, de numerología y su único tiempo es el presente, denominándola por todo ello “La gramática de la felicidad”, ya que observó en estos años de convivencia, que vivían en un estado de continua felicidad, nunca se preocupaban por situaciones ficticias creadas por su mente; sólo hablaban en presente, y si le preguntaba por el número de hijos, se limitaban a decir “muchos, pocos o lo normal”. Su lenguaje no les permitía decir una cantidad exacta, en cambio si podían nombrarlos a todos.

El lenguaje nos ahonda en la dualidad mental, en esa que nos confunde y nos identifica con lo que habla y no con lo que observa; nos identificamos con el cochero y olvidamos que somos el señor que viaja en la carroza, ese lugar de quietud desde el cual decide y ordena, haciendo uso de las emociones y la mente para tomar dichas decisiones, la explicación está basada en la conocida metáfora entre el carruaje de caballos con pasajero y el ser humano, donde el carruaje sería el (cuerpo), los caballos las (emociones), el tan útil cochero (la mente) y el pasajero o señor que viaja dentro, seria nuestro ser más profundo, nuestra esencia, el observador que debiera dirigirnos, es decir, lo que somos realmente.


Por otro lado, Robert M. Sapolsky en su libro, ¿Por qué las cebras no tienen úlceras?, nos muestra como al no estar en nuestro centro, vivimos en un estado de ansiedad casi permanente; nuestro “sistema simpático”, sistema de “lucha-huida”, activado habitualmente más tiempo del recomendable; pudiendo ser precipitante de enfermedades físicas (somatizaciones) y mentales. En cambio, si nos mantenemos presentes y en calma, el sistema inmunitario funciona perfectamente, debido a que el sistema nervioso activado sería el “parasimpático”.

Al acallar la mente por medio de la activación del área prefrontal, principalmente, conseguimos reducir la activación de la amígdala, (relacionada con las emociones), la activación del hipocampo se ve modificada y se modulan los sistemas sinápticos de neurotransmisores entre otras muchas consecuencias neurológicas en las que no vamos a entrar ahora, reduciéndose así la activación del sistema nervioso simpático, y con ello el buen funcionamiento del sistema inmunológico; el organismo se armoniza y equilibra, viéndose saludablemente fortalecido por ello. A continuación el sistema nervioso parasimpático relacionado con el estado normal o de no alerta tomará el timón del barco la gran mayoría del tiempo, salvo en momentos de verdadero peligro, cuando realmente se vea obligado a centrar todas las energías en el sistema de lucha-huida.

El siguiente paso sería habitar nuestro cuerpo, retomar el trono cedido, siendo este uno de los actos de mayor humildad que podemos tener, dejar de estar en la mente, para estar presente y habitar el cuerpo; aceptar la “realidad” tal cual es, sentir y vivir las emociones y sentimientos que aparecen a cada momento, sin juicio ni resistencia, desde la “rendición”, desde la aceptación de lo que es y no puede ser cambiado, y por supuesto, tomando la acción adecuada para cambiar lo que puede y debe ser cambiado. Esta quietud nos aporta la sabiduría necesaria para un recto obrar desde esa información que nos proporcionan las emociones y sentimientos, lo que sería “Atención Plena o Mindfullness” de Jon Kabat-Zinn, basada en técnicas y prácticas milenarias como el “Vipassana” del Zen.

Si no retomamos nuestro sitio, si no cumplimos nuestro cometido, seremos como la semilla que siente la necesidad de brotar y no lo hace, pudriéndose y no cumpliendo su función en el “plan divino”. Seremos un tanto desagradecidos con la vida y con las oportunidades que nos brinda. Muchas religiones son coincidentes en valorar como de los peores “pecados” el suicidio. Porque cada situación, por dura que sea esta, y escape a nuestro entendimiento racional, tiene un sentido y nos guarda una enseñanza; al igual que cuando algo o alguien nos produce malestar, detrás de esto tenemos un aprendizaje y un crecimiento, un regalo a fin de cuentas, hacemos de espejos los unos de los otros, somos alumnos y maestros en todo momento. Cuando algo nos molesta o nos mueve excesivamente de alguien, puede deberse a algo que no nos gusta de nosotros mismos, sea esto por exceso o defecto. Debemos de entender las sombras que nos muestra nuestro ego como oportunidades de crecimiento, agradeciendo la oportunidad de tomar conciencia de todo ello, y recordar que tras cada sombra existe una luz que la produce.

Las religiones, y muy especialmente la católica, nos enseñan a huir de nuestros lados oscuros, del pecado; nos dicen qué es el bien y qué es el mal, como si de actos concretos se tratase. Y, ¿qué es el “Pecado”, que es “Pecar”? Pecar, en su origen griego, significa errar el blanco. Los arqueros griegos lo utilizaban para denominar los lanzamientos fallidos; luego se utilizó en el mundo espiritual y/o de crecimiento personal, como no estar en uno mismo, estar separado de…; en definitiva, “errar el blanco”, traicionarse a sí mismo, permaneciendo en cierto estado de disociación “esquizo-paranoide” alejados de la realidad e incluso viviendo una realidad paralela. El doctor en psicología y actual icono mundial en Gestalt y Eneagrama, Claudio Naranjo, diferencia entre “pecado y patología” por el grado de responsabilidad según la conciencia o separación que tenga el sujeto de la realidad, entrecruzando ambos términos y no habiendo una línea divisoria clara entre los mismos.

La psicología y la medicina actual, a través principalmente del DSM-V y la CIE-10, entre otras variables, sitúan la buena salud mental en la media poblacional, la adaptación al medio entorno habitual y el bienestar percibido del sujeto. ¿Y cómo puede ser referencia una sociedad a todas luces enferma? Tenemos y debemos introducir otro concepto de salud mental distinta a la buena adaptación a un grupo de referencia a todas luces disruptivo. La salud mental probablemente no sea otra cosa que el tan divinizado “estado de iluminación”, visto como un continuo, desde una perspectiva “lineal”. Tendríamos en un extremo las psicopatologías, en un lugar intermedio a la mayoría de la población con cierto grado de “enfermedad”, y en el extremo contrario la tan ansiada salud, “iluminación” o “estado original”. Actualmente existe un proyecto de investigación con la Directora del grupo de trabajo en Inteligencia Emocional Plena de la Facultad de Psicología de la Universidad de Málaga, y profesora en dicha Facultad, la Doctora Natalia S. Ramos; ambos estamos interesados en comprobar la posible inclusión del grado de presencia y/o conciencia del sujeto como principal variable en la determinación de la salud mental.

En su libro Después del Éxtasis, la Colada, Jack Kornfield nos habla de la iluminación como algo natural, de la importancia de la terapia en dicho proceso y de cómo no dejan de ser personas con emociones y sentimientos, “normalizando” dicho estado de iluminación que afortunadamente y según parece no es un fenómeno tan escaso en la actualidad. Tradicionalmente se ha relacionado la iluminación con poderes, milagros y estados excepcionales que quiebran las leyes naturales conocidas. Quizás sea algo más simple, y una vez en ese estado cada cual ocupa su lugar en el plan divino, unos serán hortelanos y otros líderes espirituales; lo importante, en mi opinión, es que cada persona ocupe su lugar y cumpla con su función y misión en la vida una y con el Uno, desde una felicidad y quietud no exentas de emociones, sean estas entendidas como “positivas o negativas”, que todas ellas forman parte de la vida. Por lo tanto, el grado de salud o patología lo determinaría nuestra presencia “rasgo o estado”, como estado de presencia habitual o estado de presencia en un momento puntual voluntariamente conseguido, respectivamente, no bastando con la discriminación o conciencia entre mundo interno y externo de Sigmund Freud.

Por otro lado, cuando el área prefrontal de un adulto se desarrolla sucede la madurez, encontrando diferencias de tamaño y activación entre sujetos jóvenes y adultos maduros. Esta área tiene una estrecha relación con la toma de decisiones; si no está debidamente desarrollada, son decisiones impulsivas y temperamentales como les sucede a sujetos no maduros y adolescentes. También se observa, como dijimos antes, una correlación inversa entre la actividad prefrontal y la amigdalina. Un buen desarrollo de todo ello correlaciona con meditadores experimentados, con lo cual “la Meditación” se presenta como una buena herramienta para contribuir a una buena salud mental y física, ya que muchas de las enfermedades físicas son psicosomatizaciones.

En algunos casos, hay personas que cuando llegan a su primera meditación se ponen nerviosas, se les acelera la mente, dificultando con ello la labor meditativa o de calmarla desde la no acción; incluso ese momento de darse cuenta puede ser “impactante” al descubrir a la mente infraganti, el ego se defiende, su poder corre peligro. Nos autoengañamos y volvemos al piloto automático, “mejor olvidarnos de todo”, pero tenemos que hacer saber a quienes se inician, que siempre hay una meditación para cada persona; la meditación activa, igual va mejor para este tipo de personas, ya que de alguna forma se les da un hueso a roer como con los mantras; así nos lo hace saber Ramiro A. Calle en su libro El Faquir, en el cual su protagonista deambula de maestro en maestro hasta encontrar al suyo, derivado por los anteriores, conocedores de que “hay tantos caminos como personas”.


Un cuento Sufí nos habla de los miedos que aparecen al vislumbrar estados de conciencia elevados o no habituales para el sujeto. La síntesis del cuento es la siguiente: “Cuatro meditadores o alumnos avanzados se iluminan súbitamente. Uno huye aterrado para nunca volver al mundo espiritual; otro se vuelve loco por no asimilar su mente lo que ve, mientras que el tercero muere de infarto al no resistir su corazón tal descubrimiento o estado; por último, el cuarto se mantiene en estado de iluminación y plenitud. Son teóricamente las cuatro opciones que “existen” si se consigue dicho estado en un momento que no estamos adecuadamente preparados para ello, y sobre todo, son los tres miedos que aparecen inevitablemente, acentuándose en caso de ir demasiado deprisa. Esto sería debido a lo que nos explica Jack Kornfield en su ya mencionado libro Después del Éxtasis, la Colada, la necesidad de un caminar paralelo entre “psicoterapia y meditación”, de ahí el dicho: “si quieres saber si alguien está iluminado, llévalo una semana a convivir con su familia”. Un proceso, basado solo en la meditación sin apoyo terapéutico, quedaría y seria un proceso incompleto e inconcluso, al igual que a la inversa.

Por último, hablaremos de la teoría del “Mono Loco” debido a su importancia y necesidad. Si no fuese por ese primer mono que bajó del árbol siendo devorado por los depredadores. Si no fuese por él y los que le siguieron posteriormente, no seriamos bípedos; nunca hubiésemos evolucionado; seguiríamos “andando” por los árboles a cuatro patas, o nos hubiésemos extinguido como le sucedió al hombre Neanderthal. Esto es lo que hicieron grandes personas históricamente reconocidas, como Buda, Jesucristo, Gandhi, Martín Luther King y otros muchos anónimos para la mayoría; bajaron del árbol siendo asesinados por personas que veían peligrar sus estructuras y posiciones de seguridad; tenían miedo, fueron seres despiertos que veían más allá, personas que dieron esos primeros pasos enseñándonos el camino que otros siguieron, incluso dando su vida en post de la evolución. Dichos sujetos carecían de “adaptación” al medio y a su época, en cambio, sí que gozaban de una muy buena salud mental, y de un estado de presencia y conciencia excepcionales en su época y entorno.

Quizás en un tiempo no muy lejano sea la gran masa la que despierte, esa “masa crítica” de la que tanto se ha hablado: el periodo del fin de los tiempos, el tan temido fin del mundo conocido, ese tiempo en el que las personas serán “juzgadas”. ¿O será algo más benigno? Ese arrobamiento que describen las escrituras que hará desaparecer a los sujetos para ser llevados al paraíso. ¿No será la descripción de la iluminación? Y lo que se describe como el fin de los tiempos, ¿será el final del tiempo del ego? Quizás, y solo quizás, en breve “el antílope descanse junto al león” y para ello debemos “ser un instrumento en manos de Dios” para que su música suene a través de nosotros.

AGRADECIMIENTOS:
Especialmente al profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de Málaga, Doctor Juan Manuel Manzaneque, por sus correcciones de estilo, asesoramiento, tiempo dedicado y la ilusión depositada en el proyecto. Al escritor, profesor de filosofía y Yoga Joaquín García Weil, por los consejos y ánimo. Igualmente agradecer a los profesionales, compañeros y amigos que han leído y opinado sobre el presente texto, como la Doctora en psicología Fª Vera, al Psiquiatra Manuel Martínez, a los Psicólogos Carlos Velasco, Fernando Ramírez, María A. Roca y a la Logopeda Rocío Planes.

 

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Fuente: Andrés Espinosa Martín

Tocar instrumentos musicales podría hacer más inteligentes a los niños

 

Los niños que estudian algún instrumento musical al menos durante unos tres años superan en los tests de inteligencia a los niños que no practican ningún instrumento.

Investigadores de Israel y Estados Unidos han comparado a 41 niños de entre 8 y 11 años que han estudiado piano o instrumentos de cuerdas por al menos tres años, con 18 niños que no han tenido entrenamiento en instrumentos.

A todos los niños se les enseñó música en la escuela, pero al primer grupo se les dio lecciones particulares y practicaban en casa.

Luego se les realizaron diversos tests, como de vocabulario y razonamiento, y los niños músicos tuvieron un resultado un 15% más alto que los del segundo grupo.

El estudio fue dirigido por Gottfried Schlaug, del Centro Médico Beth y de Harvard, junto con la psicóloga Ellen Winner, del Boston College. Los descubrimientos fueron publicados en PLoS ONE.

Si bien el estudio vincula el entrenamiento musical con una mejora en las habilidades cognitivas, los investigadores dicen que hay que realizar más estudios para conocer cual es la razón.

“Podría ser que los niños que ya tienen mejores habilidades cognitivas sean los que prefieren seguir entrenando musicalmente”, dice Winner. “Pero también podría ser que el entrenamiento musical mejora el razonamiento verbal y no verbal de los niños”.

 

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Fuente: Livescience – Psicología y el Ser