Tener Coraje

(Y no me refiero a irritación o ira, sino a la impetuosa decisión y al esfuerzo del ánimo: al valor)

 En mi opinión, vivir requiere y exige coraje.

 Se ha organizado el mundo, y la vida, de tal modo que la opción de vivir de un modo relajado se ha quedado reservada a unos cuantos atrevidos que consiguen tener las cosas un poco claras y renuncian a lo que la sociedad promueve como irrenunciable.

 La vida contemplativa, esa vida en la que parece que uno está inmunizado contra todo, que no le afectan las cosas especialmente, que uno no cae en la vorágine vital del resto mayoritario de los mortales, parece reservada para los maestros de yoga y para los monjes Tibetanos.

 Los demás, los que no somos valientes, o no somos inteligentes, los que nos quedamos en el mundo y con sus problemas, tenemos que recurrir, obligatoriamente, al coraje –esa decisión imprescindible y esa voluntad y ese ánimo- para enfrentarnos al día a día, para poner en marcha propósitos, para escapar un poco de la rutina y la pereza, para no dejarnos vencer por la desesperanza, para dar el siguiente paso… porque esto se ha puesto difícil.

 La vida –el tipo de vida que casi todos nos hemos montado- implica tensión, requiere una constancia férrea para supervivir, y una voluntad que a veces ha de ser sobrehumana, porque por todas partes hay reclamaciones, compromisos, obligaciones, responsabilidades, zancadillas, traiciones, desencantos, frustraciones, proyectos que no salen o salen mal, dolor… un nido excelente para la desgana, una razón suficiente para tirar la toalla, y para rendirse y negarse a dar un paso más. (También hay momentos buenos)

 Muchos días, es necesario, antes de levantarse de la cama, echar mano del coraje, porque si no se hace así no hay voluntad ni ánimo para enfrentarse a la vida. Y escribo “enfrentarse” siendo muy consciente de que es esa palabra, y no otra, la que quiero utilizar. Enfrentar: Hacer cara a un peligro, problema o situación comprometida.

 En muchas ocasiones es necesario echar mano de la fe, recurrir desesperadamente a la esperanza, confiar en el porvenir, recurrir a los Dioses, o rebuscar en el interior por si quedaran migas de optimismo, algún trocito de valentía, o reservas de coraje.

 Tener coraje.

Buscar el coraje donde quiera que esté.

 Y buscar audacia a espuertas, algo de bravura, el necesario ímpetu, cierto arrojo, un poquito de temeridad, alguna pizca de osadía, capacidad de resolución, una decisión casi inquebrantable, el impulso necesario para seguir hacia adelante, y mucho corazón y mucho amor propio.

 En alguna parte tenemos todo eso, porque todo eso viene de serie en el Ser Humano. Son herramientas imprescindibles que traemos (como trae el coche las herramientas para poder cambiar una rueda)

 Se trata de tener confianza. En uno Mismo.

 Confianza no sólo en la fuerza (“Dios aprieta pero no ahoga”, se dice), que siempre queda un último impulso, algo que evita caer del todo, sino confianza en que hay un camino que recorrer, un objetivo -aunque a veces se dude de él-, algo por lo que seguir y por lo que luchar; confianza en que está por llegar algo mejor y para poder llegar a ello hay que seguir echándole coraje a la vida, a pesar de los momentos duros que se presentan, a pesar de las apariciones continuadas del desánimo, a pesar de la opresiva sensación de abandono y de que el corazón se sienta descorazonado a veces.

 En muchas ocasiones, y esto es bastante difícil de creer y de aceptar, la vida nos pone delante un desafío casi inevitable, y parece que con ello quiere demostrarnos que somos capaces, que podemos, aunque sea duro; tenemos reservas de voluntad, de bravura, de agallas, y es conveniente aceptar el reto, del que saldremos fortalecidos, y más cercanos a nuestra esencia y nuestro Ser.

 Te dejo con tus reflexiones…

 

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Fuente: Francisco de Sales – www.buscandome.es

¿Qué es la coherencia cardíaca? Conexión entre corazón y cerebro

Numerosos estudios actuales demuestran que el corazón y la mente están relacionados biológicamente.

pvisual_inteligencia_emocionalEn la antigüedad, los filósofos y médicos consideraban al corazón como la sede de los pensamientos y el órgano director de todo el cuerpo. Sin embargo, esta concepción cambió en el SXVII cuando se descubrió que el latido del corazón servía para impulsar la sangre por el organismo.

Desde entonces, se ha pensado en el cerebro como el responsable del intelecto y las emociones y el corazón quedó relegado a ser visto como una simple bomba impelente, con la única función de mantener la sangre circulando por nuestras arterias y venas.

Sin embargo, en los últimos años, los hallazgos científicos han puesto en duda esta consideración y han revelado que el corazón tiene mucho más que decir y juega un papel clave en la vida emocional de las personas. Así, se ha comprobado que es un órgano altamente complejo, dotado de un sistema nervioso propio de más de 40.000 neuronas que se comunica de forma muy estrecha con las zonas del cerebro encargadas de la regulación de las emociones y la fisiología del organismo.

Gracias a esta conexión entre el corazón y el cerebro, el cambio en la actividad en uno de estos dos órganos puede ejercer un profundo impacto en el funcionamiento del otro.

De esta forma, no es sorprendente encontrarnos con que las emociones que sentimos se reflejen de una forma directa en nuestro ritmo cardíaco. Por ejemplo, ante el miedo, la ira o el estrés el corazón late de una forma caótica y altamente irregular. Pero como los lazos entre este órgano y el cerebro son recíprocos, esta desorganización en el ritmo de los latidos producida por las emociones negativas acaba afectando al cerebro y al resto del cuerpo, perjudicando y dificultando su correcto funcionamiento.

Y, por el contrario, con las emociones positivas el corazón adquiere un ritmo regular y armonioso que a su vez facilita la disminución del estrés y nos ayuda a alcanzar el equilibrio en la actividad del resto de los sistemas del organismo. A este estado de armonía en el ritmo cardíaco se le conoce con el nombre de Coherencia Cardíaca, en el cual los sistemas nervioso, cardiovascular, endocrino e inmune del organismo trabajan de una forma eficaz y óptima.

¿Cómo podemos entrar en el estado de coherencia cardíaca?

Lo verdaderamente interesante es que las personas podemos aprender a entrar voluntariamente en este estado de Coherencia Cardíaca a través del control de nuestro propio ritmo cardíaco. Aunque a simple vista nos pueda parecer imposible ser capaces de regular los latidos del corazón de una forma consciente, esto se alcanza de dos formas:

  1. Mediante el cultivo y el fomento de las emociones positivas, como los sentimientos de aprecio por las personas que amamos y las cosas que nos rodean.
  2. Y con el uso de herramientas que nos permitan observar nuestro ritmo cardíaco y entrenarnos en la Coherencia Cardíaca. Esto se puede hacer de una manera fácil empleando aparatos y programas informáticos de biofeedback. Estos dispositivos registran nuestros latidos y nos devuelven la información de una forma intuitiva y sencilla de comprender mediante gráficos en la pantalla de un ordenador y señales sonoras. De esta forma, podemos tomar conciencia sobre el funcionamiento de nuestro propio corazón y empezar a controlarlo a través de diversas técnicas de respiración e imaginación. Así, podremos observar los cambios en el ritmo de nuestros latidos en el mismo momento en que éstos suceden y saber cuándo estamos consiguiendo acercarnos al estado de Coherencia Cardiaca, reforzando y facilitando el aprendizaje de esta capacidad. Finalmente, seremos capaces de entrar en este estado de una forma rápida y sencilla cuando lo necesitemos, como ante una situación difícil, en momentos de alta tensión o estrés o cuando necesitemos rendir a un mayor nivel.

Aprender a entrar en el estado de Coherencia Cardíaca no sólo ayuda a controlar y gestionar el estrés y las emociones negativas como la depresión, la ira y la ansiedad,  sino que, además, facilita un mejor funcionamiento cerebral y tiene efectos positivos en la salud. Así, en varios estudios realizados el Entrenamiento en Coherencia Cardíaca ha mostrado ser beneficioso en la hipertensión arterial, en el asma o en personas que padecen fibromialgia, reduciendo el dolor y la depresión.

Pero la utilidad de esta técnica va mucho más allá: deportistas y ejecutivos también obtienen un enorme provecho mediante su uso, gracias al autocontrol y la mejora en el funcionamiento cognitivo que les proporciona.

Beneficios de la prática de la Coherencia Cardíaca:

  • Sensación de tranquilidad, paz y bienestar.
  • Reducción y manejo más efectivo del estrés y la ansiedad.
  • Pensar con mayor serenidad.
  • Conseguir mayor autocontrol y capacidad de decisión.
  • Reducir la fatiga e incrementar la energía.
  • Potenciar el funcionamiento del sistema inmunológico.
  • Mejora del estado de salud.
  • Tener un mayor control de las situaciones de tensión propias y las de otras personas.
  • Descenso de la tensión arterial.

 

Autor y fuente: Adrián Gaitán – mundopsicologos.com

 

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desQbre – El arte de Vivir

ser-feliz2Charles Chaplin escribió que la vida es tan corta que solo nos alcanza para ser amateurs. Esta afirmación también se puede aplicar al llamado arte de vivir. Cuando ya vamos aprendiendo, la función se termina. No hay recetas mágicas, y cada persona sabe en qué consiste su particular modo de alcanzar ese arte. Los grandes filósofos se han ocupado de ello. Y, por supuesto, los psicólogos. En este artículo nos centraremos en la gestión de las emociones y los pensamientos.

Porque, como escribí en el libro El oficio de vivir bien (Aguilar), con miedo, enfado o envidia (o con dolor de muelas) difícilmente podemos tener la percepción subjetiva de estar viviendo bien. Lo mismo sucede si estamos en una playa paradisiaca tomando el sol y enfurruñados con la pareja, o pensando en el trabajo que nos espera en septiembre. El arte de vivir pasa necesariamente por observar, y cuidar, lo que pensamos y sentimos.

«A una persona se le puede arrebatar todo menos la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias»

Felicidad Interior Bruta. Los países, y sobre todo en tiempos de crisis, miden lo bien o lo mal que vivimos por la situación económica. Pero como afirma el filósofo Jordi Pigem, el producto interior bruto solo mide transacciones económicas, y sabe muy poco del auténtico bienestar de las personas. «Desde hace décadas existen indicadores menos reduccionistas, que miden el bienestar no solo a través del flujo de dinero. Pero hay muy pocos. Por ejemplo, en Bhutan identifican tres venenos en nuestras vidas: la codicia, la hostilidad y la ignorancia (en el sentido de confusión mental). Estos tres venenos han crecido en el mundo materialista, hasta encontrarlos hoy institucionalizados en nuestros sistemas económico, político, y mediático», afirma en su libro La buena crisis (editorial Kairós). Según Pigem, un progreso en la generosidad, la solidaridad y la sabiduría contribuirían a pasar de una sociedad basada en el crecimiento económico a otra basada en el crecimiento vital.

¿Por dónde empezar? Por la persona. Por la educación y por la gestión emocional. Según el psiquiatra Claudio Naranjo, «la educación actual solo se ocupa de la mente racional, práctica, instrumental, como si fuéramos solo eso. Se crean seres egoístas y prácticos que no tienen una dimensión del goce de la vida. No parece legítimo educar para la felicidad. Si se calculara el precio de la infelicidad que se crea, se vería lo antieconómica que es nuestra educación».

Algunas cifras de esta infelicidad: en 2020, según la Organización Mundial de la Salud, la depresión será la segunda enfermedad más extendida, superada solo por enfermedades cardiovasculares. El suicidio es la primera causa de muerte entre los jóvenes. El estrés, la ansiedad y la depresión son la segunda causa de baja laboral en España.

ser-felizBienestar emocional. El arte de vivir empieza por una correcta gestión de las emociones. En Occidente nos hemos fijado en el desarrollo intelectual de las personas, pero no en el desarrollo emocional. Nunca es tarde para cambiar nuestros patrones emocionales. ¿Cómo? Según la filósofa Elsa Punset, con el viejo conócete a ti mismo de los griegos. «Aunque ellos no nos decían cómo. Se trata de conocer y gestionar nuestros mecanismos emocionales. Es decir, lo contrario a la represión emocional que hemos ejercido hasta ahora».

Afirma el doctor Mario Alonso Puig que una emoción es un fenómeno físico en el que se producen una serie de cambios fisiológicos que afectan a nuestras hormonas, a nuestros músculos y a nuestras vísceras. Estos cambios tienen una duración limitada a minutos, o, como mucho, a algunas horas. «Digamos que una vez que el elemento interno (un pensamiento angustioso) o externo (un insulto) han pasado, la reacción emocional que se ha desencadenado poco a poco va remitiendo hasta que volvemos al estado en el que nos encontrábamos antes de que el pensamiento o el insulto se produjeran». El problema es que si esa emoción se reprime, se puede convertir en un estado de ánimo, que puede durar meses o años.

«De alguna manera», afirma el doctor Mario Alonso Puig en su libro Reinventarse (Plataforma), «nos quedamos como congelados en un tipo de emoción, hasta el punto de que llegamos a identificarnos con ella, casi como si formara parte de la realidad que somos». Y hay estados de ánimo que aportan ventajas, y otros que son muy disfuncionales y nos generan un enorme sufrimiento.

Un ejemplo: la ira. La ira es como un cubo lleno de agua sucia. Cuando nos enfadamos, o bien lanzamos el oscuro contenido de ese cubo a la cara de quien nos ha provocado la ira, o bien callamos, de modo que nos lo lanzamos encima. Lo ideal sería lanzar el agua sucia a un terreno neutro; practicando deporte, por ejemplo. Y después, cuando estemos ya tranquilos, expresar al otro cómo nos hemos sentido, con asertividad. Por eso no es recomendable escribir e-mails cuando estamos enfadados. Así se estropean muchas relaciones interpersonales.

Gestión de los pensamientos. Nadie nos ha enseñado a gestionar nuestros pensamientos. Tenemos cada día entre 40.000 y 60.000 pensamientos y a la mayoría les hacemos caso. El arte de vivir también es incompatible con los pensamientos obsesivos sobre el pasado o futuro. Afirma Miriam Subirana, profesora de meditación, que el pasado, en gran medida, nos impide ser libres. «Vivir del recuerdo es no gozar plenamente del presente. Vivir del recuerdo nos debilita. Es como ser un enchufe que se conecta a una toma de corriente por la que no pasa la corriente. Vamos perdiendo nuestra energía. Queremos revivir una experiencia que ya pasó, y finalmente nos sentimos decepcionados y con un gran desgaste emocional y mental».

Todos los sabios orientales coinciden en que el arte de vivir se basa, en buena medida, en nuestra conexión con el momento presente. La mente tiende a ir hacia el pasado y el futuro. Y muchos de los pensamientos sobre el futuro son proyecciones negativas, como el miedo, que normalmente no sirve para nada (aunque a veces es amigo de la prudencia).

El miedo tiene una base biológica; es una emoción que nos ha ayudado a evolucionar, porque nos alerta de los peligros. Pero en nuestra sociedad es excesivo: se trata de reconducirlo. Cuanto más pensamos en el miedo, más fuerza le damos.

Empieza en la mente. «El sufrimiento creado por uno mismo es fundamentalmente una fabricación de la mente», afirma uno de los más celebrados maestros de meditación tibetanos de la nueva generación, Yongey Mingyur Rimpoché. En su libro La dicha de la sabiduría (Rigden Institut Gestalt) cuenta cómo un alumno empezó a analizar su propia ansiedad, y comenzó a ver que el problema no estaba en el trabajo, sino en lo que él pensaba de su trabajo. «Poco a poco», dice el alumno, «empecé a darme cuenta de que la esperanza y el miedo no eran más que ideas que flotaban en mi mente. En realidad, no tenían nada que ver con mi trabajo». Ese cambio de perspectiva transforma nuestra realidad. «Cuando estoy angustiado, puedo observar esos impulsos y ver que tengo una elección. Y si elijo observarlos, aprendo más sobre mí mismo y sobre el poder que tengo para decidir cómo reaccionar a los acontecimientos de mi vida».

Podemos elegir siempre cómo reaccionar ante pensamientos y emociones. Pero hace falta entrenamiento. (Ojalá meditación y gestión emocional se enseñen en las escuelas). El psiquiatra Víctor E. Frankl, que fue una de las víctimas de Auschwitz, afirmaba que a la persona se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas: «La elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias». A menudo no podemos elegir los hechos, pero sí el cómo enfrentarnos a estos hechos.

Según el budismo, la mayor parte del sufrimiento es creado por uno mismo. Afirma Yongey Mingyur Rimpoché que este sufrimiento es fundamentalmente una fabricación de la mente, pero que no es menos intenso que el sufrimiento natural: «En realidad puede ser bastante más doloroso». Este sufrimiento se puede expresar en forma de historias que nos contamos a nosotros mismos, a menudo incrustadas en lo más profundo de nuestro inconsciente, según las cuales no somos suficientemente buenos, ricos o atractivos, o nos falta algún tipo de estabilidad.

La meditación nos permite observar los pensamientos y las sensaciones asociadas a este sufrimiento. Al hacerlo, se desvanecen. El mundo que nos rodea, nuestro cuerpo, nuestros pensamientos y sentimientos están en constante cambio. En términos budistas este cambio se conoce como impermanencia. Aceptar que todo es impermanente y no aferrarnos a las cosas ni a las personas es uno de los pilares del arte de vivir, según el budismo. Ni un solo maestro oriental defendería que el arte de vivir consiste en adquirir posesiones -en tener-, sino en ser. Casi nada de lo que nos ha proporcionado felicidad lo hemos logrado con dinero.

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Fuente: Garpar Hernández – «El País»

El difícil arte de reinventarse: 12 estrategias para conseguirlo

Fue Charles Darwin quien lo dijo: “No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que mejor responde al cambio”. ¿Pero cómo sobrevivir cuando las variaciones son bruscas e inesperadas? En la actualidad buscamos respuestas incesantemente. Es lógico. Vivimos un periodo de grandes transformaciones. Y para sobrevivir, son muchos los que ya no tienen otro remedio: necesitan reinventarse.

wallpaper10Pero lo cierto es que hacerlo es algo verdaderamente difícil. Supone dejar de lado quién hemos sido hasta ahora y afrontar cambios radicales. Y no solo eso. En el camino también habrá que superar miedos, replantear ideas, conceptos, transformar objetivos, estructuras, comportamientos… Es ciertamente, un reto complicado.

El reto de reinventarse: Guía práctica para sobrevivir al cambio y salir fortalecido

Pero es posible tener éxito. La investigación ha dado pistas que pueden ayudarnos a salir victoriosos. Veamos algunas:

1. Hoy todos los expertos lo tienen claro. Para reinventarse es imprescindible tener las emociones negativas bajo control. Y el primer reto será vencer al Miedo. Los trabajos de Le Doux demostraron que el miedo paraliza. Posteriores estudios de empresa evidenciaron que el temor al fracaso, a cambiar de rutina al esfuerzo, es un importante bloqueador del cambio. Pero hoy contamos con evidencias que muestran que el miedo se puede superar. Es eficaz centrarse en resultados y en los medios. También hacer trabajar a la mente; imponerse deberes: salir todos los días a buscar oportunidades, visitar empresas con éxito… 

2. Pero el camino puede ser arduo y deberá vencer el desaliento, el pesimismo y la negatividad. Muchos estudios concluyeron que este tipo de sentimientos genera falta de activación. Además son peligrosos. Hoy sabemos que el pesimismo se contagia fácilmente. Y no solo eso; también que nuestras expectativas pueden llevarnos a tomar decisiones que nos hagan cumplir los malos augurios. Es el efecto de la “profecía autocumplida”. Así que si comprueba que la información le afecta, aléjese de ella. Evite lo que le transmita negatividad. Disciplínese. Es un ser único. Aunque a otros le vaya mal, si lucha podrá lograr sus objetivos.

3. Así que dedique sus energías a cultivar el optimismo. Hay muchas razones para hacerlo. Los estudios de Goleman demostraron que los optimistas poseen una fisiología de utilidad biológica para luchar contra la adversidad. La ciencia sugiere que para reinventarse debiera enfocarse en lo desea y desarrollar mensajes de aliento que den fuerza y confianza. Repetirlos frecuentemente: “necesito cambiar; voy a esforzarme por hacerlo y si insisto lo más seguro es que acabe teniendo éxito”. Sí. En el fondo es algo parecido al “Yes I can”.

4. Una vez con fuerza, es necesario evaluarse internamente. Pero según los expertos dedicamos poco tiempo a ello; un error. Para cambiar es imprescindible analizar nuestros puntos débiles. Pero sobre todo, analizar de qué recursos disponemos: ¿Tiene claros sus puntos fuertes, las capacidades que tiene, lo qué estaría dispuesto a hacer…? Haga lluvia de ideas. Seguramente tenga talentos en los que nunca ha reparado. Dedique esfuerzo a esa tarea. Escriba.

5. Seguidamente analice el exterior: ¿dónde pueden hallarse las oportunidades para reinventarse? Estudios con empresas y personas en paro demostraron que es muy importante trabajar la persistencia. Comprobaron la eficacia de imponer rutinas para buscar ideas. Disciplínese, trabaje a diario en ello, infórmese de la experiencia de quienes lo lograron.

6. Pero si desea reinventarse, sobre todo deberá favorecer la creatividad. La investigación confirma la importancia crucial de este punto y ha encontrado algunas formas eficaces para potenciarla:

  • Dedicar tiempo diario a pensar ideas novedosas
  • Retar a hacerlo
  • Hacer lluvia de ideas en equipo, raras
  • Buscar personas ajenas con otras perspectivas
  • Y si cree que pierde el tiempo, debe saber que Google dedica parte de la jornada laboral de sus trabajadores únicamente a “pensar”. Esto aún no es frecuente. Una pena. Parece rentable.

7. Y cuando tenga clara la estrategia, láncese al cambio. Impóngase un plan: Las investigaciones ofrecen algunas claves. Entre las que se mostraron más eficaces se encuentran:

  • Programar objetivos a corto plazo
  • Secuenciar acciones
  • Ser riguroso en el cumplimiento y seguimiento
  • Una vez emprendido el camino, procure no dejar días “de descanso”: dedique un tiempo fijo diario a su plan de cambio
  • Revise logros regularmente
  • Si no hay cambios a corto plazo cambie acciones u objetivos

8. Pero recuerde. Lo más importante para impulsar el cambio son las personas. Estudios con empresas demostraron que las que lograron transformarse, potenciaron la motivación, creación de ideas y el compromiso de los trabajadores. Damasio y otros demostraron que en todos nuestros actos y decisiones participan emociones. Las positivas reducen cansancio, mejoran aptitudes, creatividad y rendimiento. Se comprobó que los optimistas rinden entre el 65% y el 100 % más. Parece claro; trabajar emociones es algo clave en momentos de cambio.

Pero, ¿cómo hacerlo? La investigación ofrece claves valiosas:

  • La motivación aumenta enormemente con palabras de ánimo y reconocimiento o gestos: abrazar, saludar o sonreír.
  • El optimismo también puede mejorar. Estudios con empleados demostraron que lo hacían cuando creían que el avance dependía de ellos y que lo que hacían servía para algo. Por eso, conviene asignar responsabilidades e insistir en que lo que hacemos tiene un objetivo. Si no se viesen cambios es importante cambiar metas y acciones sin mucha demora.

9. Así que si trata de reinventarse, vele por sus emociones y su estado de ánimo. En una empresa delegue esta función en los líderes. Pero recuerde: en momentos de crisis no puede liderar cualquiera. Necesitan dotes contrastadas en inteligencia emocional; deben ser expertos en ofrecer aliento verbal, gestos, en gestionar tensiones. Si no lo consiguen, cámbielos.

10. Pero recuerde también que hoy sabemos de la importancia de contrarrestar momentos de cansancio y desaliento con experiencias positivas. Para ello, quede con amigos, programe experiencias que sirvan de refuerzo y satisfacción. En empresas, busque momentos de disfrute común. Se ha demostrado sobradamente el poder energizante de este tipo de  actividades.

11. Dedique también tiempo a la actividad física. Se ha demostrado que ayuda a liberar tensión y aumenta el aporte de oxigeno al cerebro. Además potencia las capacidades y el rendimiento global. En períodos difíciles acuda al gimnasio, pasee. Ya hay empresas con gimnasios para trabajadores. Gran idea.

12. Y recuerde: en todo este proceso, no olvide de reforzar y dar aliento constante. Cualquier persona puede transformarse, siempre que cuente con el aliento adecuado.

Después de todo, la ciencia parece demostrar que el secreto más poderoso del ser humano para sobrevivir a los grandes cambios se encuentra en las emociones. En ellas parece residir la clave para potenciar nuestra capacidad y mantener la fuerza necesaria para avanzar por este camino tan duro. Pero muchos lo consiguen y quienes logren el éxito sin duda habrán salido fortalecidos. Sólo con inteligencia nunca lo hubiesen logrado…

Fuente: Rocío Mayoral – blogs.elconfidencial.com

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desQbre – Las razones de la Envidia

participacion[1]Apenas unos segundos después de que el fonógrafo de Edison dejara de emitir en la sala sus primeras palabras, uno de los académicos que asistía a la presentación del aparato, el francés Jean Bouillaud, de 82 años, saltó de su asiento, agarró por el cuello al infeliz que lo manejaba en ese momento y comenzó a zarandearlo mientras profería que aquello era una farsa, un truco de ventrílocuo y que la noble palabra humana no podía ser reemplazada por un metal. Bouillaud no se había vuelto loco ni había sufrido un ataque de ansiedad. En absoluto. Se trataba de un caso de envidia entre colegas, un sentimiento tan viejo como el hombre del que se ha dicho que es el más vergonzoso de los vicios. De hecho, se le considera tan deshonroso que incluso personajes tan ilustres como el filósofo Francis Bacon no han dudado en afirmar que la envidia es un “gusano roedor del mérito y la gloria”. La Real Academia Española, más tibia en su definición, la considera un “pesar del bien ajeno”.

La envidia es un fenómeno universal, pero ni es considerada por los psicólogos una de las emociones fundamentales, ni existe una expresión facial que la caracterice de forma exacta. En su obra La fuerza de las emociones, los psiquiatras Christophe André y François Lelord indican que esto se debe a que “a diferencia de lo que ocurre con otros sentimientos, comunicar la envidia nunca ha supuesto una ventaja evolutiva”. En efecto. La envidia es un tabú social que se lleva en silencio porque, en el fondo, supone una declaración de inferioridad que no conviene revelar en público. Plutarco ya daba cuenta de ello hace casi 2000 años. En su estudio Sobre la envidia y el odio, el genial biógrafo y ensayista griego resaltaba que “nadie dice que es envidioso”, sino que para justificar ese sentimiento se alegan todo tipo de excusas. Este comportamiento, según el sociólogo de la Universidad Libre de la Lengua y la Comunicación de Milán Francesco Alberoni, se debe a que la envidia es, en esencia, “una reacción ante el reconocimiento de una derrota”.

En un intento por negar la frustración que nos produce, nos comportamos de muy distintas formas. Algunas personas optan por imitar a quienes envidian; otras, si se ven incapaces de alcanzar el mismo objetivo, se deprimen y, por último, un tercer grupo de individuos se decanta por criticar e incluso conspirar contra quienes les han superado. Todo depende de la importancia que se dé al objeto de nuestra envidia y, sobre todo, de quién sea el envidiado.

Envidiamos cuando comprobamos que otro se ha hecho con algo que deseamos intensamente o cuando otra persona logra lo que nos es imposible realizar. El resultado, en cualquier caso, es que nuestra autoestima se resiente. Los psicólogos señalan que para compensar esta pérdida, que nos resulta insoportable, hemos desarrollado una serie de mecanismos muy particulares. Uno de ellos es infravalorar la ventaja del otro, esto es, nos autoconvencemos de que lo que ha conseguido “no es para tanto”. Otras tácticas pasan por buscar desventajas en otros campos que compensen su superioridad, desvirtuar a la otra persona en su conjunto o criticar el sistema que permite que se dé semejante situación. En los casos más extremos, podemos llegar a castigar –tanto física como psicológicamente– al envidiado por su ventaja.

Esto es así, según Alberoni, porque “el envidioso desea acercarse al envidiado, ser reconocido por él, identificarse con él y sustituirlo”. En los casos patológicos, el envidioso sólo puede hallar satisfacción en la destrucción completa del envidiado, en su desgracia total e incluso en su desaparición física.

La investigadora Melanie Klein, autora de Envidia y gratitud, una obra considerada básica por numerosos expertos en este terreno, indica que la envidia trae implícito el deseo de hacer daño.Se trata, además, de una actitud inherente a los seres humanos y que se desarrolla en las primeras etapas de la infancia, un dudoso honor que parecemos disfrutar en exclusiva. Según Juan Carlos Senar, de la Sociedad Española de Etología, “no hay constancia de que entre los animales se dé un fenómeno semejante, aunque éstos pueden utilizar mentiras y engaños para alcanzar objetivos”.

En un artículo sobre la Psicología de la envidia, el doctor Cecilio Panigua indica que la envidia “es un eco de los sentimientos de inferioridad y rivalidad sufridos por el niño durante su desarrollo psicológico, con padres y hermanos, lo que explica su universalidad e irracionalidad”.Este factor de proximidad –del niño con los que le rodean– parece especialmente importante en el desarrollo de la envidia. Así, cuanto más cercanas a nosotros sean las personas que envidiamos y cuando su superioridad se demuestra en los campos que más valoramos, el sentimiento de envidia crece. Por el contrario, éste no se desarrollará fácilmente entre personas que no se conocen apenas o entre quienes hay un abismo insalvable temporal o profesional. Por ejemplo, es más que dudoso que un físico actual pueda albergar sentimientos de hostilidad contra Einstein o Newton por los éxitos que éstos cosecharon en su mismo campo.

Puesto que la envidia se acentúa entre personas que viven circunstancias parecidas, es entre los hermanos y los compañeros de profesión donde es más relevante. Ignazius Semmelweis fue el protagonista de uno de los casos más vergozosos de envidia profesional. A mediados del siglo XIX, este médico obstetra del Hospital General de Viena observó que un alto porcentaje de parturientas moría tras dar a luz por fiebre puerperal, mientras que en otros hospitales, donde atendían comadronas que cuidaban su aseo y mantenían la limpieza, ese porcentaje era sensiblemente inferior. Cuando propuso que los médicos que atendían los partos se lavaran las manos con cloruro de calcio para evitar así infecciones, fue despreciado. Aún peor. Incluso cuando demostró que su -teoría era correcta, su descubrimiento siguió siendo tachado de ridículo.

Semmelweis no quería exhibir sus méritos, pero es cierto que a veces el envidiado puede vanagloriarse de ellos y hacerlo de forma que se ofenda el otro. En ese caso se trataría de una provocación. En su novela Abel Sánchez –toda una tesis sobre la envidia–, el filósofo y escritor Miguel de Unamuno señala que “no hay canalla mayor que las personas honradas (…) No me cabe duda de que Abel restregaría a los hocicos de Caín su gracia”. Precisamente, en el Génesis se describe un episodio que ilustra hasta qué punto puede llegar la envidia entre hermanos cuando uno de ellos hace gala, aunque sea inconscientemente, de sus virtudes superiores. En el capítulo 37 de este texto bíblico se describe cómo José, el favorito de Jacob, su padre, era profundamente envidiado por sus hermanos. Quizá tenían buenas razones para hacerlo. José no sólo disfrutaba de un físico favorecido, sino que estaba colmado de virtudes, entre ellas el don de la profecía. Además, sabía cómo resaltar lo mejor de sí mismo. Tanto fue así que todos sus hermanos, salvo Rubén, que se manifestó en contra, decidieron asesinarle. Otro de los hermanos, Judá, propuso otra idea mejor: venderle como esclavo.

En realidad, quizá José alardeaba a propósito de sus habilidades. Pero aunque se exhiban adrede los buenos atributos para producir envidia, este sentimiento no es tan profundo como cuando el éxito que se observa en el envidiado nos parece inmerecido. En ese caso, la hostilidad se dispara y la envidia da paso al rencor.

Los psicólogos saben que el sentimiento de envidia aumenta enormemente cuando comprobamos que la circunstancia que la desencadena choca, además, con nuestro sentido de la justicia. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, si descubrimos que un compañero de trabajo ha obtenido un ascenso al cual optábamos no sólo inmerecidamente, sino que, a nuestro juicio, porque está en más que buenas relaciones con la hija del presidente de la compañía.En la historia de la filosofía, una cuestión recurrente ha sido si en los sentimientos de envidia se encuentran los fundamentos del sentido de justicia. Freud afirma, de hecho, que ésta emana de los deseos de los envidiosos. Así, en un grupo familiar, los hermanos observarían la conducta de los demás guiados por la envidia, de forma que ninguno de ellos sea más favorecido que otro por sus padres. En definitiva, si uno no puede ser el preferido, ninguno debería serlo.

A la vista de lo universal de este sentimiento, algunos expertos se han preguntado si es posible que sus causas sean más biológicas que psicológicas.Según el biólogo molecular John Medina, autor de El gen y los siete pecados capitales, “analizar la biología de la envidia es un problema insuperable, porque no se ha aislado un gen responsable de este sentimiento ni se ha identificado una región del cerebro dedicada a la envidia”.

Medina indica que esto puede explicarse bien porque nuestra tecnología no es suficientemente buena o bien porque “la envidia sólo es un intento de organizar sentimientos subjetivos que no tienen correlación biológica”. En este sentido, señala que “la envidia está asociada a cuatro tipos de comportamiento: los asociados al deseo sexual, a la avaricia, a los deseos de agresión y como una reacción a la depresión que, en definitiva, puede ser tanto un componente como una respuesta a la envidia”. Este vínculo entre un sentimiento subjetivo –la envidia– y un proceso biológico –la depresión– es, para este autor, más estrecho de lo que suponemos. Tanto es así que, aunque Medina asegura que no existen píldoras contra la envidia, sí es posible que los antidepresivos nos mantengan a salvo de ciertos aspectos negativos asociados a ella.

¿Pero hasta qué punto podemos llegar a fastidiar al prójimo por envidia? Un equipo de economistas de las universidades de Oxford y Warwick, en Inglaterra, comprobaron que se puede ir muy lejos. En un experimento, los profesores Andrew Oswald y Daniel Zizzo adjudicaron aleatoriamente una cantidad de dinero a distintas personas que se iba incrementando con el tiempo. En el ensayo, cada una de ellas podía destruir parte del dinero ajeno, pero sólo a costa de sacrificar parte del propio. Para sorpresa de los investigadores, la mayoría de los participantes llegó a deshacerse de su fortuna sólo para conseguir que los demás no se enriquecieran más que ellos.

 

Y es que, ya lo decía Don Quijote: “Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo; pero el de la envidia no tal, sino disgusto, rencores y rabias”.

 

 

Fuente: «Muy Interesante» – Abraham Alonso – muyinteresante.es/ique-envidia

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desQbre – Educar nuestras emociones

La tristeza, el miedo, la furia y el odio son alteraciones pasajeras del ánimo, pero son intensas, van acompañadas de cambios en tu cuerpo y te provocan efectos involuntarios como expresiones faciales, temblor, sonrojo, sudoración, respiración agitada, dilatación de las pupilas y aumento del ritmo cardíaco. Pero si sabes educar estas emociones, pueden convertirse en una de las mejores armas para alejarte del malestar y llevarte a la felicidad, porque todos tenemos la capacidad de trabajar con nuestra inteligencia emocional, sólo necesitamos percibir nuestras emociones, comprenderlas, expresarlas y canalizarlas en nuestro beneficio…

 

Enriquece tu salud y tu trabajo

Cuando logras dominar tus emociones, mejora tu salud física y mental, dice el profesor de Psicología de la Universidad de Málaga y experto en inteligencia emocional, Pablo Berrocal. Pero, ¿cómo lograrlo? Sigue estos tres pasos:

1. Evalúa tu nivel de inteligencia emocional. Pregúntate si expresas bien tus emociones o las reprimes, si sabes aprovecharlas para potenciar aspectos positivos como tu creatividad y capacidad de decisiones, si comprendes tus emociones confusas como los celos o la vergüenza.

2. Aprende a vivir tus emociones. Siente profundamente la alegría y la felicidad, pero también el estrés, el enojo y el miedo, y demuéstrate que puedes canalizarlas hacia algo positivo como la habilidad para darle fortaleza a los demás en una situación muy difícil, al comunicar malas noticias o al escuchar a los demás cinco minutos más. Esto mejorará tu relación con los demás y aumentará los aspectos positivos de tu trabajo, sobre todo en situaciones de estrés.

3. Intuye cómo se sienten los demás. Para mejorar tus relaciones interpersonales, trabaja en intuir cómo se sienten los demás. Recuerda que con lo que hacemos y dejamos de hacer, todos regulamos las emociones de los demás, todos los días y de forma involuntaria.

 

Las emociones más profundas

Lo que hace que elijas lo que quieres, tomes decisiones, busques soluciones y te movilices siempre son conflictos relacionados con tus emociones más profundas como el miedo, el amor y la adicción, según la psicóloga Patricia Martínez, experta en Psicoterapia Psicoanalítica.

El miedo. Una de las emociones más nocivas es el miedo al futuro, a la soledad y a la inseguridad económica.El amor. Es nuestra mayor aventura emocional, y la dependencia hacia nuestra pareja y el miedo a su rechazo o abandono atentan contra nuestra estabilidad.La adicción. Otra fuerte emoción es la esclavitud ante ciertas ideas o conductas no deseadas que repetimos y de las cuales no podemos liberarnos.

desQbre - Blanco

Fuente: http://www.revistabuenasalud.cl/

desQbre – ¿Qué es la Envidia? ¿Por qué Envidiamos?

Aura_color_wallpapers_hdLa envidia ha inspirado a muchos escritores para escribir grandes dramas,  porque es un sentimiento humano que produce verdaderas tragedias.  Consiste en  la tristeza o pesar que produce en una persona el bien ajeno. Básicamente es un  pensamiento negativo deliberado hacia otra persona,  que puede tener múltiples  razones.

Sabemos que los pensamientos negativos de otros hacia nosotros pueden  influenciarnos, aunque solamente si somos influenciables.

Por ejemplo, para que la hipnosis (que es el sueño provocado artificialmente)  pueda llevarse a cabo,  es necesario no oponer resistencia al dominio del  hipnotizador,  que tiene el poder de hacernos dormir sin perder la conciencia.   Pero no a todas las personas se las puede hipnotizar.

Por lo tanto una buena táctica contra la envidia o cualquier otro sentimiento  negativo, es elevar el umbral de influencias externas.

Las personas ostentosas están rodeados de envidiosos pero más que defendernos  de ellos tenemos que evitar la ostentación y la vanidad.  No olvidemos que la  posibilidad de ser víctima de un robo es directamente proporcional al valor de  las pertenencias.

Sólo los vulnerables son invencibles en tanto que los que se defienden con  uñas y dientes pueden terminar mal parados.  La vulnerabilidad es la  invencibilidad.

Los débiles no generan sentimientos de envidia o violencia, sólo los fuertes  y desafiantes son atacados.

Observemos a los animales.  Si Uds. no quieren ser atacados por un perro no  tienen que mirarlo a los ojos, porque ellos lo interpretan como un desafío.   Como tienen tanto miedo como nosotros, su mejor defensa es el ataque.

No hay que defenderse, hay que entregarse, es lo que nos dicen las  recomendaciones de la policía.  En un asalto jamás hay que resistirse si uno  quiere salvar la vida.

La vida se puede salvar fácilmente entregando la billetera o el auto, porque  ningún ladrón en su sano juicio quiere complicarse aún más la vida.  Sin  embargo,  aunque parezca mentira, muchos se exponen para salvar su auto.

La persona envidiosa tiene básicamente un problema de identidad;  quiere ser  el otro y tener lo que él tiene; y como no puede, ni está dispuesto a hacer lo  que tiene que hacer, sufre y se entristece por el bien ajeno.

Todos los días tenemos experiencias de esta naturaleza cuando notamos que a  algunas personas que nos conocen les molesta que nos vaya bien haciéndonos notar  su desagrado.

Es lamentable que muchos prefieran escuchar nuestras frustraciones antes que  nuestros éxitos, que es una forma de consolarse de la propia decadencia, porque  siempre va a ser más fácil superar a un fracasado que a un exitoso.

La envidia es una emoción experimentada por aquel que desea intensamente algo poseído por otr@. La base de la envidia es el afán de poseer y no el deseo de privar de algo al otro, aunque si el objeto en cuestión es el único disponible la privación del otro es una consecuencia necesaria.

La envidia es una sensación desagradable que ocasiona conductas desagradables para los demás. Tradicionalmente ha sido considerada uno de los siete pecados capitales.

La envidia ha sido frecuentemente tema literario y ha inspirado mitos como el de Caín y Abel que aparece en el Génesis de la Biblia. Este mito, en realidad, ejemplifica la rivalidad y conflictos históricos entre los sistemas de vida nómadas y sedentarios de pastores y agricultores que se han desarrollado siempre a lo largo de la historia, también entre los pueblos semíticos. El escritor de la generación del 98, Miguel de Unamuno afirmaba que era el rasgo de carácter más propio de los españoles y escribió para ejemplificarlo su novela Abel Sánchez, en que el verdadero protagonista, que significativamente no da título a la obra, ansioso de hacer el bien por la humanidad, sólo recibe desprecio y falta de afecto por ello, mientras que el falso protagonista, que sí da título a la obra, recibe todo tipo de recompensas y afecto por lo que no ha hecho, ya que es el tipo de persona que cae bien a todo el mundo porque no vale para nada y puede ser despreciado en secreto y no nos hace sentir mal a causa de nuestra inferioridad.

Decía el escritor argentino Jorge Luis Borges que…»El tema de la envidia es muy español. Los españoles siempre están pensando en la envidia. Para decir que algo es bueno dicen: «Es envidiable»». Y la verdad es que no es sólo un mal español. Es un tema tan antiguo como el hombre. Decía, por ejemplo Epicteto de Frigia , un filósofo latino, hace ya muchos cientos deaños que «la envidia es el adversario de los afortunados»

Pero…¿Que es la envidia? Es, sin duda, uno de los problemas emocionales más frecuentes, la envidia suele definirse como la tristeza por el bien ajeno; un sentimiento desagradable que se produce al percibir en otro algo que se desea y que dificulta el desarrollo del que lo sufre y sus relaciones con los demás.

Se mezclan emociones de naturaleza contradictoria, como por ejemplo, el deseo de tener lo que otro tiene, la admiración por lo que otro ha conseguido, el dolor por no tenerlo, la indignación por considerar injusta la diferencia que se observa o la incertidumbre por no entender a qué se deben las diferencias que producen la envidia.

La envidia se produce como consecuencia de dos tendencias que llevan al individuo a desear lo que no tiene y a compararse con los demás.

La naturaleza destructiva de la envidia, que permite diferenciarla de la envidia sana, se refleja en que la primera origina malestar emocional; sentimiento que en lugar de ayudarle a conseguir lo que envidia, se lo dificulta.

El envidioso es incapaz de ponerse en el lugar del envidiado, para poder comprender su situación, o de sentir empatía hacia él. ¿Qué significa sentir empatía hacia alguien? Significa sentir lo que siente el otro. Y es la base de la comprensión y de la solidaridad.

La envidia origina una serie de reacciones negativas que pueden hacer que el envidioso se aísle de los demás o tenga serias dificultades para relacionarse adecuadamente con ellos.

La envidia se produce casi siempre hacia personas muy cercanas (familiares, amigos, vecinos y frecuentemente entre compañeros de trabajo y/o profesión).

Entre los valores más envidiados suelen encontrarse el prestigio, el reconocimiento, el estatus ocupacional, el dinero, el poder o los símbolos y las posesiones materiales.

Para que en lugar de producirse envidia surja admiración, es necesario que las cualidades que se observan en el otro no representen una amenaza para la propia valoración.

En los ambientes en los que existe una fuerte tendencia a evaluar el rendimiento de forma individualista y competitiva hay más riesgo de suscitar envidia.

Cuando estamos enfermos envidiamos a los que rebosan salud, cuando nuestra pareja hace aguas nos fijamos en las que funcionan como el primer día y cuando padecemos problemas económicos envidiamos los que nadan en la abundancia. Y cuando envejecemos a los jóvenes y cuando estamos tristes a los que llevan la sonrisa…todas estas reacciones son fruto de la envidia.

 Tenenos tendencia a valorar en los demás aquello que a nosotros nos falta, pero casi nunca nos ponemos a pensar en todo lo que tenemos.

 Ser realistas y confeccionar mentalmente un cuadro-diagnóstico certero de nuestra situación puede ayudarnos a no convertirnos en víctimas del catatrofismo o de la euforia. El bienestar emocional consiste en el equilibrio al que conduce conocer y asumir con serenidad y buen humor lo que somos (y tenemos) y lo que aspiramos a ser (y tener). La envidia más perniciosa es la que sentimos del hermano, del amigo, del compañero de estudios o de trabajo, y del vecino de al lado. Y ello porque sabemos que quien tenemos cerca no es forzosamente más listo ni mejor profesional que nosotros, simplemente ha aprovechado mejor sus oportunidades. No se trata de ser conformistas y abandonar cualquier planteamiento ambicioso -un grado de ambición siempre es aconsejable para superarse a si mismo-, sino de ser consecuentes y elaborar una valoración global sobre lo que somos y lo que aspiramos a ser. Y todo ello no se debe hacer sobre la base de comparaciones con los/as demás, sino partiendo de nuestras propias percepciones, sentimientos y perspectivas de futuro.

Lo peor de la envidia es que se acompaña de una frustrante impresión de que la vida pasa sin vivirla, inmersa en la monotonía o en un devenir insatisfactorio carente de retos atractivos. Vemos a otras personas felices y ello acentúa la negativa percepción de nuestra vida y de nosotros mismos. Esa es la base de la envidia en las personas que no se sienten así. Es frecuente que esta disposición de ánimo nos conduzca a evitar los contactos sociales, nos acerque al fracaso y produzca esa inseguridad tan característica de la persona envisiosa que disfrazamos de apatía, conformismo y negatividad.La inteligencia emocional es en este caso imprescindible para acertar en el diagnóstico de nuestra situación en la vida y para dar con el paquete de medidas que nos ayude a superar el estadio de la envidia y a articular las estrategias que nos acerquen a las metas previstas. Mirar al exterior y compararnos con quienes admiramos o envidiamos puede ser un buen estímulo («¿por qué yo no puedo hacerlo?») siempre que lo hagamos positivamente (no con un espíritu de simple emulación y constructivo) extrayendo del éxito ajeno conclusiones adaptables a nuestra manera de ser, nuestras capacidades y nuestras circunstancias personales.

El discurso del envidioso es repetitivo, monocorde y compulsivo respecto de lo que envidia y de con quién compite.Pendiente de lo que tienen los demás, evita reconocer lo que tiene y nada o poco hace para sacarle partido. Su vida no gira sobre su realidad, sino sobre lo que desea conseguir y , en definitiva, sobre lo que echa en falta. La insatisfacción, la frustración y la rabia, le dominan y hacen que su vida le resulte poco grata.

Fuente: http://psicologia.laguia2000.com/general/la-envidia – http://www.ayuda-psicologia.org/2007/04/la-envidia-un-sentimiento-muy-comn.html

desQbre – ¿Qué tres emociones básicas universales transmite la música?

Independientemente de si se trata de una danza tribal africana o de un sentido solo de jazz tocado por un saxofonista, el lenguaje de la música transmite una serie de emociones comunes básicas que cualquier persona reconoce, incluso si es la primera vez que escucha determinado tipo de música, según demostraba hace poco un estudio encabezado por Thomas Fritz, del Instituto Max Planck (Alemania).

Concretamente, los investigadores trabajaron con miembros de la etnia mafá, de Camerún, a los que hicieron escuchar canciones occidentales de estilos totalmente desconocidos para ellos. Así fue como identificaron tres emociones comunes que la música consigue transmitir a cualquier individuo: felicidad, tristeza y miedo. “Hemos demostrado que el lenguaje de la música es universal, como lo es el reconocimiento de las expresiones faciales humanas”, concluían Fritz y sus colegas en la revista Current Biology.

Fuente: «Muy Interesante» (Elena Sanz) – http://www.muyinteresante.es/ique-tres-emociones-basicas-universales-transmite-la-musica

¿Qué es la alegría?

¿Qué es la Alegría?. La alegría es definida como un estado mental caracterizado por sentimientos de amor , placer y satisfacción.

Existen otras maneras de definir la alegría:

  • Helen Keller define la alegría como una emoción que se logra a través de la fidelidad hacia un propósito valioso.
  • La verdadera alegria de acuerdo a Og Mandido reside dentro de uno mismo. No pierda el tiempo buscando la alegria fuera de usted mismo. Recuerde que no existe alegria en el tener o en el obtener algo, sinó en el dar. Comparta, sonría, abraze a los demás.
  • La alegria es el significado y el propósito de la vida, el sentido de la existencia humana. Definición de Aristóteles.
  • Si usted tiene una buena vida, usted será feliz. Si usted tiene una mala vida se volverá un filósofo. Definición de Sócrates.

La alegria es importante porque nos puede ayudar a lograr nuestras metas. La alegria también puede cambiar la vida de los demás simplemente si somos nosotros mismos.

La alegria puede hacernos más creativos, energéticos, exitosos, etc. Es no sólo importante para nosotros mismos sinó que también para los que nos rodean.

Fuente: Carla Valencia – http://www.las-emociones.com/alegria.html

desQbre – ¿Disfrutamos más de las cosas cuando están a punto de acabarse?

ultimo-trozoTanto si una experiencia es positiva como si es negativa, cuando está a punto de acabarse nos produce una sensación “extra” de placer. Es lo que asegura el investigador Ed O’Brien, del Departamento de Psicología de la Universidad de Michigan (EE UU), en el último número de la revista Psychological Science. Para demostrarlo realizó un experimento con medio centenar de sujetos a los que pidió que cataran diferentes tipos de chocolates (negro, con leche, con crema, con caramelo y con almendras), sin informarles de cuantos trozos de cada uno tomarían. Pero si les avisaron de cuándo sería el último. Todos los participantes disfrutaron más de ese trozo final, independientemente de cuál fuera su sabor.

O’Brien asegura que esta tendencia puede tener implicaciones en la vida cotidiana. Por ejemplo, el último libro de una trilogía y el último ponente en una conferencia serán recibidos de manera más positiva. Y el último candidato en una entrevista de trabajo parecerá más cualificado que el resto

Fuente: «Muy Interesante» (Elena Sanz) – http://www.muyinteresante.es/idisfrutamos-mas-de-las-cosas-cuando-estan-a-punto-de-acabarse

 
 

desQbre – ¿Cuántas veces al día pensamos en sexo?

¿Es cierto que los hombres piensan en sexo más veces al día que las mujeres? Según se desprende de un estudio de la Universidad Estatal de Ohio (EE UU) dirigido por Terri Fisher, sí, aunque no tanto como solemos pensar. Concretamente, en una investigación con 300 sujetos de ambos sexos, Fisher ha calculado que la mayoría de los hombres tienen 19 pensamientos sexuales al día, aunque algunos llegan a alcanzar la friolera cantidad 388. Por término medio, una mujer piensa en sexo 10 veces al día, y la que más pensamientos registra suma 140 veces en 14 horas. Los detalles de la investigación se publicarán en el próximo número de la revista The Journal of Sex Research.

En elestudio, Fischer también ha demostrado que los hombres también piensan más en otras necesidades básicas, como la comida y el sueño, que las mujeres.

Fuente: «Muy Interesante» (Elena Sanz) – http://www.muyinteresante.es/icuantas-veces-al-dia-pensamos-en-sexo

 
 

desQbre – Localizan el lugar exacto en el que se origina el amor

  • Está en la misma zona cerebral de la adicción a las drogas.
  • Tiene vínculo con el área donde se origina el deseo sexual, aunque son partes bien diferenciadas.
  • La zona que se activa con el amor es mucho más compleja que la que se activa con otras cosas que producen placer, como la comida.

Investigadores de las universidades de Concordia (Canadá), Sycaruse y Virginia Occidental (Estados Unidos) y el Hospital Universitario de Ginebra en Suiza han descubierto el sitio exacto del cerebro en el que se originan los sentimientos que se experimentan cuando alguien está enamorado. En concreto, han descubierto que el amor está en la misma zona cerebral de la adicción a las drogas y, asimismo está vinculado al lugar donde se origina el deseo sexual, si bien matizan que ambas zonas están separadas.

A diferencia de otras emociones como la ira, el amor es más complejo y abstractoEstudios del cerebro previos ya habían demostrado que las emociones humanas se originan en el llamado sistema límbico, un conjunto de estructuras importantes que incluyen el hipocampo y la amígdala, entre otras. En esta región se controlan las emociones, la conducta, la atención, el estado de ánimo, la memoria, el placer o la adicción.

Hasta ahora, sin embargo, había sido muy difícil ubicar el lugar exacto del amor, porque tal como señalan los expertos, a diferencia de otras emociones «concretas» como la ira o el placer, es mucho más complejo y abstracto y parece involucrar muchas áreas del cerebro.

Para este trabajo se revisaron 20 estudios que habían analizado la actividad cerebral del amor y el deseo sexual, cuyos participantes se sometieron a escáneres de FMRI (imágenes de resonancia magnética funcional) para observar la actividad de su cerebro mientras estaban comprometidos en tareas relacionadas a imágenes eróticas o a observar la fotografía de la persona de quien estaban enamorados.

Los resultados de los estudios revelaron que dos estructuras del cerebro en particular, la ínsula y el núcleo estriado, eran las responsables tanto del deseo sexual como del amor. La ínsula es una porción de la corteza cerebral que está plegada en una zona entre el lóbulo temporal y lóbulo frontal, mientras que el núcleo estriado está localizado cerca, en el cerebro anterior.

Áreas diferentes en la misma zona

El amor es menos dependiente de la presencia física de otra personaLos científicos observaron que tanto el amor como el deseo sexual activan diferentes áreas del núcleo estriado, que a su vez se activa también con otras cosas que producen placer, como la comida. No obstante, el área del núcleo estriado que se activa con el amor es mucho más compleja y, aunque también se activa con el placer o deseo sexual, solo funciona cuando hay algo con «un valor inherente» para activarla, han explicado los científicos.

«Nadie había colocado estos dos sentimientos juntos para ver cuáles eran los patrones de activación», explicó el profesor Jim Pfaus, director del estudio, a la BBC.

Pfaus reconoció que, aunque pensaban que ambos estarían «completamente separados», los estudios han concluido que mientras el placer es más específico «el amor es más abstracto y complejo y, por lo tanto, menos dependiente de la presencia física de otra persona».

Fuente: «20 Minutos» (EUROPA PRESS) – http://www.20minutos.es/noticia/1516854/0/lugar-exacto/origen/amor/#

 

 
 

desQbre – Un videojuego para tratar la depresión

Cada año entre el 1% y el 6% de los adolescentes del mundo padecen depresión, pero la mayoría de ellos no tiene un diagnóstico y, consecuentemente, no recibe tratamiento. Sin embargo, una terapia informatizada, un videojuego, puede ser una buena elección para este colectivo tan familiarizado con los ordenadores. Esta es la conclusión a la que ha llegado un equipo de científicos de Nueva Zelanda tras realizar una investigación, y cuyos resultados se publican en el último ‘British Medical Journal’.

Sally Merry, de la Universidad de Auckland, declara a ELMUNDO.es: «Tenemos algo que poder ofrecer a los jóvenes con depresión. Un tipo de intervención con la que disfrutan y además es eficaz».

El trabajo ha sido llevado a cabo con 187 adolescentes de entre 12 y 18 años que acudieron a 24 centros de atención primaria de Nueva Zelanda por síntomas depresivos. Todos se sometieron a pruebas psicológicas para evaluar su gravedad y, posteriormente, fueron divididos en dos grupos. La mitad de ellos (94) se asignó al grupo de terapia con el videojuego, mientras que el resto (93) siguió los tratamientos tradicionales, en consulta.

Elegir un avatar

El ‘SPARX’ es un programa informático de autoayuda para personas jóvenes con síntomas de depresión que utiliza un entorno de fantasía, juegos en 3D y una banda sonora hecha a medida. El programa enseña técnicas para controlar los síntomas de la depresión, en un formato de aprendizaje autodirigido.

Al mismo tiempo, los jóvenes aprenden las técnicas de la terapia cognitivo-conductual para tratar los síntomas (por ejemplo, hacer frente a los pensamientos negativos, resolución de problemas, planificación de la actividad y la relajación). El programa se puede utilizar con un mínimo de supervisión y en él los usuarios pueden personalizar su avatar y el viaje a las siete provincias, cada una con un conjunto único de desafíos y puzles, detallan los investigadores.

«El tiempo necesario para hacer el SPARX es de 30 a 40 minutos por módulo, con un tiempo total de duración de la terapia de cuatro a siete semanas. Lo más positivo del programa es que está directamente a disposición de los jóvenes para que ellos trabajen su problema», destaca la investigadora principal.

Los resultados

Una vez finalizado el juego, todos los jóvenes fueron evaluados a través de varios tests psicológicos. Los datos revelan que el «SPARX fue tan eficaz o más que la atención habitual a la hora de reducir los síntomas de depresión y ansiedad en por lo menos un tercio», detallan los investigadores.

Además, un 44% del grupo que siguió el videojuego se recuperó completamente en comparación con 26% de los que siguieron la terapia habitual. Además, es importante que el 95% de los usuarios del SPARX se mostró satisfecho con esta fórmula y hasta un 81% reconoció que se lo recomendaría a algún amigo. «No obstante, la satisfacción fue igual de elevada en el grupo que siguió el tratamiento convencional», determinan los investigadores.

La terapia cognitivo conductual informatizada SPARX es un «recurso eficaz para los adolescentes con depresión que buscan ayuda en atención primaria. El uso del programa resultó en una reducción clínicamente significativa en la depresión, la ansiedad y la desesperanza y una mejora en la calidad de la vida. Los resultados son mejores si se considera que SPARX es totalmente un recurso de autoayuda. El único contacto con el médico fue al inicio (cuando se acude al centro de salud) y, posteriormente, a través del teléfono pasado un mes del tratamiento», concluye el ensayo.

Además, los efectos del tratamiento persistieron durante tres meses después del programa, que fue más eficaz para «aquéllos que en un principio estaban más deprimidos. La intervención es al menos tan buena como el tratamiento habitual para atención primaria, pero sería más barata y más fácil difundir», agregan los investigadores.

Fuentes: «El Mundo» (Patricia Matey) – http://www.elmundo.es/elmundosalud/2012/04/19/neurociencia/1334857831.html

 
 

Las diez lecciones que deberíamos aprender de los animales de compañía

Las mascotas han dejado de ser un simple animal de compañía para convertirse en un miembro más de la familia. Se dice de los perros que son el mejor amigo del hombre, pero no siempre se saca el máximo provecho a su fidelidad ni se aprecian ciertas enseñanzas que podrían ser beneficiosas para la vida de las personas. Lo mismo ocurre con el resto de mascotas que se tienen en casa, ya sea un gato, un hámster o un loro. Además, pueden influir positivamente en el estado de ánimo de las personas, alejar las preocupaciones y contribuir a incrementar el bienestar general. Las mascotas tienen una marcada capacidad para empatizar con sus dueños, sobre todo cuando llevan bastante tiempo conviviendo con ellos. Especialmente, los perros y los gatos son expertos en captar las emociones y rápidamente perciben cuando uno está triste o enfermo. Por eso, se puede aprender de las mascotas, conociendo su manera de actuar y su forma de reaccionar ante los estímulos externos, para enriquecer la vida de las personas.

La primera lección que se puede sacar de un animal de compañía es que su aprecio y amor es siempre incondicional. Querer a alguien sin esperar nada a cambio no es más que el amor verdadero, es decir, amar a las personas por lo que son y no por el rédito que se pueda obtener de una determinada relación.

La lealtad es otra de las máximas de las mascotas. Pase lo que pase siempre estarán ahí, pues es más fácil perder la lealtad de los familiares o amigos que la de un animal de compañía. Este rasgo de los animales de compañía marca una clara distancia con la crisis de valores que vive la sociedad contemporánea. Saber pedir ayuda cuando realmente se necesita, sin creer que se trata de una debilidad. El ego impide muchas veces a las personas buscar ayuda en los demás porque se asocia a una falta de capacidad resolutiva. Sin embargo, es necesario tener el suficiente coraje para admitir la necesidad de ayuda cuando sea necesaria, sin miedo a abrirnos a los demás. El rencor es una característica propia de los humanos. Los animales de compañía pueden expresar su ira o enfado cuando se les está reprendiendo para disciplinarlos, sin embargo, consiguen olvidarlo enseguida, casi inmediatamente después de que se les deje de regañar. Saber pedir perdón y, más aún, saber perdonar a los demás, es otra de las lecciones importantes que se pueden aprender de las mascotas. Los animales utilizan una serie de signos para expresar sus emociones. Los perros mueven la cola cuando algo les hace felices y los gatos muestran su aprecio cuando ronronean o se frotan con su dueño. No tener miedo a mostrar los sentimientos y, sobre todo, a ser agradecido, es una cualidad no siempre presente en los humanos. Con la práctica resultará menos embarazoso agradecer un gesto con un beso o un abrazo. Los beneficios emocionales de saber corresponder cuando es preciso superan con creces todos los esfuerzos que puedan suponer en un principio.

Ciertas actitudes de las mascotas son claves para alcanzar la felicidad

Saber disfrutar de la soledad y alejar el miedo a pasar tiempo a solas es imprescindible para alcanzar la felicidad, pues en un momento u otro estas situaciones son inevitables. Mucha gente odia estar sola, pero se debe buscar un equilibrio para minimizar nuestra percepción negativa de estos momentos. Es más, apreciar el tiempo que se pasa solo puede ser muy beneficioso a largo plazo y servirá para incrementar el conocimiento personal. Para saber cuidarse a uno mismo, primero hay que saber cuidar a los demás. Los animales suelen adoptar esta actitud a rajatabla con sus retoños, asegurándose de cubrir sus necesidades antes que las propias. Una máxima imprescindible entre las personas que vayan a formar una familia. No tener miedo a equivocarse es una buena enseñanza de las mascotas, pues la clave del desarrollo humano y personal se basa precisamente en el ensayo y el error. Para perfeccionar el talento o resolver ciertos problemas es necesario intentar ciertas acciones que no siempre salen bien a la primera. Lo importante es aprender de esos errores y no volver a cometerlos, pues como afirma el dicho popular: “El ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”. Conseguir apreciarnos a nosotros mismos, siendo conscientes de nuestras limitaciones y capacidades, es el primer paso para acercarnos a la felicidad. Los animales se reconocen como lo que son y sus pretensiones no impiden que se sientan realizados. Fingir lo que no se es tampoco contribuirá al bienestar, pues engañarse a uno mismo suele tener consecuencias negativas a medio y largo plazo. El primer paso para ser feliz es quererse a uno mismo tal y como se es.

Cometer errores no es malo si se aprende de ellos

La austeridad y saber acoplarse a una vida sobria es una característica común a los animales. Vivir de forma sencilla y sólo con lo que realmente se necesita puede ser un objetivo casi impensable en la sociedad de consumo, donde parece que la felicidad no reside en tener cubiertas las necesidades personales, sino en tener más y más que el vecino. De todos es sabido que no es más feliz el que más tiene porque esta ambición siempre será insaciable y nunca se tendrá lo suficiente. Diferenciar lo que se necesita de lo que se quiere es fundamental para sentirse a gusto con uno mismo y con la vida que se tiene. Ponerse metas y perseguir los sueños es especialmente beneficioso, pero deben considerarse como lo que son para minimizar las consecuencias psicológicas del fracaso.

Fuente: «El Confidencial» (Iván Gil)

¿QUÉ ES SER FELIZ Y CÓMO PUEDO LOGRARLO? – ENTREVISTA A ENRIQUE G. FERNÁNDEZ-ABASCAL

 

Durante mucho tiempo, las emociones positivas, tales como la alegría, el amor, la felicidad, etc., han suscitado poco interés científico. Sin embargo, en los últimos años, se han recuperado del olvido, especialmente a partir de 1998 cuando M. Seligman inició su presidencia en la Asociación Americana de Psicología (APA). Efectivamente, a lo largo de esta última década, son muchos los investigadores que han iniciado el estudio científico de las emociones positivas o la llamada Psicología Positiva.

Probablemente, uno de los grandes retos a los que se enfrentan las personas en la sociedad actual es aprender a ser felices y a mantener la experiencia de emociones positivas. En España, existen múltiples grupos de investigación que han tratado de dar respuesta a éstas y otras preguntas con una exquisita rigurosidad científica. Enrique G. García-Abascal ha contado con los investigadores de mayor prestigio en el área y ha coordinado la publicación de todos estos avances en un nuevo libro, Emociones Positivas, que de una forma amena y entretenida, pero sin perder la rigurosidad científica, trata de explicar qué son las emociones positivas, cuáles son y para qué sirven, pero también analiza los procesos cognitivos que se asocian a ellas, su relación con la salud, y su importante labor en relación a los momentos adversos de la vida, el estrés, o los sucesos traumáticos.

Enrique G. Fernández-Abascal, catedrático de Psicología de la Emoción y la Motivación en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

ENTREVISTA:

Durante mucho tiempo, la Psicología ha estado anclada sobre todo en las emociones negativas. Sin embargo, desde hace unos años, las emociones positivas se han recuperado del olvido. En su calidad de experto en el área, ¿podría explicarnos por qué la Psicología Positiva o de las Emociones Positivas surge ahora y además con tanta fuerza, tanto en el campo más básico como en el aplicado?

La ratio entre las publicaciones que recoge el PsycINFO, desde 1887 hasta la actualidad, constatan que un 95% de ellas se han dedicado al afecto negativo y un escaso 5% al positivo. Las razones de este desequilibrio son varias, en primer lugar la mayor presión e interés por entender y paliar el sufrimiento humano asociado con el afecto negativo, y que sólo cuando se ha dispuesto de un bagaje consolidado de técnicas terapéuticas el interés se ha tornado por la prevención y las formas de disfrute asociadas al afecto positivo. Por otra parte, se encuentran las dificultades de medida de las emociones positivas, ya que todas ellas comparten muchos elementos comunes tanto en la comunicación no verbal, como en los autoinformes o en el afrontamiento, lo que ha dificultado su medida y discriminación, frente a las emociones negativas como el miedo, la ira o la tristeza que presentan elementos de medida mucho más fáciles de objetivar y diferenciar, lo que ha facilitado y primado su estudio, todo lo cual a su vez las convirtió en el prototipo del estudio de la emoción en el laboratorio, lo que limitó severamente la posibilidad de estudiar con esos procedimientos las emociones positivas. Por último, otra parte del interés por el afecto positivo proviene de las también recientes aportaciones proporcionadas por el estudio de la inteligencia emocional y especialmente el papel regulador que las emociones positivas ejercen sobre las negativas, lo que ha puesto de manifiesto las importantes funciones adaptativas que tienen las emociones positivas y que hasta ahora habían sido ignoradas.

En su opinión, ¿cuáles son las emociones positivas fundamentales?

Durante los primeros meses de vida la alegría, que surge cuando conseguimos alguna meta u objetivo deseado o cuando experimentamos una atenuación en un estado de malestar, es prácticamente la única emoción positiva con la que contamos, pero en la medida que el bebé comienza a desarrollar capacidades manipulativas y de interacción con el medio se desarrollan las dos familias de emociones positivas fundamentales en nuestra vida, las que tienen que ver con la presencia de otras personas, como el amor, y las que tienen que ver con la realización de actividades, como el disfrute o el fluir.

En relación a los últimos hallazgos científicos, ¿cuáles serían las diferencias más relevantes entre las emociones positivas y las negativas?

Las emociones positivas frente a las negativas presentan importantes diferencias, que en algunos aspectos parecen jugar papeles antagonistas, aunque no lo sean. Así, las emociones positivas tienen importantes efectos sociales que hacen que mejoren nuestras relaciones humanas, influyendo tanto en el establecimiento de relaciones interpersonales como en las expectativas que tenemos frente a las mismas; hoy sabemos que cuando predomina el afecto positivo actuamos de forma más prosocial, que se ve incrementada la probabilidad de ayudar a otras personas, que expresamos mayor agrado por los demás, que somos más generosos con los otros y con nosotros mismos, que actuamos de manera más cooperativa o que somos menos agresivos. Por otra parte, las emociones positivas también tienen efectos sobre nuestro rendimiento cognitivo mejorándolo, por ejemplo sabemos que nos permiten actuar de forma más creativa, que tomemos decisiones de manera más eficiente, que incrementemos nuestra motivación intrínseca o que nos hace ser más persistentes ante señales de fracaso. O, por último, otros importantes hallazgos tienen que ver con su influencia sobre la salud y los importantes beneficios que la aportan, así las emociones positivas nos hacen más resistentes al estrés, es decir, crean tendencia a percibir los potenciales eventos traumáticos en términos menos amenazadores, y sabemos que desde el procesamiento de los acontecimientos hasta la activación fisiológica en respuesta a los mismos es modulada por el afecto positivo reduciendo su posibles efectos patógenos.

De forma análoga al dilema «lloro porque estoy triste o estoy triste porque lloro», ¿»sonrío porque estoy contento o estoy contento porque sonrío»? ¿Cuál es la evidencia empírica en relación a dicho dilema?

Se produce el «sonrío porque estoy contento» ya que sin duda la sonrisa es la manifestación distintiva de las emociones positivas, aunque no toda sonrisa es genuina y responde a una emoción positiva, incluso existen sonrisas falsas que intentan esconder una emoción negativa. Y también se produce el que «estoy contento porque sonrío», ya que se encuentra avalado tanto el hecho de que manifestar una sonrisa incrementa la intensidad emocional, como que el simplemente hecho de tensar el risorio, como mera mueca, produce afecto positivo y es de hecho un método utilizado en el laboratorio con ese fin.

¿Qué es el «optimismo inteligente»? ¿Qué papel juegan los procesos y los componentes cognitivos en el optimismo o en las emociones positivas?

El optimismo inteligente o realista se refiere a un uso eficiente de nuestros recursos emocionales y a la ponderación de los elementos positivos que todas las circunstancias de la vida tienen. Ser optimista es una tendencia a esperar que el futuro nos deparará resultados favorables, y esto es fruto de nuestras experiencias anteriores y de las expectativas que tenemos sobre el futuro, y ambas condicionan directamente nuestro sistema de análisis emocional. Pasado nuestro primer año de vida, el mundo deja de ser un blanco y negro emocional, es decir, para un adulto las cosas no son totalmente positivas o negativas emocionalmente hablando, sino que todas las circunstancias tienen aspectos tanto positivos como negativos. Quien sólo ve los elementos negativos, o los positivos (como el optimista ingenuo), se pierde una parte de la realidad y tendrá dificultades para adaptarse a ella. En estas circunstancias, el pensamiento optimista se caracteriza por recordar los acontecimientos felices del pasado, minimizar el peso de los negativos, al mismo tiempo que selecciona la información actual de la manera más beneficiosa para su propia autoestima. Para ello sesga la memoria emocional, hace atribuciones autocomplacientes (sesgo autocomplaciente) y crea una ilusión de control. Es decir, el optimismo actúa sobre los principales mecanismos de valoración emocional, que se basa en los sesgos en el procesamiento de los acontecimientos.

Actualmente, los problemas que se presentan no suelen amenazar la supervivencia, y, sin embargo, la reacción emocional es la misma que antaño, lo cual facilita la aparición de trastornos de ansiedad, estrés, etc. ¿Qué potencial podría tener para los tratamientos psicológicos incluir un componente para el entrenamiento sistemático de las emociones positivas?

No es del todo correcto pensar que no vivamos rodeados de peligros, aunque estos sean evolutivamente muy diferentes de los que padecían los primeros humanos. Un conductor que pierde el control de su coche y nos enviste, el aire que derriba una cornisa cuando paseamos por la calle o un escape de gas en nuestra propia casa, son amenazas presentes a las que nuestro sistema emocional puede y tiene que dar respuesta, y del que dependemos para sobrevivir. Incluso no se puede pensar que ya no vivamos rodeados de depredadores, ya que lo hacemos del mayor depredador de toda la evolución, el ser humano. Desde un atraco hasta un atentado terrorista o una guerra, nuestra vida depende muchas veces de nuestra capacidad de reacción emocional.

Además, emociones negativas no son sinónimo de malas, si manipuláramos genéticamente al ser humano y le suprimiéramos las emociones negativas, simplemente no sobreviviríamos ni como personas ni como especie. Muchas de las cosas «positivas» que hacemos están motivadas por emociones negativas, así cuando estamos enfermos vamos al médico por miedo al sufrimiento y a la muerte.

El problema de los trastornos de ansiedad y estrés tiene más que ver con un incorrecto procesamiento y regulación emocional, en este caso, al contrario de lo que hemos comentado en el optimismo, se crean sesgos emocionales que focalizan nuestra atención en las amenazas, sesgan nuestra memoria haciéndonos recordar sólo aspectos catastróficos y sesgan negativamente la interpretación que hacemos de los acontecimientos. Ante este cuadro sin duda las emociones positivas presentan el mejor antídoto, ya que entre sus características están las de proporcionar una atención más global, un acceso a la memoria antagónico y proporcionar una interpretación de las consustancias más realista. Pero esto no siempre es posible ya que, por ejemplo, la depresión está asociada a una anhedonia lo que limita severamente su uso como medida terapéutica, y en los trastornos de ansiedad la persona debería contar previamente con un robusto repertorio de emociones positivas, ya que en los momentos de crisis es muy difícil su creación. Cuando nos encontramos en una situación de emergencia emocional, es difícil desarrollar nuevas emociones de signo hedónico contrario al que estamos involucrados, sólo en los momentos en los que no tenemos ninguna demanda emocional es cuando estamos en condiciones óptimas para el desarrollo de éstas. Así pues, un entrenamiento sistemático en emociones positivas tiene su ubicación más en la prevención que en el tratamiento. Pero si ya existe un repertorio previo de emociones positivas, su empleo tiene efectos reguladores realmente importantes. Si alguna vez has tenido un dolor de muelas, puedes haber observado que éste es mucho menor cuando estamos rodeados de un grupo de amigos y nos divertimos, que cuando estamos solos contemplando nuestro propio dolor.

Parece que existen datos empíricos que evidencian que el humor mejora la salud, que el optimismo ayuda a superar el estrés, o, en general, que las emociones positivas son un factor de protección para la salud psicológica y física. Sin embargo, ¿cuál es la situación actual respecto a la validación empírica de tratamientos psicológicos para desarrollar las emociones positivas?

Creo que parte de esta pregunta ya te la he contestado en la anterior. Considerando que la salud es algo más que la ausencia de enfermedad, es obvio que las emociones positivas juegan un importante papel en la misma. Los resultados de los estudios de mortalidad evidencian una asociación entre afecto positivo y supervivencia. Así mismo, el afecto positivo es de especial importancia en el bienestar de las personas sanas por encima de los 55 años. Y en los estudios de morbilidad se ha encontrado, casi unánimemente, que el afecto positivo está asociado con menos riesgo de enfermedad y de lesiones, y generalmente con mejor salud; ambos tipos de estudios, los de corte transversal y prospectivos, que relacionan afecto positivo y enfermedad apoyan unánimemente esta asociación. Por contra, en cuanto a la supervivencia, son escasos los estudios existentes, y aunque parecen apuntar en esa dirección, aún hay poca consistencia en sus resultados. Respecto a la validación empírica de tratamientos específicos desarrollados con esta finalidad, los estudios son escasos, solo abordan objetivos parciales y la dificultad implícita de los estudios prospectivos, hacen que esta sea la nueva frontera de este campo de estudio.

Vivir el presente, disfrutar de las pequeñas cosas, cuidar las relaciones sociales, etc., son las recetas para ser feliz. No obstante, ¿es posible aprender a disfrutar de la vida? ¿Cómo habría de aplicarlo un psicólogo a un paciente de su consulta?

No sólo es posible aprender a disfrutar de la vida, sino que es necesario hacerlo. Ya que frente a las emociones negativas con las que nacemos más elaboradas, las positivas es necesario aprenderlas y practicarlas. Somos el organismo más capacitado para disfrutar de la vida, y por ello las emociones positivas son procesos más abiertos y versátiles, lo cual abre un abanico casi ilimitado de las actividades con las que podemos disfrutar. Se trata de emociones más personales que las negativas, no solo por las diferentes condiciones desencadenantes, sino por la propia variedad de los procesos que implican en cada persona. Un ejemplo claro puede ser el humor, no a todo el mundo le gusta lo mismo, según maduramos van cambiando las cosas que nos hacen reír y no todas las personas tienen la madurez suficiente para entenderlo. El procedimiento más elaborado para su aplicación clínica es el desarrollado por Peterson y Seligman, que cuenta con instrumentos como el «VIA de fortalezas personales» para determinar cuales son las capacidades que pueden ser objeto de entrenamiento, ya que no todos disfrutamos con lo mismo ni estamos capacitados para disfrutar con cualquier actividad, y una vez realizado el diagnóstico sobre las 24 fortalezas nos da las pautas de cómo trabajar sobre ellas para su desarrollo.

En cierto sentido, la Psicología Positiva o de las Emociones Positivas, es un área relativamente joven. ¿Qué retos se plantean los especialistas en este campo para el futuro?

Sin duda aún queda mucho por hacer, personalmente hay un tema que me interesa especialmente y que pienso es un condicionante para el futuro desarrollo de este campo. Me refiero a la intensidad de las emociones positivas, la mayoría de las investigaciones están realizadas con emociones de baja intensidad y por generalización se han asignado los beneficios del afecto positivo al pequeño disfrute cotidiano, y en ese sentido se han desarrollado los propios procedimientos de actuación; pero tenemos antecedentes en la literatura psicológica de que una sola emoción de alta intensidad no sólo puede tener los mismos efectos, sino una mayor duración temporal, como las experiencias pico que postuló Maslow o los propios efectos que aparecen en el fenómeno de crecimiento postraumático. Esto podría suponer un cambio radical en los procedimientos de actuación y en los campos de aplicación.

Fuente: http:/www.infocop.es/view_article.asp?id=2234&cat=5