Trabajo en equipo: una forma de crecimiento personal

¿Has tenido que trabajar en equipo alguna vez? ¿La organización en la que trabajas fomenta el trabajo en equipo? ¿Has pensado en todo lo que te aporta? ¿Y en el esfuerzo que supone? ¿Alguna vez lo has visto como una forma de crecimiento personal?

Pues lo es, y si sigues leyendo lo entenderás.

Trabajo en equipo y habilidades emocionales

Participar de forma constructiva en un equipo de trabajo requiere de unas habilidades emocionales que no se enseñan en las escuelas.

Mantener una actitud de servicio hacia los demás miembros del equipo y anteponer el éxito común a los intereses personales de cada uno son algunas de las capacidades que se adquieren cuando formamos parte de un equipo de trabajo.

El trabajo en equipo implica un grupo de personas que trabajan juntas para conseguir un objetivo común. Cada uno tiene una función distinta y aporta lo mejor de sí mismo para obtener el mejor resultado.

Y, como un equipo de fútbol necesita un entrenador o una orquesta necesita un director, cualquier equipo necesita un jefe.

La figura del jefe es determinante para el buen funcionamiento del equipo. Por ello, más que un jefe, la persona que se encarga de dirigir debería ser un líder, alguien que sirva de ejemplo para los demás por su buen hacer, su carisma y su forma de relacionarse con todos los miembros del equipo.

Una persona justa, respetuosa y exigente pero que mantenga la parte humana que nos da una buenainteligencia emocional. Él es el encargado de motivar, de velar por los intereses de todos y, sobre todo, de mantener el espíritu de equipo.

Diferencia entre equipo de trabajo y grupo de trabajo

Debemos aclarar la diferencia entre equipo de trabajo y grupo de trabajo, pues todos los equipos son grupos pero no todos los grupos son equipos.

Un grupo de trabajo lo forman un número determinado de personas que trabajan en una misma organización.

Generalmente realizan trabajos similares o adoptan roles parecidos, suelen estar próximas entre ellas, comparten un mismo jefe y cada uno tiene su propio objetivo, realiza su propio trabajo y responde individualmente del mismo.

Por ejemplo, el grupo de cajeras de un supermercado.

En un grupo de trabajo, los miembros suelen tener una formación similar y una manera particular de trabajar, mientras que un equipo suele estar formado por diferentes profesionales que necesitan trabajar de forma coordinada, por lo que es necesario determinar una manera común de hacer las cosas.

Las 5 «C» del trabajo en equipo

Ha llegado el momento de explicar las bases que sustentan un trabajo en equipo, que vienen determinadas por las 5 “C”.

1.- COMPLEMENTARIEDAD: Cada uno de los miembros del equipo es experto o domina una de las áreas de trabajo necesarias para conseguir el objetivo. Las capacidades y funciones de cada uno se complementan sin interferir unas con otras.

2.- COORDINACIÓN: Para que el proyecto u objetivo salga bien es necesario que el líder y todos los profesionales que forman el equipo trabajen de forma organizada, sabiendo en cada momento quien se encarga de cada cosa.

3.- COMUNICACIÓN: Es fundamental que exista una buena comunicación entre todos los miembros del equipo, sobre todo para poder coordinar las acciones individuales de cada uno.

4.- CONFIANZA: Cada persona confía en el buen hacer del resto de sus compañeros. Aquí no cabe el querer ser más que el otro; simplemente, cada uno aporta lo mejor de sí mismo esperando que los demás se comporten de igual manera.

5.- COMPROMISO: Comprometerse significa meterse en algo con lo que se está de acuerdo. Se hace de forma voluntaria, e implica que fallar al equipo es fallarte a ti mismo.

Trabajar en equipo, una forma estupenda de crecer

Como has podido comprobar, trabajar en equipo conlleva muchas cosas, pero también te aporta muchas otras.

Trabajando de esta manera aprendes a resolver conflictos de forma mucho más rápida y saludable y no dejas lugar al ego, pues lo que prima no son tus necesidades sino las del equipo.

Además cuentas con algo maravilloso, que es el apoyo de tus compañeros.

Cuando las cosas se nos complican o no sabemos cómo seguir, viene muy bien saber que tienes el respaldo de los miembros de tu equipo, que también estarán ahí para darte el empujoncito o incluso para dar la cara por ti.

Cuando se concluye un proyecto o se consiguen unos resultados beneficiosos llega el momento de la satisfacción por el trabajo bien hecho. Te aseguro que esa sensación se disfruta mucho más alcelebrar los éxitos en compañía.

El trabajo en equipo te permite crecer y superarte día a día, te ayuda a aprender la importancia de una buena comunicación, te saca de tu zona de confort continuamente, te enseña a confiar más en ti mismo y en los demás y te obliga a sacar todo tu potencial y a ponerlo al servicio deltalento colectivo.

Si tienes la oportunidad de trabajar en equipo o de liderar un equipo de trabajo, no pierdas de vista los beneficios que puede reportarte el hacerlo desde el prisma de un auténtico crecimiento personal.

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Autor: Mamen Garrido Ramón – Elportaldelhombre.com

El poder de lo pequeño

El éxito es el efecto acumulado de hábitos insignificantes que son los que marcan la diferencia

Los arrebatos no conducen a nada; la constancia es la que lleva a todas partes

Un avión parte de Moscú con destino a Madrid, pero sufre una avería inadvertida en su sistema de navegación que crea una mínima desviación del rumbo de menos de un grado. El avión acaba aterrizando en Mallorca. ¿Cómo se desvió tanto? Un grado es muy poco, sin embargo, ese pequeño desajuste durante cinco horas de vuelo crea una enorme diferencia en el resultado. Cuando hablamos de comportamientos humanos durante… ¡toda una vida!, las desviaciones son aún mayores. En realidad, lo que determina lo que conseguimos no son las grandes decisiones, sino las menores y los actos cotidianos. En este artículo trataremos sobre cómo las personas pueden alejarse de sus deseos y objetivos si no disponen de un plan de vuelo y un sistema de navegación perfectamente ajustados.

Dos hermanos comparten la misma familia, genética, posibilidades y educación, entorno…, y, sin embargo, con el paso de los años, sus vidas se hacen cada vez más diferentes. Básicamente hay tres factores que influyen en esa divergencia: sus elecciones, sus acciones y sus relaciones.

“El mundo entero se aparta cuando ve pasar a un hombre que sabe adónde va” – Antoine de Saint-ExupÉry

Lo cierto es que no podemos “no elegir”. No tomar una decisión es, en realidad, tomar una: demorarla. De modo que estamos decidiendo o dejando de hacerlo, cada día. Y lo que acaba ocurriendo es que la vida es el resumen de todas ellas, sean menores o mayores. Cualquier cosa que acaba entrando en nuestras vidas es la consecuencia de una cadena de actos y caminos que elegimos o no.

Las decisiones mayores son aquellas que se toman conscientemente y suelen requerir a veces ayuda de terceros en forma de consejo, pero siempre tiempo de reflexión. Las menores son las que se deciden casi sin pensarlo y acaban creando un efecto compuesto. De las dos, son las pequeñas elecciones las que se acumulan día tras día y marcan una gran diferencia.

Tomar decisiones sabias es más sencillo cuando se tienen claros cuáles son los valores prioritarios y adónde se va. Para no equivocarse conviene hacerse esta sencilla pregunta: ¿la dirección que voy a tomar concuerda con lo que me importa prioritariamente en la vida?

Para conseguir grandes resultados no es preciso llevar a cabo grandes acciones, sino pequeñas repetidamente a lo largo del tiempo. El éxito es el efecto acumulado de hábitos insignificantes. Y el truco está en insistir en un comportamiento positivo el tiempo suficiente como para que marque una distinción significativa a medio plazo. Es el poder de las pequeñeces acumuladas.

Ganar es el resultado de una suma de costumbres; perder, también. Es algo que saben muy bien los deportistas. Por ejemplo, Michael Phelps es un brillante modelo del poder multiplicativo del hábito. Sus rutinas de entrenamiento son muy estrictas, previsibles, sistemáticas. Es obvio que su anatomía estaba diseñada para ganar, pero su enorme éxito es fruto de su persistencia.

A menudo, para implementar una rutina, las personas recurren a la fuerza de voluntad. Es un error. Están luchando consigo mismas, y, a la larga, abandonarán, porque la lucha desgasta. ¿Cuál es la alternativa? La mo­­tivación. Establecer un hábito nuevo solo tiene futuro cuando concuerda con los valores principales de la persona. El poder de algo que nos estimula disuelve las luchas internas y proporciona combustible mental para pasar a la acción.

Sin tener en cuenta en cualquier elección esos valores básicos, las personas caen víctimas de sus contradicciones internas y dejan de perseguir sus deseos y sus sueños.

Por suerte, todo lo que se aprende en la vida puede reaprenderse. Los hábitos no son una excepción a esta regla y se pueden cambiar. El mejor modo de terminar con uno negativo es empezar uno nuevo y positivo que lo sustituya, y que esté propulsado por la fuerza imbatible de la motivación.

“El secreto del éxito se encuentra en la rutina diaria” – John C. Maxwell

No hay una mejor estrategia para conseguir lo que se desea en la vida que crear hábitos positivos que conduzcan a lograrlo, y después, delegar el trabajo en el poder de la costumbre, seguir el flujo del tiempo, y dejar de esforzarse una vez puesto en marcha el impulso de la inercia.

Las personas que nos rodean: familia, amistades, compañeros de trabajo… crean una gran influencia en cada uno de nosotros. En psicología se conoce este efecto como la influencia del “grupo de referencia”. Es una información silenciosa, inconsciente y que se acumula con el paso del tiempo. Y se traduce en una imitación inconsciente de lo que el “grupo” dice, piensa, hace, siente, come, viste, se comporta…

Se podría decir que una persona es la suma de las influencias personales que ha recibido a lo largo de su vida, que, como es de imaginar, pueden ser positivas o negativas, y acabará pareciéndose mucho a la gente con la que tiene más trato. La pregunta que nos deberíamos formular es: ¿quién o quienes ejercen ese poder sobre mí?

¿Es importante filtrar las influencias que recibimos? Por supuesto que sí, ignorar su efecto puede salir caro. Y si no, que se lo pregunten a cualquier padre o madre que vigila escrupulosamente con quién anda su hijo o hija. Tan importante es el efecto de las compañías en un adolescente como en un adulto. A fin de cuentas, como afirma el dicho: “Dime con quién andas y te diré quién eres” o “Dios los cría y ellos se juntan”.

Casi siempre que se toma una decisión, las personas empiezan con mucha energía y empeño, pero, a la larga, acaban abandonando. Ese exceso inicial es en realidad contraproducente porque semejante nivel de energía no se puede mantener por mucho tiempo. Querer hacerlo todo cuanto antes es provocar el abandono. Es mejor iniciar la tarea o el plan con menos fuerza, pero mantenerlo en el tiempo hasta conseguir el objetivo. El éxito es resultado de dosificar las fuerzas, de mantener el ritmo, de la regularidad. Es así como se ganan carreras y como los equipos consiguen torneos.

La disciplina es esa regularidad, constancia, cadencia o ritmo. No hace falta hacer mucho de golpe, pero sí algo cada día. Por ejemplo, al empezar una dieta es mejor aplicarse a unas normas razonables y no saltárselas ni un día, antes que matarse de hambre los tres primeros días. Los atletas saben muy bien que las medallas se consiguen dosificando el ritmo. Una vez más, es el poder de los pequeños pasos, que proporcionan resultados extraordinarios.

De nada sirve tener una arrancada de caballo y después una parada de burro. Eso significa ser víctima de un gran entusiasmo inicial, no dosificado, para pasar a abandonar y volver al estadio inicial al poco tiempo. Los arrebatos no conducen a nada; pero los planes sostenidos y la constancia conducen a todas partes.

“Te convertirás en una combinación de las cinco personas con quienes pasas más tiempo” – Jim Rohn

Todas las personas tienen sueños, pero no todas los consiguen. ¿Es cuestión de mérito, genes, inteligencia o suerte? No, más bien se debe a trabajar para conseguirlos con método; es decir, mediante una rutina diaria. Repetir una acción cada día, semana o mes. Un acto que está implícito en la agenda y ni siquiera hay que apuntarlo, se da por hecho. Es como cepillarse los dientes, se hace automáticamente después de cada comida, sin que haga falta recordarlo.

Cuando se pone en marcha un objetivo, lo primero que conviene hacer es preguntarse qué rutinas conducirán a él. Seguramente, un buen coach preguntaría a su cliente: “¿Qué tres acciones sencillas te acercarían a tus grandes objetivos?”. Sí, pasos simples hacia resultados extraordinarios. Y si esa persona es sistemática, y se aplica a dar tres pasos diarios, su éxito está asegurado. No importa lo lejos que vaya, tres pasos al día, tarde o temprano, le llevarán a donde sea que se dirija.

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Autor y fuente: Raimón Samsó – elpais.com