Cuando el alma necesita llorar

Me encantan esas noticias que te hablan sobre viejas creencias existentes que se van desmoronando con el tiempo. El otro día leía que los científicos ya no consideran que los presentimientos sean sólo una leyenda popular que se pierde en la noche de los tiempos, hoy debes ponerle atención a tus presentimientos;  los estudios muestran que somos capaces de adelantarnos a algo que ocurrirá, en un lapso de menos de cinco seguros, no ocurre siempre, pero ocurre.

¿No es interesante? Claro que sí. Pero hoy me he enterado de algo que vendrá bien para aquellos que se niegan a externalizar sus emociones, los que siempre piensan en la compostura. Siempre he dicho que si tenemos la facultad de reír y llorar ¿por qué privarnos de ello? Yo suelo reír con total desenfado, si he de reír una broma o un evento feliz lo disfruto al máximo, y si he de llorar, lloro con total libertad, no quiero guardarme en el corazón lágrimas que me hagan sentir frustrada o herida por mucho tiempo. Mejor las dejo correr y que las lleve el viento, suena poético, lo sé. De todas maneras estudios recientes afirman que llorar le hace bien al alma.

Esto no es nada nuevo, ya que seguro que tú lo has sentido por ti mismo, cuando agobiados por los problemas un día nos dejamos llevar por las lágrimas, cuando hemos perdido alguien que nos era importante, las lejanías, las cercanías que duelen, las frustraciones, las pequeñas victorias y las grandes derrotas, que hemos llorado, claro que sí… Pero no es lo que debemos hacer según los que piensan insisto, que debemos ser siempre controlados, que las lágrimas son una debilidad…

No pensemos tampoco en aficionarnos al llanto, la vida requiere también de entereza, pero cuando queremos llorar porque nos sentimos derrotados, por qué no dejar que esas lágrimas nos liberen del sentimiento, por qué negarle a la felicidad, unas lágrimas que siempre emanan fácilmente y que luego parecen extinguirse sin más… Dicen que después de la tormenta viene la calma, llorar es saludable por cuanto nos libera de la frustración y el estrés, que lo dicen los expertos, y después de llorar seguro nos sentiremos mejor… Aunque las cosas no cambien por una lágrima, siempre podemos y en eso estarán de acuerdo conmigo, retomar con más calma, el empeño de la vida… Llora que es sano, y llora porque eso alivia el alma. “Emociones expresadas, emociones superadas”

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Autor: Noemí Carranza – La mente es maravillosa

Cada vez que lloras aprendes algo

En mi opinión, las lágrimas nunca debieran ser gratuitas.

Es evidente que las lágrimas son una de las formas de expresión de los sentimientos, y cada vez que se llora –incluso cuando es por un motivo triste o por dolor-, tenemos una oportunidad excelente para aprender a relacionarnos mejor con nuestros sentimientos, para progresar en la costumbre y necesidad de expresarlos, y para acercarnos más y mejor a ese componente esencial de nuestra personalidad y manifestación del Ser Humano.

Cada vez que veo una persona llorando, la animo para que siga haciéndolo y que luego sea consciente de lo que ha pasado. Y cada vez que veo a otra persona que se entromete en el llanto y le dice, con toda su buena voluntad, que no llore -y aunque no la conozca ni tenga confianza para hacerlo-, la reprendo, porque no se deben negar las manifestaciones de los estados. Necesitan hacerlo. Y, además, eso nos facilita el acercamiento a nosotros mismos y nos ofrecen una información nuestra muy íntima y personal.

Se dice que los sentimientos son la forma de hablar del alma, la forma en que manifiesta sus alegrías, sus tristezas, sus desencantos. Por eso, al escucharlos, al dejarles que se manifiesten, accedemos a nuestra sensibilidad humana, y a aquello a lo que nuestra mente no puede acceder por la falta de sintonía y capacidad de entendimiento entre ambos.

Cada vez que lloras, como cada vez que ríes o cada vez que te manifiestas puramente, aprendes algo.

Y el llanto, las lágrimas, la congoja, incluso la sensación pesarosa que todo ello provoca, que sólo parecen ser gratificantes cuando son por un motivo de alegría, son grandes maestros, y es preciso y conveniente escucharlos.

Cada uno de las llantos, que aparentan ser iguales, tienen un origen distinto, y es acudiendo a ese origen donde podemos encontrar su motivo, lo que no hicimos bien o lo que nos hicieron y no nos gustó, aquello que no cumplió nuestras expectativas y nos provocó una desilusión, el principio de la decepción, o, también, nuestros miedos secretos, nuestros temores inútilmente escondidos, nuestras inservibles fantasías, la falta de sentido común y de criterio razonable, los sueños que jamás dejarán de ser sueños, o el origen de nuestras felicidades… cada persona es un mundo y solo a ella le pertenece su mundo y le corresponde resolverlo.

Cada persona, en solitario si es valiente, equilibrada y consecuente, o de la mano de un profesional si lo necesita para sentirse arropada y orientada, debería hacer el camino inverso de sus lágrimas, adentrarse en el origen, con una sinceridad que no admita resquebrajamientos, con una honradez a prueba de cualquier contratiempo, y con una ilusión, aunque sea moderada, porque más o menos escondida, con mayor o menor claridad, está el hecho que lo provocó, y nos está diciendo algo, y es un mensaje personalizado que cada uno debe interpretar y aplicarlo.

 

¿Cuál ha sido el origen REAL del llanto?

Y es imprescindible que en la pregunta, y en la respuesta, aparezca lo que es REAL, porque todos sabemos que a veces lo que aparenta ser una razón no es más que una excusa que enmascara la realidad. Y en la mayoría de los casos lo primero que se ve, y lo que aparenta ser, solamente es el detonante que aparenta haber provocado el hecho, pero el motivo REAL ha ido gestándose y la manifestación –por esa falta de costumbre de contactar con el interior y con la realidad- es otra.

Por ejemplo: hay personas que dicen que no quieren morir, cuando en realidad lo que no quieren es dejar de vivir, que no es lo mismo. Hay personas que lloran cuando conocen una desgracia de otra persona y puede que, en realidad, estén llorando por sí mismas. O que creen llorar la muerte de sus padres cuando, en realidad, por lo que lloran es por su orfandad.

El llanto es una señal de aviso, una manifestación del interior, y conviene saber interpretarlo correctamente, y hacerlo, porque es una lección de la honesta humanidad, y es bueno que nos sintamos orgullosos de ella.

Por todo lo expuesto, es muy conveniente dejar que se manifieste cuando se presente, y no reprimirlo, pero también es muy provechoso averiguar después cuál es el motivo, y ver si es correcto –y entonces quedarse bien- o es por un asunto pendiente de resolver –y entonces ponerse a resolverlo-.

Te dejo con tus reflexiones…

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Fuente: Francisco de Sales, www.buscandome.es

Adolescentes y la Fobia Social ¿de qué se trata?

cache_2409999735Todo el mundo piensa que ser adolescente significa disfrutar a pleno de la vida social. ¿Por qué no? Entre la escuela, las fiestas y todas las actividades con amigos, de seguro que hay mucha diversión. Sin embargo, no todos los adolescentes disfrutan al participar en los eventos sociales y hasta los rechazan. Algunos incluso sienten una profunda ansiedad de ser vistos en público en situaciones cotidianas. Aquí te cuento de qué se trata esta fobia social en los adolescentes.

Juliana recuerda que cuando tenía 16 años todo el mundo le decía que dejara de ser tan tímida. Ella era callada, más bien introvertida y odiaba, sobre todas las cosas, tener que pasar delante de mucha gente. Le daba vergüenza por ejemplo, subirse a un autobús (bus, colectivo, guagua, camión) urbano y tener que caminar por el pasillo para buscar un lugar. El sentir las miradas de la gente le producía mucha ansiedad hasta el punto de hacerla sudar y sonrojarse. Por eso, su mamá recuerda que siempre supo que lo de Juliana era mucho más que timidez. En el colegio no quería participar en actividades, como teatro o danza, por el miedo a exponerse en público y ser criticada. No le gustaba ir a fiestas porque le daba pánico no saber si la iban a sacar a bailar o no.

Fue entonces cuando decidieron buscar ayuda profesional y Juliana fue diagnosticada con fobia social. Hoy, ya varios años después, Juliana agradece a su mamá que la haya llevado a esa terapia, pues es abogada litigante y su trabajo le exige hablar en público.

Como Juliana, muchos adolescentes padecen de fobia social, la cual se define como una ansiedad intensa o un miedo persistente ante un objeto, una actividad o una situación social que se evade a toda costa para evitar el estrés. Hablar en público o iniciar una conversación son las principales situaciones de las que huyen los adolescentes.

Las estadísticas indican que el promedio de edad en el que se desarrollan los síntomas de la fobia social es entre los 11 y los 19 años, es decir, durante la adolescencia.

Para identificar si tienes fobia social o si tu hijo(a) adolescente la padece, presta atención a los siguientes síntomas:

  • Sentirse observado en situaciones sociales al punto de sentir      dolor de estómago, tener el pulso acelerado, marearse y llorar.
  • Sentirse cohibido (con timidez) cuando otros observan: pensar      que todos están juzgando lo que haces.
  • Tener un temor extremo de que otros te observen.
  • Temer al qué dirán los demás.
  • Evitar iniciar conversaciones con compañeros de la clase.
  • Sensaciones físicas como sonrojarse, palpitaciones, náusea,      sudor y sentirse humillado(a).

Si piensas que tu ansiedad ante situaciones sociales es extrema hasta el punto de interferir en tu vida diaria y tu bienestar emocional, puede que tengas fobia social. Para saber si es así, debes consultar con un especialista que puede recomendarte los dos tratamientos que hay para tratar este tipo de fobia: medicamentos y terapia psicológica o terapia de comportamiento.

Los medicamentos se pueden combinar con la terapia (es lo que generalmente se recomienda) y se ha comprobado que son efectivos para tratar y eliminar los síntomas de la fobia social. En los Estados Unidos, la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) ha aprobado cuatro medicamentos específicamente para los casos de fobia social: Zoloft (Sertraline), Paxil (Paroxetine), Luvox (Fluvoxamine) y Effexor (Venlafaxine). Puede que en tu país existan con el mismo nombre o que tu médico te recomiende otros con ingredientes similares que sean igualmente efectivos (el ingrediente que se encuentra entre paréntesis es el ingrediente químico que es igual en todos los países).

Lo bueno de los medicamentos es que funcionan. Lo malo, es que sólo tratan los síntomas, en este caso no los curan y podrían causar algunos efectos secundarios. Por lo que, si se suspende su uso, los síntomas pueden regresar.  Por eso, la terapia psicológica o la terapia de comportamiento podría ser mejor a largo plazo si te funciona, ya que con algunos métodos podrías “entrenar” a tu cerebro para que le pierda miedo a las situaciones sociales que no podías enfrentar previamente.

De cualquier manera, el primer paso es identificar si padeces de fobia social para así poder tratarla y disfrutar de tu adolescencia a plenitud, (o ayudar a tu hijo(a) a   superarla).

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Fuente: (Doctora Aliza) – http://www.vidaysalud.com