El juego y los niños – Psicología

La felicidad mágica que emana de los niños cuando juegan, nos llena de energía, sonrisas y momentos gratos,  al convivir con ellos nos conectamos con sus emociones y disfrutamos del momento plenamente al sentirnos despojados de nuestro rol de adulto para sentirnos niños.

 Una tarde con mis hijos nos invitaron a mi esposo y a mí a saltar la cuerda, lo hicimos por turnos y todos participamos, mi hija la más pequeña que pronto cumplirá  dos años la tome en mis brazos para saltar, en cada salto que yo daba ella se reía tan espontáneamente que a todos contagiaba, ver y sentir la naturalidad con la que los pequeños expresan sus emociones no solo cuando están enfadados sino cuando se divierten y disfrutan plenamente sus actividades es muy enriquecedor. El juego para los niños es un medio natural para  comunicar y expresar sus emociones es parte integral de su desarrollo el cual les aporta grandes beneficios.

Cuando participamos como papás en actividades de juego con nuestros hijos estamos fortaleciendo la relación .En terapia he visto  cambios favorables en los niños cuando sus papás se dan el tiempo para  jugar con ellos y se  ponen  a su nivel, les brinda la oportunidad  de  fortalecer el vinculo padre-hijo,  crea cercanía emocional, se conocen y favorece notablemente la disciplina, los niños se muestran más cooperadores.

El juego fortalece la autoestima de los niños ya que les permite conocerse mejor, aprenden sobre sus fortalezas  lo cual contribuye en la formación de su autoestima, les brinda oportunidades para hacer amigos y socializar. Cuando juegan al bombero,  a la maestra, el policía, al doctor, al papá  van entendiendo los roles y  aprendiendo a relacionarse con los demás. El juego en equipo les ensena cooperación, disciplina, reglas, valores todo ello favorable para el desarrollo de su personalidad. El ejercicio físico que los niños realizan en actividades de juego al aire libre favorece su estado de ánimo lo cual puede contribuir a crear un ambiente más propicio para el aprendizaje.

El juego permite que desarrollen habilidades de motricidad  gruesa y fina así como el desarrollo de capacidades cognitivas al estimular el pensamiento abstracto, solucionar problemas,  imaginar  situaciones y resolverlas.

Como terapeuta el juego en terapia  es una herramienta  muy enriquecedora atreves de la cual se le brinda al niño la posibilidad de manifestar su historia personal, liberar sentimientos y frustraciones, detectar  vivencias dolorosas y resolverlas a través de la terapia de juego.

Papás disfruten y diviértanse con sus hijos al jugar con ellos. Tengamos presente lo que comparte Rosa Barocio: educar con calor quiere decir tocar el corazón de nuestros hijos, enseñándoles a través de la música, el arte y la imaginación. Con cantos y juegos, cuyos elementos rítmicos y musicales despiertan su alegría y gusto por vivir.

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Autora y fuente: Alma Silva – nuevodinamo.com

Las pautas a seguir para contar a los niños la muerte de un ser querido

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Una de las preocupaciones que se le puede plantear a los adultos tras la muerte de un ser querido es cómo decirles a sus hijos lo que ha pasado. Cómo expresárselo para que ellos lo entiendan y puedan adaptarse a la nueva situación.

Es muy importante no perder de vista que las explicaciones sobre lo que ha pasado son mucho más sanas y les van a ayudar a procesar mejor el duelo que los silencios. Ya que los niños, por pequeños que sean, son capaces de sentir que en casa pasa algo raro; los silencios y no explicarles lo que pasa en realidad pueden llevar a confundirles.

Los niños son capaces de conversar acerca de cualquier tema con el cual hayan tenido una mínima experiencia. Desde pequeños en los cuentos, películas y en lo que oyen de las conversaciones de mayores, está presente la muerte. Vamos a ofrecer una serie de pautas a seguir que orientan sobre cómo tratar este tema.

  • Emplear el lenguaje de los niños, lenguaje sencillo, palabras que ellos entiendan y adaptado a su edad.
  • No esperar una respuesta inmediata u obvia del niño tras la conversación, puede que lleve su tiempo, al igual que pasa en los adultos.
  • Escuchar y observar al niño cuidadosamente, para ver si hay algún cambio de comportamiento, alteraciones a la hora de comer, de dormir…
  • Se debe estar disponible por si el niño quiere expresarnos algo, no se debe intentar cubrir todos los aspectos importantes de la muerte en una sola conversación. Ya que se podría saturar al pequeño, generando entonces que no llegue a asimilar lo que le decimos.
  • Uno de los métodos más valiosos para hablar con los niños acerca de la muerte es el de dejarles hablar y preguntar con libertad. Expresarles de manera clara que nada de lo que ellos puedan preguntarnos va a dañarnos o enfadarnos. Ya que a veces tienen miedo de que los padres se sientan mal por sus preguntas. Un ejemplo sería: “Cariño, si quieres preguntarme acerca de lo que ha pasado, o si en algún momento te sientes triste, confuso o enfadado, me lo puedes contar. Ni tu padre ni yo nos enfadaremos, ni nos vamos a poner tristes. Las cosas hay que contarlas y compartirlas con quien quieres para sentirse un poco mejor”.
  • No evitar el uso de las palabras «muerte» o «morir». Hay que referirse a las cosas por su nombre para identificar la muerte y el proceso de morir. “El abuelito estaba muy enfermo, y era una persona muy mayor. Los médicos han hecho todo lo que podían para salvarle, pero al final ha muerto. Es normal que nos sintamos tristes, o que no nos parezca justo porque le queríamos mucho”.
  • Evitar el uso de eufemismos y de palabras que puedan crear confusión o que puedan tener significados alternativos para el niño. El uso de tales expresiones confunde al niño debiéndose usar las palabras exactas. Ejemplos de palabras inexactas son: “se ha ido, ya no está con nosotros, se ha marchado de viaje”.
  • Incorporar creencias religiosas para explicar la finalidad de la muerte sólo cuando la familia se sienta cómoda con estos términos. No se deben incluir ideas o creencias que los padres realmente no compartan, ya que puede confundir al niño.

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  • Aclarar que la muerte no es el resultado de las acciones o pensamientos del niño. A veces los pequeños oyen expresiones tales como “me vas a acabar matando”, “me va a dar algo”. Los niños pueden entenderlo literalmente y esto hay que aclararlo. Que el pensamiento es una cosa y las acciones otras. Y que pensar algo, no va a llevar a que mágicamente se vuelva realidad.
  • Indicar al niño que los enfermos generalmente se recuperan. Los niños en ocasiones pueden no ser capaces de diferenciar entre enfermedades menores de las que amenazan la vida de una persona. Y asimilar que cualquier enfermedad irremediablemente va a finalizar en muerte.
  • Responder con claridad y sencillez. Los monólogos largos no sirven de nada. Cuando se desconozca la respuesta a una de ellas se le debe de indicar al niño, en lugar de inventar una respuesta falsa y evadirse.
  • Respetar la capacidad del niño para tolerar la conversación. Si exhiben indiferencia durante la conversación, juegan o ven la televisión. Con su comportamiento están transmitiendo su incapacidad para tolerar más información. Ante esto no se debe presionar pero dejar clara nuestra disponibilidad para hablar con ellos cuando así lo deseen.
  • Involucrar al niño en rituales de despedida. Los asuntos inconclusos son el factor que influye más en la no resolución del duelo. La involucración depende del nivel evolutivo del niño. Lo que hay que dejar claro es que no se les excluye de la vida familiar. En el caso que los padres se sientan incómodos haciéndole participar a su hijo en estos rituales, deben hacérselo saber. Preguntarles si quieren ir al entierro o al tanatorio; en lugar de creer que el niño no está suficientemente preparado para participar.

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Fuente: Patricia García – El Confidencial.com