20 Estrategias para dejar de procrastinar

“Aplazar una cosa fácil hace que sea difícil. Aplazar una cosa difícil la hace imposible.” ~ George Claude Lorimer

Aunque, la procrastinación se puede enfocar de una manera positiva, lo cierto es que, en general, procrastinar es un enemigo de tu productividad y te impide aprovechar todo tu potencial.

He recopilado esta lista—sin orden ni concierto—de múltiples estrategias, algunas sencillas y otras no tanto, que combinadas o de forma independiente, pueden ayudarte a reducir bastante tu nivel de procrastinación:

  1. Utiliza la Regla de los Dos Minutos. La Regla de los Dos Minutos tiene su origen en GTD y dice que si estás planificando una acción que se puede hacer en menos de dos minutos, no la planifiques; hazla. Puedes extender ese tiempo a 5 ó 10 minutos. Si haces de esta regla un hábito, habrá una multitud de tareas que no vas a tener la oportunidad de posponer.
  2. Da un pequeño primer paso. Si temes a una tarea por el motivo que sea, plantéate trabajar solo 5 minutos y dejarlo. Cuando empiezas a trabajar el miedo se desvanece y coges inercia para continuar y terminar el trabajo. Al dar el primer paso vences esa resistencia y empiezas a ver de otra manera cosas que antes te parecían imposibles. Deja de pensar y hazlo.
  3. Las rutinas ayudan. Si conviertes la tareas repetitivas y aburridas en rutinas, terminarás haciéndolas sin apenas esfuerzo. Las rutinas son hábitos o costumbres que haces de forma casi inconsciente y simplifican tu vida.
  4. Toma decisiones. Muchas veces vas aplazando una tarea inconscientemente, simplemente porque no te paras a pensar en ella. Dedica un par de minutos para aclarar qué significa realmente esa tarea y toma una decisión al respecto. Puede que decidas demorarla de una manera racional, en cuyo caso no estás procrastinando y no te sentirás mal por ello.
  5. Haz un seguimiento de tu tiempo. Anota en algún sitio qué tareas realizas cada día y cuanto tiempo has dedicado a cada una. Al anotar tu tiempo creas un compromiso interno que te hace ser más responsable con respecto a cómo lo utilizas.
  6. Aprende a decir no. Apuesto a que muchas de las tareas que pospones son compromisos que te has buscado por no saber decir que no.
  7. No tengas miedo a abandonar. Puede que no sea el momento de hacer algo. A veces creemos que tenemos que hacer algo simplemente porque lo hemos empezado. Si el tiempo hace que ese proyecto ya no tenga tanto sentido o no sea lo suficientemente importante, simplemente déjalo y haz otras cosas. Esperar no significa procrastinar.
  8. Gestiona tu energía, no tu tiempo. Es importante que trabajes en tus mejores momentos. Si estás agotado o de mal humor, tus probabilidades de procrastinar aumentan considerablemente. Para tener una mejor actitud, descansa lo suficiente, controla tu nutrición y haz ejercicio.
  9. Utiliza la estrategia de Seinfeld. Jerry Seinfeld, actor y cómico, utiliza esa estrategia para no dejar de escribir chistes cada día. Si tienes que hacer una tarea todos los días, coge un calendario y marca con una X cada día que lo haces. El objetivo es no romper la cadena de equis en el calendario.
  10. Divide el trabajo en tareas pequeñas y concretas. Un proyecto grande y complejo puede resultar abrumador. Al dividirlo en pequeñas tareas consigues ver claro el camino y la resistencia a enfrentarte a él disminuye.
  11. Establece una recompensa para cuando termines esa tarea que se resiste. Motívate pensando en lo que harás después de hacerla—algo que realmente te apetezca, te relaje y no suponga ningún esfuerzo. Define tus propios incentivos.
  12. Haz que sea divertido. Si se trata de una tarea aburrida, busca maneras de hacerla divertida. Juegos, estrategia Seinfield, técnica Pomodoro, recompensas en cada avance, etc.
  13. Hazlo público. Si se trata de un reto importante, hazlo público. Habla de ello con tu familia y con tus amigos, públicalo en tus redes sociales, en tu blog… Te sentirás responsable y comprometido, y te costará aplazar el trabajo.
  14. Utiliza las palabras adecuadas. Expresa las acciones de forma clara, concisa y motivadora. Las palabras importan cuando te enfrentas a una nueva tarea.
  15. Utiliza una lista de tareas corta. Un lista larga puede arruinar tu sensación de control y convertirse en una fuente de estrés y frustración. Cuanto más corta sea tu lista de próximas acciones, más fácil te resultará estar focalizado en lo que de verdad tienes que hacer.
  16. Utiliza herramientas que te gusten. No quieras hacerlo todo con una hoja de papel y un lápiz. Utilizar cosas atractivas puede ayudarte a empezar con más ganas una determinada tarea.
  17. Revisa regularmente tus objetivos. Si una tarea es complicada, incierta o aburrida, pero es importante para lograr un objetivo, tener siempre presente esa meta debería ayudarte a no procrastinar.
  18. Trabaja tus hábitos. Si te conoces a ti mismo y averiguas por qué aplazas constantemente cierto tipo de tareas, podrás cambiar tus hábitos y encaminarlos hacia una menor procrastinación y una mayor productividad.
  19. Evita las distracciones. Cuantas más tentaciones tengas para hacer otra cosa en vez de lo que tienes que hacer, más fácil será procrastinar. Mantén el móvil, las notificaciones y el acceso a internet desconectados cuando te dispongas a afrontar tareas complicadas.
  20. ¿Tienes un sistema? Si tienes un sistema de productividad personal como GTD, será más fácil que tengas claro qué tienes que hacer y por qué no debes aplazarlo.

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Fuente: Francisco Sáez – Facilethings.com

Miedo a los exámenes: ¿cómo enfrentarse a un suspenso?

Se acerca el final de curso y son muchos los alumnos que, ante la llegada de los últimos exámenes del año, tienen miedo de tropezar, fracasar y sobre todo suspender.

Aunque pensar en la derrota antes de tiempo ya es sinónimo de una mala praxis emocional, lo cierto es que no superar una evaluación tampoco debería convertirse en un drama familiar que se alargara durante todo el verano. Ser realistas y entender por qué se ha producido ese suspenso es fundamental para actuar con rapidez y comprender que el objetivo principal del aprendizaje es siempre el instinto de superación.

Afrontar la calificación con realismo: ¿qué es lo que ha pasado?

Puesto que no es lo mismo obtener un insuficiente en las materias de lengua o matemáticas que en las de plástica o educación física, el primer paso que debe llevarse a cabo antes de exagerar las consecuencias del suspenso es averiguar si existe alguna dificultad de estudio escondida detrás de esa baja calificación. Puede que el alumno presente problemas en alguna área determinada de aprendizaje, por lo que la mala nota no sólo servirá para advertir al niño y a la familia, sino que deberá tomarse como referente positivo para mejorar e incidir sobre las dificultades del alumno.

¿Puede el valor de una persona reducirse a una nota?

La respuesta es no. De hecho, la mayor parte de pedagogos recomiendan que los padres animen a sus hijos a seguir intentándolo para superar el bache académico, convirtiendo el suspenso en un pequeño obstáculo que deberá sobrepasarse con esfuerzo, voluntad y dedicación. La sensación continuada de fracaso, que en ocasiones es compartida por los niños y por sus familiares, no lleva a ninguna parte, por lo que resulta fundamental que se apoye al alumno para que éste aprenda a superar la decepción y utilice todos sus recursos personales para centrarse en la consecución del éxito académico.

Hablar con el tutor y establecer un nuevo plan de trabajo

Una vez analizadas las causas que han provocado el suspenso del alumno, es recomendable acudir al colegio para contrastar opiniones con el profesor de referencia o tutor. Él podrá guiar al alumno sobre los errores cometidos y los cambios de actitud o de disciplina necesarios para superar la asignatura, incidiendo sobre todo en la creación de una buena estrategia de organización que le permita asumir sus responsabilidades dentro de un clima positivo y reforzado.

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Fuente: MundoPsicologos.com

Disciplina en el Hogar durante la niñez

El manejo de la disciplina en el hogar durante las etapas tempranas de la vida constituye un factor importante en el desarrollo de adultos capaces de asumir y respetar los límites y normas que a lo largo de su vida tenga que cumplir, y además le permitirá adaptarse funcionalmente a la realidad y a cada una de las situaciones a las que tenga que enfrentarse y ser justo en las acciones que realice.

En principio lo fundamental al hablar de disciplina, es tomar en cuenta que su significado no debe usarse como sinónimo de reprimenda, castigo, gritos, maltratos… sino como un proceso a través del cual se enseña a los seres humanos a respetar… a entender las consecuencias de los actos… a dar y a recibir… y, por supuesto a adaptarse a una realidad que impone ciertos límites. Recuerden que ningún comportamiento de su hijo merece el maltrato, ni físico, ni verbal, conversen con sus hijos y explíquenle brevemente el porqué de las cosas que puede y no puede hacer… tomando en cuenta por supuesto la edad del niño y su nivel comprensivo. Así aprenderá a resolver sus problemas dialogando y llegando a un acuerdo. La violencia solo trae más violencia y la percepción de que ésta es la mejor e incluso la única manera de solucionar los problemas; además con ella se pierde el respeto hacia los padres y se genera el miedo como sentimiento prevaleciente en la relación.

Para llevar a cabo un método disciplinario hay que tomar en cuenta además, que es fundamental que ambos padres o representantes de cada niño estén de acuerdo con las normas a señalar y la forma de hacerlo, para que no existan confusiones y el niño no perciba incongruencias entre los límites que coloca un padre con respecto al otro; evitando así que se establezcan alianzas inadecuadas. Dentro de este punto es importante considerar que si en algún momento alguno de los padres no está de acuerdo con el otro en relación al manejo de la disciplina en el hogar, deberán conversarlo de manera íntima, sin desautorizarse delante del niño, ni involucrarlo en alguna discusión que surja de esta situación.

En el desarrollo de este proceso disciplinario se verán en la necesidad de señalar muchas veces lo que el niño no puede hacer, por lo que él tenderá a percibir que vive en medio de muchos «NO»: «No puedes hacer eso», «No toques aquello» … y se sentirá limitado. Por esto es necesario tomar en cuenta que los niños como parte de su naturaleza tendrán curiosidad y necesidad de moverse libremente y, es importante comprender que ellos requieren de un espacio donde puedan jugar… para estar solos o para compartir con otros niños… un espacio donde puedan tener libertad de movimiento y de explorar su ambiente, para que puedan reconocer cuáles son las acciones que sí puede hacer y dónde. Cuando su hijo se encuentre abordando al año y medio de vida aproximadamente, seguramente tendrán que desarrollar aún más la paciencia para poder guiar su actuación sin desesperarse, puesto que ya para esta edad ha adquirido la autonomía necesaria para observar, tocar, sentir… por sí solo todo lo que le rodea; por lo que es recomendable hacer algunas adaptaciones al ambiente para prevenir accidentes, como por ejemplo: tapar los tomacorrientes, evitar el acceso a la cocina a través de alguna especie de rejilla, sacar de su alcance objetos que puedan ser peligrosos, entre otras medidas.

Cuando su hijo se encuentre realizando alguna acción que considere negativa, explíquele brevemente las consecuencias de lo que está haciendo y el porqué debe dejar de hacerlo, como se mencionó previamente, aunque sienta que es repetitiva, y luego distraiga su atención mostrándole otra actividad que sí puede hacer y, refuerce positivamente, con expresiones afectivas cada esfuerzo que realice el niño por apegarse a las normas.

Del mismo modo, los niños necesitan actividades, además de las escolares, que les permitan invertir su tiempo y desarrollarse en otras áreas: culturales, deportivas, sociales, artísticas…, según sus intereses y habilidades, ya que por lo general ellos tenderán a ocupar parte de su tiempo libre en otras cosas que los entretengan, y muchas de estas acciones pueden parecer «travesuras». Es recomendable entonces que sus hijos puedan ingresar a algún tipo de estas actividades donde puedan explorar su ambiente con libertad y desarrollar sus potencialidades. Asimismo es sumamente importante que tengan un espacio de tiempo para compartir con sus padres, para conversar o jugar con ellos, no importa la cantidad de ese tiempo, sino la calidad de ese momento que decidan estar juntos.

Con paciencia, constancia y mucho amor sus hijos se adaptarán poco a poco a los límites y normas que deben seguir, y podrán respetarlos. Recuerden siempre que ningún extremo es bueno… ni la extrema exigencia y el maltrato… ni la total indiferencia y la permisividad ante todo lo que desee realizar el niño. La disciplina es importante manejarla con equilibrio y justicia… con respeto y amor… con paciencia y constancia… señalando no sólo las acciones negativas que realice su hijo, sino también cada acción positiva y felicitarlo por ello… expresándole y demostrándole siempre su afecto hacia ellos.

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Autor: Carelys Pachano de García – Psicologoinfantil.com

La Actitud Cura: Afrontar la Enfermedad desde el lado Positivo

Mantener una actitud positiva es beneficioso en cualquier aspecto de la vida. En el caso de tener que afrontar una enfermedad grave, lo es todavía más.Cualquier persona tras ser diagnostica de una enfermedad ve por un instante cómo su vida se trunca.

Su mente empieza a ser bombardeada por millones de preguntas, y sus emociones empiezan a emerger de forma incontrolada.

La actitud cura: afrontar la enfermedad desde el lado positivo

La reacción más lógica ante estas circunstancias es la negación, la explosión de rabia, la ira y el dolor. La tristeza y el abatimiento se apoderan de la persona y de sus seres queridos.

Pasada esta fase inicial es cuando las personas empiezan a adoptar una determinada actitud o un posicionamiento ante la nueva situación que les ha tocado vivir, y ésta es la diferencia que marcará la diferencia.

¿Para qué complicar más las cosas con pensamientos negativos?

Aceptar la situación lo antes posible

Lo más recomendable es aceptar la situación lo antes posible; para poder cambiar algo, primero debemos ser conscientes de ello.

Hay que evitar adelantarse a los acontecimientos. Lo que está por venir nadie lo sabe, y ponerse en lo peor no nos ayuda a prevenirlo. Lo mejor es centrarse en el siguiente paso y después en el siguiente, y poco a poco ir avanzando, atajando las dificultades conforme se vayan presentando.

Si no, podemos caer en el error de preocuparnos por algo que quizás nunca ocurra.

El principal enemigo es el miedo

El principal enemigo contra el que se lucha en una enfermedad es el miedo. La incertidumbre de no saber a lo que hay que enfrentarse es lo que nos hace generar sufrimiento.

La mejor manera de combatir esa incertidumbre es pedir información. Hay personas que eligen no saber; yo pienso que es preferible hablar con los médicos y pedir las explicaciones necesarias para conocer con la mayor exactitud posible qué nos pasa y cómo podemos solucionarlo.

El tratamiento lo decidirán los médicos; cómo se va a afrontar ese tratamiento lo decide el paciente. Hay personas que optan por compadecerse de ellas mismas, recrearse en el dolor y adoptar el rol de víctimas, lo cual no les beneficia en absoluto.

Las personas que desde el principio se predisponen a situarse en el lado positivo presentarán de entrada un mejor pronóstico.

Rodéate de tus personas más queridas

En los momentos difíciles es cuando necesitamos estar cerca de las personas más queridas, y es cuando nos damos cuenta de con quién contamos y con quién no. Además, es fundamental rodearnos de aquellos que nos transmitan energía positiva y grandes dosis de optimismo.

El sentido del humor, sentirse querido y compartir los sentimientos son los ingredientes perfectos para indicarle al cuerpo y al cerebro que tú tienes mucho que decir en cómo va a ser el proceso de curación.

Se ha comprobado que existe una relación directa entre el cuerpo, la mente y las emociones.

Algunos investigadores lo han bautizado con el nombre de psiconeuroinmunología, término que se refiere a esa interacción biológica entre el sistema nervioso, el sistema inmune, el sistema endocrino, las actitudes y los comportamientos, y en cómo esta relación afecta en el desarrollo de enfermedades o en sus procesos curativos.

Son muchos los médicos que aseguran que la actitud del paciente y su estado emocional son determinantes en la evolución de la enfermedad.

Trabaja para aumentar tu optimismo

Por ello es conveniente hacer cosas que nos ayuden a mantener el optimismo, como ponernos en contacto con personas que hayan pasado por una situación similar, escribir un diario o crear un blog, escuchar música alegre que nos llene de vitalidad, engancharse a un libro o ver películas divertidas.

Y, sobre todo, compartir y expresar lo que se siente, darse permiso para llorar, para estar triste y para desahogarse de la manera que cada uno necesite. Esto también forma parte de la mejoría emocional.

Ser optimista cuando las cosas van bien es fácil, pero serlo cuando estás pasando una enfermedad requiere un esfuerzo mucho mayor.

Si uno siente que no puede hacerlo solo, siempre puede buscar ayuda de un profesional; lo importante es tener la certeza de que una buena actitud puede ser determinante para curarse, y de que querer afrontar la enfermedad desde el lado positivo depende de ti.

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Autor: Mamen Garrido Ramón – elportaldelhombre.com

5 pautas para comunicarte con tu jefe sin temor

¿Cuántas veces te has parado a pensar en lo que le dirías a tu jefe y finalmente no te has atrevido? Si sigues leyendo encontrarás algunas pautas mediante las cuales la próxima vez sí se lo dirás.

¿Te atreves?

Sí, yo también me he encontrado en tal situación. No solamente con mi jefe, sino con mis clientes en mi vida anterior de consultoría. Parece nos han inculcado la creencia del servilismo, de que el cliente siempre tiene la razón, y por supuesto también nuestros superiores…

¿Qué consigues pensando que tienes que agradar a tu entorno? ¿De qué te sirve que tu jefe no sepa de tus inquietudes? Piensa… Te doy un minuto.

Puede que primero hayas respondido «De nada» y tras pensarlo un poco más con el silencio provocado por la coach, hayas extraído más conclusiones como las siguientes: «Sólo consigo sentirme frustrad@», «Me sirve para no enfrentarme a él/ella, para no moverme de mi zona de confort». ¡Menuda zona de confort! Seguramente en esa zona de confort estás tú con tus pensamientos, tus bucles, tu ira externa e interna, sin avanzar, sin progresar, sumid@ en tu autogenerada negatividad.

Esto nos pasa todos los días. Cuando tenemos que discutir un presupuesto, cuando tenemos que solicitar más recursos para llevar a cabo los proyectos de los que somos responsables, cuando queremos solicitar una jornada reducida, cuando deseamos conciliar más nuestra vida personal y profesional y no sabemos cómo plantearlo…

Te doy varias pautas, a ver qué te parecen:

1. Piensa que tu jefe es una persona: ¿qué virtud tenemos las personas? Entre muchas otras, capacidad de diálogo. Diálogo, según wikipedia, es «El diálogo es una forma oral y/o escrita en la que se comunican dos o más personajes en un intercambio de información entre sí.»

¿Y si la próxima vez planteas la conversación como una comunicación, un intercambio de información, es decir, un diálogo? No pienses en que es una petición, una queja, un reproche. Piensa en que vas a exponer la situación ante una persona como tú, con su carne y sus huesos, con sus problemas y sus preocupaciones, con sus alegrías y tristezas.

Sois dos personas. Sitúate a su nivel. ¿Quién te dice que no lo estás para poder mantener una conversación con él o ella? ¡No espera menos de ti!

2. Encuentra el momento: crea rapport, crea sintonía. Para ello busca el momento apropiado, de modo que quien tienes delante tuyo pueda estar receptivo, pueda estar por ti. Esto no viene dado, hay que crearlo. Entra rompiendo el hielo, comenta una jugada previa, pregúntale cómo se encuentra, consulta si puede estar por ti.

3. Plantea tu asunto en cuestión: expón tu preocupación sin temor. Plantea qué está ocurriendo. Crea contexto.Ponle en antecedentes, explícale el marco, qué está ocurriendo. No entres con la queja o la petición directamente. ¿Qué te pasa a ti cuando te entran directamente con demandas y lamentos? ¿No preferirías unos minutos previos de explicación coherente para poder entender la situación?

4. Plantea soluciones a tal asunto: cada vez más se nos solicita en el trabajo que seamos proactivos, creadores, generadores de ideas.  Aplícate esto cuando tengas que exponer un tema ante tu superior. Apórtale alternativas, soluciones, ideas. Que vea que lo has trabajado. Sé inteligente, lleva las soluciones a tu terreno. Piensa en argumentos que puedes ofrecer para defenderlas, y prepara argumentos también para las que esperes que te vaya a ofrecer él/ella.

5. Mantente firme en tu actitud:  sé fuerte. Has llegado hasta aquí con todo tu esfuerzo, fíjate en lo que has logrado. ¿Qué puedes conseguir flojeando? No significa que tengas que conseguir tener la razón. Significa que te mantengas firme en tus argumentos, en tu pensamiento, en lo que tú crees. Comparte con tu interlocutor cómo te sientes al respecto, ponte en su lugar también. Ofrécele trabajar juntos en una solución común. Co-crea con él/ella. No significa que te salgas con la tuya, sino que continúes con la actitud que te ha hecho lograr llegar hasta este punto.

Ahora recuerda un momento en el cuál no conseguiste compartir con tu jefe lo que deseabas. ¿En qué punto te quedaste? ¿Llegaste a pensar que eras capaz de dialogar con él/ella? ¿Preparaste el momento? ¿Creaste contexto? ¿Planteaste soluciones? ¿Te mantuviste firme en tu actitud de colaboración y co-creación?

Permitidme una última reflexión…

¿Comenzó este temor a comunicarnos con nuestros superiores en la infancia con nuestros propios padres?Seguramente sí. ¿Cuántas veces no les hemos reprochado algo o compartido algún pensamiento por el temor a que nuestros padres no estuvieran de acuerdo? Me hago esta reflexión ahora mismo desde el punto de vista de madre.Consigamos que nuestr@s hij@s vivan en la creencia del diálogo, de la comprensión, del razonamiento, de buscar soluciones juntos, de colaborar, de co-crear.

Ayudémosles a adaptarse a la nueva era de la colaboración, del networking, sin temor, siendo personas fuertes, poderosas, capaces de ofrecer soluciones, alternativas, sin miedo a que no se las acepten, a que no les escuchen.

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Fuente: Carmen Fernandez Coach

Sentirse Indefenso

Mira este vídeo, son sólo nueve minutos.

En primer lugar y desde mi posición especismo cero, el propio experimento con perros que es el ejemplo del vídeo, ya me parece injusto e indigno. La razón de estos dos adjetivos es que en un experimento con humanos, éstos dan su consentimiento para vivir la experiencia y se someten voluntariamente a los efectos en su persona. De manera que, sea lo que sea en lo que consista el experimento, dichos humanos ejerciendo su libre albedrío, lo aceptan.

Pero cuando es un animal (perro, mono, gato, hámster, etc.) el sometimiento es forzado dado que ellos no lo eligen. Es un acto de dominación, de esclavitud, de crueldad. Y no lo justifica aquello de en aras de la ciencia, no. Creo que es preferible morir o caer en una enfermedad, que salvarnos torturando a otros seres, matando a otros seres, tratando sin dignidad cualquier vida.

Desde que el año pasado, los científicos del mundo afirmaron que sí, que era cierto: los mamíferos y otras especies, tienen consciencia, sienten dolor, sienten emociones, el predominio de la especie Homo Sapiens sobre las demás especies, deja de tener ninguna lógica (salvo la del egoísmo, la maldad, el goce morboso en el dolor y el sometimiento de otro).

Sin embargo, el experimento del vídeo tiene lugar en los años setenta, época en la que la toma de consciencia sobre el especismo, apenas de estaba gestando. De manera que, tomemos el mensaje, obviemos el modo en cómo se obtiene.

¿Cuál es el mensaje clave de esta demostración?

Yo creo que son dos: el primero se refiere a la manera como funciona el aprendizaje de un comportamiento. En este funcionamiento, los humanos y los mamíferos en general, aprendemos igual. Las leyes del comportamiento son las mismas, y son muy entendibles:

La probabilidad de que una conducta o comportamiento se repita, depende directamente de la clase de respuesta (reforzador) que obtiene. Imaginemos un ejemplo, con las famosas (y terribles) máquinas tragaperras. Se inserta una moneda (conducta) y la respuesta de la máquina es sonidos, luces, movimiento, la rueda en la pantalla gira sin parar. La siguiente conducta es apretar ciertos botones para conseguir que en la pantalla los 3 signos sean idénticos. La respuesta vuelve a ser sonido + luces + movimiento, finalmente conseguir o no, el premio. Esta última respuesta de la secuencia de conductas, varía. El premio aparece como consecuencia de la primera serie de conductas, o en la segunda o en la quinta o en la décima…Esta variación se llama refuerzo intermitente, es decir, aleatorio. Es el reforzador más potente, puesto que al no saber en qué repetición de la conducta ocurrirá (saldrá premio), la persona sigue haciendo la conducta muchas veces (hasta que se le acaba el dinero). Este refuerzo intermitente es el que aumenta la probabilidad de que la conducta se mantenga. Piensa ahora tú, en alguna de las muchas conductas que haces que tienen reforzador intermitente. ¿Te das cuenta de lo bien que funciona cuando las consecuencias (premio) son positivas, potenciadoras de nuestro ser, beneficiosas? Por ejemplo, estudiar sin que en ese momento de estudio haya un premio de nota, hacer ejercicio sin que en ese momento se gane ninguna medalla…Pero piensa también en cuántas ocasiones este hábito pertinaz es para mantener conductas perjudiciales para nosotros (tabaco, alcohol, comer en exceso…) Muchos problemas con lo que nos hemos de enfrentar tienen que ver con el modo en cómo hemos aprendido a enfrentar los problemas (sin saberlo, se ha condicionado nuestra conducta -física, emocional y mental- con un reforzador intermitente negativo: huir del dolor, de la angustia, de la ansiedad…)

El segundo mensaje se refiere a lo susceptibles que somos de ser condicionados con manipulación (es decir, con plena consciencia del manipulador de lo que hace y de lo que quiere conseguir con nosotros). Esto quiere decir que estamos indefensos (o casi) a la indefensión inducida.

Realmente, en la historia de los campos de concentración, la indefensión inducida está más que explicada. Las personas reaccionaban con pasividad ante la tortura y la muerte, y es por esa razón que los torturadores pudieron cumplir su misión con relativa facilidad.

 Pero también en esa historia, los campos de concentración tienen numerosos ejemplos de personas que se resistieron a la trampa de la indefensión, y pudieron sobrevivir. Cuando pudieron contar sus historias, todos coincidían en que no estaban allí. ¿Cómo? nos preguntamos. Pues sí, no estaban allí emocionalmente. Estaban en el futuro, libres de esa pesadilla, disfrutando con sus seres amados de la vida. O estaban en el pasado, gozando del amor de los suyos. El dolor, la presión, el entorno, quedaban amortiguados: sí que dolía, sí que era horrible, pero tenían una opción para escapar: su mente. Esto es lo que les diferenció de sus compañeros asesinados: tenían una opción y aquellos no.

La última parte del vídeo, es un experimento con ítems muy poco agresivos: una trampa de lenguaje en un ejercicio con estudiantes. Sin embargo, los sentimientos que provoca son igualmente potentes: desconfianza, confusión, inferioridad. ¿Cuántas veces cosas muy pequeñas nos han herido grandemente? Sí, los humanos también somos muy experimentables, maleables, manipulables…

Pero también podemos ser invencibles. La diferencia estriba en sí podemos apoyarnos internamente a nosotros mismos, o creemos que no (porque poder, siempre podemos).

Cuando te sientas indefenso o indefensa, detente. Sepárate de ese sentimiento, preguntándote por ejemplo: ¿con qué sentimiento agradable puedo conectar ahora mismo? Y tu mente, a la que le es imposible dejar de contestar a una pregunta, te responderá trayéndote un sentimiento agradable en que fijarte.

Desde ese sentimiento agradable que te ha devuelto la calma, ponte a pensar en eso que te hace sentir indefenso. Dale la vuelta una vez y otra y otra…Busca otras explicaciones, busca otras salidas…Y en última, si no la encuentras, sácate tu As de la manga, y di:

Yo estoy bien al margen de todo lo demás

Esto tiene una explicación aunque yo la ignore

Puedo aguantar esto y mucho más hasta resolverlo

Siempre existe una opción. Has de mirar hacia dónde está. Siempre existe una opción. Está en ti, en tu mente, en tu corazón. Nadie puede esclavizarte (en cualquiera de los niveles de esclavitud), si tú no quieres.

Tu mente es tu comodín ¿y tú, ya estás siempre de tu lado?

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Fuente: Susi Grau – Nuevo Dínamo

Adolescentes y la Fobia Social ¿de qué se trata?

cache_2409999735Todo el mundo piensa que ser adolescente significa disfrutar a pleno de la vida social. ¿Por qué no? Entre la escuela, las fiestas y todas las actividades con amigos, de seguro que hay mucha diversión. Sin embargo, no todos los adolescentes disfrutan al participar en los eventos sociales y hasta los rechazan. Algunos incluso sienten una profunda ansiedad de ser vistos en público en situaciones cotidianas. Aquí te cuento de qué se trata esta fobia social en los adolescentes.

Juliana recuerda que cuando tenía 16 años todo el mundo le decía que dejara de ser tan tímida. Ella era callada, más bien introvertida y odiaba, sobre todas las cosas, tener que pasar delante de mucha gente. Le daba vergüenza por ejemplo, subirse a un autobús (bus, colectivo, guagua, camión) urbano y tener que caminar por el pasillo para buscar un lugar. El sentir las miradas de la gente le producía mucha ansiedad hasta el punto de hacerla sudar y sonrojarse. Por eso, su mamá recuerda que siempre supo que lo de Juliana era mucho más que timidez. En el colegio no quería participar en actividades, como teatro o danza, por el miedo a exponerse en público y ser criticada. No le gustaba ir a fiestas porque le daba pánico no saber si la iban a sacar a bailar o no.

Fue entonces cuando decidieron buscar ayuda profesional y Juliana fue diagnosticada con fobia social. Hoy, ya varios años después, Juliana agradece a su mamá que la haya llevado a esa terapia, pues es abogada litigante y su trabajo le exige hablar en público.

Como Juliana, muchos adolescentes padecen de fobia social, la cual se define como una ansiedad intensa o un miedo persistente ante un objeto, una actividad o una situación social que se evade a toda costa para evitar el estrés. Hablar en público o iniciar una conversación son las principales situaciones de las que huyen los adolescentes.

Las estadísticas indican que el promedio de edad en el que se desarrollan los síntomas de la fobia social es entre los 11 y los 19 años, es decir, durante la adolescencia.

Para identificar si tienes fobia social o si tu hijo(a) adolescente la padece, presta atención a los siguientes síntomas:

  • Sentirse observado en situaciones sociales al punto de sentir      dolor de estómago, tener el pulso acelerado, marearse y llorar.
  • Sentirse cohibido (con timidez) cuando otros observan: pensar      que todos están juzgando lo que haces.
  • Tener un temor extremo de que otros te observen.
  • Temer al qué dirán los demás.
  • Evitar iniciar conversaciones con compañeros de la clase.
  • Sensaciones físicas como sonrojarse, palpitaciones, náusea,      sudor y sentirse humillado(a).

Si piensas que tu ansiedad ante situaciones sociales es extrema hasta el punto de interferir en tu vida diaria y tu bienestar emocional, puede que tengas fobia social. Para saber si es así, debes consultar con un especialista que puede recomendarte los dos tratamientos que hay para tratar este tipo de fobia: medicamentos y terapia psicológica o terapia de comportamiento.

Los medicamentos se pueden combinar con la terapia (es lo que generalmente se recomienda) y se ha comprobado que son efectivos para tratar y eliminar los síntomas de la fobia social. En los Estados Unidos, la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) ha aprobado cuatro medicamentos específicamente para los casos de fobia social: Zoloft (Sertraline), Paxil (Paroxetine), Luvox (Fluvoxamine) y Effexor (Venlafaxine). Puede que en tu país existan con el mismo nombre o que tu médico te recomiende otros con ingredientes similares que sean igualmente efectivos (el ingrediente que se encuentra entre paréntesis es el ingrediente químico que es igual en todos los países).

Lo bueno de los medicamentos es que funcionan. Lo malo, es que sólo tratan los síntomas, en este caso no los curan y podrían causar algunos efectos secundarios. Por lo que, si se suspende su uso, los síntomas pueden regresar.  Por eso, la terapia psicológica o la terapia de comportamiento podría ser mejor a largo plazo si te funciona, ya que con algunos métodos podrías “entrenar” a tu cerebro para que le pierda miedo a las situaciones sociales que no podías enfrentar previamente.

De cualquier manera, el primer paso es identificar si padeces de fobia social para así poder tratarla y disfrutar de tu adolescencia a plenitud, (o ayudar a tu hijo(a) a   superarla).

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Fuente: (Doctora Aliza) – http://www.vidaysalud.com