Mamá también llora. Carta abierta a padres y educadores.

– Mamá, ¿Qué te pasa? ¿Estás llorando?

– No, cariño, es que se me ha metido una motita de polvo en el ojo…

Vivimos en un mundo en el que, ser los primeros, es lo más importante. Examinan a nuestros hijos continuamente y ellos sólo buscan el sobresaliente. Se les prepara para afrontar el éxito, para celebrar los triunfos. Se les repite hasta la saciedad: “No llores. Tienes que ser fuerte. ¡Eres el mejor!”

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http://luciamipediatra.com/mama-tambien-llora-carta-abierta-padres-y-educadores/

Fuente:  Lucia Galan – Piensaesgratis.com

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El homeschooling – La escuela en casa

Un fenómeno que aumenta año a año es la educación de los niños y de los jóvenes, en casa.

En Estados Unidos ya hay dos millones de chicos que no asisten a la escuela y en cambio estudian en sus casas.

La presencia en las aulas de maestros sin ninguna formación moral ni religiosa, impulsa a los padres a alejar a sus hijos de las escuelas.

Aunque no se trate precisamente de familias devotas, son personas que desean más que nada que sus hijos tengan la oportunidad de que se les inculquen valores religiosos.

En Norteamérica, esa modalidad educativa está reconocida y aceptada por el sistema escolar pero no está reglamentada.

La Asociación para la defensa Legal de la Educación en el Hogar, es la agrupación que está realizando gestiones para conseguir el marco legal que necesita esta forma educativa; no obstante este método de enseñanza funciona sin obstáculos.

El inconveniente puede surgir cuando estos chicos tengan que convalidar su formación para acceder a la universidad.

Los defensores de este sistema enfatizan sus beneficios, sin embargo para otros, esta forma de educación priva a los menores de la experiencia de la socialización que le brinda la asistencia a clase; del aprendizaje de la convivencia con los pares, el conocimiento de otras ideas, modos de vida, preferencias e inclusive idiomas y culturas distintas.

En Argentina, aún no hay registros oficiales de esa modalidad educativa, pero ya hay familias que la implementan.

Padres de familias numerosas constataron a través de los años, las deficiencias y la decadencia del sistema educativo, tanto en el ámbito público como privado y decidieron darles a sus hijos educación a distancia, una opción que descubrieron que existe en el país, en mayor proporción de la que esperaban

Los especialistas en educación cuestionan esta forma de enseñanza, más allá de las falencias del sistema educativo formal.

Consideran importante la obligatoriedad de la presencia en clase, el contacto con los grupos de pares y el cumplimiento de las normas.

En Argentina no existe una legislación al respecto y es difícil diferenciar entre instrucción obligatoria y escolaridad obligatoria, términos que no definen con precisión este tema.

Si bien no está prohibida esta modalidad educativa, tampoco existe un registro ni una regulación.

La escuela en casa no permite compartir actividades ni competir, ni tampoco brinda la oportunidad de aprender a aceptar las diferencias.

Al no existir una normativa es difícil evaluar la acreditación de la aprobación del nivel escolar obligatorio, afirma una funcionaria del Ministerio de Educación.

La escuela está organizada para garantizar a todos la posibilidad de obtener educación en función de las necesidades particulares y de la sociedad.

Sin embargo, muchas veces el ámbito educativo es usado para estar al servicio de ciertos sectores políticos que imponen o prohíben contenidos, según sus propios intereses.

A ese inconveniente se suman las continuas huelgas de maestros por reclamos salariales y la pérdida de la calidad educativa en los colegios.

La enseñanza en casa garantiza a los padres la calidad educativa que pretenden para sus hijos y una educación acorde a sus propias convicciones,

El problema es no estar formando individuos que en el futuro tengan dificultades para integrarse a la sociedad; aunque estos chicos forman parte de un sector de la población que está en condiciones de practicar deporte de equipo, realizar actividades artísticas y otras actividades extracurriculares que les exigen relacionarse con sus pares.

Es evidente que lo que está pasando a nivel educativo se debe a las carencias del sistema, la falta de libertad en la educación, la escasa formación docente y la obligatoriedad de recibir contenidos relacionados con los gobiernos de turno con el propósito de transmitir ideología que puede ser ajena a los principios de los padres.

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Fuente:  Malena – Psicologia la guia 2000.com

Estimados padres y madres – Infografía – TIPS

Estimados padres y madres – Infografía

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En vez de querer hijos perfectos –> Deseen tener hijos felices.

En vez de exigir tanto –> Descubran los talentos de sus pequeños.

En vez de gritar –> Expliquen por qué están mal sus acciones.

En vez de ilusionar –> Hagan la realidad más divertida.

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10 Señales que indican que tu hijo está malcriado

Criar y educar a un niño es probablemente uno de los mayores desafíos a los que nos podemos enfrentar. Nos equivocaremos muchas veces, pero el primer paso para aprender y rectificar es darnos cuenta de que no lo estamos haciendo bien. El segundo paso será detectar qué es lo que hacemos mal (en este artículo encontrarás algunas pautas).

Aquí tienes 10 señales que indican que tu hijo está malcriado.

Los berrinches son frecuentes. Las rabietas, tanto en público como en casa, son la señal más segura de que un niño está mimado.

Nunca está satisfecho con nada. Los niños consentidos a menudo no pueden expresar su satisfacción con lo que tienen. Si ven a alguien más con algo, ellos van a querer eso en lugar de lo que ya tienen.

No ayuda en casa. A ningún niño le gusta limpiar, pero una vez que han pasado los primeros años de vida, debería estar dispuesto a ayudar con tareas pequeñas, como recogiendo sus juguetes y guardando sus zapatos.

Intenta controlar a los adultos. Los niños mimados no diferencian entre sus iguales y los adultos, y esperan de ambos que les escuchen en todo momento.

Te avergüenza de forma frecuente en público. Que tu hijo se equivoque de vez en cuando es normal, pero la situación va más allá de un hecho aislado cuando te avergüenza a propósito en público para llamar la atención.

No comparte. Compartir es un concepto muy difícil de aprender y dominar para los niños, pero una vez que cumple 4 años, deberían estar más dispuestos a compartir sus cosas con sus amigos y hermanos.

Tienes que rogarle. Los padres o tutores son figuras de autoridad y los niños deberían obedecer cuando realizan una solicitud. Como padres no tendríamos que rogar a nuestros hijos para que terminen de realizar una tarea.

Te ignora. A ningún niño le gusta escuchar la palabra “no”, pero no debería ignorarte cuando hablas con él.

No juega solo. Sobre los 4 años, un niño debe poder y estar dispuesto a jugar por su cuenta durante un tiempo. Que necesite a un padre o un compañero de juegos para jugar demuestra su necesidad de atención.

Tienes que sobornarlo. No deberíamos tener que sobornar a nuestros hijos con dinero, golosinas o juguetes para que hagan las tareas diarias.

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Fuente: Tais Perez – Taispd

Los conflictos familiares: 3 estrategias para afrontarlos

Los conflictos familiares, entendidos como procesos de desarmonía entre los miembros de una familia, ocurren en todas y cada una de las familias por muy buena relación que tengan sus miembros. Cualquier grupo o conjunto de dos o más personas puede tener, en determinados momentos, disparidad de opiniones. Esta disparidad puede dar lugar al conflicto. Si no se resuelve bien, puede debilitar las relaciones entre sus miembros.

La psicología familiar pretende enseñar a las familias estrategias de resolución de conflictos para que estos conflictos no lleguen a suponer un problema que enturbie la relación entre sus miembros (en este caso padres-hijos). La manera de solucionar los conflictos del día a día indica cómo son estas relaciones, al mismo tiempo que deja entrever la personalidad de cada miembro de la familia.

Existen tres formas básicas de solucionar los conflictos:

1. Yo, padre, gano. Tú, hijo, pierdes

– Modelo usado por padres que siguen estilos educacionales autoritarios.
– En este modelo, los padres ejercen su poder usando castigos y chantajes para valer sus soluciones frente a las del hijo y esperar a que este las acepte.
– No se da ninguna mediación, porque prevalece la opinión de los padres ante la del hijo.
No se tiene en cuenta la opinión del hijo ni las alternativas que propone ante el problema. Limita su capacidad para solucionar sus propios problemas.
– A la larga, crea rencor. Este rencor puede debilitar la relación.
– El hijo aprende a mentir para conseguir lo que quiere, no aprende a solucionar los problemas por si solos: no se le permite adquirir autorresponsabilidad.

2. Tú, hijo, ganas. Yo, padre, pierdo

– Modelo usado por padres que siguen estilos educacionales negligentes.
– Se da en situaciones en las que existe un conflicto y, por mucho que los padres han intentado persuadir al hijo, no lo han conseguido y terminan cediendo.
– Este método es usado por muchos padres con el objetivo de evitar discusiones o problemas familiares.
– El hijo termina aprendiendo que puede conseguir todo lo que quiera. Su sensación de poder aumenta cada vez más, y este poder será usado para seguir consiguiendo sus objetivos.
– Los padres terminan aprendiendo que son más débiles que el hijo.
– Este modelo crea hijos egoístas que aprenden a hacer sentir culpables a los padres.

3. Nadie pierde. La concertación

– Es el método más recomendable y el modelo usado por padres que siguen estilos educacionales democráticos.
– La solución al problema se encuentra teniendo en cuenta las opiniones de todos y cada uno de los miembros. Entre todas las soluciones propuestas, se busca aquella que favorezca a todas las partes.
– El hijo se siente valorado, le da sensación de utilidad.
– Le permite crear estrategias de solución de problemas y le permite enfrentarse a sus propias decisiones.
– Comprende, además, el valor de la familia como un conjunto cooperativo.

Tan importante como solucionar los conflictos familiares que van surgiendo en el día a día, es también buscar la mejor forma de solucionarlos. Una solución conjunta y democrática, basada en la concertación, nos enseña a respetar y valorar al resto de personas, al mismo tiempo que nos sentimos valorados por los demás. Una buena resolución de conflictos estrecha lazos y permite una convivencia plena y positiva.

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Fuente: Mireia Navarro – Psicopedia.org

Consejos para padres: El día en que dejé de decir «date prisa»

Cuando estás viviendo una vida apretada, cada minuto cuenta. Sientes que deberías tachar algo de la lista de cosas pendientes, mirar una pantalla, o salir corriendo hacia el siguiente destino. Y no importa en cuántas partes dividas tu tiempo y atención, no importa cuántas tareas trates de hacer a la vez, nunca hay suficiente tiempo para ponerse al día.

Esa fue mi vida durante dos años frenéticos. Mis pensamientos y acciones estaban controlados por notificaciones electrónicas, melodías para el móvil y agendas repletas. Y aunque cada fibra de mi sargento interior quería llegar a tiempo a todas las actividades de mi programa, yo no.

Verás, hace seis años, fui bendecida con una niña relajada, sin preocupaciones, del tipo de quienes se paran a oler las rosas.

Cuando tenía que estar ya fuera de casa, ella estaba ahí, toda dulzura, tomándose su tiempo para elegir un bolso y una corona con purpurina.

Cuando tenía que estar en algún sitio desde hacía cinco minutos, ella insistía en intentar sentar y ponerle el cinturón de seguridad a su peluche.

Cuando necesitaba pasar rápidamente a comprar un bocadillo en Subway, se paraba a hablar con la señora mayor que se parecía a su abuela.

Cuando tenía 30 minutos para ir a correr, quería que parase la sillita para acariciar a cada perro con el que nos cruzábamos.

Cuando tenía la agenda completa desde las seis de la mañana, me pedía que le dejase cascar y batir los huevos con todo cuidado.

Mi niña despreocupada fue un regalo para mi personalidad de tipo A, orientada al trabajo, pero yo no lo vi. Oh no, cuando tienes una vida apretada, tienes visión de túnel – solo ves el siguiente punto en tu agenda. Y todo lo que no se pueda tachar de la lista es una pérdida de tiempo.

Cada vez que mi hija me desviaba de mi horario, me decía a mí misma: «No tenemos tiempo para esto». Así que las dos palabras que más usaba con mi pequeña amante de la vida eran: «Date prisa».

Empezaba mis frases con esas dos palabras.

Date prisa, vamos a llegar tarde.

Y las terminaba igual.

Nos lo vamos a perder todo si no te das prisa.

Comenzaba el día así.

Date prisa y cómete el desayuno.

Date prisa y vístete.

Terminaba el día de la misma forma.

Date prisa y lávate los dientes.

Date prisa y métete en la cama.

Y aunque las palabras «date prisa» conseguían poco o nada para aumentar la velocidad de mi hija, las pronunciaba igualmente. Tal vez incluso más que las palabras «te quiero».

La verdad duele, pero la verdad cura… y me acerca a la madre que quiero ser.

Entonces, un día trascendental, las cosas cambiaron. Habíamos recogido a mi hija mayor del cole y estábamos saliendo del coche. Como no iba lo suficientemente deprisa para su gusto, mi hija mayor le dijo a su hermana: «Eres muy lenta». Y cuando se cruzó de brazos y dejó escapar un suspiro exasperado, me vi a mí misma – la visión fue desgarradora.

Yo era una matona que empujaba y presionaba y acosaba a una niña pequeña que sólo quería disfrutar de la vida.

Se me abrieron los ojos, vi con claridad el daño que mi existencia apresurada infligía a mis dos hijas.

Aunque me temblaba la voz, miré a los ojos de mi hija pequeña y le dije: «Siento mucho haberte metido prisa. Me encanta que te tomes tu tiempo, y me gustaría ser más como tú».

Mis dos hijas me miraban igualmente sorprendidas por mi dolorosa admisión, pero la cara de mi hija menor tenía un brillo inconfundible de validación y aceptación.

«Prometo ser más paciente a partir de ahora», dije mientras abrazaba a mi pequeña, que sonreía con la promesa de su madre.

Fue bastante fácil desterrar las palabras «date prisa» de mi vocabulario. Lo que no fue tan fácil era conseguir la paciencia necesaria para esperar a mi lenta hija. Para ayudarnos a las dos, empecé a darle un poco más de tiempo para prepararse si teníamos que ir a alguna parte. Y a veces, incluso así, todavía llegábamos tarde. En esos momentos me tranquilizaba pensar que solo llegaría tarde a los sitios unos pocos años, mientras ella fuese pequeña.

Cuando mi hija y yo íbamos a pasear o a la tienda, le dejaba marcar el ritmo. Y cuando se paraba para admirar algo, intentaba quitarme la agenda de la cabeza para simplemente observar lo que hacía. Vi expresiones en su cara que no había visto nunca antes. Estudié los hoyuelos de sus manos y la forma en que sus ojos se arrugan cuando sonríe. Vi cómo otras personas respondían cuando se paraba para hablar con ellos. Observé cómo descubría bichos interesantes y flores bonitas. Era una observadora, y aprendí rápidamente que los observadores del mundo son regalos raros y hermosos. Ahí fue cuando por fin me di cuenta de que era un regalo para mi alma frenética.

Mi promesa de frenar es de hace casi tres años, y al mismo tiempo empezó mi viaje para dejar de lado la distracción diaria y atrapar lo que de verdad importa en la vida. Vivir en un ritmo más lento todavía requiere un esfuerzo extra. Mi hija pequeña es el vivo recuerdo de por qué tengo que seguir intentándolo. De hecho, el otro día, me lo volvió a recordar.

Habíamos salido a dar un paseo en bicicleta durante las vacaciones. Después de comprarle un helado, se sentó en una mesa de picnic para admirar con deleite la torre de hielo que tenía en la mano.

De repente, una mirada de preocupación cruzó su rostro. «¿Tengo que darme prisa, mamá?»

Casi lloro. Tal vez las cicatrices de una vida acelerada no desaparecen por completo, pensé con tristeza.

Mientras mi hija me miraba esperando a saber si podía tomarse su tiempo, supe que tenía una opción. Podía sentarme allí y sufrir pensando en la cantidad de veces que le había metido prisa a mi hija en la vida… o podía celebrar el hecho de que hoy intento hacer algo distinto.

Elegí vivir el hoy.

«No tienes que darte prisa. Tómate tu tiempo», le dije tranquilamente. Su rostro se iluminó al instante y se le relajaron los hombros.

Y así estuvimos hablando de las cosas de las que hablan las niñas de seis años que tocan el ukelele. Incluso hubo momentos en que nos sentamos en silencio simplemente sonriendo la una a la otra y admirando las vistas y sonidos que nos rodeaban.

Pensé que mi hija se iba a comer toda la maldita cosa – pero cuando llegó al último pedazo, me pasó la cuchara con lo que quedaba de helado. «He guardado el último bocado para ti, mamá», me dijo con orgullo.

Mientras el manjar saciaba mi sed, me dí cuenta de que había hecho el negocio de mi vida.

Le di a mi hija un poco de tiempo … y, a cambio, ella me dio su último sorbo y me recordó que las cosas son más dulces y el amor llega con más facilidad cuando dejas de correr por la vida.

Ya se trate de …

  • Tomarse un helado
  • Coger flores
  • Ponerse el cinturón de seguridad
  • Batir huevos
  • Buscar conchas en la playa
  • Ver mariquitas y otros bichos
  • Pasear por la calle

No diré: «No tenemos tiempo para esto». Porque básicamente estaría diciendo: «No tenemos tiempo para vivir».

Hacer una pausa para deleitarse con los placeres simples de la vida es la única manera de vivir de verdad.

(Confía en mí, he aprendido de la mejor experta del mundo.)

 

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Fuente: Rachel Macy Stafford – Huffingtonpost.es

Disciplina en el Hogar durante la niñez

El manejo de la disciplina en el hogar durante las etapas tempranas de la vida constituye un factor importante en el desarrollo de adultos capaces de asumir y respetar los límites y normas que a lo largo de su vida tenga que cumplir, y además le permitirá adaptarse funcionalmente a la realidad y a cada una de las situaciones a las que tenga que enfrentarse y ser justo en las acciones que realice.

En principio lo fundamental al hablar de disciplina, es tomar en cuenta que su significado no debe usarse como sinónimo de reprimenda, castigo, gritos, maltratos… sino como un proceso a través del cual se enseña a los seres humanos a respetar… a entender las consecuencias de los actos… a dar y a recibir… y, por supuesto a adaptarse a una realidad que impone ciertos límites. Recuerden que ningún comportamiento de su hijo merece el maltrato, ni físico, ni verbal, conversen con sus hijos y explíquenle brevemente el porqué de las cosas que puede y no puede hacer… tomando en cuenta por supuesto la edad del niño y su nivel comprensivo. Así aprenderá a resolver sus problemas dialogando y llegando a un acuerdo. La violencia solo trae más violencia y la percepción de que ésta es la mejor e incluso la única manera de solucionar los problemas; además con ella se pierde el respeto hacia los padres y se genera el miedo como sentimiento prevaleciente en la relación.

Para llevar a cabo un método disciplinario hay que tomar en cuenta además, que es fundamental que ambos padres o representantes de cada niño estén de acuerdo con las normas a señalar y la forma de hacerlo, para que no existan confusiones y el niño no perciba incongruencias entre los límites que coloca un padre con respecto al otro; evitando así que se establezcan alianzas inadecuadas. Dentro de este punto es importante considerar que si en algún momento alguno de los padres no está de acuerdo con el otro en relación al manejo de la disciplina en el hogar, deberán conversarlo de manera íntima, sin desautorizarse delante del niño, ni involucrarlo en alguna discusión que surja de esta situación.

En el desarrollo de este proceso disciplinario se verán en la necesidad de señalar muchas veces lo que el niño no puede hacer, por lo que él tenderá a percibir que vive en medio de muchos «NO»: «No puedes hacer eso», «No toques aquello» … y se sentirá limitado. Por esto es necesario tomar en cuenta que los niños como parte de su naturaleza tendrán curiosidad y necesidad de moverse libremente y, es importante comprender que ellos requieren de un espacio donde puedan jugar… para estar solos o para compartir con otros niños… un espacio donde puedan tener libertad de movimiento y de explorar su ambiente, para que puedan reconocer cuáles son las acciones que sí puede hacer y dónde. Cuando su hijo se encuentre abordando al año y medio de vida aproximadamente, seguramente tendrán que desarrollar aún más la paciencia para poder guiar su actuación sin desesperarse, puesto que ya para esta edad ha adquirido la autonomía necesaria para observar, tocar, sentir… por sí solo todo lo que le rodea; por lo que es recomendable hacer algunas adaptaciones al ambiente para prevenir accidentes, como por ejemplo: tapar los tomacorrientes, evitar el acceso a la cocina a través de alguna especie de rejilla, sacar de su alcance objetos que puedan ser peligrosos, entre otras medidas.

Cuando su hijo se encuentre realizando alguna acción que considere negativa, explíquele brevemente las consecuencias de lo que está haciendo y el porqué debe dejar de hacerlo, como se mencionó previamente, aunque sienta que es repetitiva, y luego distraiga su atención mostrándole otra actividad que sí puede hacer y, refuerce positivamente, con expresiones afectivas cada esfuerzo que realice el niño por apegarse a las normas.

Del mismo modo, los niños necesitan actividades, además de las escolares, que les permitan invertir su tiempo y desarrollarse en otras áreas: culturales, deportivas, sociales, artísticas…, según sus intereses y habilidades, ya que por lo general ellos tenderán a ocupar parte de su tiempo libre en otras cosas que los entretengan, y muchas de estas acciones pueden parecer «travesuras». Es recomendable entonces que sus hijos puedan ingresar a algún tipo de estas actividades donde puedan explorar su ambiente con libertad y desarrollar sus potencialidades. Asimismo es sumamente importante que tengan un espacio de tiempo para compartir con sus padres, para conversar o jugar con ellos, no importa la cantidad de ese tiempo, sino la calidad de ese momento que decidan estar juntos.

Con paciencia, constancia y mucho amor sus hijos se adaptarán poco a poco a los límites y normas que deben seguir, y podrán respetarlos. Recuerden siempre que ningún extremo es bueno… ni la extrema exigencia y el maltrato… ni la total indiferencia y la permisividad ante todo lo que desee realizar el niño. La disciplina es importante manejarla con equilibrio y justicia… con respeto y amor… con paciencia y constancia… señalando no sólo las acciones negativas que realice su hijo, sino también cada acción positiva y felicitarlo por ello… expresándole y demostrándole siempre su afecto hacia ellos.

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Autor: Carelys Pachano de García – Psicologoinfantil.com

5 causas del autismo que no conocías

El autismo es una enfermedad que afecta directamente la comunicación y las relaciones sociales, por esa razón, es un tema de una considerable complejidad, cuyo verdadero origen aún se desconoce. Sin embargo, las investigaciones realizadas y el hecho de que haya una variedad de manifestaciones de dicho mal, sugieren una combinación de factores genéticos y ambientales que inciden en su gestación. Hoy vamos a ver 5 causas del autismo que no conocías, recientemente descubiertas por los científicos.

5. Causas genéticas del autismo

Actualmente, nadie duda que el autismo tenga en su base un componente genético. Se ha confirmado que un cambio en los genes de los sujetos puede provocar la enfermedad y que además es una condición altamente heredable. Tanto es así que los gemelos tienen casi un 90% de probabilidades de que ambos sean autistas. Por otra parte, se ha notado que algunos cambios genéticos pueden conducir al autismo de manera espontánea, es decir, sin que estos sean hereditarios. Se han identificado alrededor de 20 genes en el genoma humano que estarían relacionados con esta enfermedad.

4. Uso de fármacos y medicamentos

El consumo de algunos fármacos y medicamentos durante el embarazo puede aumentar el riesgo de padecer autismo en los bebés. Se ha comprobado que los fetos expuestos a anticonvulsionantes o ansiolíticos afectan la salud mental del recién nacido.

3. Pesticidas

Exponer a los bebés o a mujeres embarazadas a pesticidas contribuye a aumentar los riesgos de padecer autismo. Aquí se trataría de personas con predisposición genética a la enfermedad. La afectación sería un desencadenante, pues las diferentes sustancias tóxicas que se usan para eliminar plagas pueden interferir con los genes del sistema nervioso y desarrollar una latencia que no necesariamente se hubiera mostrado dominante.

2. Autismo y edad de los padres

Se ha observado una estrecha relación entre el autismo y la edad de los padres. Mientras mayores son los progenitores, mayor es el riesgo de que los bebés padezcan esta enfermedad. De hecho, se cree que las mujeres de 40 años en adelante tienen másprobabilidades de tener hijos autistas que las de menos de 30. No se sabe a ciencia cierta la explicación, pero se estima que en edades más avanzadas se producen cambios genéticos en los espermatozoides de los padres.

1. Desarrollo cerebral de los bebés

Uno de los aspectos más interesantes de los que se tiene conocimiento sobre el autismo es que tiene relación con el desarrollo cerebral de los bebés. Durante el crecimiento fetal, pueden producirse irregularidades en los niveles de los neurotransmisores que, a su vez, conducen a problemas en el movimiento, en la concentración y en los estados de ánimo.

Todavía queda mucho por investigar para conocer el verdadero origen del autismo. Aun así, los factores aquí mencionados son prueba de que se ha avanzado considerablemente en la materia y de que se le está asumiendo de manera integral, como la resultante de una serie de niveles donde se inserta el organismo humano.

¿Conoces alguna otra?

 

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Autor:  Ruth Lelyen – ojo curioso

Manual para padres primerizos

Este artículo está escrito para quienes les gustaría ser padres (o madres) alguna vez en la vida. Para aquellas parejas que han tomado la decisión de tener un hijo. Para aquellas que están en pleno embarazo y en apenas unos meses verán nacer a su primer retoño. Y, por qué no, también para los padres y las madres que quieran recordar cómo les cambió la vida traer un bebé a este mundo. Para todos ellos, a continuación se describe la letra pequeña de la maternidad y la paternidad. Es decir, los puntos más delicados que cualquier pareja deberá afrontar al recibir a su primer vástago.

Nada más comunicar a nuestro entorno social y familiar que vamos a tener un hijo, empezamos a acumular recomendaciones –muchas de ellas, totalmente contradictorias– acerca de cómo deberíamos vivir este momento tan decisivo. Pero dado que cada bebé es único y cada pareja es diferente, digan lo que nos digan no quedará más remedio que aprender de la propia experiencia. Una cosa es lo que creemos que es la paternidad y otra, infinitamente distinta, lo que realmente implica ser padres. Es imposible saber de antemano lo mucho que la llegada de nuestro primer hijo va a cambiarnos la vida. Así que solo queda relajarse y esperar.

Los hijos no unen a las parejas ni las hacen más felices; más bien destapan las verdades que se ocultan debajo de la alfombra de nuestro hogar” León Tolstói

La pareja deberá pasar los días de cuarentena sexual. Una vez que la mujer se recupera del parto, hemos de dedicar tiempo y energía para mantener encendida la llama de la pasión. Y puesto que el bebé convierte a cada miembro de la pareja en papá y mamá este nuevo rol debe llevar a descubrir aspectos de nosotros mismos que desconocíamos.

Al trastocar nuestra rutina, en muchos casos el cansancio acumulado provoca que aflore nuestro lado oscuro, poniendo de manifiesto el tipo de persona que realmente somos. Cultivar la comunicación, la complicidad y la generosidad resulta esencial.

Por más que al principio cueste despegarse del bebé, es fundamental crear espacios de intimidad para estar a solas. Al menos una vez por semana podemos organizar una comida o una cena para dos, en la que –como hombre y mujer– cultivemos nuestra relación de amigos, amantes y compañeros de viaje. Lo cierto es que la llegada de un niño nos adentra en una rutina y una inercia que suele alejarnos de la pareja, creando una distancia emocional tan imperceptible como difícil de detener. Además, si cesa el amor entre los padres, los hijos lo acaban pagando. No es casualidad que durante los primeros tres años desde el nacimiento del primer hijo se produzcan cada vez más separaciones.

Los bebés son criaturas adorables. Pero dado que no pueden valerse por sí mismos, enseguida se apegan al afecto y la seguridad de papá y mamá. Además, dado que viven en modo supervivencia, son tremendamente egocéntricos y demandantes. Precisan el cien por cien de nuestra atención; no se conforman con menos. Si la mujer decide darle el pecho, el niño necesitará su presencia una media de seis horas diarias. También hay que limpiarle y cambiarle el pañal alrededor de siete veces por día, así como ponerle y quitarle la ropa, bañarlo, darle mimos, jugar con él y estar a su lado en todo momento para que no se sienta solo y no se haga daño.

Y no solo eso. La gran mayoría de ellos se despiertan un par de veces cada noche, utilizando su llanto como medio de comunicación. En general, lloran porque les duelen las encías cuando empiezan a salir los dientes, porque tienen fiebre o se sienten sucios. Algunos expertos recomiendan dejarlos desahogarse un rato, para que aprendan el hábito de conciliar el sueño por sí mismos. Otros proponen meterlos en la cama de los adultos, para que se sientan reconfortados por la calidez que les proporciona sentir a sus padres cerca. Sea cual sea la decisión, se debe evitar caer en la tiranía de los reproches y del “te toca a ti”. Es esencial armarse de paciencia y de generosidad para sacar fuerzas de donde sea y no pagar el mal humor con nuestra pareja.

Amar a nuestros hijos implica dejar de lado nuestros deseos para atender sus necesidades. Y hacerlo cada día durante muchos años”Erich Fromm

En paralelo, hemos de reorganizar nuestras prioridades y aspiraciones vitales, adaptándonos a los horarios de nuestro retoño. Dado que alguien ha de estar 24 horas al día junto a la criatura, tarde o temprano hay que tomar decisiones: ¿podemos permitirnos que uno de los dos miembros de la pareja deje de trabajar? ¿Contamos con la ayuda diaria de los abuelos? ¿Contratamos a una canguro de forma fija? ¿Lo llevamos a la guardería?

En cuanto a los fines de semana, el principal hobby pasará a llamarse “ejercer de padres”. Nuestras aficiones quedarán en un segundo plano, pero siempre se pueden encontrar soluciones llegando a acuerdos. Buscar la complicidad en la pareja para intentar mantener algo de la vida personal de cada miembro resultará fundamental. Los malabarismos para conseguirlo están garantizados, pero merecerán la pena.

No vemos a nuestros hijos como son, sino como somos nosotros. En demasiadas ocasiones proyectamos sobre ellos nuestros miedos, carencias y frustraciones. Hoy día existe una tendencia generalizada a convertirse en padres perfectos, cayendo en las garras de la hiperexigencia y la sobreprotección. Sin embargo, es imposible evitar que los hijos entren en contacto con el dolor. Los bebés padecen todo tipo de enfermedades, experimentan diferentes niveles de fiebre, se caen al suelo, se dan golpes… Muchas veces lloran porque no entienden por qué les pasa lo que les pasa. Sin embargo, por más que se lean libros sobre paternidad, seguramente resultará inevitable caer en las visitas a urgencias a altas horas de la madrugada por haber convertido un granito de arena en un enorme castillo.

Ni se puede convertir en un drama volver a casa con la sensación de no saber nada de nada, ni se debe salir corriendo en busca del médico más cercano a la primera de cambio. El libro de instrucciones infantil aumenta de páginas, enseñanzas, consejos y trucos cada día de convivencia con nuestro hijo. Y debemos estar atentos para tomar buena nota mental de las cosas que hemos hecho bien y de las que han resultado equivocadas. Nuestro equilibrio personal y nuestro hijo nos lo agradecerán.

Para cuando un hombre se da cuenta de que quizá su padre tenía razón, ya tiene un hijo propio que piensa que su padre está equivocado”Charles Wadsworth

Es curioso constatar cómo en la medida en que vamos ejerciendo el rol de padres, se manifiestan con fuerza rasgos, conductas y actitudes de nuestros propios progenitores. En algunos casos llegamos incluso a comportarnos del mismo modo que solíamos criticar en nuestros padres, estableciendo dinámicas con nuestra pareja que tanto juzgábamos y condenábamos cuando las veíamos desde nuestro papel de hijos. De ahí que se diga que “la sombra de papá y mamá es alargada”. O que “en la cama no dormimos dos, sino seis”, pues cada uno de los miembros de la pareja carga con el condicionante cultural y la herencia emocional de sus propios progenitores.

Como padres, el mejor regalo que le podemos ofrecer a nuestro hijo es compartir con él nuestro bienestar emocional. De ahí que antes de empezar a ocuparnos de él, hemos tenido que ocuparnos de nosotros mismos. Ejercer el rol de padres implica matricularse en un máster de amor incondicional. Puede que no haya notas, pero sí exámenes cada día. Para aprobar y superar los retos que nos plantea tener un niño hemos de comprender que lo importante es lo que sucede a través nuestro al servicio de nuestro hijo. Así, sus necesidades son nuestras prioridades. Y si bien esta afirmación es fácil de decir, da para toda una vida de aprendizaje. ¡Buen viaje!

 

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Fuente: Borja Vilaseca – ElPais.com

Cómo identificar y tratar la agresividad infantil

 

La intervención de los padres es fundamental para corregir la agresividad desmedida que pueden mostrar algunos niños. 

Diversos psicólogos y pedagogos coinciden en que puede considerarse un comportamiento habitual el de un niño que, hasta los dos años, muerda, por ejemplo, a sus compañeros en la guardería o que, hasta los 5 años, estos mordiscos den paso a pellizcos, empujones, etc.

No obstante, también inciden en la importancia de identificar y, sobre todo, corregir dicho comportamiento para evitar consecuencias negativas tanto en los demás niños como en el propio menor que, de seguir practicando estas conductas, podría llegar a ser evitado y rechazado –con los posibles problemas de sociabilidad que podrían surgir a raíz de ello-.

¿Cómo deben actuar los padres?

Muchos padres tienden a aconsejar a sus hijos que devuelvan el golpe golpeando ellos mismos, pero tanto los orientadores como los profesionales de la psicología coinciden en que esa no debe ser la respuesta porque se acaba generando más violencia.

Desde su punto de vista, algunas de las pautas que deben seguirse son:

  • Tener una comunicación fluida con los hijos para explicarles que sus conductas agresivas tienen consecuencias negativas tanto para ellos mismos como para los otros niños.
  • Tratar de identificar los orígenes de su comportamiento para poder corregirlo lo antes posible: Observar conductas violentas en el hogar –tanto si son reales como si se trata de situaciones ficticias, por ejemplo, en películas, videojuegos, etc.-, vivir en un entorno familiar conflictivo o excesivamente competitivo, estar faltos de habilidades sociales o presentar problemas de comunicación pueden ser algunas de las razones que lleven a un niño a ser agresivo con sus semejantes.
  • Enseñar otros comportamientos alternativos: Los padres deben guiarle para que encuentre soluciones a la violencia como, por ejemplo, avisar al profesor y apostar por el diálogo. Lo ideal es poder reflexionarlo tomando como base situaciones ya vividas por el pequeño.
  • Reconocer y elogiar los comportamientos adecuados y no reforzar las conductas agresivas –bromeando sobre ello o comentándolo con familiares y amigos delante del niño-.
  • Adoptar medidas cuanto antes: La conducta agresiva no debe ser pasada por alto sin ser reprendida. También cabe la posibilidad de completar la regañina retirando al niño algunos privilegios –de forma proporcionada a la magnitud de su acto-.
  • Si la agresividad prosigue en el tiempo, pese a que se hayan tomado las medidas correspondientes para evitarlo, habrá que acudir a un especialista para que realice un análisis personalizado.

 

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Fuente: MundoPsicologos.com

Pautas para mejorar las relaciones sociales infantiles

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En muchas ocasiones, cuando padres y madres acuden a buscar ayuda psicológica para sus hijos es porque han detectado un determinado problema: ha suspendido muchas asignaturas, tiene un comportamiento disruptivo o ha recibido un diagnóstico (por ejemplo, Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad) que requiere intervención.

Es frecuente que, asociado a este motivo que les lleva a consultar, aparezcan otras áreas asociadas sobre las que intervenir, ya que quizás estén generando cierto malestar para el niño o la niña. Es el caso de las dificultades en las relaciones sociales, que a pesar de que no suelen ser el principal motivo de consulta, aparecen con frecuencia en segundo plano.

¿Qué factores influyen en las dificultades para relacionarse de los niños?

Cuando nos relacionamos con los demás, uno de los factores más importantes que se pone en juego es la autoestima: si confiamos en nosotros mismos, podremos intervenir en las actividades con otras personas sin miedo a sentirnos juzgados (“¿qué pensarán si hago esto o lo otro?”, “¿habré dicho algo fuera de lugar?”). Lo mismo pasa con niños y niñas: una base sólida de autoestima y confianza en sí mismos les facilitará intervenir en juegos y actividades con el resto de compañeros, y poder disfrutar de ello.

Una base sólida de autoestima y confianza en sí mismos les facilitará intervenir en juegos y actividades con el resto de compañeros, y poder disfrutar de ello

 

De la mano de la autoestima va la asertividad (la capacidad de expresar lo que queremos o necesitamos y de defender nuestros derechos sin agredir ni someternos a la voluntad de otras personas), fundamental para unas relaciones sociales satisfactorias.

Otro de los aspectos a tener en cuenta es la capacidad de empatía. Poder reconocer los estados emocionales de los demás, ponernos en su piel e imaginar cómo se pueden estar sintiendo en una determinada situación, nos ayuda a hacer o decir determinadas cosas. Si tenemos dificultades en esta área, es posible que “metamos la pata” con frecuencia y los demás nos perciban de forma poco favorable. Además, esto conlleva que podamos sufrir ante determinadas situaciones, al no lograr entender los motivos del otro para hacer algo determinado.

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¿Qué pueden hacer los padres y madres?

Sin duda, esto es algo que puede entrenarse. Padres y madres pueden ayudar a sus hijos a poner en palabras aquello que en muchas ocasiones puede parecer obvio o incluso absurdo. Por ejemplo, si se está viendo una película en familia, las diferentes escenas donde les sucedan determinadas situaciones y experiencias a los personajes, son buenas oportunidades para ayudarles, diciendo: “Mira, el niño de la peli acaba de discutir con su amigo… ¿cómo crees que se estará sintiendo?”.

Si los padres no le dan mucha importancia a las relaciones sociales en el tiempo de ocio, posiblemente los hijos tampoco lo considerarán importante

 

En muchas ocasiones la respuesta será algo tipo “mal”. Ahí es donde los padres pueden aprovechar para decir: “claro, es normal que se sienta mal: seguro que está enfadado por la discusión, ya que su amigo no entendía lo que quería decirle… y es posible que también este triste y preocupado por si tarda mucho en hacer las paces con su amigo. ¿Qué harías tu si te pasara algo parecido?”. Así les ayudaremos a ampliar el abanico de sentimientos y emociones del que disponen, haciendo de su experiencia emocional algo mucho más rico, y esto les ayudará a comprender y manejarse mejor en las situaciones sociales.

Como para tantas otras cosas, padres y madres son modelos de referencia para niños y niñas, y su forma de relacionarse en lo social será determinante en cuanto al modelo de aprendizaje que se transmite a los hijos: si los padres no le dan mucha importancia a las relaciones sociales en el tiempo de ocio, posiblemente los hijos tampoco lo considerarán importante. También puede suceder que los padres sí le den importancia pero los hijos tengan dificultades. Es aquí donde hay que tener en cuenta los aspectos de los que hablábamos más arriba.

Será fundamental poder estar en contacto con el colegio y solicitar una tutoría con el profesor o profesora. Es en el centro escolar donde más horas pasan los niños, y por lo tanto, si existen dificultades de relación, lo normal es que aparezcan ahí. Pero, ¿por qué les cuesta relacionarse? ¿Los demás niños y niñas los incluyen en los juegos y nuestro hijo o hija es quien no quiere unirse, o es que los demás le dejan de lado? Si sucede una de estas dos cosas, ¿desde cuándo sucede? En muchos colegios mezclan las clases en según qué cursos, ¿ha sido a raíz de esto que está menos integrado en el grupo, o es algo que se arrastra desde lejos?

Cómo, dónde y con quién

A veces lo que sucede es que la mayoría de los niños de clase juegan a un juego que a nuestro hijo o hija no les gusta (por ejemplo, si es un chico y no le gusta el fútbol, posiblemente terminará estando con las chicas de la clase… y quizás con ellas tampoco tenga muchas en común). Sin embargo, es fundamental que se puedan respetar sus gustos y preferencias, y buscar otros lugares donde puedan desarrollarlos y compartirlos con otros niños y niñas a los que sí les gusten las mismas cosas.

Las actividades extraescolares en ocasiones representan buenas oportunidades para estar con un grupo diferente con el que se tengan otras cosas en común. Además, muchas de ellas fomentan la capacidad de relación social y pueden contribuir a mejorar áreas como la autoestima y seguridad en sí mismos (por ejemplo, el teatro, baile y danza, los deportes, etc.).

Asimismo, es fundamental poder reforzar aquellas áreas en lo relacional que sí que funcionan y son fuente de satisfacción. Por ejemplo, es posible que tenga dificultades con sus compañeros de clase, pero que tenga algunos amigos en la urbanización, o que se lleve y entienda muy bien con los primos. ¿Por qué ahí sí que se relacionan bien?

Aun así, y a pesar de poder reflexionar sobre los motivos que hacen que nuestro hijo o hija tenga dificultades a la hora de relacionarse, acudir a un especialista en psicología infantil puede ser, sin duda, de gran ayuda para poder trabajar todos los aspectos anteriormente citados, junto con los particulares de cada niño o niña.

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Fuente: Sandra Toribio – El Confidencial.com

Si gritas a los niños ¿crecerán depresivos?

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Primero se prohibieron los azotes en el culo y ahora también los gritos. Los psicólogos americanos están convencidos de que estos métidos educativos no solo no resultan eficaces sino que son contraproducentes. Provocan un resultado opuesto al esperado por los padres, complicando la infancia y madurez de sus hijos.

Los chillidos de los padres y los insultos del tipo «estúpido» o «vago» provocan en sus hijos una bajada de autoestima

La Universidad de Pittsburgh y la Universidad de Michigan han dirigido un estudio conjunto, publicado por la revista «Child Development», en el que han seguido a pies juntillas el comportamiento de 976 familias de clase media formadas por un padre, una madre e hijos de edades entre los 13 y los 14 años.

El 45% de las madres y el 42% de los padres han admitido haber usado alguna vez en el último año la «disciplina verbal», es decir gritos y en algún caso insultos. Los investigadores han verificado los efectos de esta «violencia» sobre los niños, descubriendo a través de varias entrevistas que aquellos que han sido sujeto de gritos habían desarrollado problemas mayores respecto a los otros en el transcurso del año sucesivo.

Mentiras, robos y peleas

Este tipo de cuestiones van desde las discusiones con compañeros, dificultades en el rendimiento escolar, mentiras a los padres, peleas en el colegio, robos en tiendas y síntomas de tristeza repentina y depresión «Aunque después de la regañina los padres se hayan portado bien con los niños y hayan demostrado afecto y cariño hacia ellos, el daño ya está hecho y nada puede remediarlo», señalan Ming -Te Wan, responsable del estudio.

«El daño ya está hecho y nada puede remediarlo»

El motivo, según los autores del estudio, reside en el hecho de que niños y adolescentes están construyendo su propia personalidad. Los gritos de los padres y peor todavía, los insultos del tipo «estúpido» o «vago», les hieren, les hacen sentir inútiles. «El resultado es por tanto el opuesto al deseado, porque por una parte la auotesima de los hijos se ve resentida y por otro aumentan sus reacciones de rechazo en el futuro», cuenta Wan.

La pregunta lógica que sigue a esto es la siguiente: si los investigadores americanos tienen razón, ¿cuál es el instrumento para que los padres puedan educar a los hijos?. En términos de castigo, según los expertos, el método más eficaz es el de privarles de cosas como la televisión, internet o salir con los amigos.

Los padres tienen que exprimir el poder de la convicción verbal

Estos castigos no tienen por qué ir acompañados de gritos, sino que deben ser explicados con calma, para hacer entender la conexión entre comportamiento equivocado y las reprimendas. Los padres tienen que empezar a exprimir el poder de la convicción verbal. El discurso calmado de una persona amiga y responsable vale más que un grito o azote.

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Fuente: Irene Gómez Peña – ABC.es

Los padres como maestros – Psicología

Cuenta una historia que unos padres entregaron unas monedas a su hijo. No se sabe cuántas eran ni tampoco si estaban hechas de oro, de plata o de cobre. Y el joven, indignado, les gritó: “¡Estas no son las monedas que me merezco! ¡Qué injusticia!”. Seguidamente pegó un portazo y salió de casa de sus padres con el corazón inundado de dolor.

Durante años, la lucha, el conflicto y el sufrimiento marcaron la vida de aquel joven. Sin monedas se le hacía muy difícil vivir. Por eso decidió ir a buscarlas a otra parte. Creyó que aparecerían al iniciar una relación de pareja. Poco después se casó, pero ni rastro de las monedas. Más tarde tuvo su primer hijo. “Seguro que las tiene él”, pensó. Un par de años más tarde confirmó que no era así. Movido por su tozudez, tuvo un segundo hijo. Pero las monedas tampoco estaban ahí.

Casado y con dos hijos, no conseguía llenar su vacío. Su vida carecía de sentido. Y seguía sufriendo. Hacia los cuarenta años, el protagonista de esta historia decidió buscar un terapeuta. Tras un profundo proceso de autoconocimiento, finalmente se liberó del dolor y por fin vio con claridad dónde estaban las monedas. Con lágrimas en los ojos, volvió a casa de sus padres, pidió disculpas y les agradeció todo lo que habían hecho por él. Y entre abrazos les pidió que, por favor, le devolvieran las monedas: “Ahora sé que son las que necesito para ser feliz y seguir mi propio camino”. Al salir de casa de sus padres y despedirse cariñosamente de ellos notó cómo la lucha, el conflicto y el sufrimiento comenzaron a despedirse de él. En el momento en que aceptó, tomó y agradeció las monedas de sus padres, se reconcilió consigo mismo y con la vida.

Este cuento, inspirado en el libro ¿Dónde están las monedas?, de Joan Garriga, ilustra el camino que todos podemos elegir para resolver parte de nuestros conflictos internos. No en vano, la sombra de papá y mamá es alargada. Y esconde alguno de nuestros peores temores y se nutre de las heridas que más nos cuesta curar. De ahí que muchos adultos se hayan distanciado emocionalmente de sus padres.

Debido a nuestra falta de madurez, los hijos solemos culpar a nuestros progenitores por el tipo de inseguridades, carencias y frustraciones que arrastramos desde la infancia y que se acentuaron durante la adolescencia. Y en definitiva, les negamos nuestro cariño porque ellos no nos quisieron como nos hubiese gustado. Sería maravilloso que todos los padres amaran a sus hijos como estos necesitan. Pero no es así. ¿Cómo nos van a querer nuestros padres si no saben apreciarse a sí mismos?

Nuestros padres y madres, antes de esa condición, son seres humanos. Y tienen sus propias heridas. Nos quejamos de nuestra mochila emocional cuando en general ellos cargan con una maleta bastante más pesada. Nuestros progenitores lo han hecho lo mejor que han sabido. Esta es una lección de la vida que muchos aprendemos demasiado tarde. Normalmente cuando nos convertimos en padres y comprendemos lo desafiante y agotador que puede ser educar a un hijo. De pronto recordamos que de un día para otro dejaron de ser los protagonistas de sus propias vidas.

Emanciparse emocionalmente de nuestros padres consiste en cortar definitivamente el cordón umbilical que nos mantiene atados a ellos. Depender de su aprobación dificulta que seamos libres para seguir nuestro propio camino en la vida. No en vano, convertirse en una persona adulta implica haber resuelto nuestros traumas de la infancia. El hecho de que sigamos en guerra con nuestros progenitores pone de manifiesto que seguimos sin sentirnos en paz con nosotros mismos. Por eso se dice que la adolescencia se sabe cuándo empieza, pero no cuándo termina.

Dejar de esperar algo de nuestros padres, incluyendo que nos acepten, que nos apoyen y que nos quieran. Así es como empezamos a aceptarnos, apoyarnos y querernos, fortaleciendo la autoestima y confianza en nosotros mismos. El indicador más fiable de que hemos conquistado la madurez emocional es que estamos agradecidos por todo lo que hemos recibido de nuestros padres. O, mejor dicho, por el aprendizaje derivado de cómo se han relacionado con nosotros. Es cierto que hay hijos que han heredado falta de afecto, malos tratos e incluso deudas. Sin embargo, el viaje de la emancipación implica comprender que en cada problema o adversidad se esconde un aprendizaje oculto, que es precisamente el que necesitamos para conocernos y saber verdaderamente para qué estamos aquí.

Al comprender y perdonar los errores de nuestros padres, nos liberamos de ellos. A partir de entonces, al mirar hacia atrás solo vemos gratitud. Y cada vez que caminamos hacia delante, nuestro corazón se llena de confianza. El primer paso para transitar esta senda consiste en cuestionar la manera en la que hemos interpretado nuestra historia familiar. Y seguir cuestionándola hasta que consigamos poner en orden el lugar de donde venimos, aceptando, valorando y agradeciendo de corazón las monedas que en su día nos entregaron.

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Autor y fuente: Borja Vilaseca – elpais.com