Los genes que regulan la personalidad

El manual de instrucciones con el que se ensambla nuestra biología está escrito en el ADN. Pero, ¿es posible que los genes, del mismo modo que regulan el desarrollo de nuestro cuerpo, también influyan en nuestra personalidad? En este capítulo de Redes, Punset indaga sobre esta cuestión con Dean Hamer, genetista de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos y divulgador científico. Hamer ha recopilado numerosas evidencias que sugieren que la felicidad, la espiritualidad, la orientación sexual y otros rasgos de la personalidad tendrían un componente genético.

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Fuente: Redes – Youtube.com

El tiempo lo cura todo, pero….

EL TIEMPO LO CURA TODO, PERO… HAY QUE PERMITIRLE QUE LO HAGA.

“Nos resultaría más fácil olvidar las cosas dolorosas si no insistiéramos tanto en recordarlas.”

En mi opinión, nos cuesta olvidar algunas cosas –sobre todo las cosas que creemos que hemos hecho mal- porque, de un modo inconsciente, al hacerlo así nos seguimos castigando con la rememoración dolorosa del motivo de nuestro reconcomio, y como un modo de persistir en una condena infinita y no terminar de perdonarnos nunca. (Tan injustos llegamos a ser…)

Y si no es ésta, no sé qué otra explicación puede haber para seguir redundando, una y otra vez, y machacándonos con perversa alevosía, en una flagelación mental que puede acabar pasándonos factura en forma de somatización.

No es consistente la razón que algunos creen haber encontrado cuando dicen que insisten en el recuerdo para que no se les olvide, y que se lo repiten como una lección que tienen que aprender grabándosela con hierros al rojo vivo.

Muy injusto.

Se puede aprender la lección, y con mejores resultados, si se hace con amor en vez de con dolor. Antes se decía: “la letra con sangre entra”, pero también entra con amor, y entra mejor.

Todos –y afirmo bien- hemos podido comprobar en alguna ocasión cómo el paso del tiempo va limando las aristas, va menguando la carga onerosa de algunas cosas que en su momento nos parecieron muy dificultosas o trascendentales, cómo se va restando la importancia de aquello que parecía tan importante, y cómo se va apaciguando la furia.

Incluso todos –y otra vez afirmo bien- nos hemos podido ver con una leve sonrisa –de compasión o de arrepentimiento- al recordar hoy, una vez que ha pasado el tiempo, que aquello que nos parecía tan grave no lo era tanto, que en una ocasión nos acaloramos en exceso, o que teníamos que haber corrido a abrazar al otro en vez de seguir empeñados en un enfurruñamiento que acrecentó la distancia y enfrió los corazones… cada uno tiene su historia y su motivo para haber podido comprobar qué bueno es eso de “contar hasta cien antes de…”, qué adecuado es no sacar conclusiones precipitadas, qué bien está  ponerse en la piel del otro y en sus circunstancias para comprender su actitud, cuánto de bueno es no permitirle al ego que se inmiscuya en asuntos personales…

Se dice que el paso del tiempo embellece el pasado, pero, en realidad, no es el tiempo, ni su paso, sino que es uno mismo quien va siendo cada vez un poco más comprensivo con la vida y consigo mismo, y si uno tiene una conciencia sensata y justa, y si uno reflexiona de vez en cuando y observa con honestidad ciertos hechos del pasado, comprende que el arrebato descontrolado en unas ocasiones, o la falta de conocimiento para tomar ciertas decisiones, hacen que más adelante nos demos cuenta de que no estamos del todo satisfechos con algún hecho del pasado y que, ahora, sí seamos capaces de tasarlo en su justa medida y situarlo en el sitio correcto que le corresponde.

Hay que permitir que el paso del tiempo –o sea, el Crecimiento de uno mismo-, cicatrice las heridas.

Es conveniente porque eso nos permite estar en paz, y la paz, para instalarse, necesita que no se tengan guerras a medias, ni odios enquistados, ni la rabia en continua efervescencia.

Ya está.

Pasó.

Si es posible, evitar que vuelva a suceder eso mismo en el futuro.

Si es posible, repararlo, ahora, hoy, antes de que no haya oportunidad, y para no seguir con una conciencia inquieta que nos reclama remediar lo que le molesta.

Hay que vivir en el presente.

Volver al pasado para seguir con la guerra, o traer el pasado a este presente para seguir en lucha contra nosotros mismos, en insensato.

Hay que poner el bálsamo del amor sobre las heridas para que cicatricen.

Hay que perdonarse.

O sea, aceptarse.

Hay que vivir en el presente en vez de quedarse incrustados en la parte del pasado que no nos gusta.

Hay  que dejar que el pasado sea pasado.

Es más sensato no oponerse a que se diluyan los “errores” y los motivos de arrepentimiento, a que se deshaga la tristeza que nos secuestra las sonrisas, a que se disuelvan los nubarrones negros o que llueva hasta empaparnos y purificarnos.

Es más razonable no obstinarse en anclarse a un estado triste y permitir que el presente sea tan natural y fresco como tiene que ser, y que el futuro esperanzado se anime a presentarse. Otro futuro.

Y, claro, por supuesto, todo esto depende de ti.

Tú decides.

Te dejo con tus reflexiones…

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desQbre Aportación de Colaboradores: Francisco de Sales – www.buscandome.es

¿Eres una persona con un alto deseo de control?

Dos de las principales diferencias que podemos encontrar en la personalidad de la gente tienen que ver con las creencias de control: el control percibido y el deseo de control.

  • El control percibido se refiere a las expectativas que tenemos sobre nuestras propias capacidades para conseguir alguna tarea que nos propongamos. Así, una persona con alto control percibido dirá “seré capaz de hacerlo, tengo las habilidades y si no las tengo, las desarrollo”, mientras una persona con bajo control percibido dirá algo así como “no creo que pueda hacerlo”.
  • Por su parte, el deseo de control (DC) indica la medida en la que una persona se esfuerza por tomar sus propias decisiones, por controlar lo que sucede a su alrededor, influir en los demás o asegurarse de que las cosas salgan como ella que cree que deben salir.

Hoy hablamos de las personas con alto deseo de control, porque quizás estés entre ellas, quizás te reconozcas cuando decimos que este tipo de personas están muy motivadas para establecer control sobre las situaciones de la vida.

Si te encuentras entre ellas, o conoces a alguien así te habrás dado cuenta de que te cuesta mucho aceptar sucesos inesperados que la vida te pone en el camino, pues estás acostumbrado a ser tú quien controla lo que te pasa.

Prefieres llevar las riendas, no depender de nadie y asumir papeles de liderazgo en grupos de personas.

El deseo de control es adaptativo y productivo cuando las situaciones son controlables. Son muchos los estudios que demuestran las potencialidades de las personas con alto DC:

  • persisten en los objetivos,
  • logran metas más elevadas
  • completan tareas difíciles
  • mantienen altos niveles de motivación.

Todo esto es fantástico, ¿no? Exactamente, pero, ¿qué pasa cuándo una situación no es controlable?

Últimamente me he encontrado con varias personas que mostraban altos niveles de frustración por la dificultad para gestionar situaciones que se escapan de su control. Personas de alto desempeño, exitosas, acostumbradas a tener el control sobre todo o casi todo lo que les pasa.

Cuando el control se ve amenazado o perdido, estas personas corren el riesgo de desarrollar ansiedad, depresión o comportamiento defensivos y dominantes.

Dicen que uno de los más grandes y difíciles aprendizajes de la vida es el de saber diferenciar aquellas cosas que dependen de nosotros y aquellas otras que no, con el fin de luchar cuando podemos hacer algo y aceptar cuando algo está más allá de nuestras manos.

Quizás la clave esté en replantear el control, aprender que el control tiene diferentes niveles; “quizás no pueda decidir (controlar) si estar enfermo o no, pero puedo decidir (controlar) qué hacer para llevar mi enfermedad lo mejor posible”

“Quizás no pueda decidir quedarme embarazada, ahora me queda decidir qué alternativas tengo ante esta nueva situación”

Si te ves reflejado o reflejada en alguna de estas situaciones, recuerda que siempre puedes pedir ayuda, si crees que tus niveles de ansiedad, de tristeza o de agobio por no poder controlar una situación están yendo más allá de lo que deben, pide ayuda.

Un buen profesional te enseñará a:

  • Afrontar el estrés y la ansiedad.
  • Conocer y modificar las creencias limitantes.
  • Restablecer metas y objetivos.
  • Recuperar la motivación.

Recuerda: pedir ayuda te hace grande.

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Fuente:  Laura López-Molina – Taispd.com

Los 5 rasgos de personalidad de un genio

¿Cómo es la personalidad de los genios?

¿Cuál es la característica que define a un genio? Es una pregunta que se ha hecho la humanidad a lo largo de los tiempos. Muchos quieren llegar a alcanzar la excelencia pero sólo unos elegidos logran tal empresa. En la mayoría de casos, no comprendemos cómo ha ocurrido que justo esa persona haya podido llegar ahí. ¿Por qué razones Picasso o Dalí pudieron llegar a desarrollar tan fructíferas e innovadoras obras? ¿Por qué Mozart tenía una capacidad para componer mayor que cualquiera ya a corta edad? ¿Cómo pudo Albert Einstein llegar a formular teorías tan abstrusas como la de la relatividad?

Se suele decir que los genios lo son gracias a un don innato: contienen el potencial necesario para desarrollar un talento en una actividad determinada. Esta visión no es del todo acertada. Sin duda, los genios son talentosos de forma natural, pero la potencialidad no es la característica que define al genio. A continuación detallaremos un total de cinco rasgos que todo genio cumple.

1. Son analíticos e impulsivos
Para escribir su libro Creatividad (Paidós, 2008), el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi entrevistó a noventa y un genios, de muchas disciplinas distintas, entre los cuales se encontraban quince premios Nobel. Una de las conclusiones a las que se llegó con esta investigación es que las personas de gran talento van sobrados de dos características: curiosidad e impulsividad. “Son personas abducidas por su trabajo, y a pesar de que estén rodeadas de personas más talentosas, su inconmensurable deseo de conocer la realidad supone un rasgo definitorio”, argumenta Csikszentmihalyi.

2. No importa tanto la formación reglada como la dedicación a su especialidad
Tenemos tendencia a relacionar el expediente académico con la excelencia, pero no existe tal relación en muchos de los casos. El profesor de la Universidad de California Dean Simonton investigó y analizó los expedientes académicos de 350 genios que vivieron entre 1480 y 1860, entre los cuales se encontraban nombres como Leonardo da Vinci, Galileo Galilei, Ludwig van Beethoven o Rembrandt. Estableció que el nivel de educación formal que cada uno había recibido y fijó parámetros de excelencia según sus obras. Las conclusiones fueron inesperadas. La relación entre formación y excelencia conformaba un gráfico con forma de campana: los genios más brillantes eran aquellos cuyo nivel de estudios era medio, lo que podría equivaler a una diplomatura. Aquellos que tenían un bagaje mayor o menor resultaban menos creativos.

Los más brillantes siguieron estudiando de forma autodidacta, además de ser unos enamorados de su trabajo, llegando a dedicar la mayor parte del día a sus estudios y labores. Los creadores de mayor rango son aquellos que llevan su pasión al extremo.

3. Autocríticos
El psicólogo Howard Gardner afirma que los grandes creadores como Picasso, Freud o Stravinsky tenían un patrón afín de trabajo, fundamentado en el ensayo y error: observaban un problema, ingeniaban una solución, la experimentaban y componían una retroalimentación sistemática. “Los individuos geniales”, explica Gardner, “destinan mucho tiempo en recapacitar acerca de lo que quieren conseguir, si han tenido éxito o no y, si no lo han alcanzado, qué deben cambiar”.

Las mentes creativas son también las más metódicas.

4. Son dedicados, solitarios y pueden llegar a ser neuróticos
Los creadores están continuamente reflexionando sobre su obra y ello conlleva algunas desventajas. Pensar en el trabajo sin parar acarrea un desgaste en las relaciones personales. Csikszentmihaly afirma que la mayor parte de los genios no logran entablar relaciones sociales durante su juventud, principalmente dada su curiosidad por disciplinas que resultan extrañas para sus semejantes. El resto de adolescentes mantienen una actitud gregaria y no suelen estar dispuestos a dedicar tiempo a perfeccionar sus talentos.

Algunas veces, la dedicación que requiere ser un genio puede entenderse como una patología. Estos sacrificios continuados pueden convertirse en obsesión: los creadores excepcionales no tienen por qué ser felices. Sólo debemos parar a ver la austeridad con que vivieron Sigmund Freud, T.S. Eliot o Mohandas Gandhi, así como la terrible soledad autoimpuesta que marcó la vida de Albert Einstein. Gran parte de los genios desarrollan rasgos neuróticos: su dedicación les tornó egoístas y maniáticos.

5. Trabajan por pasión, no por dinero
Los auténticos genios viven con amor su trabajo, y rara vez se entregan a éste por dinero o recompensa alguna, sino por pasión y vocación. “Los creadores que han perfeccionado su obra por el placer de la actividad en sí más que por las recompensas extrínsecas han engendrado un arte que ha sido enjuiciado socialmente como privilegiado”, afirma el escritor Dan Pink en su libro La sorprendente verdad sobre qué nos motiva (Planeta, 2000). “Asimismo, son aquellos a los que motivaba en menor medida las recompensas extrínsecas los que, finalmente, las recibían”.

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Fuente: Bertrand Regader – psicologiaymente.net

Los niños y niñas introvertidos

La introversión

La introversión es una de las dimensiones que, en combinación con otras, constituye los perfiles de personalidad. La introversión es, por lo tanto, un rasgo de la personalidad, que se caracteriza por una actitud centrada en los propios procesos internos. Las personas introvertidas,se centran en sus pensamientos y emociones, en su mundo interior. En el extremo contrario se situaría la extroversión, actitud que se centra en el objeto externo, se interesan por su entorno y el mundo que les rodea.

Los introvertidos son introspectivos y tienen poco interés por socializarse. Escogen sus relaciones, no les gusta estar rodeados de gente o ser el centro de atención. A menudo se confunde el término introversión con timidez, y aunque ambos están relacionados no son lo mismo. La timidez es la actitud que surge del temor a la interacción con los demás, la introversión no tiene por qué ir acompañada de ese miedo.

 Enseñar a los niños/as introvertidos

Los niños y niñas introvertidos se desarrollan en proyectos individuales y creativos, suelen sacar su mundo interior. Enseñar a los niños/as introvertidos puede convertirse en un reto, el ambiente educativo, está orientado a grandes grupos y actividades de participación. Los introvertidos suelen sentirse incomodos cuando tienen que participar activamente, ellos prefieren el mundo interior antes que la interacción.

Es labor de los educadores conocer y comprender sus características, para integrar actividades y procesos de aprendizaje adecuados a ellos y al mismo tiempo animarles a sentirse más cómodos en la interacción.

El estilo de aprendizaje de los niños/as introvertidos

El estilo de aprendizaje de los niños/as introvertidos presenta las siguientes características sobre las que se basa:

  • El esfuerzo independiente.
  • La reflexión solitaria.
  • Tendencia a pensar antes de actuar.

10 Consejos para favorecer el proceso de aprendizaje de un niño/a introvertido

  1. Los niños/as introvertidos aprenden con la reflexión. Diseña actividades para ellos en este sentido, permitiendo que desarrollen técnicas para la reflexión, como la repetición, lectura, esquemas, escritura creativa, etc…
  2. Déjales momentos de descanso que favorezcan la reflexión y les permitan elaborar y ordenar su pensamiento.
  3. Los mapas conceptuales y esquemas de contenidos son una buena opción para favorecer su modo de aprender. Les facilita realizar conexiones y dar sentido a los conceptos.
  4. Permite que los niños y niñas introvertidos puedan expresarse en un escenario cómodo para ellos. Puede que la participación oral para ellos sea estresante, es importante permitirles otras formas de expresión individual y creativa, como: expresión escrita, visual, dibujos, collages, etc.
  5. Fomenta su participación y ayudarles a sentirse más cómodos en este sentido. Prueba a hacerlo en pequeños grupos, una buena estrategia es hacer parejas de trabajo o grupos reducidos, y después compartirlo con el grupo completo. El niño/a introvertido se sentirá más cómodo en un grupo reducido y compartiendo al grupo grande con el respaldo de un compañero.
  6. Si preguntas al grupo, deja tiempo de reflexión individual antes de pedir la respuesta. De este modo el introvertido tendrá tiempo para la reflexión solitaria.
  7. No le etiquetes como tímido, callado, vergonzoso, etc. Al etiquetarlo asimila esa información en su autoconcepto y reforzamos los comportamientos aislados, pudiendo además fomentar la timidez.
  8. Habla con ellos, deja que expresen sus sentimientos y sensaciones antes las interacciones sociales. Y muéstrales modos de comunicarse y abrirse al grupo.
  9. No le sobreprotejas y dale la oportunidad de hablar por sí mismo y desenvolverse en situaciones sociales.
  10. Respeta su forma de ser y recuérdale sus cualidades positivas.

 

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Fuente: Celia Rodríguez Ruiz – Educa y aprende.com 

Los conflictos familiares: 3 estrategias para afrontarlos

Los conflictos familiares, entendidos como procesos de desarmonía entre los miembros de una familia, ocurren en todas y cada una de las familias por muy buena relación que tengan sus miembros. Cualquier grupo o conjunto de dos o más personas puede tener, en determinados momentos, disparidad de opiniones. Esta disparidad puede dar lugar al conflicto. Si no se resuelve bien, puede debilitar las relaciones entre sus miembros.

La psicología familiar pretende enseñar a las familias estrategias de resolución de conflictos para que estos conflictos no lleguen a suponer un problema que enturbie la relación entre sus miembros (en este caso padres-hijos). La manera de solucionar los conflictos del día a día indica cómo son estas relaciones, al mismo tiempo que deja entrever la personalidad de cada miembro de la familia.

Existen tres formas básicas de solucionar los conflictos:

1. Yo, padre, gano. Tú, hijo, pierdes

– Modelo usado por padres que siguen estilos educacionales autoritarios.
– En este modelo, los padres ejercen su poder usando castigos y chantajes para valer sus soluciones frente a las del hijo y esperar a que este las acepte.
– No se da ninguna mediación, porque prevalece la opinión de los padres ante la del hijo.
No se tiene en cuenta la opinión del hijo ni las alternativas que propone ante el problema. Limita su capacidad para solucionar sus propios problemas.
– A la larga, crea rencor. Este rencor puede debilitar la relación.
– El hijo aprende a mentir para conseguir lo que quiere, no aprende a solucionar los problemas por si solos: no se le permite adquirir autorresponsabilidad.

2. Tú, hijo, ganas. Yo, padre, pierdo

– Modelo usado por padres que siguen estilos educacionales negligentes.
– Se da en situaciones en las que existe un conflicto y, por mucho que los padres han intentado persuadir al hijo, no lo han conseguido y terminan cediendo.
– Este método es usado por muchos padres con el objetivo de evitar discusiones o problemas familiares.
– El hijo termina aprendiendo que puede conseguir todo lo que quiera. Su sensación de poder aumenta cada vez más, y este poder será usado para seguir consiguiendo sus objetivos.
– Los padres terminan aprendiendo que son más débiles que el hijo.
– Este modelo crea hijos egoístas que aprenden a hacer sentir culpables a los padres.

3. Nadie pierde. La concertación

– Es el método más recomendable y el modelo usado por padres que siguen estilos educacionales democráticos.
– La solución al problema se encuentra teniendo en cuenta las opiniones de todos y cada uno de los miembros. Entre todas las soluciones propuestas, se busca aquella que favorezca a todas las partes.
– El hijo se siente valorado, le da sensación de utilidad.
– Le permite crear estrategias de solución de problemas y le permite enfrentarse a sus propias decisiones.
– Comprende, además, el valor de la familia como un conjunto cooperativo.

Tan importante como solucionar los conflictos familiares que van surgiendo en el día a día, es también buscar la mejor forma de solucionarlos. Una solución conjunta y democrática, basada en la concertación, nos enseña a respetar y valorar al resto de personas, al mismo tiempo que nos sentimos valorados por los demás. Una buena resolución de conflictos estrecha lazos y permite una convivencia plena y positiva.

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Fuente: Mireia Navarro – Psicopedia.org

Radiografía de los perfeccionistas

De todos los defectos que existen, el perfeccionismo es uno de los mejor considerados por la sociedad. En el ámbito laboral, por ejemplo, ser una persona que persigue la excelencia está tan bien visto que muchos candidatos, al ser entrevistados para un puesto de trabajo, suelen destacar este rasgo de personalidad como su principal área de mejora. De este modo consiguen dos objetivos: primero, ocultar sus verdaderas carencias. Y segundo, tratar de impresionar a su interlocutor.

No en vano, tener este rasgo en el carácter implica comprometerse con imprimir un sello de calidad en todo lo que se hace. La Real Academia Española define esta conducta como una “tendencia a mejorar indefinidamente un trabajo sin decidirse a considerarlo acabado”. De ahí que, en un primer momento, se relacione con productividad, eficiencia y excelencia. Pero tal como dice un refrán español, “no es oro todo lo que reluce”.

Para analizar este comportamiento, utilicemos como analogía los icebergs. Al observar uno de estos enormes pedazos de hielo, tan solo vemos la pequeña punta que sobresale por encima del agua. El grueso restante –que representa el 85%– queda por debajo, oculto. Hay que sumergirse para poderlo ver. Del mismo modo, al hablar de perfeccionismo solemos quedarnos con los atributos positivos que se encuentran en la superficie, sin vislumbrar la parte inconsciente que queda escondida.

Insuficiencia y autoexigencia

“Si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás”. Erich Fromm

Y entonces, ¿qué hay detrás de la búsqueda constante de perfección? ¿Por qué en muchas ocasiones esta característica del carácter suele generar insatisfacción? A los miembros de este club puede que les resulte incómodo reconocer que el motor de sus acciones es la permanente sensación de insuficiencia que sienten en su interior. De ahí que nada nunca les parece lo suficientemente perfecto.

En un nivel muy profundo e inconsciente, los perfeccionistas consideran que no está bien ser como son. Sienten que hay algo erróneo que han de corregir. No saben exactamente el qué, pero esta sensación de imperfección interna les mueve a querer cambiar y les fuerza a comprometerse con mejorar. Esencialmente porque creen que actuando de este modo, volverán a sentirse bien consigo mismos. Es entonces cuando, sin darse cuenta, crean un ideal subjetivo, que determina cómo deberían ser.

El secreto de la serenidad es aceptar cada situación tal y como es

Para poder alcanzar la perfección deseada, desarrollan una autoexigencia feroz e implacable. Y empiezan a escuchar a un juez interno dentro de su cabeza que juzga y critica aquellas decisiones, acciones y resultados que les alejan de dicho ideal. Dado que su conducta se rige por medio de un imperativo moral, suelen hablar en términos de “tengo que” o “debo”. Y cómo no, este patrón de exigencia lo acaban proyectando sobre la gente con la que se relacionan.

Así, los perfeccionistas miran el mundo a través de una lupa, mediante la cual ponen el énfasis en todo aquello imperfecto que debería ser mejor de como es ahora mismo. Pongamos por ejemplo que terminan una novela llena de pasajes narrativos memorables. En vez de apreciar lo valioso que hay en ese texto, suelen criticar los cuatro errores ortográficos que han encontrado a lo largo de las más de cuatrocientas páginas que acaban de leer. Parece como si la mirada de estos adictos a la perfección estuviese entrenada para detectar fallos.

Prepotencia y frustración

“Es muy difícil ser humilde cuando se es el mejor”. Muhammad Alí

No es un rasgo que se desarrolle con los años. El gen del perfeccionismo viene de nacimiento. De ahí que muchos perfeccionistas asocien a su infancia un sentimiento de no haber sido considerados lo suficientemente buenos por sus padres. Con el paso del tiempo, interiorizan que no está bien cometer errores. Así es como desarrollan la rigidez y la inflexibilidad. Y acostumbran a creerse en posesión de la verdad, imponiendo su punto de vista entre quienes piensan de forma diferente. Una de sus máximas aspiraciones es tener la razón. Y suelen mostrarse intolerantes y prepotentes cuando se sienten inseguros, amenazados por opiniones que discrepan de las suyas.

Uno de sus mecanismos de defensa consiste en evitar trabajar en equipo. Tienden a cargar sobre sus espaldas con la responsabilidad de hacer lo que se tiene que hacer. Les cuesta muchísimo delegar en otras personas, pues no confían en nadie más que en sí mismos. ¿Cómo van a hacerlo si los demás no se esfuerzan tanto como ellos ni consiguen imprimir el nivel de calidad y excelencia que desean?

Para compensar su sensación de insuficiencia tienen que aparentar ser perfectos a los ojos de la gente. De ahí que suelan ser muy susceptibles. Tienden a irritarse con facilidad cuando se sienten criticados. No soportan que nadie les diga cómo tienen que hacer las cosas. Sin embargo, esto es lo que acostumbran a decirles a las personas con las que interactúan.

Debido a la autoexigencia, rigidez y susceptibilidad que se ocultan bajo la superficie del perfeccionismo, estas personas terminan cosechando una frustración permanente. Su emoción predominante es la ira, la cual se manifiesta como una bola de fuego en el estómago cada vez que las cosas no salen como ellos esperaban. Eso sí, debido a que enfadarse no es una conducta demasiado perfecta, tienden a reprimir su ira hacia dentro. No es ninguna casualidad que entre el colectivo de perfeccionistas muchos somaticen la rabia, el estrés y la tensión en forma de dolores de cabeza, espalda y bruxismo.

Serenidad y aceptación

“No eres la charla que oyes en tu cabeza. Eres el ser que escucha esa charla”. Jiddu Krishnamurti

La clave para que el perfeccionismo no sea fuente de insatisfacción reside en el arte de cultivar la serenidad y la aceptación. Y para ello es necesario que se den cuenta de que en su interior oyen una voz que los critica por todo lo que podrían hacer mejor. También han de tomar consciencia de las consecuencias que les está reportando seguir los dictados de dicha vocecita. Comprender que ellos no son ese juez interno tan exigente es el primer paso para recuperar el equilibrio perdido en su afán de ser perfectos.

Una práctica muy recomendable consiste en reírse de dicha vocecita cada vez que comience a resaltar lo que debería mejorarse. A la hora de concluir con alguna actividad, en vez de preguntarse si es intachable –lo cual nunca lo será a los ojos de un perfeccionista– pueden verificar si es “digna”, algo que sí está a su alcance. Más que nada porque el secreto de la serenidad consiste en aceptar cada situación tal y como es, en vez de esperar que sea como ellos quieren.

Al recuperar el contacto con la serenidad, los perfeccionistas asumen que los errores que cometen no son buenos ni malos, sino necesarios para aprender y evolucionar. También comprenden que todo es perfecto –incluidos ellos–, porque todo lo que sucede está en su proceso hacia la perfección. Que, por cierto, es invisible a los ojos. No tiene tanto que ver con los acontecimientos externos como con lo que uno siente por dentro al relacionarse consigo mismo.

En la medida que estas personas profundizan en aceptarse tal como son, comienzan a hacer lo mismo con los demás y sus circunstancias. Aceptar no es resignarse ni ser indiferente; es comprender que todo tiene su razón de ser y que de nada sirve luchar o tratar de cambiarlo. Lo paradójico es que cuando se aceptan de verdad, surge la transformación. Aparentemente nada ha cambiado. Pero al modificar su forma de mirar, cambia por completo su manera de vivir y de relacionarse. Y el único indicador fiable para saber si han conquistado dicha aceptación es la paz interior

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Fuente: Borja Vilaseca – El Pais.com

Análisis del estilo de personalidad de los personajes de «El mago de Oz»

Análisis del estilo de personalidad de los personajes de «El mago de Oz«

Eneagrama de la personalidad

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En el libro publicado en 1900 y escrito por Lyman Frank Baum e ilustrado por W. W. Denslow, “El maravilloso mago de Oz” se muestra una alegoría directa de la lucha política y económica entre los partidarios del patrón oro y los del bimetalismo (plata y oro) en Estados Unidos a finales del siglo XIX. La carretera de ladrillos amarillos es la falsa promesa del oro, Kansas el estado agrícola endeudado, los zapatos de plata el camino de vuelta a casa (los zapatos originales de Dorothy), y Oz, la medida de peso del oro (oz. = onza).

En 1939 se adaptó al cine con “El mago de Oz”. Hoy en día es una película de culto, un clásico que nos muestra diferentes facetas humanas comunes a todos nosotros y su proceso de cambio. Encontrar el equilibrio entre lo emocional y mental, el valor para afrontar nuestros miedos y la dualidad de las situaciones, entre otras cosas.

En el viaje de Dorothy nos encontramos con el espantapájaros, quien le acompaña para pedir un cerebro,  el hombre de hojalata, para pedir un corazón, el león cobarde, para pedir valor (cuántas cosas en la vida nos hemos perdido por miedo), las Brujas del Norte, Sur, Este y Oeste, brujas malas y buenas, la dicotomía y dualidad humana del bien y mal, blanco y negro, etc., y el Mago de Oz, el ser superior… Todo ello siguiendo un camino de baldosas amarillas que representa el cambio, la transformación, la evolución de sus capacidades internas.

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(Pulsar para leer)

Tia Enma

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Dorothy

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Espantapájaros

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Hombre de Hojalata

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León

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Mago de Oz

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Autor: Jesús Seijas Queral (Psicólogo)

desQbre – Eneagrama de la Personalidad

 

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testimonios

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Análisis de la personalidad de los personajes de MODERN FAMILY – desQbre el Eneagrama

342Once personajes de la serie Modern Family nos enseñan su estilo de personalidad para presentarnos el ENEAGRAMA

desQbre el estilo de personalidad que tiene cada uno (pulsar para ver):

Claire Dunphy

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Phil Dunphy

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Haley Gwendolyn Dunphy

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Alex Dunphy

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Luke Dunphy

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Jay Francis Pritchett

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Gloria Pritchett

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Manny Delgado

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DeDe Pritchett

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Mitchell Pritchett

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Cameron Scott Tucker

Cam

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Autor: desQbre – Jesús Seijas Queral

www.desqbre.wordpress.com / www.aprendeeneagrama.wordpress.com

Dime qué padre eres y te diré como es tu hijo

Los estudios demuestran que existen tres tipos de padres, cuyas características tendrán una repercusión directa en el desarrollo del hijo. Estos roles, a saber, de distinguen en los padres autoritarios, los permisivos o los autorizados.

El padre autoritario es aquel arquetipo que destilaba en la época de generaciones anteriores, aproximadamente hasta la disolución de la dictadura franquista. El rol autoritario intenta controlar constantemente a los hijos estableciendo normas muy estrictas y fundamentadas sobre la base de la estructura y la tradición conservadora. Esto supone una carga de gran peso para el hijo, quien, como consecuencia de este control rígido en la educación, se desarrollará como un individuo infeliz, reservado y con dificultades a la confianza.

El extremo opuesto es la posición del padre permisivo. La comprenden aquellos padres que se autodenominan “democráticos” en tanto que tratan al hijo como a un igual. En este estilo educativo, los padres buscan la plena aceptación de su hijo, pensando más en el amor que desean recibir del niño que no en su educación. El problema, apuntan los psicólogos especialistas, es que el hijo no puede ver a sus progenitores como “amigos” ya que necesita la figura de un padre o de una madre que demuestre cierto grado de imposición.  Los padres permisivos intentan apoyar y ayudar a sus hijos en todo y, en consecuencia, son poco firmes ante las desobediencias y no saben poner límites. ¿Qué ocurre? El hijo se crece conforme sus inclinaciones, sin exigencias ni metas claras, de modo que desarrolla una personalidad exigente, caprichosa y autoritaria. “No es lo mismo preocuparse por el hijo que consentirlo todo”, apuntan los expertos de PsicoArea, y es que este amor excesivo hacia los hijos termina perjudicándoles, ya que resultará difícil negarles cualquier cosa.

¿Cuál es la solución? Un intermedio. Ni blanco, ni negro, sino gris. En esta situación se ubica el padre autorizado. Se alza como el ideal de estilos de educación paterno-filial, apuntan los expertos. El padre autorizado se comporta de forma contenedora con los hijos y sabe marcar los límites claros, siempre en un ambiente “afectuoso y estimulante”. Actuar con el estilo autorizado significa saber argumentar con coherencia y saber atender a los argumentos de los hijos. El control paterno desmesurado queda desbancado pero, a cambio, el padre se compromete a que los hijos sepan acatar la responsabilidad de sus acciones. Se trata de no temer a que el hijo se equivoque, a fin de que pueda aprender de los errores. Este ideal promueve que los niños desarrollen confianza en sí mismos, más independencia, creatividad, adaptabilidad y simpatía.

La comunicación como base de la relación

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La autoestima personal es un elemento clave para nuestro desarrollo personal y es uno de los factores que más se demanda en las consultas terapéuticas. La falta de autoestima es una de las principales carencias personales de nuestra sociedad y que más refuerzo necesita en los tratamientos psicológicos. No obstante, ¿de dónde procede esa baja autoestima? Según los estudios del respetado psicólogo Stanley Coopersmith (1926-1979), especializado en la autoestima infantil, el desarrollo de la autoestima se produce durante la niñez y depende directamente de su relación con los padres. En este sentido, también hay una estrecha influencia de la autoestima de los propios padres hacia la que desarrollarán los hijos. Como apuntó Coopersmith, el nivel de autoestima se relaciona directamente con tres condicionantes que actúan durante el crecimiento: la total aceptación del niño por sus padres, la necesidad de recibir instrucciones claras y definidas, nada ambiguas, y la existencia de un respeto paterno por la individualidad del niño.

Una de las principales estrategias para potenciar de forma beneficiosa estos condicionantes es la comunicación. La psicóloga y psicoterapeuta especialista en Salud Mental, Marta Ceballos, matiza en un artículo que la comunicación afectiva es la mejor forma de acercarse a los hijos y lograr sus objetivos. Según la experta, “para considerar una comunicación efectiva y asertiva se requiere contemplar la decodificación del mensaje por lo que es necesario tener presente que el receptor vive y actúa de una determinada manera, lo que requiere una retroalimentación del mensaje, para llegar a la comprensión real y satisfacción de la comunicación que logre el efecto vinculante de la misma”. Los padres deben comprender la comunicación con el hijo como una vía expresiva donde nadie actúa por encima del otro, sino donde la asertividad y la empatía dominan el ambiente. De este modo, se podrá conseguir una relación sana y respetuosa, donde ni la autoridad ni la permisividad imperen en las relaciones.

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Fuente: Glenda Otero – siquia.com