La procrastinación es un complejo trastorno del comportamiento que a todo el mundo nos afecta en mayor o menor medida. Consiste en postergar de forma sistemática aquellas tareas que debemos hacer, que son cruciales para nuestro desarrollo y que son reemplazadas por otras más irrelevantes pero más placenteras de llevar a cabo. Es asumida popularmente como simple «pereza».
Afecta a multitud de perfiles (el ejecutivo que aplaza una y otra vez una reunión porque la prevee conflictiva, el estudiante que aplaza indefinidamente el estudiar para sus exámenes,etc.) y cada vez más se está convirtiendo en un serio de problema que afecta a al salud psicológica de los individuos y, por ende, a la salud social de una comunidad.
La procrastinación es un fenómeno que se ha descubierto de tal complejidad que resulta difícil analizarlo, por las complicaciones que presenta en identificar sus orígenes así como las muchas relaciones causa-efecto que se realimentan entre sí. Todo esto dibuja un cuadro polifacético que resulta muy complejo de analizar. En este artículo sin embargo voy a intentar al menos «darle una puntilla» al asunto, con la ayuda de algunas referencias que existen dentro de la literatura científica sobre el tema.
La procrastinación se manifiesta ante todo como una pésima gestión del tiempo. El «procrastinador» suele o bien sobrestimar el tiempo que le queda para realizar una tarea, o bien subestimar el tiempo necesario -según sus recursos propios- para realizarla. Éstos son solamente un par de los muchos autoengaños en los que el procrastinador incurre. Como veremos más adelante, una de las actitudes típicas de un perfil determinado de procrastinador es la excesiva autoconfianza., una falsa sensación de autocontrol y seguridad. Por ejemplo, imaginen que se nos da 15 días para presentar un informe. En nuestro fuero interno estamos convencidos que solo necesitaremos 5 días para hacerlo, incluso menos. En ese momento pensamos «hay tiempo de sobra, no es necesario ni siquiera empezar a hacerlo!». Y se posterga día tras otro una tarea que no solamente no nos ilusiona hacer, si no que, en cierta manera «ya hemos terminado» en nuestra mente confiada cuando ni siquiera hemos movido un dedo por ella. Al acercarse el plazo de entrega de forma peligrosa, de repente, nos damos cuenta de que no seremos capaces de cumplir con la tarea que se nos ha asignado. Entonces pensamos «No tengo esto bajo control, no tendré tiempo!!» y comenzamos a trabajar en ello de forma atropellada, con una gran carga de estrés. En ese momento aparece en escena otro autoengaño, y es el aquél de «Solo bajo presión trabajo bien». Lógicamente, porque realmente no hay otra opción en ese punto!.
Frecuentemente esta actitud y manera de proceder es típica de personas que confían mucho en sus posibilidades. Si, además, es realmente así -la persona tiene realmente esas capacidades- es posible que el final de la historia sea que aquella tarea se entregue en el plazo y con unos resultados óptimos. Esto envía un mensaje aparentemente erróneo al procrastinador («mira qué nota he sacado a fin de cuentas!») que observa como ha obtenido una recompensa a su forma estresada de trabajar; por lo que reiterará en su conducta, aunque ésta siempre le traiga ansiedad y problemas en general.
Las causas o motivos que pueden llevar a una persona a padecer de procrastinación son tan diversos y complejos que resultaría muy correoso plasmarlos en un solo artículo. Hay personas que «procrastinean» de resultas de un estado depresivo (la depresión conduce a estados de letargo). Otras en cambio son amantes del perfeccionismo, y ésto las priva de empezar a realizar proyectos porque temen que no podrán hacerlo tan perfecto como ellas desean, y por lo tanto pierden la motivación. También una baja tolerancia a la frustración ayuda a «dejar las cosas de lado», por miedo a que nos desborden y por tanto por miedo a cómo nos sentiremos entonces.
Otro perfil muy distinto sería el de aquellas personas muy activas que disfrutan gestando ideas, pero que no pueden finalizarlas porque enseguida se distraen generando ya la siguiente; y postergan así decenas de tareas que obviamente no tienen tiempo para completar. Y eso solo mencionando una minúscula porción de los muchos perfiles de procrastinador que se pueden encontrar. Seguramente usted que está leyendo estas líneas se haya visto identificado en alguna de las frases de este artículo. Se habrá recordado a sí mismo leyendo el diario en la oficina con una lista de tareas por hacer, yendo a la cafeteria justo en el instante en que se propuso empezar un proyecto, navegando por internet mientras su teléfono sonaba con un cliente/jefe incómodo al otro lado llamando… etc.
El hecho de que sea un mal muy extendido y que se trate de un fenómeno de por sí fascinante por su complejidad y riqueza de matices, hace que merezca la pena su estudio, tanto a nivel académico -que ya se viene realizando- como a nivel individual y colectivo. Si así lo cree, le agradecería que invirtiera unos segundos en dejar un comentario a este artículo con sus reflexiones y peticiones de continuidad de este tema en Society of 2000. Con la venia de su propia procrastinación, por supuesto ;-P
Perdonar es bueno para la salud mental. Pero también lo es para la salud física.
A veces, las personas de nuestro alrededor hacen cosas que nos hieren o con las que nos sentimos traicionados o incluso agredidos. En otras ocasiones, somos nosotros mismos los que hacemos algo con lo que más tarde no estábamos tan de acuerdo. No es siempre fácil perdonar, pero hacerlo es muy sano. Aunque solo fuera por nuestro propio interés, deberíamos aprender a hacerlo.
El acto de perdonar, es mucho más fácil decirlo que hacerlo y, por lo general, supone un gran reto.
A veces, el perdón puede ser confundido como una forma de condonación, en la que se asimila lo que ha pasado sin tomar represalias. Pero el perdón es mucho más que eso. Perdonar implica desprenderse de lo que ha pasado.
En cualquier caso, perdonar tiene muchos beneficios para la salud de nuestro cuerpo.
El perdón es bueno para el corazón
Literalmente, el perdón le sienta bien a la salud de nuestro corazón. En este sentido, un estudio de la revista Journal of Behavioral Medicine encontró que el perdón se asocia con una menor frecuencia cardíaca y una menor tensión arterial. Este mismo estudio descubrió que perdonar ayuda también a aliviar el estrés.
Esto puede traer beneficios para la salud del corazón en particular y de la salud en general.
El perdón es bueno para la salud general, física y mental
Otro estudio posterior ha asociado el perdón con cinco medidas de salud, en cuanto a síntomas físicos, medicamentos utilizados, calidad del sueño, fatiga y quejas somáticas. Parece que la reducción del efecto negativo y los síntomas depresivos que produce el rencor, fortalece la espiritualidad, la gestión de conflictos y el alivio del estrés, por lo que el impacto del perdón tiene un efecto significativo en la salud en general.
El perdón ayuda a relacionarse mejor con los demás
Otro estudio publicado en el Personality and Social Psychology Bulletin, encontró que el perdón ayuda a restaurar los pensamientos, los sentimientos y los comportamientos positivos hacia la parte infractora. Es decir, que el perdón restaura la relación a su estado positivo anterior. Además, los beneficios del perdón pueden extenderse a las conductas positivas hacia otras personas fuera de la relación. De este modo, el perdón está asociado con más voluntariado, con más donaciones y actos de caridad, y otros comportamientos altruistas.
Consideraciones finales
Cuando perdonamos, nos estamos liberando a nosotros mismos, de nuestra propia esclavitud. Nos desprendemos del dolor y el resentimiento que llevábamos cargando como una losa a nuestras espaldas, para dar paso a la liberación. Incluso, al perdonar, concluimos esa parte abierta que teníamos con el pasado.
Perdonar implica una aceptación de lo que sucedió, para dar paso a un profundo desprendimiento, no solo de los hechos o acusaciones realizadas por los demás, sino también por nosotros mismos. Porque no solo hay que perdonar a los otros, también es conveniente reflexionar sobre aquello que tenemos que perdonarnos a nosotros.
El perdón es bueno para el cuerpo, para la mente, para las relaciones personales y para encontrar un papel en el mundo. Esto debería servir para convencernos que es mucho mejor dejar ir el rencor y perdonar.
Como dijo William Shakespeare:
“El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito; bendice al que lo da y al que lo recibe“
Mantenerse motivado gran parte del tiempo hace que sintamos felicidad y creamos firmemente en que aquello que queremos lograr es tan real y tan verdadero, como que esta noche oscurece.
Constantemente me preguntan qué hago yo para mantenerme tan motivada, con una energía tan positiva y con una sonrisa en mi rostro. Me encanta transmitir alegría a todo aquel que está a mi alrededor. Cuando mantenemos una actitud entusiasta, tomamos las cosas con tranquilidad y vemos la solución a todo.
Yo he ganado el 90% de tener una actitud motivadora, positiva y estar gran parte del tiempo feliz de la vida, con todo lo que Dios me brinda día a día. Las 4 cosas simples que compartiré contigo son las responsables de mi energía positiva, de mi felicidad y de mi motivación para lograr siempre lo que me propongo. Y son las que te ayudaran a “Confiar en Ti”, sabes, que ese es mi objetivo contigo. Tu Puedes generar esa confianza en ti y tengo el pleno convencimiento de eso!
Estas son las 4 cosas a las cuales me refiero:
1. Mirarse al espejo: El espejo es el reflejo tuyo y no me refiero a lo físico, si no a lo que esta dentro de ti. La mejor forma de mantener una relación intima contigo es verte al espejo y decirte cosas agradables.
Las personas cometen un error grave al mirarse al espejo y criticarse; unos se quejan por gordos otros por flacos, unos por rubios y otros por morenos, unos por tener una piel muy blanca y otros por ser muy morenos, en fin muchos se muestran descontentos con lo que son, con lo que tienen y con lo que hacen.
Para tener una mejor relación contigo mismo, lo ideal es mirarte al espejo y decirte lo valioso que eres, el ser maravilloso que eres. ¡Esto te ayudará a crear confianza en ti!
2. Hacer Ejercicio: He notado que aquellas personas que hacen ejercicios se mantienen con una energía increíble, y yo te lo puedo confirmar!
Una de las cosas que empecé hacer para subir mi autoestima fue hacer ejercicios, y eso me ayudó muchísimo. Cada día me pongo hacer un tiempo record y eso me ayuda a ganar cada día más confianza en mi.
Cada vez que haces ejercicios estás eliminando aquellas bajas energías de tu cuerpo y cargarlo de unas nuevas que le permiten a tu cuerpo regenerarse y activar células para mantenerte en un estado de acción constante, es decir, con ganas de hacer actividades, de trabajar y de lograr objetivos en tu vida. Además produce importante modificaciones en tu personalidad, tales como la estabilidad emocional, tener una sana autoestima y ser una persona extrovertida.
3. Escuchar Música: la música alegre, hace sentir bien a el que la escucha. Estoy segura que te has dado cuenta de tus reacciones ante los distintos tipos de música, existen para ti unas que te alegran, otras que te deprimen, unas que te estresan, otras que te relajan, etc. La música evoca emociones y esto es debido a las endorfinas que liberas cuando la escuchas.
Me encanta escuchar música, sobre todo aquellas que tienen mensajes motivadores, te comparto varias de ellas: “Todo irá bien (Chenoa”, “La fuerza del amor (Miryam Hernández)”, “El Privilegio de Amar (Manuel Mijares).
Haz una lista de las canciones que te motiven y llevalas en tu Mp3, Mp4, Ipod o en tu PC, esto te mantendrá en altos niveles de vibración positiva, permitiéndote atraer a ti, personas y situaciones agradables.
4. Hacer Actividades que te gusten: Cuando realizamos actividades que nos hacen sentir bien, nos sentimos contentos, relajados y motivados.
Una de las actividades que utilizo como mis fuentes de motivación es cantar, me encanta ir a un karaoke público y cantar, cuando lo hago soy la persona más feliz del mundo. Cuando no puedo ir al karaoke, utilizo el de casa; si quiero relajarme, solo observo el cielo o medito.
Realiza actividades que te gusten y te hagan sentir bien, te ayudará a estar en armonía contigo mismo. Te recomiendo hacer aquellas en donde muestres tus capacidades, estas te permitirán ser consciente de tus talentos, puede ser: jugar futbol, llenar crucigramas, tocar guitarra, pintar, cantar, bailar, etc. También puede ser actividades que te hacen sentir bien y te divierten como: hablar por teléfono (cuidado con la cuenta :D), salir con amigos, caminar, etc. Entre mas te dediques hacer actividades que te gusten, más sentirás emoción por disfrutar de tu vida.
Estoy segura que si sigues al pié de la letra estas técnicas tu también ganarás ese 90% de actitud motivadora, positiva y estar gran parte del tiempo feliz!.
«Siempre negativa. Nunca positiva». Aquella frase de Louis Van Gaal, en ese momento entrenador del Barça, será recordada hasta el fin de los tiempos. ¿Quién no se acuerda del momento?
El holandés tenía razón con la crítica que vertió a la prensa en aquellas declaraciones. Porque mientras que el pensamiento negativo no aporta ningún beneficio a los individuales, el pensamiento positivo juega un papel fundamental en todos los aspectos de nuestra vida. Los psicólogos aseguran que tarde o temprano nuestros pensamientos contagian nuestras palabras y nuestro comportamientos. De ahí la importancia que tiene verle el lado buena a las cosas o, como se suele decir, ver el vaso medio lleno.
El Día del Pensamiento Positivo (Positive Thinking Day), que se celebra cada 13 de septiembre por iniciativa de la psicóloga Kirsten Harrell, cuya fundación busca recaudar dinero para ayudar a personas con la médula espinal bañada, tiene como objetivo fomentar este manera de plantear la vida. Como aseguran desde la webpsicologiayautoayuda.com, una persona que tiene muchos pensamientos inútiles a menudo se encontrará muy cansada ya que está gastando su energía en crear miles de pensamientos sin sentido. Mientras que nuestra mente se hace fuerte y sana si la alimentamos con pensamientos positivos. Una mente sana se convierte en la base para una personalidad equilibrada.
Para fomentar esta clase de pensamientos y aprender a mirar la vida con otros ojos, sólo hay que echar un vistazo a la pantalla. El cine está lleno de personajes que ven el vaso medio lleno y nos enseñan cómo debemos hacerlo.
«¡Pueden que nos quiten la vida, pero jamás nos quitarán la libertad!»
William Wallace (Mel Gibson), en Braveherart
«Yo no quiero sobrevivir. ¡Quiero vivir!» Capitán de Wall-E
«Soñar no te servirá de nada si olvidas vivir»
Albus Dumbledore (Richard Harris) de Harry Potter y la piedra filosofal
«El miedo siempre está presente, pero aceptarlo te hace más fuerte”
El Rey Leónidas (Gerard Butler) de 300
«Siempre se llega a alguna parte si se camina lo bastante”
El gato de Cheshire de Alicia en el País de las Maravillas
“El odio es un lastre, la vida es demasiado corta para estar siempre cabreado”
Derek Vinyard (Edward Norton) American History X
“Cuando la vida te da un golpe, ¿sabes qué tienes que hacer? Sigue nadando»
Dory de Buscando a Nemo
“Me he subido a mi mesa para recordar que hay que mirar las cosas de un modo diferente”
John Keating (Robin Williams) en El club de los poetas muertos
“Las cosas bonitas no buscan llamar la atención”
Sean O´Connell (Sean Penn) en La vida secreta de Walter Mitty
“Sólo quiero ser feliz”
Charlie (Logan Lerman) en Las ventajas de ser un marginado
“Quiero que sepas que no pasa nada si estás delgada, ni si estás gorda. Lo importante es lo que tú quieres ser»
Sheryl Hoover (Tony Colette) en Pequeña Miss Sunshine
“No es posible que un mundo que hace tantas maravillas sea tan malo»
Ariel de La Sirenita
“No permitas que nadie diga que eres incapaz de hacer algo, ni si quiera yo. Si tienes un sueño, debes conservarlo. Si quieres algo, sal a buscarlo, y punto»
Chris Gardner (Will Smith), en En busca de la felicidad
“Yo nunca miro atrás, cariño. Me distrae del ahora»
Edna Moda de Los Increíbles
“Voy a tomar toda esa negatividad y la usaré como combustible, y encontraré el lado positivo. Y eso no es una mierda, eso toma trabajo y es la verdad»
Pat (Bradley Cooper), en El lado bueno de las cosas
“Sólo porque no hayas descubierto tu talento, no quiere decir que no lo tengas»
La rana Gustavo, de Los Teleñecos
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Mantener una actitud positiva es beneficioso en cualquier aspecto de la vida. En el caso de tener que afrontar una enfermedad grave, lo es todavía más.Cualquier persona tras ser diagnostica de una enfermedad ve por un instante cómo su vida se trunca.
Su mente empieza a ser bombardeada por millones de preguntas, y sus emociones empiezan a emerger de forma incontrolada.
La actitud cura: afrontar la enfermedad desde el lado positivo
La reacción más lógica ante estas circunstancias es la negación, la explosión de rabia, la ira y el dolor. La tristeza y el abatimiento se apoderan de la persona y de sus seres queridos.
Pasada esta fase inicial es cuando las personas empiezan a adoptar una determinada actitud o un posicionamiento ante la nueva situación que les ha tocado vivir, y ésta es la diferencia que marcará la diferencia.
¿Para qué complicar más las cosas con pensamientos negativos?
Aceptar la situación lo antes posible
Lo más recomendable es aceptar la situación lo antes posible; para poder cambiar algo, primero debemos ser conscientes de ello.
Hay que evitar adelantarse a los acontecimientos. Lo que está por venir nadie lo sabe, y ponerse en lo peor no nos ayuda a prevenirlo. Lo mejor es centrarse en el siguiente paso y después en el siguiente, y poco a poco ir avanzando, atajando las dificultades conforme se vayan presentando.
Si no, podemos caer en el error de preocuparnos por algo que quizás nunca ocurra.
El principal enemigo es el miedo
El principal enemigo contra el que se lucha en una enfermedad es el miedo. La incertidumbre de no saber a lo que hay que enfrentarse es lo que nos hace generar sufrimiento.
La mejor manera de combatir esa incertidumbre es pedir información. Hay personas que eligen no saber; yo pienso que es preferible hablar con los médicos y pedir las explicaciones necesarias para conocer con la mayor exactitud posible qué nos pasa y cómo podemos solucionarlo.
El tratamiento lo decidirán los médicos; cómo se va a afrontar ese tratamiento lo decide el paciente. Hay personas que optan por compadecerse de ellas mismas, recrearse en el dolor y adoptar el rol de víctimas, lo cual no les beneficia en absoluto.
Las personas que desde el principio se predisponen a situarse en el lado positivo presentarán de entrada un mejor pronóstico.
Rodéate de tus personas más queridas
En los momentos difíciles es cuando necesitamos estar cerca de las personas más queridas, y es cuando nos damos cuenta de con quién contamos y con quién no. Además, es fundamental rodearnos de aquellos que nos transmitan energía positiva y grandes dosis de optimismo.
El sentido del humor, sentirse querido y compartir los sentimientos son los ingredientes perfectos para indicarle al cuerpo y al cerebro que tú tienes mucho que decir en cómo va a ser el proceso de curación.
Se ha comprobado que existe una relación directa entre el cuerpo, la mente y las emociones.
Algunos investigadores lo han bautizado con el nombre de psiconeuroinmunología, término que se refiere a esa interacción biológica entre el sistema nervioso, el sistema inmune, el sistema endocrino, las actitudes y los comportamientos, y en cómo esta relación afecta en el desarrollo de enfermedades o en sus procesos curativos.
Son muchos los médicos que aseguran que la actitud del paciente y su estado emocional son determinantes en la evolución de la enfermedad.
Trabaja para aumentar tu optimismo
Por ello es conveniente hacer cosas que nos ayuden a mantener el optimismo, como ponernos en contacto con personas que hayan pasado por una situación similar, escribir un diario o crear un blog, escuchar música alegre que nos llene de vitalidad, engancharse a un libro o ver películas divertidas.
Y, sobre todo, compartir y expresar lo que se siente, darse permiso para llorar, para estar triste y para desahogarse de la manera que cada uno necesite. Esto también forma parte de la mejoría emocional.
Ser optimista cuando las cosas van bien es fácil, pero serlo cuando estás pasando una enfermedad requiere un esfuerzo mucho mayor.
Si uno siente que no puede hacerlo solo, siempre puede buscar ayuda de un profesional; lo importante es tener la certeza de que una buena actitud puede ser determinante para curarse, y de que querer afrontar la enfermedad desde el lado positivo depende de ti.
Hay dos clases de gratitud: la condicional y la incondicional. La primera consiste en sentirse bien cuando las cosas salen como uno espera. Como no siempre es así, acaba siendo una emoción esquiva y poco duradera. La segunda consiste en una actitud y un hábito de vida, sentirse bien sin que haya ocurrido nada especial; es decir: estar agradecido por todo y por nada a la vez. Y al no estar condicionada por ningún otro acontecimiento, esta actitud es la precursora de la felicidad y el éxito personal en la vida.
¿Tenemos en cuenta cuántas personas han contribuido a que este día sea posible? Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos estamos recibiendo las bendiciones de innumerables personas, la mayoría desconocidas, que hacen de nuestras vidas una experiencia mejor. Por ejemplo, ¿cuántas personas han intervenido en la elaboración del desayuno? El agricultor, el granjero, el molinero, el transportista, el tendero… el sol, la lluvia, el viento, el agua… las manos que lo prepararon y sirvieron. Si contásemos cuánta gente nos sirve directa e indirectamente en un solo día de nuestra vida, no podríamos más que sentir puro agradecimiento.
Cuanta más gratitud sientas, más feliz serás y tu vida cambiará más rápido” Rhonda Byrne
Por no mencionar a nuestros padres, nuestros médicos, nuestros maestros, nuestros amigos, nuestros compañeros o empleados… todas las personas que han contribuido a que consiguiéramos algo significativo, o simplemente que nos han ayudado a sobrevivir hasta el día de hoy.
Es innegable que debemos un inmenso reconocimiento a infinidad de personas que hacen posible que sigamos con vida o que disfrutemos de nuestro momento actual tal como es. Y para poder expresarlo es necesario estar muy presente de manera que seamos conscientes de las cosas buenas y positivas que nos rodean.
Si además miramos hacia atrás en el tiempo y repasamos todos los descubrimientos y avances tecnológicos que hacen nuestra vida más cómoda y segura, sin olvidar los pensadores y sabios que la han enriquecido, entonces este sentimiento debería extenderse casi a los orígenes de la humanidad.
Cuando reflexionamos sobre todo ello, cada día se convierte en una sucesión de oportunidades para acordarnos con una sonrisa de personas que han contribuido con mucho o poco a nuestra vida y para sentir el deseo de devolver el favor a las generaciones futuras.
Los psicólogos Emmons y McCollough estudiaron las consecuencias de la gratitud y acabaron concluyendo que tiene profundos efectos en el bienestar físico y también emocional de las personas. En su estudio analizaron las muchas formas de expresarla, como, por ejemplo:
Con una nota personal.
Comparándose con gente que tiene problemas graves.
Dando simplemente las gracias.
Controlando mentalmente los pensamientos negativos.
Y descubrieron que las personas que hacían de esta actitud un hábito de vida se sentían más saludables, más optimistas y más felices con sus vidas. Otros investigadores llegaron a la conclusión de que este hábito mejora las relaciones con las personas y propicia el altruismo. Además de ayudar a superar el estrés y las actitudes negativas. Pero uno de los frutos más importantes de la gratitud es que contribuye a generar felicidad.
En otros estudios, con mayores y con niños, se ha profundizado en la relación entre la felicidad, inducida por buenos recuerdos y sentimientos de gratitud, y el éxito general en la vida. Y se ha concluido que las personas que se sienten más contentas consiguen una existencia más longeva, mejores ingresos, mejores relaciones, y también ser más eficaces ante los problemas profesionales y personales. Es decir, ahora sabemos que “la felicidad da éxito” (y no al revés, como se creía antes: “El éxito da la felicidad”, lo cual ya intuíamos que no era cierto).
Estados Unidos y Canadá tienen una celebración muy particular: Thanksgiving Day, el día de acción de gracias, una de sus fiestas más importantes. Es una fiesta en cuyo origen, tal vez europeo, se celebraba el final de las buenas cosechas. Hoy día es una reunión familiar en la que se honra expresar lo que se siente por los incontables dones que disfrutamos como civilización.
Habrá quien piense que para apreciar o poder verbalizar esa sensación primero debe ocurrir algo que lo motive; es decir, que la emoción debe ser la consecuencia de un acontecimiento favorable. Pero necesariamente no ha de ser así. En realidad, es posible abrigar gratitud sin que haya ocurrido nada especial antes. Ser capaces de dar gracias por algo que aún no ha sucedido. Aunque esta posibilidad pueda ser incomprensible para la mayoría, tiene muchas ventajas. La más obvia es que podemos empezar a estar agradecidos en este mismo momento, sea cual sea la situación personal de cada uno.
Las personas más felices sienten gratitud por todo y por nada en especial. No necesitan razones concretas (aunque si se ponen a buscarlas, la lista de motivos es inacabable). Viven instaladas en reconocer lo bueno que tienen por el simple hecho de estar vivas, al margen de lo que les sucede. No necesitan razones de peso para estar agradecidas porque haber recibido la vida ya les es suficiente. Incluso hay personas, tan habituadas a vivir en esta actitud, que agradecen cosas tan intangibles como una sonrisa, un amanecer, una inspiración, la brisa suave, la calidez del sol o un instante de paz… O incluso son capaces de agradecer a futuro: algo valioso que se aprenderá mañana, el próximo libro que se leerá y que quizá aún no está ni escrito, o incluso la música que sonará en el propio funeral. Es lo que se podría llamar “agradecimiento gratuito”: no se debe a nada tangible, pero conmueve por igual.
Uno de los hábitos comunes de las personas felices es el de empezar el día dando gracias por pequeñas cosas para generar una actitud dichosa para el resto de la jornada.
Basta con celebrar pequeños detalles de la vida, pero no por ello menos valiosos. Hacer una lista mental de razones que merecen ser aplaudidas ayuda a sentirse reconciliado con las que nos hacen más difícil la existencia. En realidad, no importa el objeto, sino la emoción que provoca en nosotros.
Demos gracias a las personas que nos hacen felices; son los adorables jardineros que hacen florecer nuestras almas” Marcel Proust
La maestría en este arte se alcanza cuando uno es capaz de agradecer incluso las dificultades extremas que a cada uno le toca vivir, porque somos capaces de pensar que detrás de cada lágrima, de cada instante de sufrimiento, hay un aprendizaje, una enseñanza que nos convierte en personas más humanas, más suaves, y más comprensivas con el abatimiento de los demás. Es lo que se llama “ver lo bueno de lo malo” que siempre existe, aunque cueste reconocerlo en una primera mirada.
Para finalizar, hay una palabra que siempre es bien recibida por todos, y es: “Gracias”. Todas nuestras comunicaciones con otras personas deberían terminar con ella. Tampoco estaría de más escribir cada día una breve nota de agradecimiento por cualquier vía (e-mail, sms, WhatsApp…) a las personas que hayan aparecido en nuestra vida por el motivo que sea. Un simple y corto mensaje de gratitud a quien haya influido en nuestro pasado o en el presente. Nada más que dos líneas, sin que tenga especial relevancia el papel que haya desempeñado. Con toda certeza, esta actitud hará que las cosas empiecen a cambiar.
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Entre las múltiples aportaciones de las redes sociales a la vida del siglo XXI se encuentra la proliferación de frases bonitas, acertadas, definitorias, acerca de “cómo ser feliz”. Cada día, leemos en Facebook frases geniales ante las que pensamos:¡cuánta verdad! Frases, que transportan implícitamente la idea del “tienes que …sonreír, … divertir, …ser positivo, …optimista, … feliz.”
El hecho es que leemos estas frases, pensamos en su contenido unos minutos (en el mejor de los casos) y seguimos actuando como siempre. La clave estaría en introyectar y aplicar a nuestras vidas cada una de esas frases que leemos, si es que consideramos que son positivas para nosotros. Pero, ¿realmente podemos levantarnos cada mañana, “conectarnos” y aplicar a nuestra vida las 6 ó 7 frases estupendas que contienen la pócima diaria de la felicidad?, ¿realmente podemos aplicar estas frases a nuestra vida diaria?
Estas afirmaciones o negaciones que leemos cada día y que alivian por un instante nuestro sufrimiento a veces son incluso contradictorios entre sí. Y aún así, las leemos y nos las creemos.
Adicción a las frases positivas
Podríamos aventurarnos a hipotetizar que gran parte de la población es ahora adicta a las frases y reflexiones positivas. Sin embargo, ¿qué es lo que motiva el consumo excesivo de este tipo de frases? La explicación a esta pregunta podríamos encontrarla en las teorías que explican la adicción. Existen a nivel general, tres teorías:
La primera explicación, se basa en el refuerzo positivo. Es decir, leemos cotidianamente este tipo de cosas porque nos producen placer, nos producen una especie de felicidad momentánea elevando o alterando nuestro estado de ánimo. Algo parecido a lo que pasa si consumiéramos opiáceos produciéndonos una agradable sensación de bienestar.
La segunda explicación se fundamenta en el refuerzo negativo. Se buscan las frases positivas para evitar síntomas psicológicos desagradables como la tristeza o incluso estados de depresión. Pero esta segunda teoría no explica qué es lo que mantiene el deseo de leer éstas reflexiones.
La tercera teoría tiene que ver con la sensibilización a la lectura de estas frases. Las personas adictas a leer éstos enunciados de forma continuada podrían ser un intento de experimentar de nuevo los efectos de la primera vez que leímos una oración de este tipo. Y podrían no conseguirlo muchas veces por el efecto de la tolerancia. Tal vez a medida que pasa el tiempo, sintamos un deseo creciente de consumo de este tipo de frases y cuando antes leer una nos era suficiente ahora necesitamos muchas más para aliviar momentáneamente nuestro sufrimiento interno.
Incluso podríamos pensar que la dopamina está detrás de este consumo irrefrenable de enunciados positivos. La dopamina es el neurotransmisor responsable de los mecanismos de refuerzo del cerebro, es decir, de la capacidad de desear algo y de repetir un comportamiento que proporciona placer.
La simple lectura de dichas frases nos proporciona un estado de bienestar por el simple hecho de pensar que nos harían ser mejores personas o nos proporcionarían un mayor equilibrio existencia evitando preocuparnos por cosas que no merecen la pena.
¿De verdad es bueno estar siempre feliz?
Debemos puntualizar que un estado de felicidad permanente tiene un lado oscuro, así como el afecto negativo y la tristeza tienen sus beneficios.
Ante un problema o conflicto la respuesta no es repetir “soy feliz”, o, pese al problema, “estoy contento”. Sin duda, lo razonable es analizar el conflicto, observar que emociones nos produce, intentar buscar soluciones si las tiene y procurar aceptar las emociones que nos produce. Si consideramos que no son proporcionales o adecuadas a la situación, estudiar por qué esa respuesta y aceptar que la ansiedad o la tristeza o el tedio son emociones propias del ser humano, “per se” no son una enfermedad. Las sensaciones y emociones desagradables no deben rechazarse ni cambiarlas “por decreto”, hay que sentirlas, no pensarlas. Debemos perder el miedo a las sensaciones disfóricas, molestas o desagradables.
Todas las emociones tienen un continuum que en los extremos puede ser patológico. Por ejemplo, una felicidad excesiva o estado de ánimo expansivo, eufórico sin relación con las circunstancias ambientales puede ser un síntoma de un cuadro hipomaníaco o maníaco. Un estado maníaco se caracteriza por un persistente estado de alegría y optimismo y una ausencia relativa de afectos “negativos”, que suele acompañarse de una disminución de horas de sueño y una excesiva actividad física y mental. Creo que no hay gente que se considera más feliz que un paciente bipolar en fase maniaca. La felicidad no es adaptativa en todo momento.
Los llamados pensamientos positivos tratan de provocar emociones no reales ni espontáneas, emociones generadas por pensamientos enlatados, en un intento de acallar las emociones reales que el conflicto que nos acucia provoca, sin entender la causa de dicho sufrimiento.
Los expertos en este tema se han centrado en investigar qué diferencia a las personas tristes de otras alegres en un momento determinado. Y sorprendentemente encuentran que las personas alegres son más lentas y confiadas y cometen más errores a la hora de detectar engaños potenciales. Es decir, si yo siempre estoy contenta es más probable que alguien me estafe.
La meta del siglo: ser feliz.
Parece ser que hoy en día, la meta que debemos tener todos es “perseguir la felicidad”. Tanto es así, que Estados Unidos lo recoge como un derecho en la declaración de Independencia (“pursuit of happiness”). Pero esta búsqueda puede volverse contra ti y traerte todo lo contrario; soledad y depresión. Intenta salir un día de casa a “ser feliz” y no a pasarlo bien y probablemente conseguirás todo lo contrario.
Parece que lo importante hoy en día no es la felicidad en sí, sino su propia búsqueda. ¿Realmente qué es la felicidad?; ¿qué estamos buscando? La ciencia parece no poder llegar a definirla y los libros de autoayuda, e incluso a veces la propia psicología positiva, mantienen la intriga. Nos han hecho querer encontrarla sin saber muy bien qué es.
Así la “búsqueda de la felicidad” está asociada a menos bienestar y satisfacción. Lo mejor que podemos hacer para ser felices es no hacer nada por ello, valorar los afectos negativos de forma positiva y aceptarlos como parte de la vida.
Lo importante es la actitud de aceptación de la realidad, sin que ello implique pasividad y resignación y no hacer valoraciones sesgadas hacia lo negativo. La propuesta de la psicología positiva basada en “la actitud” tiene su valor, pero no es la respuesta adecuada para todo. Es cierto, que una actitud positiva ante la adversidad ayuda a superar los problemas pero no podemos pretender ser siempre felices.
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