Ejercicio: La mejor versión de ti mismo

En Psicología Positiva existen una serie de ejercicios pensados para poder incrementar nuestro nivel de bienestar y optimismo. Uno de ellos, podría decir uno de mis favoritos, se llama LA MEJOR VERSIÓN DE TI MISMO.

La idea es pensar de aquí a 1 año, cinco años, diez (lo que cada uno desee) e imaginar cómo vamos a estar emocionalmente, qué vamos a estar haciendo. Debemos visualizar una versión de nosotros mismos que nos resulte atractiva, ya sea porque obtuvimos nuestras metas o nuestra rutina se ajusta a lo esperado o logramos superar algún problema.

Tenemos que pensar de la manera más detallada posible esta situación, o describir perfectamente cómo sería un día estupendo para nosotros desde nuestra nueva perspectiva. Lo más saludable es pensar en cosas que pueden ser realizables y coherentes con el marco temporal que hemos escogido. Recuerden que tendemos a exagerar lo que somos capaces de hacer en un año y subestimamos lo que podemos lograr en cinco o diez años.

Lograr tener en claro quiénes queremos ser, qué queremos hacer, cómo deseamos desarrollarnos emocionalmente, nos brinda una estructura y al tener en mente nuestro objetivo nos vamos acercando más a lo concreto y las posibilidades futuras.

Podemos también tener en cuenta nuestras fortalezas y pensar cómo ellas podrían ayudarnos a acercarnos a este ideal de nosotros mismos.

Este ejercicio tiene como consecuencia lo siguiente:

  • Aumentar las emociones positivas
  • Incrementar nuestro nivel de felicidad, optimismo, esperanza
  • Mejorar nuestras estrategias de afrontamiento o al menos tener algunas en consideración

En mi terapia de grupo actual, mis doce sesiones que apuntan a convertirnos en personas más optimistas y con mayor bienestar, Fernando S. hizo este ejercicio y lo hizo de una manera muy original. Con su permiso comparto esta historia que nos enamoró a todos.

 

UN FUTURO POSIBLE

El día comienza con el desayuno familiar. Hoy Alejandro está triste, juega con la cuchara en su taza de leche achocolatada. Lucía, habla entusiasmada de su paseo a una granja, le pregunta a su mamá si hay pingüinos allí. Mariela, le dice que no, porque ellos prefieren un ambiente más tranquilo.

Al tiempo que mi esposa me da un beso, aprovecha a decirme que le hable a nuestro hijo, porque ella ya lo había intentado pero sin mucha suerte.
Lucía me da un beso, apurada, ya que la bocina odiosa del bus escolar reclama su presencia inmediata. Entonces, me acerque al que tenía la trompa de elefante.

-Pobre cuchara, la estas mareando con tantas vueltas…- Le dije para entablar una conversación.

-Perdí la titularidad en el equipo, el técnico puso en mi lugar al hijo de un amigo. Me dijo que un tiempo lo jugaría yo, y el otro, él.- Se lamentó sin dejar girar la cuchara en la taza.

-¿Y la cuchara qué culpa tiene- Respondí.

Él me miró serio, ganas de insultarme no le faltaban, es la herencia familiar sin dudas y proseguí :-La cuchara es cuchara y para eso fue creada, no puede hacer otra cosa. En cambio tú no, tienes mil posibilidades de crecer y ser lo que quieras. Lo más importante es que seas titular en tu vida. En estos momentos sos como la cuchara, dando vueltas y vueltas, lamentando tu suerte.

-Ay Papá, no soy uno de tus pacientes- Se quejó Alejandro.

-Si fueras paciente mío, tendrías una deuda que ni vendiéndote al Barcelona podrías pagarme. Mira, tu viejo era tan espantoso jugando al fútbol que le pegaba hasta al árbitro menos a la pelota. Pero tus abuelos sí que eran buenos, saliste a ellos por suerte. Vos no necesitas favores para jugar, siempre en la vida hay gente que se maneja así y enoja mucho, te entiendo que estés así, pero tarde o temprano los que tienen luz propia, brillan, como vos (no quería decirle aún, que me habían venido hablar de River Plate. No hasta que todo fuera formal). Seguí dando lo mejor de vos, que los resultados se van a dar solitos. Yo sé porque te lo digo. Como Uruguay, metiendo siempre para adelante aunque la cosa esté difícil. Mira que sos bueno jugando, en serio-le dije mirándolo a los ojos. – No viste a tus abuelos como se babean al costado de la cancha viéndote driblear.-

-En serio Papá, ¿no me lo decís para dejarme contento? – Preguntó Alejandro, ya la cuchara descansaba recostada en la taza.

-Tan seguro que me voy a tener que pelear con tus abuelos por ser tu representante. Ahora ve a estudiar que un jugador también tiene que ser tan hábil como ilustrado.- Le guiñe un ojo cómplice.

Suena el celular, atiendo. Es de la editorial me avisan que el libro está trancado porque hay que hacerle una serie de correcciones, porque al editor no le gusta mucho algunas cosas y tiene que ser rápido, hay otros trabajos que reúnen más expectativas.

-Pero que le pasa a Beltrán, yo escribo humor, no “Corin Tellado” como su nuera. Mis trabajos bastante ganancias le dieron, ahora no me digan que las novelas culebronas están de moda. Bueh, está bien, prometo revisarlo y entregarlo el viernes sin falta, tal como al Señor editor le gusta”- Exploté mientras apagaba el celular con rabia.

-Papá- dijo Ale desde el umbral de la puerta:-No seas como la cuchara-.

Mariela con una sonrisa amplia, me dijo:- Y de tal palo…
Sonreí y le levante el pulgar en agradecimiento.

¿Y ustedes se animan a imaginar la mejor versión de ustedes mismos?

 

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Fuente: Mariana Alvez – psicologiapositivauruguay.com

Nuestra mente y la salud

Si aquello en lo que creemos es positivo, nos ayuda a mejorar nuestro estado físico.

Si es negativo incrementa nuestro malestar. Imaginar un futuro mejor resulta beneficioso

Cuando estamos absortos imaginando una fantasía sexual, nuestro cuerpo puede responder como si estuviera teniendo esa experiencia; la mera suposición anticipada de un encuentro hostil puede hacer subir la presión sanguínea; conjeturar una situación que nos provoca temor acelera nuestro ritmo cardiaco… Estos ejemplos muestran que la relación entre lo que proyectamos en nuestra mente y la respuesta fisiológica y corporal es evidente. Del mismo modo, cuando suponemos que algo ocurre, nues­­tro cuerpo responde como si estuviera sucediendo en la realidad. Si cambiamos lo que imaginamos por algo más positivo, podemos influir directamente en la situación.

Numerosos estudios muestran que las imágenes construidas conscientemente pueden llevar a efectos tales como un aumento de la glucosa en sangre, la formación de ampollas, mayor secreción de ácido gástrico, y cambios en la temperatura de la piel y en el tamaño de las pupilas. Está claro que el cuerpo y la mente constituyen un sistema unificado e interdependiente. El poder de la creencia y de la imagen que mantenemos asociada a ella nos ayuda a mejorar nuestra salud cuando son positivas. En cambio, cuando son negativas, se incrementa nuestro malestar.

El esfuerzo creativo. A veces recurrimos a recuerdos negativos de situaciones que hemos vivido que nos hacen mantener una visión nociva de lo que puede ocurrir. En casos así debemos hacer un esfuerzo creativo para llegar a enfoques positivos. Podemos lograrlo descubriendo en nuestro pasado experiencias de superación y recurriendo a ellas, o bien imaginando un futuro mejor. Esto tendrá consecuencias saludables a todos los niveles: mental, corporal, emocional y relacional.

Alimentar la confianza. Los medicamentos actúan en ocasiones con un efecto placebo. Son productos que quizá no tienen una elevada repercusión fisiológica, pero son curativos porque el enfermo está convencido de que esa será su consecuencia. El efecto placebo se da, por ejemplo, cuando el médico transmite una imagen de futuro positivo al paciente. Esto alimenta su confianza y su esperanza. Con ello, el paciente cree en el resultado que obtendrá y, así, lo atrae y lo genera. Es decir, el resultado fisiológico de los pensamientos afecta directamente a la salud.

David Cooperrider, creador e impulsor de la Indagación Apreciativa, en su artículo sobre imagen positiva-acción positiva afirma: “La respuesta placebo es un proceso fascinante y complejo en el cual las imágenes proyectadas, tal como se reflejan por una creencia positiva en la eficacia de un remedio, provocan una respuesta curativa que puede ser tan poderosa como la terapia convencional. Aunque el fenómeno del placebo ha sido controvertido durante casi veinte años, la mayoría de los médicos aceptan hoy día como genuino el hecho de que entre uno y dos tercios de todos los pacientes tendrán una mejoría marcada fisiológica y emocional en sus síntomas simplemente creyendo que se les está dando un tratamiento efectivo” (Beecher, 1955; White, Tursky y Schwartz, 1985).

Norman Cousins, miembro de la Facultad de la Escuela de Medicina de UCLA (Universidad de California, Los Ángeles), en su obra Las opciones humanas (1981), sugiere que, más allá del sistema nervioso central, del hormonal y del inmunológico, hay otros dos que no se han tenido en cuenta convencionalmente, pero que deben reconocerse como esenciales para el buen funcionamiento del ser humano: el curativo, y el sistema de creencias. Cousins argumenta que los dos trabajan juntos: “El curativo es la forma en la que el cuerpo moviliza todos sus recursos para combatir la enfermedad. El de creencias es, a menudo, el activador del sistema curativo”.

La investigación en muchas áreas confirma este punto de vista y muestra que las respuestas placebo no son místicas ni inconsecuentes, y que las respuestas mentales y psicofisiológicas pueden ser canalizadas a través de más de cincuenta mensajeros moleculares neuropéptidos que enlazan los sistemas nerviosos, endocrino, autónomo y central (White, Tursky y Shwartz, 1985).

En todo el proceso apliqué lo siguiente:

Apreciar el hecho de estar viva. La actitud de agrade­­ci­­miento y aprecio genera bienestar, y ello contribuye a una mejora vital.

Visualizar mi futuro con las vértebras restablecidas en su altura y flexibilidad normal. Me visualizaba danzando en el Cirque du Soleil. Veía todo lo positivo que la situación me ofrecía, a saber: meditar, estar con amigos sin prisa, leer, gozar del silencio…

Explicaba los beneficios de aquella situación inesperada e indagaba sobre ellos. Así reforzaba lo bueno y lo positivo, manteniendo mi tono vital mental y corporal. Mis preguntas se centraron en: ¿qué puedo aprender de esta situación?, ¿qué puedo descubrir de mí misma?

En esencia, apliqué la indagación apreciativa, que se centra en los aspectos que fortalecen la energía, la vitalidad y el bienestar de un sistema, sea este un cuerpo, un grupo, una familia, una organización. En mi caso me centré en todo aquello que daba sentido a mi vida y vitalidad a mi cuerpo.

Ante un malestar, depresión, enfer­­medad, es bueno plantearse preguntas que nos conecten con nuestro cen­­tro vital en vez de preguntas que nutran el malestar. Por ejemplo, ¿qué opor­­tunidades me brinda esta situación? En vez de ¿qué me estoy perdiendo por culpa de esta situación? Visualizarse sano. Invocar la energía saludable. Utilizar imágenes inspiradoras de esperanza y confianza, en vez de imágenes que nos desesperen. Así movilizamos nuestro sistema curativo. Y estar convencido del poder sanador del cuerpo y de la mente. Recuerde: el sistema de creencia activa la curación. Piense que puede mejorar y que su cuerpo tiene la capacidad para lograrlo.

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Autora y fuente: Miriam Subirana – elpais.com

¿QUÉ ES SER FELIZ Y CÓMO PUEDO LOGRARLO? – ENTREVISTA A ENRIQUE G. FERNÁNDEZ-ABASCAL

 

Durante mucho tiempo, las emociones positivas, tales como la alegría, el amor, la felicidad, etc., han suscitado poco interés científico. Sin embargo, en los últimos años, se han recuperado del olvido, especialmente a partir de 1998 cuando M. Seligman inició su presidencia en la Asociación Americana de Psicología (APA). Efectivamente, a lo largo de esta última década, son muchos los investigadores que han iniciado el estudio científico de las emociones positivas o la llamada Psicología Positiva.

Probablemente, uno de los grandes retos a los que se enfrentan las personas en la sociedad actual es aprender a ser felices y a mantener la experiencia de emociones positivas. En España, existen múltiples grupos de investigación que han tratado de dar respuesta a éstas y otras preguntas con una exquisita rigurosidad científica. Enrique G. García-Abascal ha contado con los investigadores de mayor prestigio en el área y ha coordinado la publicación de todos estos avances en un nuevo libro, Emociones Positivas, que de una forma amena y entretenida, pero sin perder la rigurosidad científica, trata de explicar qué son las emociones positivas, cuáles son y para qué sirven, pero también analiza los procesos cognitivos que se asocian a ellas, su relación con la salud, y su importante labor en relación a los momentos adversos de la vida, el estrés, o los sucesos traumáticos.

Enrique G. Fernández-Abascal, catedrático de Psicología de la Emoción y la Motivación en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

ENTREVISTA:

Durante mucho tiempo, la Psicología ha estado anclada sobre todo en las emociones negativas. Sin embargo, desde hace unos años, las emociones positivas se han recuperado del olvido. En su calidad de experto en el área, ¿podría explicarnos por qué la Psicología Positiva o de las Emociones Positivas surge ahora y además con tanta fuerza, tanto en el campo más básico como en el aplicado?

La ratio entre las publicaciones que recoge el PsycINFO, desde 1887 hasta la actualidad, constatan que un 95% de ellas se han dedicado al afecto negativo y un escaso 5% al positivo. Las razones de este desequilibrio son varias, en primer lugar la mayor presión e interés por entender y paliar el sufrimiento humano asociado con el afecto negativo, y que sólo cuando se ha dispuesto de un bagaje consolidado de técnicas terapéuticas el interés se ha tornado por la prevención y las formas de disfrute asociadas al afecto positivo. Por otra parte, se encuentran las dificultades de medida de las emociones positivas, ya que todas ellas comparten muchos elementos comunes tanto en la comunicación no verbal, como en los autoinformes o en el afrontamiento, lo que ha dificultado su medida y discriminación, frente a las emociones negativas como el miedo, la ira o la tristeza que presentan elementos de medida mucho más fáciles de objetivar y diferenciar, lo que ha facilitado y primado su estudio, todo lo cual a su vez las convirtió en el prototipo del estudio de la emoción en el laboratorio, lo que limitó severamente la posibilidad de estudiar con esos procedimientos las emociones positivas. Por último, otra parte del interés por el afecto positivo proviene de las también recientes aportaciones proporcionadas por el estudio de la inteligencia emocional y especialmente el papel regulador que las emociones positivas ejercen sobre las negativas, lo que ha puesto de manifiesto las importantes funciones adaptativas que tienen las emociones positivas y que hasta ahora habían sido ignoradas.

En su opinión, ¿cuáles son las emociones positivas fundamentales?

Durante los primeros meses de vida la alegría, que surge cuando conseguimos alguna meta u objetivo deseado o cuando experimentamos una atenuación en un estado de malestar, es prácticamente la única emoción positiva con la que contamos, pero en la medida que el bebé comienza a desarrollar capacidades manipulativas y de interacción con el medio se desarrollan las dos familias de emociones positivas fundamentales en nuestra vida, las que tienen que ver con la presencia de otras personas, como el amor, y las que tienen que ver con la realización de actividades, como el disfrute o el fluir.

En relación a los últimos hallazgos científicos, ¿cuáles serían las diferencias más relevantes entre las emociones positivas y las negativas?

Las emociones positivas frente a las negativas presentan importantes diferencias, que en algunos aspectos parecen jugar papeles antagonistas, aunque no lo sean. Así, las emociones positivas tienen importantes efectos sociales que hacen que mejoren nuestras relaciones humanas, influyendo tanto en el establecimiento de relaciones interpersonales como en las expectativas que tenemos frente a las mismas; hoy sabemos que cuando predomina el afecto positivo actuamos de forma más prosocial, que se ve incrementada la probabilidad de ayudar a otras personas, que expresamos mayor agrado por los demás, que somos más generosos con los otros y con nosotros mismos, que actuamos de manera más cooperativa o que somos menos agresivos. Por otra parte, las emociones positivas también tienen efectos sobre nuestro rendimiento cognitivo mejorándolo, por ejemplo sabemos que nos permiten actuar de forma más creativa, que tomemos decisiones de manera más eficiente, que incrementemos nuestra motivación intrínseca o que nos hace ser más persistentes ante señales de fracaso. O, por último, otros importantes hallazgos tienen que ver con su influencia sobre la salud y los importantes beneficios que la aportan, así las emociones positivas nos hacen más resistentes al estrés, es decir, crean tendencia a percibir los potenciales eventos traumáticos en términos menos amenazadores, y sabemos que desde el procesamiento de los acontecimientos hasta la activación fisiológica en respuesta a los mismos es modulada por el afecto positivo reduciendo su posibles efectos patógenos.

De forma análoga al dilema «lloro porque estoy triste o estoy triste porque lloro», ¿»sonrío porque estoy contento o estoy contento porque sonrío»? ¿Cuál es la evidencia empírica en relación a dicho dilema?

Se produce el «sonrío porque estoy contento» ya que sin duda la sonrisa es la manifestación distintiva de las emociones positivas, aunque no toda sonrisa es genuina y responde a una emoción positiva, incluso existen sonrisas falsas que intentan esconder una emoción negativa. Y también se produce el que «estoy contento porque sonrío», ya que se encuentra avalado tanto el hecho de que manifestar una sonrisa incrementa la intensidad emocional, como que el simplemente hecho de tensar el risorio, como mera mueca, produce afecto positivo y es de hecho un método utilizado en el laboratorio con ese fin.

¿Qué es el «optimismo inteligente»? ¿Qué papel juegan los procesos y los componentes cognitivos en el optimismo o en las emociones positivas?

El optimismo inteligente o realista se refiere a un uso eficiente de nuestros recursos emocionales y a la ponderación de los elementos positivos que todas las circunstancias de la vida tienen. Ser optimista es una tendencia a esperar que el futuro nos deparará resultados favorables, y esto es fruto de nuestras experiencias anteriores y de las expectativas que tenemos sobre el futuro, y ambas condicionan directamente nuestro sistema de análisis emocional. Pasado nuestro primer año de vida, el mundo deja de ser un blanco y negro emocional, es decir, para un adulto las cosas no son totalmente positivas o negativas emocionalmente hablando, sino que todas las circunstancias tienen aspectos tanto positivos como negativos. Quien sólo ve los elementos negativos, o los positivos (como el optimista ingenuo), se pierde una parte de la realidad y tendrá dificultades para adaptarse a ella. En estas circunstancias, el pensamiento optimista se caracteriza por recordar los acontecimientos felices del pasado, minimizar el peso de los negativos, al mismo tiempo que selecciona la información actual de la manera más beneficiosa para su propia autoestima. Para ello sesga la memoria emocional, hace atribuciones autocomplacientes (sesgo autocomplaciente) y crea una ilusión de control. Es decir, el optimismo actúa sobre los principales mecanismos de valoración emocional, que se basa en los sesgos en el procesamiento de los acontecimientos.

Actualmente, los problemas que se presentan no suelen amenazar la supervivencia, y, sin embargo, la reacción emocional es la misma que antaño, lo cual facilita la aparición de trastornos de ansiedad, estrés, etc. ¿Qué potencial podría tener para los tratamientos psicológicos incluir un componente para el entrenamiento sistemático de las emociones positivas?

No es del todo correcto pensar que no vivamos rodeados de peligros, aunque estos sean evolutivamente muy diferentes de los que padecían los primeros humanos. Un conductor que pierde el control de su coche y nos enviste, el aire que derriba una cornisa cuando paseamos por la calle o un escape de gas en nuestra propia casa, son amenazas presentes a las que nuestro sistema emocional puede y tiene que dar respuesta, y del que dependemos para sobrevivir. Incluso no se puede pensar que ya no vivamos rodeados de depredadores, ya que lo hacemos del mayor depredador de toda la evolución, el ser humano. Desde un atraco hasta un atentado terrorista o una guerra, nuestra vida depende muchas veces de nuestra capacidad de reacción emocional.

Además, emociones negativas no son sinónimo de malas, si manipuláramos genéticamente al ser humano y le suprimiéramos las emociones negativas, simplemente no sobreviviríamos ni como personas ni como especie. Muchas de las cosas «positivas» que hacemos están motivadas por emociones negativas, así cuando estamos enfermos vamos al médico por miedo al sufrimiento y a la muerte.

El problema de los trastornos de ansiedad y estrés tiene más que ver con un incorrecto procesamiento y regulación emocional, en este caso, al contrario de lo que hemos comentado en el optimismo, se crean sesgos emocionales que focalizan nuestra atención en las amenazas, sesgan nuestra memoria haciéndonos recordar sólo aspectos catastróficos y sesgan negativamente la interpretación que hacemos de los acontecimientos. Ante este cuadro sin duda las emociones positivas presentan el mejor antídoto, ya que entre sus características están las de proporcionar una atención más global, un acceso a la memoria antagónico y proporcionar una interpretación de las consustancias más realista. Pero esto no siempre es posible ya que, por ejemplo, la depresión está asociada a una anhedonia lo que limita severamente su uso como medida terapéutica, y en los trastornos de ansiedad la persona debería contar previamente con un robusto repertorio de emociones positivas, ya que en los momentos de crisis es muy difícil su creación. Cuando nos encontramos en una situación de emergencia emocional, es difícil desarrollar nuevas emociones de signo hedónico contrario al que estamos involucrados, sólo en los momentos en los que no tenemos ninguna demanda emocional es cuando estamos en condiciones óptimas para el desarrollo de éstas. Así pues, un entrenamiento sistemático en emociones positivas tiene su ubicación más en la prevención que en el tratamiento. Pero si ya existe un repertorio previo de emociones positivas, su empleo tiene efectos reguladores realmente importantes. Si alguna vez has tenido un dolor de muelas, puedes haber observado que éste es mucho menor cuando estamos rodeados de un grupo de amigos y nos divertimos, que cuando estamos solos contemplando nuestro propio dolor.

Parece que existen datos empíricos que evidencian que el humor mejora la salud, que el optimismo ayuda a superar el estrés, o, en general, que las emociones positivas son un factor de protección para la salud psicológica y física. Sin embargo, ¿cuál es la situación actual respecto a la validación empírica de tratamientos psicológicos para desarrollar las emociones positivas?

Creo que parte de esta pregunta ya te la he contestado en la anterior. Considerando que la salud es algo más que la ausencia de enfermedad, es obvio que las emociones positivas juegan un importante papel en la misma. Los resultados de los estudios de mortalidad evidencian una asociación entre afecto positivo y supervivencia. Así mismo, el afecto positivo es de especial importancia en el bienestar de las personas sanas por encima de los 55 años. Y en los estudios de morbilidad se ha encontrado, casi unánimemente, que el afecto positivo está asociado con menos riesgo de enfermedad y de lesiones, y generalmente con mejor salud; ambos tipos de estudios, los de corte transversal y prospectivos, que relacionan afecto positivo y enfermedad apoyan unánimemente esta asociación. Por contra, en cuanto a la supervivencia, son escasos los estudios existentes, y aunque parecen apuntar en esa dirección, aún hay poca consistencia en sus resultados. Respecto a la validación empírica de tratamientos específicos desarrollados con esta finalidad, los estudios son escasos, solo abordan objetivos parciales y la dificultad implícita de los estudios prospectivos, hacen que esta sea la nueva frontera de este campo de estudio.

Vivir el presente, disfrutar de las pequeñas cosas, cuidar las relaciones sociales, etc., son las recetas para ser feliz. No obstante, ¿es posible aprender a disfrutar de la vida? ¿Cómo habría de aplicarlo un psicólogo a un paciente de su consulta?

No sólo es posible aprender a disfrutar de la vida, sino que es necesario hacerlo. Ya que frente a las emociones negativas con las que nacemos más elaboradas, las positivas es necesario aprenderlas y practicarlas. Somos el organismo más capacitado para disfrutar de la vida, y por ello las emociones positivas son procesos más abiertos y versátiles, lo cual abre un abanico casi ilimitado de las actividades con las que podemos disfrutar. Se trata de emociones más personales que las negativas, no solo por las diferentes condiciones desencadenantes, sino por la propia variedad de los procesos que implican en cada persona. Un ejemplo claro puede ser el humor, no a todo el mundo le gusta lo mismo, según maduramos van cambiando las cosas que nos hacen reír y no todas las personas tienen la madurez suficiente para entenderlo. El procedimiento más elaborado para su aplicación clínica es el desarrollado por Peterson y Seligman, que cuenta con instrumentos como el «VIA de fortalezas personales» para determinar cuales son las capacidades que pueden ser objeto de entrenamiento, ya que no todos disfrutamos con lo mismo ni estamos capacitados para disfrutar con cualquier actividad, y una vez realizado el diagnóstico sobre las 24 fortalezas nos da las pautas de cómo trabajar sobre ellas para su desarrollo.

En cierto sentido, la Psicología Positiva o de las Emociones Positivas, es un área relativamente joven. ¿Qué retos se plantean los especialistas en este campo para el futuro?

Sin duda aún queda mucho por hacer, personalmente hay un tema que me interesa especialmente y que pienso es un condicionante para el futuro desarrollo de este campo. Me refiero a la intensidad de las emociones positivas, la mayoría de las investigaciones están realizadas con emociones de baja intensidad y por generalización se han asignado los beneficios del afecto positivo al pequeño disfrute cotidiano, y en ese sentido se han desarrollado los propios procedimientos de actuación; pero tenemos antecedentes en la literatura psicológica de que una sola emoción de alta intensidad no sólo puede tener los mismos efectos, sino una mayor duración temporal, como las experiencias pico que postuló Maslow o los propios efectos que aparecen en el fenómeno de crecimiento postraumático. Esto podría suponer un cambio radical en los procedimientos de actuación y en los campos de aplicación.

Fuente: http:/www.infocop.es/view_article.asp?id=2234&cat=5