Muchas personas se sienten atrapadas, han tirado la toalla, han renunciado a la posibilidad de levantarse y plantar cara. El peso de sus experiencias pasadas es tan abrumador que se ha convertido en un grillete que los atenaza y les disuade de albergar esperanzas de cambio.
Ésta situación que sufren muchas personas es el fenómeno psicológico llamado indefensión aprendida, que consiste en sentirse impotente, incapaz de afrontar una serie de situaciones, comportándose de forma pasiva a pesar que exista alguna posibilidad de actuación para cambiar las circunstancias que se viven.
Martin Seligman postuló esta teoría gracias a las conclusiones de los estudios que llevó a cabo en los años 70. Dejando a un lado la más que criticable cuestión de la experimentación con animales el estudio que expondré resultó muy interesante por la extrapolación de sus conclusiones a la conducta humana.
Dicho estudio estaba dividido en dos fases y tres condiciones experimentales con grupos de perros diferentes. En la primera fase se situaba a un perro del primer grupo en un compartimento en el cual se le administraban descargas eléctricas en las patas traseras. Éste podía detener las descargas si pulsaba con su hocico en unos paneles. También se situaba a un perro del segundo grupo en otro compartimento pero en este caso no tenía ninguna posibilidad de detener la descarga eléctrica. Los perros del tercer grupo constituían el grupo control, el cual no recibía ninguna estimulación aversiva.
En la segunda fase del experimento se les proporcionaba a todos los grupos la posibilidad de escapar de la situación accediendo a un segundo compartimento anexo al que estaban, libre de descargas eléctricas, fue en esta fase dónde se observaron los resultados significativos: los perros del primer grupo que habían aprendido en la primera fase una forma de detener las descargas, aprendían con facilidad a escapar del dolor huyendo al nuevo compartimento y sin embargo los del segundo grupo presentaban serias dificultades para aprender que podían escapar del dolor, habían aprendido en la primera fase que no podían controlar la situación. Se les había generado el sentimiento de indefensión o desesperanza aprendida
Este fenómeno sucede muy a menudo en los seres humanos como consecuencia de haber sufrido situaciones dolorosas e incontrolables en las que la persona se ha podido sentir fuertemente frustrada, invalidada y anulada. Al padecer una serie de repetidas circunstancias de este tipo las personas se pueden volver inseguras, pasivas e inhibidas con grandes dificultades para encontrar alguna solución a la situación que viven porque han aprendido erróneamente que la situación es incontrolable y no hay posibilidad de cambiarla. Este proceso psicológico puede ser uno de los factores que condicionan algunos estados depresivos.
Situaciones como el maltrato por parte de la pareja o un familiar, el acoso escolar (bullying), el acoso laboral (moving) o repetidas experiencias de fracaso, entre otras, pueden generar este angustioso sentimiento de desesperanza o indefensión.
Una vez expuesta esta información la pregunta sería: ¿Cómo se puede superar este estado? Lamentablemente como en la mayoría de problemas de tipo psicológico no hay una respuesta sencilla ni única, pero desde mi punto de vista sí que hay ciertos aspectos importantes a tener en cuenta para tratar de romper este bucle negativo:
- Entender que las situaciones pasadas son particulares y únicas. A pesar de haber padecido circunstancias en las que se ha producido un daño hacia nuestra persona o en las que hemos fracasado no quiere decir que en un futuro ocurra lo mismo.
- Si evitamos aquellas situaciones en las que creemos que podemos sufrir algún tipo de daño nunca podremos comprobar lo contrario, mantendremos la creencia catastrofista.
- Librarnos de la culpa que podemos sentir o del sentimiento de inferioridad que nos pueden haber generado estas situaciones.
- Reconceptualizar, dotar de nuevo significado aquellos acontecimientos vividos que nos han causado malestar, suprimiendo la propia estigmatización.
- Evitar el aislamiento, buscar apoyo de otras personas que puedan ayudar y en caso necesario de un profesional.
Todos tenemos derecho a caer, a sentir dolor y sufrimiento pero también tenemos derecho a levantarnos, a recuperarnos, a cambiar las circunstancias de nuestra vida que nos crean malestar, a librarnos de los grilletes y volver a empezar.
Fuente: Adrià Gilabert – Revista de Psicología Insight
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