5 causas del autismo que no conocías

El autismo es una enfermedad que afecta directamente la comunicación y las relaciones sociales, por esa razón, es un tema de una considerable complejidad, cuyo verdadero origen aún se desconoce. Sin embargo, las investigaciones realizadas y el hecho de que haya una variedad de manifestaciones de dicho mal, sugieren una combinación de factores genéticos y ambientales que inciden en su gestación. Hoy vamos a ver 5 causas del autismo que no conocías, recientemente descubiertas por los científicos.

5. Causas genéticas del autismo

Actualmente, nadie duda que el autismo tenga en su base un componente genético. Se ha confirmado que un cambio en los genes de los sujetos puede provocar la enfermedad y que además es una condición altamente heredable. Tanto es así que los gemelos tienen casi un 90% de probabilidades de que ambos sean autistas. Por otra parte, se ha notado que algunos cambios genéticos pueden conducir al autismo de manera espontánea, es decir, sin que estos sean hereditarios. Se han identificado alrededor de 20 genes en el genoma humano que estarían relacionados con esta enfermedad.

4. Uso de fármacos y medicamentos

El consumo de algunos fármacos y medicamentos durante el embarazo puede aumentar el riesgo de padecer autismo en los bebés. Se ha comprobado que los fetos expuestos a anticonvulsionantes o ansiolíticos afectan la salud mental del recién nacido.

3. Pesticidas

Exponer a los bebés o a mujeres embarazadas a pesticidas contribuye a aumentar los riesgos de padecer autismo. Aquí se trataría de personas con predisposición genética a la enfermedad. La afectación sería un desencadenante, pues las diferentes sustancias tóxicas que se usan para eliminar plagas pueden interferir con los genes del sistema nervioso y desarrollar una latencia que no necesariamente se hubiera mostrado dominante.

2. Autismo y edad de los padres

Se ha observado una estrecha relación entre el autismo y la edad de los padres. Mientras mayores son los progenitores, mayor es el riesgo de que los bebés padezcan esta enfermedad. De hecho, se cree que las mujeres de 40 años en adelante tienen másprobabilidades de tener hijos autistas que las de menos de 30. No se sabe a ciencia cierta la explicación, pero se estima que en edades más avanzadas se producen cambios genéticos en los espermatozoides de los padres.

1. Desarrollo cerebral de los bebés

Uno de los aspectos más interesantes de los que se tiene conocimiento sobre el autismo es que tiene relación con el desarrollo cerebral de los bebés. Durante el crecimiento fetal, pueden producirse irregularidades en los niveles de los neurotransmisores que, a su vez, conducen a problemas en el movimiento, en la concentración y en los estados de ánimo.

Todavía queda mucho por investigar para conocer el verdadero origen del autismo. Aun así, los factores aquí mencionados son prueba de que se ha avanzado considerablemente en la materia y de que se le está asumiendo de manera integral, como la resultante de una serie de niveles donde se inserta el organismo humano.

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Autor:  Ruth Lelyen – ojo curioso

Pautas para mejorar las relaciones sociales infantiles

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En muchas ocasiones, cuando padres y madres acuden a buscar ayuda psicológica para sus hijos es porque han detectado un determinado problema: ha suspendido muchas asignaturas, tiene un comportamiento disruptivo o ha recibido un diagnóstico (por ejemplo, Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad) que requiere intervención.

Es frecuente que, asociado a este motivo que les lleva a consultar, aparezcan otras áreas asociadas sobre las que intervenir, ya que quizás estén generando cierto malestar para el niño o la niña. Es el caso de las dificultades en las relaciones sociales, que a pesar de que no suelen ser el principal motivo de consulta, aparecen con frecuencia en segundo plano.

¿Qué factores influyen en las dificultades para relacionarse de los niños?

Cuando nos relacionamos con los demás, uno de los factores más importantes que se pone en juego es la autoestima: si confiamos en nosotros mismos, podremos intervenir en las actividades con otras personas sin miedo a sentirnos juzgados (“¿qué pensarán si hago esto o lo otro?”, “¿habré dicho algo fuera de lugar?”). Lo mismo pasa con niños y niñas: una base sólida de autoestima y confianza en sí mismos les facilitará intervenir en juegos y actividades con el resto de compañeros, y poder disfrutar de ello.

Una base sólida de autoestima y confianza en sí mismos les facilitará intervenir en juegos y actividades con el resto de compañeros, y poder disfrutar de ello

 

De la mano de la autoestima va la asertividad (la capacidad de expresar lo que queremos o necesitamos y de defender nuestros derechos sin agredir ni someternos a la voluntad de otras personas), fundamental para unas relaciones sociales satisfactorias.

Otro de los aspectos a tener en cuenta es la capacidad de empatía. Poder reconocer los estados emocionales de los demás, ponernos en su piel e imaginar cómo se pueden estar sintiendo en una determinada situación, nos ayuda a hacer o decir determinadas cosas. Si tenemos dificultades en esta área, es posible que “metamos la pata” con frecuencia y los demás nos perciban de forma poco favorable. Además, esto conlleva que podamos sufrir ante determinadas situaciones, al no lograr entender los motivos del otro para hacer algo determinado.

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¿Qué pueden hacer los padres y madres?

Sin duda, esto es algo que puede entrenarse. Padres y madres pueden ayudar a sus hijos a poner en palabras aquello que en muchas ocasiones puede parecer obvio o incluso absurdo. Por ejemplo, si se está viendo una película en familia, las diferentes escenas donde les sucedan determinadas situaciones y experiencias a los personajes, son buenas oportunidades para ayudarles, diciendo: “Mira, el niño de la peli acaba de discutir con su amigo… ¿cómo crees que se estará sintiendo?”.

Si los padres no le dan mucha importancia a las relaciones sociales en el tiempo de ocio, posiblemente los hijos tampoco lo considerarán importante

 

En muchas ocasiones la respuesta será algo tipo “mal”. Ahí es donde los padres pueden aprovechar para decir: “claro, es normal que se sienta mal: seguro que está enfadado por la discusión, ya que su amigo no entendía lo que quería decirle… y es posible que también este triste y preocupado por si tarda mucho en hacer las paces con su amigo. ¿Qué harías tu si te pasara algo parecido?”. Así les ayudaremos a ampliar el abanico de sentimientos y emociones del que disponen, haciendo de su experiencia emocional algo mucho más rico, y esto les ayudará a comprender y manejarse mejor en las situaciones sociales.

Como para tantas otras cosas, padres y madres son modelos de referencia para niños y niñas, y su forma de relacionarse en lo social será determinante en cuanto al modelo de aprendizaje que se transmite a los hijos: si los padres no le dan mucha importancia a las relaciones sociales en el tiempo de ocio, posiblemente los hijos tampoco lo considerarán importante. También puede suceder que los padres sí le den importancia pero los hijos tengan dificultades. Es aquí donde hay que tener en cuenta los aspectos de los que hablábamos más arriba.

Será fundamental poder estar en contacto con el colegio y solicitar una tutoría con el profesor o profesora. Es en el centro escolar donde más horas pasan los niños, y por lo tanto, si existen dificultades de relación, lo normal es que aparezcan ahí. Pero, ¿por qué les cuesta relacionarse? ¿Los demás niños y niñas los incluyen en los juegos y nuestro hijo o hija es quien no quiere unirse, o es que los demás le dejan de lado? Si sucede una de estas dos cosas, ¿desde cuándo sucede? En muchos colegios mezclan las clases en según qué cursos, ¿ha sido a raíz de esto que está menos integrado en el grupo, o es algo que se arrastra desde lejos?

Cómo, dónde y con quién

A veces lo que sucede es que la mayoría de los niños de clase juegan a un juego que a nuestro hijo o hija no les gusta (por ejemplo, si es un chico y no le gusta el fútbol, posiblemente terminará estando con las chicas de la clase… y quizás con ellas tampoco tenga muchas en común). Sin embargo, es fundamental que se puedan respetar sus gustos y preferencias, y buscar otros lugares donde puedan desarrollarlos y compartirlos con otros niños y niñas a los que sí les gusten las mismas cosas.

Las actividades extraescolares en ocasiones representan buenas oportunidades para estar con un grupo diferente con el que se tengan otras cosas en común. Además, muchas de ellas fomentan la capacidad de relación social y pueden contribuir a mejorar áreas como la autoestima y seguridad en sí mismos (por ejemplo, el teatro, baile y danza, los deportes, etc.).

Asimismo, es fundamental poder reforzar aquellas áreas en lo relacional que sí que funcionan y son fuente de satisfacción. Por ejemplo, es posible que tenga dificultades con sus compañeros de clase, pero que tenga algunos amigos en la urbanización, o que se lleve y entienda muy bien con los primos. ¿Por qué ahí sí que se relacionan bien?

Aun así, y a pesar de poder reflexionar sobre los motivos que hacen que nuestro hijo o hija tenga dificultades a la hora de relacionarse, acudir a un especialista en psicología infantil puede ser, sin duda, de gran ayuda para poder trabajar todos los aspectos anteriormente citados, junto con los particulares de cada niño o niña.

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Fuente: Sandra Toribio – El Confidencial.com

desQbre: ¿Es saludable decir siempre la verdad?

  • Un estudio constata que mentir menos tiene efectos positivos en la salud
  • Expertos señalan las ventajas de algunos tipos de mentiras en el día a día

‘Con la verdad se llega a todas a partes’. Con esta frase, seguramente hayamos recorrido parte de nuestra enseñanza más arraigada. Decía Platón que «hay que tener el valor de decir la verdad, sobre todo cuando se habla de la verdad». Pero además de actos de valentía y franqueza que hemos aprendido desde niños, ¿podría tener consecuencias positivas en nuestra salud?

«Asociar verdad con salud es una relación problemática y compleja», afirma el psicólogo Rubén González, autor del artículo ‘El engaño y la mentira en los trastornos psicológicos y sus tratamientos’, publicado en la revista ‘Papeles del Psicólogo’. Pero esta conexión ha tenido una respuesta afirmativa en un estudio realizado por investigadores de la Universidad americana de Notre Dame y cuyos resultados han sido presentados en la 120ª Convención de la Asociación Americana de Psicología. Uno de los datos más llamativos fue la media de mentiras por semana que verbalizaban los americanos: 11 mentiras.

Durante 10 semanas analizaron las respuestas de 110 personas ante ciertas situaciones. La mitad de ellas fue entrenada para decir menos mentiras. Precisamente, este grupo fue el que, según Anita E. Kelly, profesora de psicología en dicha universidad y autora principal del estudio, «presentó mejoras significativas en su salud«. Tales beneficios iban desde menos sentimientos de tensión y melancolía a un menor número de cefaleas y molestias de garganta.

Sin embargo, la mentira ofrece ciertas ventajas en las relaciones sociales. El psicólogo y criminólogo Jaime Gutiérrez, perteneciente al Colegio Oficial de Psicólogos de Castilla y León, asegura que «mentir es una conducta adaptativa».

«Podemos asociar los beneficios con la ansiedad, es decir, con la verdad se disminuye la ansiedad. Pero tampoco podemos afirmar que esto sea mejor o peor para la salud», indica este experto apuntando a que las personas tienen distinto nivel de activación que, traducida en forma de ansiedad, es buena y necesaria.

Fundamentalmente, explica este experto, las personas mienten por tres motivos: para adaptarse a un ambiente hostil, para evitar castigos y para conseguir premios o ganancias sobre los demás. «Por ejemplo, la gente en su curriculum vítae pone un nivel de inglés más alto del que realmente sabe, pero lo hacen para conseguir un premio, un puesto de trabajo en este caso, y esa conducta no tiene porqué ser necesariamente mala», desarrolla.

Buscar el equilibrio

Decía el médico y psicoterapeuta austríaco Alfred Adler que «la verdad es a menudo un arma de agresión. Es posible morir, e incluso asesinar, con la verdad», por lo que a veces ser honesto no podría resultar tan bueno. «En ocasiones decir la verdad, puede ser contraproducente», asegura Gutiérrez, no obstante, aclara que la sinceridad es buena cuando las consecuencias son positivas para la persona que emite la conducta y para su entorno.

Por su parte, Rubén González también apoya esta afirmación. «Hay que buscar el equilibrio entre lo que es bueno para nosotros y para el que recibe la notica». Además, asegura que algunas veces puede asociarse decir la verdad con signos de inocencia o falta de madurez, por tanto, en ocasiones la mentira puede ser incluso necesaria.

Este experto divide la mentira en mentira ‘prudente’ e ‘imprudente’. La primera es aquella que se dice para adaptarse a la situación, la que es «necesaria» decir en ocasiones para evitar un mal mayor. Pone de ejemplo, una situación peligrosa como estar en una habitación con mucha gente y que haya un incendio. «Puedes mentir y decir a la gente que no está pasando nada y evitar así el caos. El control es necesario en estos casos», detalla.

La segunda es cuando lleva consecuencias peores que dificultan ese equilibrio mencionado anteriormente. Decir la verdad, puede tener consecuencias negativas en el otro. Esto es, hay personas que tienen que decir siempre la verdad, «tener la conciencia tranquila», y esto «no siempre es bueno», puntualiza el psicólogo. «Esta sensación de conciencia tranquila es la creencia de creer que han actuado bien y por ello ‘se sienten mejor’ físicamente», explica.

Honestidad, un valor necesario

La honestidad, explica este experto, refuerza el que una relación, sea del tipo que sea, pueda ser mucho más consistente y estable. Pero, «tiene que haber también otras cosas, es un valor que no puede ir separado del resto», matiza.

«La honestidad absoluta en el ser humano no existe, es imposible que un hombre siempre diga la verdad». Ésta, asegura, es un valor que debe ir añadido junto a otros: «De nada vale que una persona sea sincera, si le faltan otros valores».

Como conclusión, los expertos aseguran que no podemos relacionar mentir en contextos cotidianos con una peor salud, pero que es bueno que en la sociedad se eduque desde la honestidad y la franqueza. «Un desarrollo moral adecuado desde la infancia, orientado en la verdad, es positivo», finaliza Gutiérrez.

Fuente: «El Mundo» (Beatriz G. Portalatín) – http://www.elmundo.es/elmundosalud/2012/09/03/neurociencia/1346690139.html