EL TIEMPO LO CURA TODO, PERO… HAY QUE PERMITIRLE QUE LO HAGA.
“Nos resultaría más fácil olvidar las cosas dolorosas si no insistiéramos tanto en recordarlas.”
En mi opinión, nos cuesta olvidar algunas cosas –sobre todo las cosas que creemos que hemos hecho mal- porque, de un modo inconsciente, al hacerlo así nos seguimos castigando con la rememoración dolorosa del motivo de nuestro reconcomio, y como un modo de persistir en una condena infinita y no terminar de perdonarnos nunca. (Tan injustos llegamos a ser…)
Y si no es ésta, no sé qué otra explicación puede haber para seguir redundando, una y otra vez, y machacándonos con perversa alevosía, en una flagelación mental que puede acabar pasándonos factura en forma de somatización.
No es consistente la razón que algunos creen haber encontrado cuando dicen que insisten en el recuerdo para que no se les olvide, y que se lo repiten como una lección que tienen que aprender grabándosela con hierros al rojo vivo.
Muy injusto.
Se puede aprender la lección, y con mejores resultados, si se hace con amor en vez de con dolor. Antes se decía: “la letra con sangre entra”, pero también entra con amor, y entra mejor.
Todos –y afirmo bien- hemos podido comprobar en alguna ocasión cómo el paso del tiempo va limando las aristas, va menguando la carga onerosa de algunas cosas que en su momento nos parecieron muy dificultosas o trascendentales, cómo se va restando la importancia de aquello que parecía tan importante, y cómo se va apaciguando la furia.
Incluso todos –y otra vez afirmo bien- nos hemos podido ver con una leve sonrisa –de compasión o de arrepentimiento- al recordar hoy, una vez que ha pasado el tiempo, que aquello que nos parecía tan grave no lo era tanto, que en una ocasión nos acaloramos en exceso, o que teníamos que haber corrido a abrazar al otro en vez de seguir empeñados en un enfurruñamiento que acrecentó la distancia y enfrió los corazones… cada uno tiene su historia y su motivo para haber podido comprobar qué bueno es eso de “contar hasta cien antes de…”, qué adecuado es no sacar conclusiones precipitadas, qué bien está ponerse en la piel del otro y en sus circunstancias para comprender su actitud, cuánto de bueno es no permitirle al ego que se inmiscuya en asuntos personales…
Se dice que el paso del tiempo embellece el pasado, pero, en realidad, no es el tiempo, ni su paso, sino que es uno mismo quien va siendo cada vez un poco más comprensivo con la vida y consigo mismo, y si uno tiene una conciencia sensata y justa, y si uno reflexiona de vez en cuando y observa con honestidad ciertos hechos del pasado, comprende que el arrebato descontrolado en unas ocasiones, o la falta de conocimiento para tomar ciertas decisiones, hacen que más adelante nos demos cuenta de que no estamos del todo satisfechos con algún hecho del pasado y que, ahora, sí seamos capaces de tasarlo en su justa medida y situarlo en el sitio correcto que le corresponde.
Hay que permitir que el paso del tiempo –o sea, el Crecimiento de uno mismo-, cicatrice las heridas.
Es conveniente porque eso nos permite estar en paz, y la paz, para instalarse, necesita que no se tengan guerras a medias, ni odios enquistados, ni la rabia en continua efervescencia.
Ya está.
Pasó.
Si es posible, evitar que vuelva a suceder eso mismo en el futuro.
Si es posible, repararlo, ahora, hoy, antes de que no haya oportunidad, y para no seguir con una conciencia inquieta que nos reclama remediar lo que le molesta.
Hay que vivir en el presente.
Volver al pasado para seguir con la guerra, o traer el pasado a este presente para seguir en lucha contra nosotros mismos, en insensato.
Hay que poner el bálsamo del amor sobre las heridas para que cicatricen.
Hay que perdonarse.
O sea, aceptarse.
Hay que vivir en el presente en vez de quedarse incrustados en la parte del pasado que no nos gusta.
Hay que dejar que el pasado sea pasado.
Es más sensato no oponerse a que se diluyan los “errores” y los motivos de arrepentimiento, a que se deshaga la tristeza que nos secuestra las sonrisas, a que se disuelvan los nubarrones negros o que llueva hasta empaparnos y purificarnos.
Es más razonable no obstinarse en anclarse a un estado triste y permitir que el presente sea tan natural y fresco como tiene que ser, y que el futuro esperanzado se anime a presentarse. Otro futuro.
Síndrome de Stendhal, cuando el placer por el arte ataca tu salud
El síndrome de Stendhal, denominado también como síndrome de Florencia, es considerado como un trastorno psicosomático que afecta especialmente a personas altamente sensibles.
Se produce cuando en un breve periodo de tiempo, admiramos de manera continuada un gran número de obras de arte, experimentando una especie de sobredosis de belleza artística.
El origen de esta patología, reside en el sujeto que observa el arte, y no en el objeto en sí. La admiración de obras artísticas, tiene multitud de interpretaciones y valoraciones subjetivas que dependen de la cultura de cada persona.
Grupos de neurólogos explican, como un placer mental excesivo visualizando obras maravillosas, puede acabar convirtiéndose en un gran malestar. Los síntomas que se experimentan, suelen ser físico/psíquicos: sudoración, palpitaciones, mareos, visión borrosa. Sensaciones de stress y similares a un ataque de ansiedad, con alucinaciones y sentimientos de euforia y depresión según el caso.
El primero en escribir sobre esta patología, fue el escritor francés Stendhal, que describió su experiencia personal durante una visita a Florencia. Sin embargo, en la década de los 70, la psiquiatra Graziela Magherini, tras estudiar multitud de casos en turistas que visitaban Florencia, lo definió definitivamente como un síndrome.
Se suele desarrollar en ciudades emblemáticas desde el punto de vista artístico. Florencia, Roma, o Venecia, son los ejemplos más conocidos.
La controversia ofrecida por algunos psicólogos, describe como único motivo responsable de este síndrome, la sugestión que acompaña a muchos turistas que ya son conocedores de dicha patología.
El síndrome de Stendhal, se ha convertido en un referente romántico, y puede producirse en cualquier lugar, donde la concentración de belleza, (pintura, música, poesía etc. )resulta imposible de soportar.
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Beneficios psicológicos al hacer deporte: ¡practicar ejercicio es sano para tu mente!
Mucha gente se apunta al gimnasio para mejorar su salud cardiovascular, para ganar músculo o para tener un cuerpo de película. Sin embargo, hay otros efectos positivos que podemos conseguir con la práctica de actividad física regular, como son los beneficios psicológicos. Durante las últimas décadas, los investigadores han ido descubriendo cómo practicar ejercicio puede mejorar nuestras funciones cognitivas, e independientemente de la edad o la condición física, los estudios han demostrado que dedicar un tiempo para el ejercicio también produce muchos beneficios para nuestro bienestar mental. “Ejercitarse regularmente es bueno para el humor, la memoria o el aprendizaje”, explica el psiquiatra John Ratey de la Escuela de Medicina de Harvard, autor del libro “La Ciencia Nueva y Revolucionaria del Ejercicio y el Cerebro”. Si acostumbras a practicar ejercicio a diario o si eres de los que te cuesta ponerte el chándal, presta atención a las siguientes líneas. A continuación, desde Psicología y Mente, os presentamos los 10 beneficios psicológicos de practicar ejercicio.
1. Produce químicos de la felicidad
Correr unos cuantos quilómetros puede ser duro, ¡pero merece la pena! El ejercicio favorece la liberación de endorfinas, unas sustancias químicas que producen sensación de felicidad y euforia. Los estudios han demostrado que incluso pueden aliviar síntomas de una depresión. Por este motivo, los psicólogos recomiendan que las personas que sufren depresión o ansiedad mejoren su calidad de vida incluyendo el ejercicio en sus vidas. Si no eres una de esas personas que practica actividad física a diario, con practicar ejercicio 3 días a la semana durante media hora puedes mejorar tu humor instantáneamente.
2. Reduce el estrés
Después de un duro día de trabajo, no hay nada mejor que ir a desconectar jugando al pádel, pisando el gimnasio o corriendo por la playa. Uno de los beneficios psicológicos de la práctica de actividad física es que reduce el estrés. Además, el ejercicio también incrementa la producción de norepirefrina(noradrenalina), un químico que puede moderar la respuesta del cerebro al estrés. Así que ponte la ropa de deporte y a sudar un poquito, que el ejercicio mejora la habilidad de nuestro cuerpo a la hora de tratar con la tensión que el estrés produce después de tanta oficina y tantas preocupaciones del día a día.
3. Mejora la autoestima
Verte mejor físicamente te hará sentir bien. El ejercicio continuo mejorará la imagen de ti mismo y mejorara tu autoestima. Independientemente del peso, la edad o el sexo, el ejercicio físico puede elevar la percepción positiva del atractivo de uno mismo, y en consecuencia, hacer que te valores más.
4. Mejora tus relaciones sociales
A medida que la percepción de ti mismo y tu salud emocional mejoran, tus relaciones sociales también pueden mejorar. Debido a tu aumento de autoconfianza tendrás más posibilidades de llegar a los demás, y si participas en clases dirigidas o realizas deporte en grupo, es de esperar que conozcas gente nueva.
5. Alivia la ansiedad
Los neurotransmisores liberados durante y después de practicar ejercicio pueden ayudar a la gente que sufre ansiedad a calmarse. Un paseo en bicicleta o algún ejercicio aeróbico de media o alta intensidad, pueden reducir los síntomas que la ansiedad produce. El deporte y el ejercicio, por tanto, no solo sirven para quemar grasa o ganar músculo.
6. Previene el deterioro cognitivo
A medida que nos hacemos mayores se incrementa el riesgo de sufrir enfermedades degenerativas como el Alzheimer, especialmente a partir de los 45 años. Realizando actividad física principalmente entre los 25 y los 45 años se consigue aumentar las sustancias químicas del cerebro que previenen la degeneración de las neuronas del hipocampo. Además, practicar ejercicio físico de forma regular y adaptando la exigencia para mayores, está asociado con un menor riesgo de mortalidad. Principalmente, como consecuencia de un efecto protector cardiovascular, la actividad física disminuye el riesgo de sufrir un infarto cerebral y mejora la función cognitiva reduciendo el riesgo de padecer demencia y Alzheimer.
7. Mejora tu memoria
Practicar ejercicio regularmente mejora tu memoria y la habilidad de aprender cosas nuevas, pues incrementa la producción de células del hipocampo que son responsables de la memoria y el aprendizaje. La investigación en este campo relaciona positivamente el desarrollo cerebral de los niños con la condición física de los mismos. Esto no solamente sucede en el caso de los menores, los mayores también pueden mejorar su memoria entrenando. Un estudio de Winter y Breitenstein (2007), demostró que realizarsprints mejora la adquisición y retención del vocabulario en los adultos.
8. Aumenta tu capacidad cerebral
Al hacer ejercicio tu cerebro produce más neuronas y más conexiones entre ellas, fenómeno que se conoce como neurogénesis. Por lo tanto, tu cerebro ganará forma y aumentará su capacidad de aprendizaje. En una investigación de Vaynman, Ying y Gomez-Pinilla, se demostró que un entrenamiento intenso aumenta los niveles de una proteína conocida como BDNF (Brain Derived Neurotrophic Factor) que se encuentra en el cerebro, y que se cree que influye positivamente en la toma de decisiones, en el pensamiento y el aprendizaje. Para profundizar en este tema, te recomendamos que leas el artículo ‘5 trucos para mejorar tu inteligencia‘, del psicólogo Bertrand Regader.
9. Te ayuda a ser más productivo
Una investigación de Schwarz y Hasson (2011) concluyó que los trabajadores que practican ejercicio o deporte regularmente son más productivos y tienen más energía que sus compañeros sedentarios. Además, si acudimos a practicar deporte al mediodía, en la pausa de la comida, o antes de ir a trabajar, la actividad nos ayudará a mantenernos más activos a lo largo de la jornada, evitando momentos de bajón o de falta de atención en el trabajo.
10. Ayuda a controlar la adicción
El cerebro libera dopamina (el neurotransmisor de la recompensa) en respuesta a un estímulo placentero como el sexo, las drogas o los alimentos. Desafortunadamente, hay gente que se vuelve adicta y dependiente a las sustancias que producen su liberación en grandes cantidades. La práctica de ejercicio puede ayudar en la recuperación del adicto, pues las sesiones cortas de ejercicio tienen un efecto positivo en los adictos al alcohol o las drogas al postergar el “carving” (al menos a corto plazo). El abuso de alcohol, además, impide la normalidad en la vida del adicto. Una consecuencia negativa del consumo excesivo de esta sustancia es que interrumpe los ritmos circadianos, y como resultado, los alcohólicos tienen dificultades para dormir o permanecer dormidos si no consumen alcohol. Practicar ejercicio puede ayudar a reiniciar el reloj biológico y ayuda a conciliar el sueño.
Concluyendo
En resumen, el ejercicio físico es natural, es fácil, te ayuda a mejorar la calidad de vida, aumenta tu autoestima, previene enfermedades y mejora tu aprendizaje. Después de leer esto, ¿aún vas a querer renunciar a estos beneficios?
Los compañeros de la Universidad Tecnológica de Ecuador han realizado un vídeo en que te explican de forma audiovisual los beneficios psicológicos de practicar ejercicio físico. Échale una ojeada:
Según las apariencias, Eleanor Longden era como cualquier otra estudiante, acudia a la universidad llena de promesas y sin prestar atención al mundo que la rodeaba. Esto fue así hasta que empezó a escuchar voces en su cabeza. Inicialmente inocuo, estos narradores internos hicieron su vida cada vez más antagónica y dictatorial, convirtiéndola en una pesadilla viviente. Diagnosticada de esquizofrenia, hospitalizada y drogada, Longden fue descartada por un sistema que no sabía que hacer para ayudarla. En el siguiente vídeo Longden narra la conmovedora historia de los años que le llevo el viaje de regreso a la salud mental, gracias a aprender a vivir escuchando las voces de su cabeza.
Vídeo explicativo de los poderes de la sonrisa en el ser humano. Ser felices es el único objetivo verdadero que tiene el ser humano. La Sonrisa nos ayuda a ser felices y hacer felices a los demás
Perdonar es bueno para la salud mental. Pero también lo es para la salud física.
A veces, las personas de nuestro alrededor hacen cosas que nos hieren o con las que nos sentimos traicionados o incluso agredidos. En otras ocasiones, somos nosotros mismos los que hacemos algo con lo que más tarde no estábamos tan de acuerdo. No es siempre fácil perdonar, pero hacerlo es muy sano. Aunque solo fuera por nuestro propio interés, deberíamos aprender a hacerlo.
El acto de perdonar, es mucho más fácil decirlo que hacerlo y, por lo general, supone un gran reto.
A veces, el perdón puede ser confundido como una forma de condonación, en la que se asimila lo que ha pasado sin tomar represalias. Pero el perdón es mucho más que eso. Perdonar implica desprenderse de lo que ha pasado.
En cualquier caso, perdonar tiene muchos beneficios para la salud de nuestro cuerpo.
El perdón es bueno para el corazón
Literalmente, el perdón le sienta bien a la salud de nuestro corazón. En este sentido, un estudio de la revista Journal of Behavioral Medicine encontró que el perdón se asocia con una menor frecuencia cardíaca y una menor tensión arterial. Este mismo estudio descubrió que perdonar ayuda también a aliviar el estrés.
Esto puede traer beneficios para la salud del corazón en particular y de la salud en general.
El perdón es bueno para la salud general, física y mental
Otro estudio posterior ha asociado el perdón con cinco medidas de salud, en cuanto a síntomas físicos, medicamentos utilizados, calidad del sueño, fatiga y quejas somáticas. Parece que la reducción del efecto negativo y los síntomas depresivos que produce el rencor, fortalece la espiritualidad, la gestión de conflictos y el alivio del estrés, por lo que el impacto del perdón tiene un efecto significativo en la salud en general.
El perdón ayuda a relacionarse mejor con los demás
Otro estudio publicado en el Personality and Social Psychology Bulletin, encontró que el perdón ayuda a restaurar los pensamientos, los sentimientos y los comportamientos positivos hacia la parte infractora. Es decir, que el perdón restaura la relación a su estado positivo anterior. Además, los beneficios del perdón pueden extenderse a las conductas positivas hacia otras personas fuera de la relación. De este modo, el perdón está asociado con más voluntariado, con más donaciones y actos de caridad, y otros comportamientos altruistas.
Consideraciones finales
Cuando perdonamos, nos estamos liberando a nosotros mismos, de nuestra propia esclavitud. Nos desprendemos del dolor y el resentimiento que llevábamos cargando como una losa a nuestras espaldas, para dar paso a la liberación. Incluso, al perdonar, concluimos esa parte abierta que teníamos con el pasado.
Perdonar implica una aceptación de lo que sucedió, para dar paso a un profundo desprendimiento, no solo de los hechos o acusaciones realizadas por los demás, sino también por nosotros mismos. Porque no solo hay que perdonar a los otros, también es conveniente reflexionar sobre aquello que tenemos que perdonarnos a nosotros.
El perdón es bueno para el cuerpo, para la mente, para las relaciones personales y para encontrar un papel en el mundo. Esto debería servir para convencernos que es mucho mejor dejar ir el rencor y perdonar.
Como dijo William Shakespeare:
“El perdón cae como lluvia suave desde el cielo a la tierra. Es dos veces bendito; bendice al que lo da y al que lo recibe“
Tener una autoestima sana, permite que te sientas capaz, seguro, importante y digno de disfrutar de lo mejor en tu vida y cuando digo lo mejor, me refiero a: Mejores relaciones de parejas, libertad finaciera, un buen empleo, mejores amistades, etc.
Me encanta hablar de este importante tema, si en algo me he especializado, es en ayudar a aumentar la autoestima de los demás, “Esa es la base de todo logro y toda transformación en nuestras vidas”.
Me gusta decir que la autoestima es la chispa de nuestra vida, debido a que el respeto, la tolerancia y el amor hacia nosotros mismos nos permite alcanzar la plenitud.
Es importante tener una autoestima sana, te produce seguridad, confianza y el poder de enfrentar las pruebas que surjan en tu vida laboral, social y personal.
Mientras que si posees una autoestima baja, te sientes inseguro ante las adversidades y es muy fácil derrumbarte ante los problemas u obstáculos que se te presenten en el camino.
Muchos ignoran el rol importante que tiene la autoestima en su vida, de ella depende que puedas asumir riesgos, relacionarte con los demás, ser creativo, productivo, positivo e incluso puedas mantenerte motivado gran parte del tiempo para lograr tus metas, sueños y tus mas anhelados deseos.
¿Te das cuenta de la importancia que tiene aumentar, cultivar y proteger tu autoestima?
La autoestima es la base de la confianza en ti mismo, porque te permite enfrentarte a nuevos retos, tomar las amenazas como desafíos y es ese combustible que te ayudará a obtener altos rendimientos a nivel personal y profesional.
¿Qué puedes hacer para aumentar y proteger tu autoestima?
Trátate con amor.
Mantén un diálogo interno positivo contigo.
Elimina las críticas hacia ti mismo.
Cuando comentas un error no te juzgues, míralo como una enseñanza para no volver a equivocarte.
Sólo haz cosas que quieras hacer y que te hagan sentir bien contigo mismo.
Aprende a decir NO. Esto no quiere decir que seas egoísta, sólo estás diciendo: “Hago aquello que quiero hacer y que me hace sentirme bien conmigo mismo”.
Todos los días trabaja una afirmación positiva para cultivar tu amor propio. Puede ser: “Me amo y me valoro”.
Felicítate por los logros mínimos o grandes que tengas en tu vida.
Haz una lista de todo aquello que has logrado en tu vida y que te ha hecho sentirte orgulloso de ti mismo, y mantenlo muy cerca de ti para que te lo recuerde en momentos en que desconfíes de ti y tus capacidades.
Acepta tus defectos, míralos como oportunidades para crecer.
Perdónate a ti mismo por las veces que te has ofendido.
Rodéate de personas con sana autoestima.
Sólo el amor hacia ti mismo te llevará a tener una autoestima sana. Si no sabes amarte, aprende! Todos estamos en este mundo para aprender cada día.
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Hay dos clases de gratitud: la condicional y la incondicional. La primera consiste en sentirse bien cuando las cosas salen como uno espera. Como no siempre es así, acaba siendo una emoción esquiva y poco duradera. La segunda consiste en una actitud y un hábito de vida, sentirse bien sin que haya ocurrido nada especial; es decir: estar agradecido por todo y por nada a la vez. Y al no estar condicionada por ningún otro acontecimiento, esta actitud es la precursora de la felicidad y el éxito personal en la vida.
¿Tenemos en cuenta cuántas personas han contribuido a que este día sea posible? Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos estamos recibiendo las bendiciones de innumerables personas, la mayoría desconocidas, que hacen de nuestras vidas una experiencia mejor. Por ejemplo, ¿cuántas personas han intervenido en la elaboración del desayuno? El agricultor, el granjero, el molinero, el transportista, el tendero… el sol, la lluvia, el viento, el agua… las manos que lo prepararon y sirvieron. Si contásemos cuánta gente nos sirve directa e indirectamente en un solo día de nuestra vida, no podríamos más que sentir puro agradecimiento.
Cuanta más gratitud sientas, más feliz serás y tu vida cambiará más rápido” Rhonda Byrne
Por no mencionar a nuestros padres, nuestros médicos, nuestros maestros, nuestros amigos, nuestros compañeros o empleados… todas las personas que han contribuido a que consiguiéramos algo significativo, o simplemente que nos han ayudado a sobrevivir hasta el día de hoy.
Es innegable que debemos un inmenso reconocimiento a infinidad de personas que hacen posible que sigamos con vida o que disfrutemos de nuestro momento actual tal como es. Y para poder expresarlo es necesario estar muy presente de manera que seamos conscientes de las cosas buenas y positivas que nos rodean.
Si además miramos hacia atrás en el tiempo y repasamos todos los descubrimientos y avances tecnológicos que hacen nuestra vida más cómoda y segura, sin olvidar los pensadores y sabios que la han enriquecido, entonces este sentimiento debería extenderse casi a los orígenes de la humanidad.
Cuando reflexionamos sobre todo ello, cada día se convierte en una sucesión de oportunidades para acordarnos con una sonrisa de personas que han contribuido con mucho o poco a nuestra vida y para sentir el deseo de devolver el favor a las generaciones futuras.
Los psicólogos Emmons y McCollough estudiaron las consecuencias de la gratitud y acabaron concluyendo que tiene profundos efectos en el bienestar físico y también emocional de las personas. En su estudio analizaron las muchas formas de expresarla, como, por ejemplo:
Con una nota personal.
Comparándose con gente que tiene problemas graves.
Dando simplemente las gracias.
Controlando mentalmente los pensamientos negativos.
Y descubrieron que las personas que hacían de esta actitud un hábito de vida se sentían más saludables, más optimistas y más felices con sus vidas. Otros investigadores llegaron a la conclusión de que este hábito mejora las relaciones con las personas y propicia el altruismo. Además de ayudar a superar el estrés y las actitudes negativas. Pero uno de los frutos más importantes de la gratitud es que contribuye a generar felicidad.
En otros estudios, con mayores y con niños, se ha profundizado en la relación entre la felicidad, inducida por buenos recuerdos y sentimientos de gratitud, y el éxito general en la vida. Y se ha concluido que las personas que se sienten más contentas consiguen una existencia más longeva, mejores ingresos, mejores relaciones, y también ser más eficaces ante los problemas profesionales y personales. Es decir, ahora sabemos que “la felicidad da éxito” (y no al revés, como se creía antes: “El éxito da la felicidad”, lo cual ya intuíamos que no era cierto).
Estados Unidos y Canadá tienen una celebración muy particular: Thanksgiving Day, el día de acción de gracias, una de sus fiestas más importantes. Es una fiesta en cuyo origen, tal vez europeo, se celebraba el final de las buenas cosechas. Hoy día es una reunión familiar en la que se honra expresar lo que se siente por los incontables dones que disfrutamos como civilización.
Habrá quien piense que para apreciar o poder verbalizar esa sensación primero debe ocurrir algo que lo motive; es decir, que la emoción debe ser la consecuencia de un acontecimiento favorable. Pero necesariamente no ha de ser así. En realidad, es posible abrigar gratitud sin que haya ocurrido nada especial antes. Ser capaces de dar gracias por algo que aún no ha sucedido. Aunque esta posibilidad pueda ser incomprensible para la mayoría, tiene muchas ventajas. La más obvia es que podemos empezar a estar agradecidos en este mismo momento, sea cual sea la situación personal de cada uno.
Las personas más felices sienten gratitud por todo y por nada en especial. No necesitan razones concretas (aunque si se ponen a buscarlas, la lista de motivos es inacabable). Viven instaladas en reconocer lo bueno que tienen por el simple hecho de estar vivas, al margen de lo que les sucede. No necesitan razones de peso para estar agradecidas porque haber recibido la vida ya les es suficiente. Incluso hay personas, tan habituadas a vivir en esta actitud, que agradecen cosas tan intangibles como una sonrisa, un amanecer, una inspiración, la brisa suave, la calidez del sol o un instante de paz… O incluso son capaces de agradecer a futuro: algo valioso que se aprenderá mañana, el próximo libro que se leerá y que quizá aún no está ni escrito, o incluso la música que sonará en el propio funeral. Es lo que se podría llamar “agradecimiento gratuito”: no se debe a nada tangible, pero conmueve por igual.
Uno de los hábitos comunes de las personas felices es el de empezar el día dando gracias por pequeñas cosas para generar una actitud dichosa para el resto de la jornada.
Basta con celebrar pequeños detalles de la vida, pero no por ello menos valiosos. Hacer una lista mental de razones que merecen ser aplaudidas ayuda a sentirse reconciliado con las que nos hacen más difícil la existencia. En realidad, no importa el objeto, sino la emoción que provoca en nosotros.
Demos gracias a las personas que nos hacen felices; son los adorables jardineros que hacen florecer nuestras almas” Marcel Proust
La maestría en este arte se alcanza cuando uno es capaz de agradecer incluso las dificultades extremas que a cada uno le toca vivir, porque somos capaces de pensar que detrás de cada lágrima, de cada instante de sufrimiento, hay un aprendizaje, una enseñanza que nos convierte en personas más humanas, más suaves, y más comprensivas con el abatimiento de los demás. Es lo que se llama “ver lo bueno de lo malo” que siempre existe, aunque cueste reconocerlo en una primera mirada.
Para finalizar, hay una palabra que siempre es bien recibida por todos, y es: “Gracias”. Todas nuestras comunicaciones con otras personas deberían terminar con ella. Tampoco estaría de más escribir cada día una breve nota de agradecimiento por cualquier vía (e-mail, sms, WhatsApp…) a las personas que hayan aparecido en nuestra vida por el motivo que sea. Un simple y corto mensaje de gratitud a quien haya influido en nuestro pasado o en el presente. Nada más que dos líneas, sin que tenga especial relevancia el papel que haya desempeñado. Con toda certeza, esta actitud hará que las cosas empiecen a cambiar.
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Para conseguir una comunicación interpersonal adecuada, sobre todo en la relación médico-paciente, hay que sentir empatía y saber escuchar, preguntar, resumir y reforzar los mensajes
La comunicación interpersonal parece hoy subyugada a los avances tecnológicos de última generación. No obstante, los expertos advierten que saber expresarse y dialogar eficazmente con los demás es todavía más difícil que conocer todas las prestaciones de un teléfono móvil o un ordenador. Educar en este sentido no sólo mejora la relación entre profesionales de la salud y pacientes, sino que favorece que se cumpla el tratamiento prescrito. La clave está en el manejo de los componentes emocionales del malestar.
Tanto en casa como en la oficina, muchos españoles se saben abrumados por el peso creciente de la tecnología punta en todo el ámbito de la comunicación. Sin embargo, para José Luis Bimbela, psicólogo adscrito a la Escuela Andaluza de Salud Pública (ESCA) y autor del libro «Gimnasia emocional», es más difícil y mucho más complejo comunicarse con otras personas que manejar cualquier tecnología, ya que requiere un importante aprendizaje y entrenamiento a los que se dedica muy poco tiempo.
Bimbela tomó parte el pasado junio en el VIII Congreso de la Sociedad Española de Electromedicina e Ingeniería Clínica, celebrado en Zaragoza, y abordó ante los profesionales de la medicina la necesidad de conjugar los avances tecnológicos con la comunicación directa con el paciente.
Combatir la duda
«Saber transmitir las ventajas que ofrecen las nuevas técnicas de diagnóstico y tratamiento, por ejemplo, crea una emoción positiva en el paciente y hace que aumente su confianza». En opinión del experto, el profesional sanitario no debe escudarse detrás de una tecnología inaccesible, sino utilizarla en beneficio del paciente a quien, en definitiva, sirve. Éste, a su vez, ve aliviados muchos de sus temores o ansiedades con una breve explicación tranquilizadora sobre en qué consiste cada prueba, qué pasos se siguen y qué utilidad aportan al diagnóstico o tratamiento.
Una buena comunicación entre profesional y paciente facilita un clima de confianza que prolonga el cumplimiento terapéutico
«Cuando el profesional aclara las dudas que el paciente tiene con respecto a su diagnóstico o tratamiento, se crea una estrecha relación de confianza entre ambas partes y se establece un clima de confort». Bimbela subraya que la relación entre profesionales sanitarios y pacientes ha variado durante los últimos años a consecuencia de una progresiva tecnificación de los hospitales y servicios asistenciales.
Los clásicos saludos y preguntas sobre el estado de salud, muchas veces, se limitan a simples «póngase usted aquí», «haga esto» y «ya le avisaremos» o «pida hora para una nueva visita». En muchos casos, el paciente se somete a esa técnica por primera vez, se muestra nervioso o incluso asustado por el simple hecho de que se espera de él que sepa hacer bien algo que nunca antes ha hecho.
Comunicar
La mejora de esta relación comunicativa entre profesionales sanitarios y pacientes podría reducir la inoperancia a veces de los primeros y la sensación de miedo de los últimos, procurando a la vez un clima de confianza que prolongaría un cumplimiento eficaz de la prescripción terapéutica. Bimbela aclara que el paciente debiera siempre confiar en los avances de última generación, por cuanto se presupone que mejoran el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades.
En teoría, el profesional sanitario está obligado a explicar su funcionamiento al paciente -como lo está el vendedor de un aparato ante el cliente que se interesa por su compra-; pero el experto en gimnasia emocional confiesa que en la práctica no se hace siempre así: «Se confía a veces en que la máquina sea la gran salvación por el hecho de ahorrar explicaciones y tiempo, consiguiendo que el paciente tenga que entregarse a ella pasivamente». Saber manejar las emociones crea cercanía, insistió, y una relación más estrecha con quien tenemos enfrente.
Gestión de datos y emociones
El uso de Internet hace que los pacientes utilicen esta herramienta con anterioridad a muchas visitas para informarse sobre síntomas, patología asociada y tratamiento correspondiente. De este modo, bien por no saber nada o por saberlo todo, la actitud de los pacientes se radicaliza en perfiles de muy exigentes o totalmente callados, y el profesional médico se convierte en mero prescriptor o negociador de un determinado tratamiento. «Debemos educar también a los usuarios del Sistema Nacional de Salud en el sentido de que es el médico quien mejor sabe interpretar y gestionar su enfermedad, pudiendo arrojar luz a muchas dudas planteadas» explica Bimbela.
«Los profesionales sanitarios, por su parte, deben trasmitir emociones positivas y no dejarse contagiar de los comportamientos agresivos y las emociones negativas de los pacientes». Cuando el profesional aclara las dudas que el paciente tiene con respecto a su diagnóstico o tratamiento, se crea una estrecha relación de confianza entre ambas partes, un clima de comodidad y tranquilidad.
«Este tipo de comunicación positiva se circunscribe en realidad no sólo a los médicos sino también a los directivos de los sistemas sanitarios, a fin de gestionar las dificultades de organización del trabajo o de relaciones humanas con habilidades emocionales, de forma positiva». Bimbela asegura que no existe una fórmula de procurar la mejor inteligencia emocional, pero reclama un abono periódico a tablas de ejercicios tales como preguntar, escuchar, «empatizar», resumir, reforzar y «retroalimentar».
No solo fumar, consumir alcohol o llevar una dieta poco saludable hacen mal a la salud. El estado de ánimo, los sentimientos o emociones que tengamos, juegan un papel importantísimo en nuestra vida y eso sin dudas repercute en nuestro organismo.
Por ejemplo: ¿De qué sirve alimentarnos bien y hacer ejercicio si somos personas cínicas y envidiosas? Cuando una persona siente envidia o cualquier otra emoción negativa, se genera una mala energía en su interior que finalmente tiene sus consecuencias en la salud física.
Cuando una persona es feliz, sucede todo lo contrario. Ya te hemos dicho que sonreir tiene grandes beneficios. Pero en el día de hoy nos encargamos de contarte aquellos sentimientos que hacen mal a la salud y que ya mismo debes evitar para vivir mejor.
El estrés. Te hemos hablado mil veces sobre los efectos negativos que el estrés genera en nuestro organismo hasta el punto que, si no lo controlas, puede ser muy peligroso.
Melancolía. La melancolía y extrema timidez no solo implican problemas de socialización sino también asuntos físicos. El sistema inmunológico de una persona angustiada se encuentra en desventaja con respecto a aquel que no tiene sentimientos negativos.
Ansiedad. ¿Quieres todo ya? No hace falta aclarar que la ansiedad es mala. Es un sentimiento que literalmente vuelve loco a quien lo padece. Está comprobado que la ansiedad extrema produce demencia.
Falta de control. Según estudios de la Universidad de California, las personas ordenadas viven más que las desorganizadas, pues suelen vivir más relajadamente con menos posibilidades de caer en vicios como el cigarrillo y el alcohol.
Nerviosismo. Las personas ansiosas, a las que todo preocupa, deben bajar un poco los decibeles de su nerviosismo para cuidar su salud. No solo son claros síntomas de la depresión sino que también tienen tendencia a fumar más: el hábito de fumar lo adoptan como forma de calmar la ansiedad.
Desgana. Si eres una persona desganada, trata de cambiarlo. Está demostrado que las personas activas, con iniciativa y objetivos claros tienen un corazón y sistema inmunológico más sano y sufren menos estrés.
Cinismo. Cuando una persona es cínica, tiende a ser hostil y desconfiada de los demás. Según los científicos, este sentimiento eleva el nivel de estrés y por tanto, aumenta las probabilidades de desarrollar enfermedades al corazón
Cada vez más estudios apoyan la premisa de que de las mascotas son buenas para la salud. De allí que no exageraríamos al asegurar que más que el mejor amigo del hombre, un perro podría convertirse también en su mejor enfermero. Entérate aquí de los beneficios que una mascota puede ofrecerle a tu vida y a la de tu familia.
La próxima vez que los niños te supliquen que traigas a casa un perrito, un gato, un ave o incluso un pececito, no rechaces totalmente la idea. Es cierto que implican responsabilidad y gastos, pero ellos se encargan de compensar tus obligaciones con muchísimos beneficios para la salud de todos. Entre éstos se encuentran los siguientes:
1. Las mascotas ayudan a combatir la ansiedad.
Según un estudio del Medical College de Virginia, a los pacientes hospitalizados con problemas de salud mental, la terapia con animales les ayudó a reducir sus niveles de ansiedad más que otras terapias convencionales. “Las mascotas ofrecen un amor incondicional que puede ser muy útil para las personas con depresión”, indica el Dr. Ian Cook, psiquiatra y director del Programa Clínico y de Investigación de Depresión en UCLA (UCLADepression Research and Clinic Program).
2. Benefician la salud cardiovascular
En un interesante estudio publicado por la investigadora Erika Friedmann en el American Journal of Cardiology, se les dio seguimiento a más de 400 personas después de que sufrieran un ataque al corazón. Un año más tarde, los dueños de mascotas tenían 8.6 veces más probabilidades de sobrevivir que aquéllos que no tenían mascotas. De manera que los perros y los otros animalitos, pueden ayudar a mejorar la longevidad y la sobrevivencia de sus dueños.
3. Fortalecen tu sistema inmunológico.
“Tener una mascota es la inmunoterapia de la naturaleza”, asegura la Fundación Livestrong. “Los niños de los hogares con mascotas tienen una asistencia general de tres semanas más por año que los que no tienen mascotas.” Además, otros estudios indican que los niños que están cerca de una mascota son menos propensos a tener eczema e incluso llegan a tener un sistema inmunológico más fuerte en general.
4. Las mascotas son magníficas en terapias de salud
La terapia con mascotas puede reducir significativamente el dolor, la ansiedad, la depresión y la fatiga en pacientes con varios problemas de salud, como por ejemplo:
Niños con tratamientos dentales
Pacientes recuperándose de cáncer
Personas internadas a largo plazo en instituciones médicas
Veteranos con trastorno de estrés postraumático
5. Las mascotas ayudan a las personas de la tercera edad
Algunos estudios demuestran que los pacientes con Alzheimer tienen menos brotes de ansiedad si hay un animal en casa, y que quienes los cuidan también se sienten menos agobiados cuando hay una mascota en el hogar.
Además, tener una mascota ayuda a las personas mayores a hacer ejercicio y les da el beneficio de sentirse acompañados, lo que les hace sentir mejor en general.
6. Las mascotas ayudan a mantenerse en forma
¿Sabías que los perros son responsables de 67 por ciento de las caminatas que sus propietarios toman cada semana? Tener un perro en la casa te impulsa a salir a caminar, incluso a jugar con él. Según Sandra McCune, autora del libro “Health Benefits of Dog Walking for People and Pet”, las personas que sacan a sus perros a caminar suelen cumplir con su requisito diario de ejercicio, incluso si ellos no hacen ningún ejercicio de importancia. ¡Esta por sí sola es una razón muy fuerte para tener y mantener a un perro en casa!
Cuidado, aquí está la otra cara de la moneda
Aún cuando una mascota resulte beneficiosa para tu salud, siempre es bueno hacerte estas tres preguntas antes de llevar una a casa:
¿Te sientes cómodo con una mascota? Si nunca has tenido un perro u otro animalito, asegúrate que esta es una opción que le dará alegría y no tensión a tu vida.
¿Podría convertirse en una carga económica? De acuerdo a la Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad hacia los Animales (American Society for the Prevention of Cruelty to Animals, ASPCA), la llegada de un gato o un perro a la casa puede representar una inversión financiera importante durante el primer año de su estancia en la casa (adquisición del animal, vacunas, visitas al veterinario, comida, medicinas, juguetes, etc.).
¿Puedes cuidar bien a tu mascota todo el tiempo? Una mascota, además de compañía y beneficios a tu salud, también requiere de ciertos cuidados. Por ejemplo, si sales de viaje ¿quién la cuidara?
Compara las ventajas y las desventajas y toma tu decisión. Pero si te decides a traer una mascota a la casa, hazlo con el convencimiento de que será una fuente de alegría y de beneficios para tu salud y la de toda la familia.