Hablamos de fobia cuando existe un miedo intenso y persistente a objetos o situaciones específicas que pueden estar presentes en el momento en que sentimos esta emoción, o incluso podemos anticiparlo. A consecuencia, tenemos una respuesta de ansiedad y sentimos un gran malestar. Además, ese miedo interfiere en nuestra vida cotidiana, no pudiendo realizar actividades que nos gustaría realizar.
A continuación vamos a desvelar algunos mitos sobre las fobias y la ansiedad.
1. ¿Es malo tener ansiedad?
Es normal tener miedo. Todo el mundo tiene miedo a algún objeto o situación. Lo mismo ocurre con la ansiedad. De hecho, tanto el miedo como la ansiedad son emociones que se consideran adaptativas y con valor de supervivencia. Nos prepara para la acción, activando nuestro Sistema Nervioso y poniéndonos en disposición para enfrentarnos a la situación o bien escapar de ella.
Piense en un león. Si no tuviéramos miedo a un león, probablemente nos acercaríamos sin pensarlo a uno de ellos, ateniéndonos a que nos pueda dar un mordisco o un zarpazo. Piense en una situación de examen. Si no sintiéramos ansiedad, estaríamos tan relajados que probablemente nos costara mayor esfuerzo concentrarnos en las preguntas que nos realizan.
El problema de la ansiedad (y por tanto del miedo) es cuando se presenta de forma repetida, con una intensidad elevada y duración prolongada ante un objeto o situación que realmente no tiene demasiado peligro, o incluso, que carece de él.
Como hemos comentado antes, la ansiedad es una emoción adaptativa, nos ayuda a interactuar con nuestro entorno activándonos y poniendo nuestras energías en marcha. Sin embargo, cuando se da en exceso o de forma desproporcionada, se habla de una ansiedad desadaptativa, pues nos interfiere en nuestra vida cotidiana.
Imagine el examen de antes. Si la ansiedad que sentimos es muy elevada, probablemente nos dejará paralizados, nuestro estudio se mezcle con otras temáticas, y no consigamos acertar ninguna pregunta. Además, no es malo tener ansiedad. Lo problemático es tener demasiada ansiedad, pues nos paraliza ante situaciones que quizás nos sea más útil y adaptativo estar activados en niveles intermedios.
2. ¿Soy la única persona que tiene una fobia?
Por supuesto que no. De hecho, entre el 5% y el 25% de la población tiene o ha tenido alguna fobia en algún momento de su vida. En particular, un 11% de la población sufre al menos una fobia específica, aunque es frecuente tener más de una.
3. ¿Por qué me pongo tan nerviosa ante la situación que me da miedo?
La ansiedad conlleva una serie de síntomas fisiológicos característicos. Seguramente, cuando se encuentra ante el objeto o situación fóbica, usted sienta el corazón muy acelerado, le cuesta respirar, le suden las manos, tenga temblores, tenga el cuerpo tenso, se encuentre intranquila, nerviosa, con mucha activación.
Todos estos síntomas son característicos de las fobias. Pero no piense que sirven para nada. Todo lo contrario. Aunque parezca incoherente, estas sensaciones físicas que siente son necesarias para la situación a la que se enfrenta. El corazón bombea la sangre con mayor fuerza para irrigar al cerebro y a los músculos. La respiración se acelera para conseguir mayor cantidad de oxígeno y llevarlo a través de la sangre a los músculos. Éstos están tensos porque están repartiendo la energía que les lleva para prepararse para enfrentar la situación o escapar. El sistema digestivo deja de funcionar para así prestar su energía al resto del organismo.
Como puede observar, nuestro cuerpo reacciona de esta manera para prepararnos antes de que ocurra algo malo. Sin embargo, recuerde lo que comentábamos antes, y es que una respuesta de este tipo en exceso puede provocarnos consecuencias negativas. Por ello, es importante saber controlar nuestras sensaciones físicas y nuestra ansiedad. Es usted quien tiene la posibilidad de reducir dicha ansiedad, aunque ahora mismo no sepa cómo.
4. ¿Por qué tengo miedo?
Es normal tener ansiedad y sentir miedo. El problema viene cuando ese miedo lo expresamos ante objetos o situaciones que tienen poca peligrosidad o carecen de ella. Además de las sensaciones físicas, la ansiedad viene acompañada de pensamientos negativos que se centran en el posible daño que nos puede causar el objeto o la situación fóbica, se centran en el daño que nos puede provocar nuestra reacción ante dichos estímulos, o se centran en ambos aspectos.
Imagine una situación en la que se encuentre sentada en su pupitre delante de la hoja de examen de una de las materias más complicadas. Usted ha estudiado mucho, y las preguntas parecen fáciles al primer golpe de vista. Sin embargo, no deja de pensar que le va a salir mal y que no sabe contestarlas. Estos pensamientos probablemente le lleven a suspender el examen, pues no cree que vaya a contestar bien las preguntas, a pesar de que haya estudiado mucho.
Lo mismo ocurre cuando nos encontramos con el objeto o situación fóbica. Solemos tener pensamientos recurrentes que nos impiden ver con claridad la realidad. Pensemos en el caso de Julia. Tiene fobia a los perros, y piensa que son animales dañinos o que si se acerca le van a morder. Es cierto que hay algunos perros que son más peligrosos que otros, pero no todos los perros son peligrosos ni todos los perros le van a atacar.
Piense en la probabilidad que hay de que ocurra. Los perros son mansos e incluso muy cariñosos, y solo muerden o atacan si se creen que están en peligro. Mucha gente tiene perros como mascotas, y la mayoría afirman que son unos compañeros ideales.
Observe como los pensamientos y creencias que tiene Julia ante los perros son falsos y tienen poco fundamento. Dichas creencias le impiden a Julia disfrutar de la compañía de un perro, y no puede jugar con ellos ni sacarlos a pasear.
Nuestros pensamientos son capaces de provocarnos ese estado de ansiedad que experimentamos cuando vemos el objeto o la situación fóbica. Si conseguimos eliminar los pensamientos negativos hacia ese objeto o situación temida, es muy probable que nuestra ansiedad se vea reducida también.
5. Conozco casos en los que ha pasado lo que me da miedo…
Con frecuencia, las personas tendemos a buscar información para reafirmar nuestras creencias sobre aquello que nos da miedo y nos provoca ansiedad. Debemos aprender a buscar razones que sean lógicas y tengan su base racional.
6. Me siento bien, mientras no tenga delante lo que me da miedo… no pasa nada.
En realidad, si pasa. Cuando usted evita aquello que le da miedo, quizás consiga un alivio momentáneo, pero la ansiedad puede aparecer en un futuro. Una persona que tenga miedo a los truenos puede poner música alta para evitar escuchar el sonido estruendoso del trueno. Sentirá alivio momentáneo, pero pueden darse situaciones en las que no pueda poner música para no escuchar el trueno, y por tanto, la ansiedad sea aún mayor.
Las conductas de evitación aportan beneficios a corto plazo, pero son inconvenientes a largo plazo para las fobias, pues contribuyen a su mantenimiento. En ocasiones, una fobia se mantiene por dichas conductas. “No me dan miedo las arañas, pero no voy a estar en la misma habitación que una”. Si observa detenidamente esta respuesta, verá que realmente el miedo sigue manteniéndose latente, aunque la persona diga lo contrario.
Al igual que las conductas, nuestros pensamientos también contribuyen al mantenimiento de las fobias. Si Julia sigue pensando que los perros son dañinos, nunca será capaz de acercarse a ningún perro para comprobar que no es así. Anticipar hechos es muy frecuente, a la par que problemático para el miedo que sentimos.
Si reducimos nuestros pensamientos negativos hacia el objeto o situación temida, nuestra ansiedad se verá también reducida. Además, podrá comprobar que al no sentir tanta ansiedad, usted mismo dejará de realizar conductas que eviten la situación fóbica, y podrá realizar sus tareas y actividades a pesar de que aquello a lo que temía esté presente.
Anímese a cambiar los pensamientos y conductas que le impiden continuar con sus qué haceres diarios. Si considera que tiene una fobia o cree que puede tenerla y no sabe cómo solucionar el problema, no dude en contactar con un profesional que estará dispuesto a ayudarle con su problema.
Fuente: María José Pérez Páez – psicopedia.org
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