Cómo identificar y tratar la agresividad infantil

 

La intervención de los padres es fundamental para corregir la agresividad desmedida que pueden mostrar algunos niños. 

Diversos psicólogos y pedagogos coinciden en que puede considerarse un comportamiento habitual el de un niño que, hasta los dos años, muerda, por ejemplo, a sus compañeros en la guardería o que, hasta los 5 años, estos mordiscos den paso a pellizcos, empujones, etc.

No obstante, también inciden en la importancia de identificar y, sobre todo, corregir dicho comportamiento para evitar consecuencias negativas tanto en los demás niños como en el propio menor que, de seguir practicando estas conductas, podría llegar a ser evitado y rechazado –con los posibles problemas de sociabilidad que podrían surgir a raíz de ello-.

¿Cómo deben actuar los padres?

Muchos padres tienden a aconsejar a sus hijos que devuelvan el golpe golpeando ellos mismos, pero tanto los orientadores como los profesionales de la psicología coinciden en que esa no debe ser la respuesta porque se acaba generando más violencia.

Desde su punto de vista, algunas de las pautas que deben seguirse son:

  • Tener una comunicación fluida con los hijos para explicarles que sus conductas agresivas tienen consecuencias negativas tanto para ellos mismos como para los otros niños.
  • Tratar de identificar los orígenes de su comportamiento para poder corregirlo lo antes posible: Observar conductas violentas en el hogar –tanto si son reales como si se trata de situaciones ficticias, por ejemplo, en películas, videojuegos, etc.-, vivir en un entorno familiar conflictivo o excesivamente competitivo, estar faltos de habilidades sociales o presentar problemas de comunicación pueden ser algunas de las razones que lleven a un niño a ser agresivo con sus semejantes.
  • Enseñar otros comportamientos alternativos: Los padres deben guiarle para que encuentre soluciones a la violencia como, por ejemplo, avisar al profesor y apostar por el diálogo. Lo ideal es poder reflexionarlo tomando como base situaciones ya vividas por el pequeño.
  • Reconocer y elogiar los comportamientos adecuados y no reforzar las conductas agresivas –bromeando sobre ello o comentándolo con familiares y amigos delante del niño-.
  • Adoptar medidas cuanto antes: La conducta agresiva no debe ser pasada por alto sin ser reprendida. También cabe la posibilidad de completar la regañina retirando al niño algunos privilegios –de forma proporcionada a la magnitud de su acto-.
  • Si la agresividad prosigue en el tiempo, pese a que se hayan tomado las medidas correspondientes para evitarlo, habrá que acudir a un especialista para que realice un análisis personalizado.

 

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Fuente: MundoPsicologos.com

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